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domingo, 12 de octubre de 2014

ARGELIA RÍOS, ¿A QUÉ LE TEME MADURO?

El Gobierno se muerde la cola al postergar la adopción de las medidas económicas. 

Maduro no las ha tomado porque su liderazgo es frágil y teme que los efectos acentuarán todavía más su debilidad. Pero, en realidad, ha quedado atrapado en un círculo vicioso: mientras más tiempo se tome en iniciar los correctivos, peores serán sus circunstancias personales. El mundo de las percepciones es una dictadura en la que no mandan las realidades: cada semana que transcurre sin anuncios, la responsabilidad del fundador de la revolución se diluye ante los ojos del pueblo bolivariano y se eleva el grado de culpabilidad de su heredero. Al día de hoy, Maduro es culpable de que las cosas hayan llegado al punto de erosión en que estamos.

Con la postergación del ajuste, las calamidades que padecen los ciudadanos se van vinculando más a la gestión sucesoral que a la del comandante, aunque fue éste quien dilapidó miles y miles de millones de dólares cuyo destino hoy se desconoce. El cuadro es tremendamente perverso. De tanto analizar los daños colaterales del ajuste, para morigerar sus consecuencias sobre “el heredero”, más perjuicios se le suman y peor parado sale de las comparaciones habituales que se hacen entre él y el “santo padre” del proyecto revolucionario.

La debilidad de Maduro -que ha sido clave en las dilaciones- también se ha vuelto un problema crónico: al no encarar con celeridad la tragedia económica, han quedado expuestas otras fallas personales que profundizan el pesimismo alrededor de sus limitaciones. Los titubeos que emanan de su actuación nada colaboran con la convicción que ahora mismo se requieren de él: no solo para que sus auditorios comprendan el tenor de la encrucijada actual, sino incluso para hacerle frente a la ortodoxia radical, que se ha salido con la suya al horadarle su capacidad de maniobra y al provocar todas estas inconvenientes demoras.

Maduro, sin embargo, debe tener otro tipo de inquietudes: si el paquete económico posee -como se colige de todo el teatro revolucionario- un decidido respaldo militar, y si la FANB es garante de que su evolución ocurra sin contratiempos sociales incontrolables, no habría motivos de gran peso para que persistan todos estos retrasos que minan la confianza que el ajuste necesita generar. Al fin y al cabo, serán las bayonetas las que asegurarán la viabilidad forzada de las medidas. Colocadas las cosas en una balanza, las diferencias ideológicas resultan una razón inferior para explicar tanta irresolución. 

Si Maduro teme a algo distinto de lo que es visible, su indecisión y sus vacilaciones solo sirven para reforzar las causas de sus aprensiones. Hasta los pragmáticos del “proceso” están comenzando a alarmarse.

Argelia Rios
argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios

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martes, 4 de marzo de 2014

ARGELIA RÍOS "LO QUE VIENE"

Todo está mutando. Después de esta sacudida, nada volverá a ser lo que era. Las protestas originaron un quiebre. En este instante, la revolución y la MUD encaran a un país que tiende a empujar, a cada uno de los polos, hacia un replanteamiento del manejo del conflicto interno.

Dos hechos narran el nuevo estado de cosas. Por una parte, el enfriamiento de los apoyos populares del gobierno -que no tienen el frenetismo del pasado-, y por la otra, la honda aprehensión que ha anidado en un amplio segmento del país opositor, respecto de las rutas que hasta ahora se le han planteado. La novedad salta a la vista: una evidente indocilidad está interpelando a las dirigencias de ambos campos, exigiéndoles abandonar sus respectivas zonas de confort.

La indiferencia del país bolivariano ante lo que Maduro ha denunciado como un "golpe de Estado", se ubica en el escepticismo que el chavismo de a pie posee hoy frente a los burocratizados conductores de la revolución. La otra cara de la moneda no es tan distinta: el repertorio argumental del elenco opositor también está sufriendo su propio desgaste, lo que ha implicado alteraciones en la acogida de sus mandos.

Tal vez es temprano para hablar de una crisis terminal de representatividad, pero es indiscutible que ninguno de los auditorios se siente por entero complacido con sus líderes. El recelo del chavismo ante la hiperpolítica revolucionaria -que los relega del listado de prioridades-, marcha a la par de los recelos del país opositor que se ha lanzado a las calles. Las dos masas se hallan insatisfechas y contrariadas.

Mientras una apreciable fracción del pueblo revolucionario descree de las competencias de Maduro y Diosdado, otra del campo democrático ha dejado de creer en aquello que la mantenía esperanzada. La ruta electoral, la acumulación de fuerzas, la necesidad de una "oferta superior", hoy representan verdades quebrantadas por la certeza, amplia y creciente -incluso entre los chavistas- de que el gobierno jamás cederá posiciones de poder por vías pacíficas y civilizadas.

Detrás de esas cortinas está la respuesta a la pregunta que todos se hacen por estos días. "Lo que viene" dependerá de los canales que los dos grupos de escépticos adopten para intentar redimirse. En ambos prima el descontento por los "paños calientes". Por mucho tiempo podrían simplemente rumiar juntos sus malestares. Pero no sería absurdo que, sin proponérselo, terminen amalgamados, coincidiendo en un cortante "que se vayan todos". 

En ese caso, producto de la frustración, estaríamos ante una muy inesperada forma de reencuentro entre los venezolanos y una inevitable profundización de la crisis... La pelota rebota sin control sobre las canchas de la política, donde acecha la antipolítica.

Argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios

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domingo, 17 de noviembre de 2013

ARGELIA RÍOS, EL CAOS, UN NUEVO FACTOR DE INESTABILIDAD.

Chávez solía hacerlo. Apenas sentía la menor amenaza, el comandante tronaba para advertir que el diluvio arrasaría con todo cuanto se encontrara a su paso. Colocada frente a un exigente cuadro electoral y social, “la sucesión” repite la historia para intentar convencernos de que también ella está dispuesta a desbordar todo su torrente destructivo con tal de retener el poder. 

Es una ecuación elemental donde los asuntos se jerarquizan conforme a los exclusivos requerimientos de la política. En nuestro caso, de los inmediatos intereses comiciales del oficialismo y de las urgencias que Maduro seguirá encarando para eludir el riesgo de una interrupción anticipada de su mandato.

La economía no es la prioridad de esta historia: sólo los gobiernos normales temen a las consecuencias de los desequilibrios. En procesos como el que padecemos, la profundización de las calamidades financieras son “daños colaterales” que el Estado suele administrar con sus instrumentos represivos. Los escrúpulos no juegan: la nomenclatura venezolana actúa conforme al protocolo de sus semejantes y ha hecho lo que necesitaba para renovar la lucha de clases y cohesionar sus fuerzas.

Al pueblo bolivariano se le acaba de dar una razón para renovar sus expectativas. La “batalla contra la especulación” es el incentivo con el cual Maduro ha intensificado la polarización, en un forzado intento por perfilarse como lo que Chávez fue: un pater familias ficticio que hace “justicia” en favor de los necesitados, para comprar tiempo y postergar así el momento del inevitable agotamiento de la paciencia. Lo que hace el régimen es tramitarse una sobrevivencia de mínimo aliento, una semana tras otra, rozando los límites de lo tolerable y abusando de dos factores clave: de su confianza en la FANB y de la mansedumbre con que hasta ahora los venezolanos están llevando la cruz del caos, el tercer vértice que, junto a la carestía y la inflación, conforman el triángulo letal de nuestra tragedia.

Estamos frente al viejo truco de la manipulación de las percepciones, con la que el oficialismo se esfuerza en neutralizar las dramáticas diferencias entre el socialismo dispendioso de Chávez, y este otro de Maduro, cada vez más parecido al de la Cuba misérrima de los Castro. De eso también se trata todo este agite: de reanimar a las desmovilizadas masas bolivarianas, cuyos apoyos pasivos le serán inútiles a “la sucesión”, si la anarquía despedazara los diques que hoy la contienen. 

En ese caso, Maduro necesitará al pueblo revolucionario en la calle, haciendo de escudo humano: una empresa que exigirá nuevas iniciativas robinhoodianas, cada una de las cuales sumarán al caos invivible que las autoridades están subestimando. 

Vamos hacia ese cuadro aciago.

argelia.rios@gmail.com

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sábado, 9 de noviembre de 2013

ARGELIA RÍOS, EL “HOMBRE VIEJO” EN LA MIRA DE LOS CONTROLES.

El resultado electoral no variará la dirección por donde el gobierno conduce a la economía. La irracionalidad de las medidas anunciadas el miércoles obedece a una visión represiva inherente al modelo ideológico de la revolución. Aunque todas las señales adviertan sobre el colapso del modelo, “la sucesión” continuará profundizando los controles, porque estos constituyen una de las claves principales del esquema de dominación política y social. 

Si “el proceso” recibiera una nueva derrota en las municipales, con seguridad apelará a una agenda más radical para evitar que el país le perciba débil y sin autoridad. Si conquistara una victoria, la receta sería la misma, sólo que en ese caso estaría prescrita por la convicción de que “el proyecto” todavía tendría capacidad de maniobra para sortear las dificultades y las amenazas. Maduro no aplicará nada que no conozcamos: tanto él como sus colaboradores están entrampados en una dinámica que sólo acepta el extremismo en todas sus variantes

Las pretendidas “soluciones” que “el heredero” presentó como panacea contra la carestía y la inflación son un reflejo fiel de la tragedia hacia donde nos dirigimos. El hecho de que la revolución se resista a ponderar el verdadero origen de nuestros infortunios económicos de hoy, es un pésimo síntoma que nos anuncia calamidades de mayor dimensión. 

Estamos ante un gobierno claramente dispuesto a llevarnos hasta el fondo con tal de alcanzar sus propósitos políticos. La radicalización de los controles económicos es el producto de una noción del poder, en la cual toda mínima cesión constituye una inaceptable expresión de debilidad. El escalamiento que Maduro ha emprendido esculpirá un Estado policial, cuyo objetivo ya no será únicamente el sector privado y la “oligarquía amarilla”, acusados como artífices de la llamada “guerra económica”. La sucesión apunta ahora hacia el ciudadano corriente, culpable de infringir las normas conductuales del “hombre nuevo”.

El fracaso de los controles económicos sólo ha convencido al gobierno de que éstos, en su próxima etapa, deben abarcar al propio ciudadano de a pie, cuyas imperdonables “veleidades capitalistas” representan una de las amenazas principalísimas que el régimen enfrenta. Maduro quisiera que los venezolanos se le restearan “con hambre y sin empleo”; quisiera que obrara el milagro de la “conciencia revolucionaria”, sin la cual el modelo de dominación está condenado a perecer, asfixiado por un absurdo radicalismo represivo que, concebido como fuente de poder, terminará fracturando letalmente la viabilidad de “la sucesión”. Es una locura creer que la represión modelará al virtuoso “hombre nuevo” bolivariano, pero así estamos: en medio del desvarío.

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sábado, 2 de noviembre de 2013

ARGELIA RÍOS, ABSTENCIÓN: CONTINUIDAD DE LOS DEPREDADORES.

Nada les ha faltado y aún así el país está en ruinas. La chequera petrolera, el control de todas las instituciones y de los más diversos espacios políticos, sólo sirvieron a los intereses de una claque de privilegiados. Las “mareas rojas” de Chávez, propiciadas para ocupar hasta el mínimo espacio de poder, terminaron devastándolo todo. 

La Venezuela profunda, como la llaman, está conformada por territorios empobrecidos: las ciudades, los pueblos y caseríos más remotos exhiben hoy una dolorosa devastación. Poblaciones enteras se encuentran hundidas en un estado deplorable, símbolo del saqueo cometido por los distintos rangos de la nomenclatura bolivariana. No cabe duda de que los malhechores más encumbrados y los de más modesta figuración han cohabitado por igual en el festín destructivo que hemos presenciado en los últimos catorce años. Cada uno de ellos hace parte de la tragedia, cada uno ha contribuido al abajamiento que hoy nos oprime.

Nadie puede negar que en muchos casos las jerarquías regionales y locales reprodujeron al calco la liviandad de los jefazos caraqueños del “proceso”. La atmósfera decadente que arropa a toda la geografía nacional es la consecuencia de un desempeño contaminado por la indecencia y la arrogancia: una secuela del poder ejercido sin limitaciones y un inevitable producto de aquella “tierra arrasada” que comprendió la “toma total”, desplegada para extender, por cada rincón de Venezuela, el autoritarismo que busca esclavizarnos. Por eso, y por otras muchas razones, es un inmenso disparate creer que las elecciones municipales nada tienen qué ver con los desarrollos de la política nacional. Para el “comandante eterno” la conquista de las jurisdicciones locales era esencial en la consolidación de su proyecto y, en especial, para la construcción del Estado comunal, fase clave de la tiranía feudal que poco a poco se levanta ante nuestras narices.

La indiferencia mostrada por una amplia porción de la población negada a votar el 8-D, no guarda relación con este triste momento venezolano. Mucho menos con esa certeza amarga que despierta ya en un vasto fragmento de la opinión pública, donde no sólo se resiente del latrocinio gansteril al cual se ha sometido el erario público, sino también de la reducción de nuestras libertades. Casi un 50% de los ciudadanos piensa que el gobierno de Maduro es menos democrático que los anteriores: una convicción que ahora abarca a una muy gruesa fracción de la pobrecía estafada con el cuento de su empoderamiento. Abstenerse significa una rendición que no cabe, una imperdonable capitulación que sólo beneficia la continuidad de los depredadores. Todos ellos merecen un voto castigo: debemos comenzar a desalojarlos.

argelia.rios@gmail.com

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miércoles, 30 de octubre de 2013

ARGELIA RÍOS, EL GOBIERNO MÁS CORRUPTO.

A la revolución se le subió la gata a la batea. La agresiva desmejora de la calidad de vida del país está perforando la estabilidad del gobierno. Las evaluaciones negativas ya se ubican en rangos explosivos y no distinguen clases sociales. La frustración es horizontal y transversal: el 60% los pobres se siente ahora más pobre. Su reivindicación se ha desnudado como una oferta engañosa: ni han superado su condición, ni la han aliviado… al contrario, ahora encaran peores dificultades.

Para los descamisados de Venezuela cada semana es un calvario en el cual se juegan su sobrevivencia. Las calamidades económicas han depreciado los subsidios directos que por años sostuvieron su idilio con el modelo socialista. En apenas seis meses se ha descompuesto la relación del poder con su vieja clientela política. Por primera vez en 14 años no hay diferencias entre las valoraciones de “los de arriba” y “los de abajo”: unos y otros padecen las mismas adversidades. Ese es uno de los motivos por los que la “guerra económica” no le resulta creíble a una porción creciente del auditorio oficialista.

Un poco más de un tercio de quienes todavía hoy se manifiestan “chavistas” no se come ya los cuentos tramados por la maquinaria de la mentira. Este segmento del campo bolivariano identifica a Maduro y al gobierno como los únicos y verdaderos responsables de la carestía y la inflación. Las conspiraciones de las que habla el oficialismo, en el intento de eludir sus culpas, tal y como lo hacía el “comandante eterno”, son hoy sandeces inútiles para el propósito de lograr la cohesión del pueblo bolivariano. La devaluación de principios del año no sólo quebrantó irremediablemente la imagen de Maduro: su decisión -junto a todo el infortunado manejo de la crisis económica- también le ha causado un severo daño colateral al “proceso”: la falta de dólares pasó a ser un problema que atañe también a los pobres.

A golpes, las capas más empobrecidas del país han aprendido que la escasez de divisas no representa un problema exclusivo de “los ricos” y que su insuficiencia es producto del manejo doloso que el gobierno ha hecho de los ingresos petroleros. No por nada, una clara mayoría de los venezolanos (el 56%) cree que el de Maduro es un gobierno “más corrupto que los anteriores”, una opinión compartida por poco más de un 30% del chavismo.

El desprestigio de “la sucesión” generará efectos tremendos. Desmoronada la pretendida superioridad moral de la revolución de Maduro, todo indica que los resultados electorales del 8-D anunciarán una inevitable conmoción política y social, cuya contención será muy cuesta arriba para un gobierno de tan enviciada reputación. Hasta las piedras advierten que algo tiene que ocurrir.


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domingo, 20 de octubre de 2013

ARGELIA RÍOS, LOS PLESBICITOS DEL COMANDANTE.

Es una carta riesgosa. Con ella no se resolverán las desventuras económicas, ni los enredos políticos que el Gobierno enfrenta. La Habilitante no servirá de nada, salvo para constatarle al país que “la sucesión” ha sido desbordada y que su “empoderamiento legislativo” no ha pasado de ser un mareo más, entre tantos otros. 
Es inevitable que la carestía y el alto costo de la vida continúen socavando los cimientos de “la sucesión”, que busca con desespero tiempo, credibilidad y auctoritas para un “heredero” cuya su presencia se ha convertido -en tan solo diez meses- en el acelerador del empobrecimiento y la degradación vertiginosa de los venezolanos y del país.
La nomenclatura confía en que Maduro podrá crecerse ante los ojos de la opinión pública por efecto de la campaña que procura convertirlo en una figura presentable y con capacidad para volver a seducir a los sectores populares. Sin embargo, se trata de una apuesta incierta: no solo por las visibles carencias personales del inquilino de Miraflores, sino porque la ruta escogida ahora para abordar las calamidades económicas, continuarán horadando la viabilidad del “chavismo sin Chávez” y, obviamente, la de quien hoy se sabe candidato a una salida anticipada del poder.

El oficialismo está hundido en un mar de contradicciones: la radicalización con la que Maduro trata de dotarse de autoridad para ganar tiempo -después de haberse ganado seis meses con el cuento del “diálogo pragmático”- contiene el germen de una ingobernabilidad superior a la que ya experimenta el país. Asimismo, ella será el origen de la profundización de todas las tribulaciones que han venido afectando el equilibrio anímico del errático sucesor del “comandante supremo”, blanco -según la denuncia oficialista- de una “guerra psicológica” que pretende causarle trastornos emocionales a los conductores del Gobierno y, también, a los propios venezolanos que, por cierto, y sin mediación de esa supuesta conflagración bélica, ven en Maduro una extraña conducta.
Al correr la arruga solo para prestigiar simbólicamente a Maduro, la administración sucesoral se ha decantado por la vía que más rápido la conduce hacia el fracaso. Tal vez por eso, nadie habla ya de tierras arrasadas, de mareas rojas ni de pulverizaciones cósmicas. Tal vez por eso “el heredero” se exime de hacer lo que Chávez siempre hizo: plebiscitar cada una de las mediciones electorales que tuvieron lugar en Venezuela durante los últimos tres lustros… 
Contra esa impronta lucha hoy la nomenclatura: nada menos que contra todo cuanto el comandante hizo para convertir cada proceso electoral -independientemente de su naturaleza- en un ritual con efectos legitimadores para sí mismo.
argelia.rios@gmail.com

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sábado, 5 de octubre de 2013

ARGELIA RÍOS, MADURO, GO HOME.


Es una torta con todos sus ingredientes. La está poniendo Maduro, cuyo logro distintivo es haber reducido el legado de Chávez a una velocidad trepidante. 

Las bases revolucionarias están crujiendo. Entre ellas crece la exasperación y el desafecto. Si el comandante tuvo una relación “místico-religiosa” con el pueblo, la de su “ungido” está signada por el desencanto y la vergüenza.

El país bolivariano, junto al resto de la sociedad, se pregunta qué fue lo que Chávez vio en esa figura errática a quien le encargó el destino de Venezuela. El “presidente eterno”, dicen, ha debido estar muy mal cuando adoptó la decisión: seguramente se equivocó en su buena fe; o tal vez lo engañaron con artilugios que no pudo sofocar por causa de la debilidad que lo afectó en sus últimos días.

Los viejos chavistas -negados con furia a reconocerse como maduristas, lo que ya es mucho- se ufanaban de contar con un líder como el comandante: a él le atribuían dones inequiparables. Eran los tiempos en que el oficialismo se mofaba de la dirigencia opositora porque ninguno de sus exponentes calzaba la talla del “supremo”. A todos se les trataba con envalentonada socarronería; como a “moscas” minusválidas ante la majestuosa superioridad del águila reina.

Al “eterno” se le admiraba de un modo frenético; se le consideraba único y excepcional. Su corte de seguidores hablaba de Chávez con vanidad y pedantería. Con Maduro, en cambio, todo es diferente: lo que él genera es exactamente lo contrario: una pena ajena, un trágame tierra de incredulidad, una adolorida turbación que proyecta seis años largos e insoportables… Poco a poco el país consigue unirse: lo une el lamento, la sensación compartida de agonía y la certeza creciente de que “esto no puede seguir así”.

Las bases del chavismo crepitan de descontento y sus ecos amenazan con reventar al PSUV y al Gran Polo Patriótico, donde -lejos de las cámaras y de las luces- arde la impotencia y el pasmo. Maduro es el malquerido del bolero. La representación de una extravagancia insustentable.

No, “el heredero” no está siendo subestimado. La verdad es que no inspira afecto ni autoridad entre los suyos, que, a diferencia del país opositor -blanco de una ruda represión continuada-, no le temen al gobierno ni a sus fuerzas de choque. Para ellos, el “proceso” ha significado libertad y emancipación, y la violencia con la cual se ha neutralizado a los adversarios del régimen, no los inhibirá de actuar cuando se haya agotado su paciencia. Para ese pueblo bolivariano la crisis no es una bendición, sino la certificación de que las cosas van mal y van incrementándose los motivos para decir “Maduro, go home”. Al fin y al cabo, también de eso se trata el empoderamiento.

@Argeliarios

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lunes, 16 de septiembre de 2013

ARGELIA RÍOS, LA HORA DEL "LLEGADERO"

Jotavé no da puntadas sin dedal. Esta semana ha dicho que ya no establece diferencias en el seno de la oposición venezolana y que son necesarias "medidas extremas" para encarar este "sórdido tiempo de criminales". El excanciller desprecia el hecho de que el campo democrático desestime la enésima denuncia sobre un supuesto magnicidio y parece convencido de que Maduro debe responder apelando a una línea aún más dura contra los adversarios de la revolución.

La sugerencia, deslizada en forma de interrogante, ocurre en un momento de elocuente inquietud dentro del Gobierno, donde voces de todos los sectores comienzan a impacientarse por la parálisis en que está envuelta la gestión sucesoral. La tesis del "colapso total" -cuya versión original fue manipulada para desvirtuarla y responsabilizar a los contrarios de la hemiplejia que afecta al aparato estatal- tiene en realidad una indudable procedencia endógena, como puede comprobarse en cualquiera de los sitios empleados frecuentemente por los defensores del "proceso" para expresar sus opiniones.

Desde esos espacios ya es inocultable la intranquilidad, expresada también por el ministro Merentes, en la que tal vez sea una de las pocas declaraciones sinceras que haya producido funcionario alguno en los tres últimos lustros. A su manera, el jefe de las finanzas públicas ha admitido el fracaso económico del proyecto bolivariano, que está colapsando por causa de un peligroso coctel en el cual se mezclan la inflación, la carestía y la ineficiencia endémica de la revolución.

Los tres vértices del fatal triángulo de inestabilidad que amenaza con hundir al barco del "chavismo sin Chávez" proyectan la profundidad de las preocupaciones de Jotavé y de Merentes, así como también las diferencias entre las recetas que se le están prescribiendo a Maduro. Mientras uno dicta una fórmula para atender los desaciertos, el otro insinúa el viejo truco de la hiperpolítica, inventado para poner el acento en el espectáculo grotesco de una suerte de "confrontación final", destinada, no a buscar la gobernabilidad a partir de una mejora del desempeño, sino a preservar, al costo que sea, e incluso por la vía represiva, el privilegio de controlar el poder.

De ese tenor son las discrepancias en el seno de la revolución, donde todos coinciden en un punto inalterable: el desastre en que se ha convertido el gobierno de Maduro y el peligro real de que los venezolanos, más pronto de lo que imaginamos, lo declaren indefendible e insostenible. Curtido en estas artes, el intuitivo Jotavé luce muy seguro de que estamos llegando al llegadero: a esa hora en la que el orden establecido ya no puede sino sentarse indisimuladamente sobre las bayonetas.

Argelia Ríos ‏
@Argeliarios

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domingo, 8 de septiembre de 2013

ARGELIA RÍOS, EL CONTRAATAQUE DE LAS IGUANAS.

En el reino de las mentiras se trabaja para que hasta las verdades más cristalinas suenen inverosímiles. A eso sigue jugando el régimen en su intento de que los venezolanos desarrollen percepciones irracionales acerca de la realidad. 
Los gobiernos mitómanos comienzan con “mentirillas blancas” que obligan a una incesante y estrafalaria reproducción de falsedades… Sin embargo, la impulsividad de esta vorágine de dobleces sólo puede detenerse cuando los trastornos producidos por ella rozan la fatalidad que hoy describe la depauperación de Venezuela.
Esa tragedia -que para muchos tocó fondo hace rato- aún no es sentencia firme para una porción de la población, desde donde, por fortuna, se ha iniciado un clarísimo reencuadre que a los caraqueños nos cuesta detectar. La provincia, créanlo, la pasa bastante peor que nosotros, a quienes el gobierno nos profiere el trato propio de las “ciudades estratégicas”, en detrimento del resto del país.
De ese modo se lo he explicado a un primo de Tunapuy -situado en las profundidades del estado Sucre, si acaso Maduro no lo supiera- que, junto a su familia, me visita por estos días y con quien he practicado una nueva modalidad de “turismo de aventura”: la aventura de conseguirle -a precios regulados- harina pan, mantequilla, papel higiénico, pasta, café, leche en polvo, medicinas y artículos básicos para la higiene personal. Todo empaquetado prolijamente para que quepa en el autobús de regreso a un pueblo donde, como en otros, no se consigue sino carestía y oscuridad. Según mi primo, el apagón del martes en Caracas fue “nada en comparación”… “porque nosotros sí que la pasamos mal”…
El malestar que se anida en las ciudades, pueblos y caseríos más deprimidos del país, no es muy diferente al capitalino, pero -visto con los ojos de un burócrata- sí es más inofensivo. La insalubre hiperdependencia de la gente con el Estado es lo que marca la diferencia… Pero es obvio que estamos montados en una bomba de tiempo y que su “tic tac” lleva el ritmo de una potencial coincidencia del hartazgo de Caracas con el de la provincia.
En lo que fue una peripecia clásica de incompetentes irreparables, la señora Rodríguez -nueva ministra de información y vocera del tosco parte oficial emitido a propósito del apagón- se explayó con un rosario de adjetivaciones, proyección inequívoca de descaro y culillo ante el acechante fantasma del 27-F, que la revolución -engreída en sus “logros”- no ha podido diluir. Según la funcionaria, el apagón fue extraño, sospechoso, abrupto e inesperado: “un golpe”, dijo Maduro; “un sabotaje”, en versión de Rodríguez Torres… “Un contraataque de las iguanas”, según mis visitantes, que ya no comen cuentos, aunque provienen de territorio rojo-rojito.
Argelia Ríos ‏
@Argeliarios

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domingo, 1 de septiembre de 2013

ARGELIA RÍOS, LOS DESENCHUFADOS DEL "PROCESO".

La censura ha saltado la alambrada. El régimen extiende sus tentáculos para asfixiar también a sus propios hijos. 

Maduro -cuya condición de "civil" fue exaltada por ingenuos y oportunistas como la posibilidad de un "saludable giro político"- ha actuado nuevamente sin complejos. En escasos cinco meses, el país ha experimentado un peligroso desmejoramiento de la libertad de expresión. 

Nunca estuvimos tan lejos del "debate de las ideas", del cual se ha alardeado siempre con el cinismo de las grandilocuencias entonadas en clave de fingida sobriedad. 

El gobierno de "la sucesión" reprime sin establecer distinciones: estrangula por igual a quienes les adversan desde el campo de la alternativa democrática y a quienes, candorosamente, intentan practicar la autocrítica revolucionaria. "El heredero" no le saca el cuerpo al trabajo sucio y, a juro, ha decidido convertirse en otro inapelable "hegemón".

El escandaloso "caso Globovisión" -desde donde viejos políticos de oficio diestros en "ires y venires" presumen de catedráticos de un periodismo inmaculado y libre de "intereses particulares"- está minimizando la dimensión del fenómeno. Lo que está ocurriendo trasciende por mucho al infortunio de los colegas y televidentes del canal, a quienes el gobierno ha sacrificado con la colaboración de una variada gama de vanidades festejadas, prestas para transgredir el verdadero significado del "bien común" y para matizar el drama del autoritarismo que ahoga a Venezuela. En esa escala conviven esos vivísimos activistas devenidos en bobalicones ejecutantes de una tal "neutralidad despolarizante", junto a sofistas de mal empaque, empeñados en inventar teorías sobrevenidas acerca del rol de la prensa en democracia. 

También coinciden allí los solícitos auxiliares de la movida financiera bolivariana, cuyos exponentes se han labrado un rico mundo de relaciones, útiles en el lavado de sus reputaciones, además de otros tantos figurines hábiles en el arte de las relaciones públicas... La reveladora situación ha sido tan impúdica que ha apagado el eco de las graves censuras que tienen lugar en los territorios endógenos del "proceso".

La proliferación de denuncias sobre el silenciamiento de las voces bolivarianas que cuestionan la gestión de Maduro describe la avanzada. No se les perdona que exijan la identificación de las empresas de maletín beneficiadas por el Sitme con el indebido otorgamiento de $20.000 millones, ni mucho menos las sospechas deslizadas con inquietud sobre el avance de los modos -precisamente "fascistas"- con los cuales el "heredero" intenta ocupar los sagrarios del "proyecto". Algo malo está pasando cuando la misma revolución desenchufa a sus más perseverantes y leales defensores.

Argelia Ríos ‏@Argeliarios 

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viernes, 16 de agosto de 2013

ARGELIA RÍOS, LOS DINOSAURIOS BOLIVARIANOS LE TEMEN A CAPRILES Y A LA UNIDAD COMO NUNCA LE HABIAN TEMIDO A NADIE

La pestilencia que segregan los escándalos fabricados para desprestigiar a Capriles y a la MUD es una expresión de la gravedad del trance. El ciudadano de a pie se equivoca al creer que la apuesta represiva de Maduro es una prueba de solidez y fortaleza. 

Los síntomas de la decadencia del sistema no hacen sino reproducirse: el régimen está a la defensiva; una defensiva feroz e inescrupulosa... 

La verdad, la única verdad, es que nunca antes la revolución se había sentido tan intimidada: la oposición se le ha transformado, ahora sí, en una amenaza real cuya creciente influencia ha acabado con la tranquilidad de la nomenclatura. De eso se trata todo: el oficialismo sabe que lo que tiene enfrente es un adversario próspero, al que debe desprestigiar cuanto antes para evitar que siga consolidándose lo que las encuestas anuncian mes tras mes: una aspiración de cambio que está ganando terreno hasta en los estratos más populares.

El hecho de que Winston Vallenilla sea presentado como un ejemplo de "relevo generacional", es prueba del desgaste del establishment y de la indiscutible depreciación de la propuesta ideológica que una vez se vendió como una "oferta superior". Del mismo modo como la IV buscó en Irene Sáez la posibilidad de una urgente reoxigenación, la V procura hoy una bocanada de aire, apelando a figuras consagradas de la farándula televisiva, del beisbol y el periodismo. El elenco patriótico ha envejecido y devino en una legión de dinosaurios impresentables, necesitados de ocultarse detrás de rostros que intentarán reanimar a las alicaídas bases bolivarianas. La revolución es hoy chatarra jurásica que contrasta con la renovación política ocurrida en el campo de sus adversarios: un contraste desventajoso que toca la nuez del proyecto original de Chávez, cuyo descarrilamiento está exigiendo nada más y nada menos -otra vez como Punto Fijo en sus estertores-, que de una "Reforma del Estado"... Así, con todas sus letras, lo ha sugerido el vicepresidente Jorge Arreaza, al hacer alusión a las recomendaciones que el "consejo anticorrupción" del Consejo de Estado le ha hecho esta semana a Nicolás Maduro, en lo que representa un reconocimiento de la profundidad de las fallas estructurales del "proceso".

No hay nada qué inventar: el régimen se sabe en emergencia, aunque procure inventarse una ficticia autoridad moral y política, arrojando sobre sus contrarios la ñoña que está ahogando a su propio entramado. La vulgaridad que hemos visto en los últimos días no es fortaleza, sino la inequívoca muestra de que la jauría bolivariana está herida: le temen a Capriles y a la Unidad como nunca le habían temido a nadie. En diciembre se les hará muy nítida la puerta de salida.


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domingo, 28 de julio de 2013

ARGELIA RÍOS, MADURO, EL PEOR ERROR DE CHÁVEZ

Todavía no entienden que los tiempos de siembra no son los mismos que los de la cosecha. No se percatan de que es la actuación reposada de Capriles lo que continúa perforando los cimientos del oficialismo, la única manera de que la oposición se consolide como una mayoría amplia e invulnerable al fraude. 

EFECTO BUMERÁN
Algunos opositores siguen mirándose el ombligo: creen tener la razón, aunque todo indique que la conducta del excandidato -y el contraste que con ella ha estimulado- le está generando ganancias gruesas a la causa democrática.

Es increíble que el país revolucionario haya comenzado a ver en Capriles lo que otros le escamotean desde las propias trincheras de la Unidad. La ignorancia, la incomprensión, la mezquindad y el cálculo personal se dan la mano para desconocer que sólo él encarna hoy la aspiración de cambio que se ha venido extendiendo entre todos los estratos sociales, donde se le valora justo por las razones que provocan las críticas de los impacientes. No hay otro que se le equipare y no hay tiempo para cambiar de caballo a esta altura avanzada de la carrera.

El civismo que ha caracterizado el desempeño postelectoral de Capriles le ha dejado ver al pueblo revolucionario que sus intenciones no se parecen en nada a las que proclaman las voces del oficialismo. Las discrepancias entre lo que él hace y todo aquello de lo que se le acusa, está minando la credibilidad del régimen, cuyos dirigentes enfrentan hoy a una masa arrepentida de no haberle dado la oportunidad al cambio y pesimista ante la conducción de Maduro. La desilusión causada por la decadencia en que se haya hundido "el proceso", representa la clave del remordimiento que está tomando cuerpo entre quienes aceptaron cumplir la última voluntad del comandante.

Transcurridos 100 días desde el 14-A, Capriles se ha reafirmado como una esperanza hasta para un segmento creciente de lo que fue el chavismo, mientras Maduro está convertido en una pesada equivocación; en el peor error del comandante. Si los seguidores de Chávez pensaron que su muerte significaba el fin de la revolución, ahora ya no tienen rastros de dudas, porque el "heredero" no ha sido capaz de demostrarles lo contrario. La certeza de que todo ha culminado -y de que "el chavismo sin Chávez" no resolverá los viejos ni los nuevos problemas-, además de la comprobación de que Capriles no es el monstruo ambicioso de la etiqueta propagandista, han estimulado la propagación del arrepentimiento y el deseo, cada vez más extendido, de que Venezuela emprenda un camino diferente.

Las cosas marchan bien para la oposición. Quien diga lo contrario, no sabe de lo que habla. Ni sabe cómo es la dinámica que concluye en la irreversibilidad de un cambio.

Argelia.rios@gmail.com  
@Argeliarios

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miércoles, 12 de junio de 2013

ARGELIA RÍOS, LA ESTRATEGIA DE CAPRILES

Depende es de la consolidación de la oposición como una alternativa incontrovertible...
Capriles lo sabe y está tratando de hacérselo ver al electorado democrático. 


El momento de la estocada final todavía no ha llegado. El líder de la oposición venezolana -a quien no se le enredan los cables cuando le toca encarar situaciones embarazosas- lo ha dicho apelando a la cortante sinceridad con que suele abordar los asuntos más complicados. Cuando señala que aún queda un trecho por recorrer, lo hace consciente de que la impaciencia y la incomprensión de muchos podría derrumbar todo el camino construido.
Quienes aspiran a derrotar a la cleptocracia revolucionaria, deberían recordar los daños que le han ocasionado las jugadas adelantadas, sustentadas más en voluntarismos viscerales que en la objetiva consideración real de las correlaciones de fuerza entre los polos que dividen al país. Cometer el mismo error resultaría una tragedia... La verdad es que Capriles actúa como un relojero, buscando la precisión de sus actuaciones, para hacerlas coincidir, acompasadamente, con el clímax de una crisis que terminará transformando al cambio, no en un anhelo del país opositor, sino en un clamor nacional, en el cual esté sumado el propio país chavista.
El desenlace que tantos están esperando está en plena evolución: lo que hoy vemos es un proceso de desempate entre un par de moles cuyos respectivos pesos todavía resultan demasiado parejos como para ascender un nuevo escalón. La acumulación de frustraciones y desengaños en el campo popular de la revolución dictan el ritmo de esa realineación que, sin duda, irá expresándose en las urnas electorales, el único instrumento para conocer con exactitud la profundidad del barajo que está ocurriendo en la correlación de fuerzas. Por eso el gobierno estimulará la abstención de sus contrarios.
Al encabezar la convocatoria para participar en las municipales de finales de año, a pesar de la impugnación de la jornada del 14-A, Capriles no se está contradiciendo a sí mismo, como piensan los ingenuos y los más acalorados. 
Al contrario, está mostrando que es un político de acero, con dominio absoluto de la coyuntura y del norte hacia donde se dirige. No hay discordancia alguna, porque el trayecto que queda ni siquiera depende de la fría sentencia del TSJ, ni mucho menos de un CNE del cual sólo debemos esperar nuevas vejaciones. De lo que realmente depende es de la consolidación de la oposición como una alternativa incontrovertible y de la transformación del cambio en una urgencia por la que implora la nación entera. No basta ser una oposición con mayoría electoral, como ya lo es, pero revalidarse como tal -votando con indignación y buscando crecer lo más que se pueda-, es indispensable para alcanzar la condición de mayoría nacional: ésa que sí estará entonces lista para completar la faena.
@Argeliarios

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lunes, 13 de mayo de 2013

ARGELIA RÍOS, EL CNE EN EL OJO DEL HURACÁN

Ya nada será igual: "el mejor sistema electoral del mundo" estará ahora bajo la mirada escrutadora del país y del entorno internacional que, a diferencia de otras ocasiones, ha tomado muy en serio las críticas formuladas por la oposición venezolana a un CNE evidentemente controlado por el régimen bolivariano. 
Los eventos violentos ocurridos en la Asamblea Nacional contribuyeron a darle credibilidad a estos cuestionamientos, cuyos efectos beneficiarán la lucha en contra del obsceno ventajismo oficialista y en favor de condiciones más equilibradas para la celebración de jornadas comiciales en Venezuela. Diosdado nunca pensó en las consecuencias de los hechos que estimuló y que, en adelante, le proporcionarán a la Unidad Democrática un mejor apresto para exigir un cambio en la conducta complaciente de los rectores del organismo.
Sí, las cosas han cambiado: la tolerancia con que el mundo vio los excesos del comandante Chávez no sólo provenía de la eficiencia de su dadivosa diplomacia petrolera, el principal motivo del silencio que tantos guardaron frente a las desviaciones autoritarias de la revolución venezolana. La certeza del liderazgo del fallecido presidente también ayudó a asfixiar los reparos que sus adversarios le hacían al comportamiento aquiescente del CNE, que -amparado en la alta popularidad del "invicto"- siempre pudo sortear con facilidad las quejas de una oposición que tuvo que pagar un muy alto costo por los errores cometidos en abril de 2002. La muerte del gran hegemón y la insolvencia democrática de una "sucesión" que se inició a punta de trompadas constitucionales, con la colaboración del TSJ, han inaugurado otro momento, al que se le suma el exitoso desempeño de Capriles y de la MUD, cuyas voces poseen ahora una autoridad reconocida tanto dentro como fuera del país.
La desaparición física de Chávez, la accidentada toma del poder por parte del "heredero" en enero pasado y la coincidencia del represivo silenciamiento de la bancada opositora con la impugnación de los resultados electorales, definieron un escenario ostensiblemente favorable a la emergencia de las voces críticas del continente y del mundo, que ahora tienen por delante la oportunidad perfecta para exponer sus reproches, no sólo a la conducta pendenciera del oficialismo bolivariano respecto de sus rivales, sino también a las repercusiones tóxicas que la revolución venezolana les ha generado a las frágiles democracias de América Latina.
Diosdado y Maduro todavía desconocen la trascendencia de sus últimos errores, aunque deben estar ya al tanto de que, en adelante, el CNE estará siempre bajo sospecha y de que la batalla opositora por mejores condiciones electorales ha adquirido una nueva dimensión.
Argelia.rios@gmail.com

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lunes, 15 de abril de 2013

ARGELIA RÍOS, OTRA "VICTORIA DE M..." (¿VOTOS DEL EXTERIOR?)

Un grueso segmento de los seguidores Chávez le cumplió su última voluntad, pero al menos un millón de chavistas le dio un espaldarazo a la oferta de cambio de Henrique Capriles: sólo él emergió como el gran ganador; un héroe en todo el sentido de la palabra.
Ni los rostros de la tarima mostraban la alegría de una victoria limpia. La verdad es que lo ocurrido fue una derrota demoledora; clamorosa. Si Chávez estuviera vivo, no tardaría en descalificarla: tal  vez apelaría a aquella frase escatológica con la que despachó su revés en el referendo constitucional de 2007. Maduro será presidente sin siquiera haber resultado ganador: no tendrá el respeto de la mitad de Venezuela. Mucho menos consiguió erigirse como el nuevo líder de la revolución. 
La presea  no puede atribuírsele a su esfuerzo. Su  deplorable desempeño en la campaña, y en la propia jornada de este domingo,  impide hacerle alguna concesión: el hecho tendrá consecuencias políticas en el país y en las propias  entrañas de la alianza bolivariana.  Maduro no aportó nada: al contrario, su deslucida actuación puso en jaque la vigencia del régimen, que ayer logró llegar a la meta  extenuado y, sobre todo,  empujado por el desvergonzado ventajismo del CNE.
Un grueso segmento de los seguidores Chávez le cumplió su última voluntad, pero al menos un millón de chavistas le dio un espaldarazo a la oferta de cambio de Henrique Capriles: sólo él emergió como el gran ganador; un héroe en todo el sentido de la palabra. 
"El heredero" no la tendrá fácil: la sombra del fraude lo perseguirá siempre. También  el fantasma del difunto lo expondrá a las inevitables comparaciones de rigor. Los venezolanos y en especial la nomenclatura   ya conocen las insolvencias de su figura. Las proyecciones no son jubilosas  para él. Tendremos un jefe de Estado vulnerable, cuya controvertida legitimidad ya anuncia problemas inexorables. Las graves dificultades que encarará su gobierno requerirán cualidades que Maduro no posee: su equipaje es limitado, al igual que su auctoritas. A él nada le pertenece, porque todo cuanto es ahora  representa el producto de un donativo  adquirido por testamento y de un proceso electoral plagado de irregularidades.
Sí, el veredicto del pueblo chavista fue una prueba del éxito del endoso procurado por el jefe único en su última arenga pública. Sin embargo, la votación alcanzada por Maduro también es una constatación del debilitamiento de los cimientos del proyecto ideológico del desaparecido hiperlíder. El futuro de "la sucesión" es tan opaco como  incierto. "El proceso" ha entrado en un terreno desconocido para la claque que lo conduce: Henrique Capriles la ha desalojado de su zona de confort.  La firme hegemonía ejercida durante años quedó seriamente agrietada: el llamado "socialismo del siglo XXI" fue azotado con severidad y dejó de ser el único producto disponible en los anaqueles de la política nacional: allí, a su lado, se ha posicionado una alternativa que ya adquirió solidez, arraigo y credibilidad. La revolución no existe ahora como "oferta superior".
El modelo ideológico de Chávez  está  depreciado: sus viejos brillos están languideciendo. Venezuela  se pronunció otra vez a favor de un equilibrio. El chavismo no puede seguir desconociendo la realidad.  El otro polo acaba de reconfirmar   ayer su consistencia rocosa y su muy alta popularidad.
El politburó tiene por delante un grave desafío: no le faltarán tragos amargos en el camino que se inicia. Lo que se instalará no es un nuevo gobierno,  sino la continuidad  de una administración mustia, fatigada tras catorce años en el poder y enfrentada a  su propia senilidad. "El heredero"  no tiene garantizada la absolución de sus fallas. Sobre sus hombros descansa la pesada carga de un legado maldito: un país donde la ingobernabilidad está tumbando la puerta. Maduro dirigirá desde hoy  una  revolución que ha quedado inviabilizada. Los resultados de ayer no dan para radicalismos ni aventuras represivas. Al "proceso" le ha llegado el momento de reconocer a sus adversarios y de valorarlos como una fuerza poderosa e indeclinable, a la cual no se le puede despreciar. De eso depende lo que vendrá en adelante: de eso depende la vida de este sexenio... si es que esto no acaba antes.
argelia.rios@gmail.com  
@Argeliarios  

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sábado, 23 de marzo de 2013

ARGELIA RÍOS, ¡NO A OTRO "HOMBRE FUERTE"!

El politburó debe entender que aquí nadie se ha rendido, ni se rendirá
El país opositor vive una crisis de expectativas. Desde que se supo de la enfermedad de Chávez, imaginó -equivocadamente- que su revolución se desplomaría de inmediato, como un castillo de naipes. 

Ese sector de la población, creyó que los problemas del país se resolverían sin demora: lo que mucha gente imaginó fue un derrumbe aparatoso del régimen y no una degradación paulatina que podía ser provocada, bien por la impericia de "la sucesión", por la misma terca perseverancia de los venezolanos que se resisten al modelo autocrático, o bien por una combinación de ambos factores

Quienes hicieron ese mal cálculo son los que hoy experimentan una gran decepción: un desencanto que está afectando el clima electoral, notablemente contaminado por el des-ánimo, la desmoralización y la desconfianza en la ruta electoral-incrementalista adoptada en 2006 por la dirección política de la oposición. Hacia ellos, precisamente, está dirigido el esfuerzo de Henrique Capriles Radonski, a quien, en esta oportunidad, le ha correspondido la difícil tarea, no de convencer al chavismo sobre la superioridad de su oferta, sino a los propios opositores desilusionados ante las circunstancias.
Embestido por la dura ofensiva del oficialismo, el candidato de la MUD está lidiando con la resistencia que muchos venezolanos muestran frente al mecanismo del voto, y con el pesimismo estéril al cual se ha entregado un segmento de la oposición, cuyo comportamiento solo complace a los intereses de un Maduro que juega a estimular la impotencia de sus adversarios, tratando de hacerse ver como el nuevo "irreversible" de la novela revolucionaria... El hecho de que "el sucesor" se encuentre en una posición electoral de privilegio, no significa, sin embargo, que la oposición no pueda alcanzar un triunfo político el próximo 14-A. Aún ganando Maduro -si fuera el caso-, la oposición está en condiciones de alcanzar lo que ha de ser su objetivo más importante en este momento: impedir que "el sucesor" se convierta en otro "hombre fuerte".
La vigencia del proceso en el mediano y largo plazo depende del éxito de esta programación, concebida para resellar las percepciones sobre la supuesta "inquebrantabilidad" del proyecto bolivariano. 
La verdad es que la revolución ni siquiera fue inquebrantable con Chávez a la cabeza: si el poderoso comandante-fundador no consiguió jamás la rendición del país obstinado y terco que se le resistió durante años, no existe ahora ninguna razón para ceder ante un segundón como Maduro. Al contrario: la perseverancia activa de los demócratas venezolanos nunca fue tan obligante. 
El politburó debe entender que aquí nadie se ha rendido, ni se rendirá.
Argelia.rios@gmail.com
@Argeliarios

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domingo, 27 de enero de 2013

ARGELIA RÍOS, MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

Basta observar la amplia gama de opiniones disímiles que emergen de todas esas "oposiciones", para darse cuenta de la muy compleja heterogeneidad de su composición. Aunque esa dilatada diversidad hace parte de su naturaleza democrática, es innegable que allí se encuentra uno de los orígenes de su tragedia
Sí: está dividida. Es inocultable que existen discrepancias importantes y que no tenemos enfrente a una sola oposición. Las que hay, conforman un encrespado archipiélago de grupos, cuyas posturas suelen diferenciarse las unas de las otras con demasiada frecuencia. Ellas solo convergen en su rechazo a la revolución, aunque cada cual valora al chavismo a su manera.
Basta observar la amplia gama de opiniones disímiles que emergen de todas esas "oposiciones", para darse cuenta de la muy compleja heterogeneidad de su composición. Aunque esa dilatada diversidad hace parte de su naturaleza democrática, es innegable que allí se encuentra uno de los orígenes de su tragedia. No es un problema inferior: al contrario, el hecho está asociado a una ostensible realidad que se expresa, tanto en la calle, como en las propias entrañas de la MUD, que no ha conseguido -precisamente por la dificultad que atañe al propósito- armar una caracterización compartida del régimen.
Los criterios son tan abundantes como enmarañadas son las madejas de conflictos que ellos generan. Uno, tal vez el más importante, está referido a las formas de lucha, un tema en el cual todos creen tener la razón, sabidos, como se sienten, en materias que van desde la Oncología, el Derecho, la Historia, hasta las intrincadas artes de la política, en donde nadie acepta declararse ignorante de las muchas historias ocultas que subyacen en los mentideros del oficialismo y de la oposición, y de las cuales depende la viabilidad o no de las acciones de quienes aspiran a liderarnos.
Esas historias inalcanzables para la opinión pública -donde "la calle" tiene su propio peso específico, porque a veces ella no es lo que de ella alcanzamos a ver-, componen lo que conocemos como "las realidades": ésas que ningún líder genuinamente responsable puede desatender, aunque las masas le reclamen testosterona, empeñadas en interpretar al país desde su particular metro cuadrado. La pregunta salta a la vista: ¿cómo puede alguien ejercer el liderazgo allí donde todos se dan por expertos bien entendidos? ¿Cómo puede consolidarse un liderazgo serio, si las masas se permiten ser manipuladas por quienes aseguran tener un mejor equipaje hormonal?
El punto es que el voluntarismo está demás en estos delicados asuntos con los que nos ha tocado bregar. La ponderación de las realidades no es una exquisitez con la cual se proponga una lucha en la que esté prohibido pisar la grama. De lo que se trata es de comprender que esas realidades, las más de las veces, se encuentran muy distanciadas del pequeño mundo que nos circunda. Es hora de reconocer quiénes son los que hacen mucho ruido teniendo pocas nueces.
@Argeliarios
argelia.rios@gmail.com

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domingo, 6 de enero de 2013

ARGELIA RÍOS, TIEMPO DE ALPARGATAS

Toda Venezuela se está preguntando hoy qué es lo que viene a continuación. Muchos creemos que esta historia no culminará de inmediato, porque las estructuras del Estado revolucionario han sido cementadas, para complicarle al país democrático todo intento por construir un sistema lejano a la intransigencia y al fanatismo
Nada cambia: si Chávez lograra prestar juramento, o si no pudiera hacerlo, Venezuela no vería un destino diferente al que está enfrentándose en este difícil 2013. Lo que sí estamos viendo es una lenta evaporación del protagonismo político que ha monopolizado su figura, a lo largo de las dos décadas transcurridas desde los golpes de Estado de 1992, sin contar el tiempo de sus andanzas sediciosas dentro de la FAN. La vida del comandante se está extinguiendo y con ella languidece también "la época dorada" de la revolución. Nadie dice que su impronta se disipará de inmediato. Ya sabemos que la descendencia bolivariana le sacará buen provecho a su recuerdo y que, en ese plan, bregará por mantener a la revolución como una fe religiosa, en el que las estampillas del jefe único fungirán de amuleto, además de escudo para proteger a cualquiera de los ineptos a quien corresponda administrar el legado del "irremplazable" hegemón.
Toda Venezuela se está preguntando hoy qué es lo que viene a continuación. Muchos creemos que esta historia no culminará de inmediato, porque las estructuras del Estado revolucionario han sido cementadas, para complicarle al país democrático todo intento por construir un sistema lejano a la intransigencia y al fanatismo. Otros, también muchos, tienen una certeza opuesta, quizá inspirada en aquella sentencia profética que la difunta Lina Ron dejó troquelada en el historial del "proceso", cuando -conociendo el bolivariano mundo de truhanes que tanto cuestionó- repitió, una y otra vez, su "con Chávez, todo y sin Chávez, nada". En esa época, la inefable Lina -a quien nadie le objetaba autenticidad- se refería a "los opositores" del presidente, cuya última voluntad -"voten por Maduro"- ha dado lugar a una tormenta de lluvia ácida en las entrañas del "proceso", en medio de la cual -y con la gestión lanzada al olvido- forcejean los detractores y defensores de la inmoral ocupación cubana en Venezuela.
Pensar que se avecinan buenos y vertiginosos cambios, es apenas una esperanza que encubre lo que realmente presenciaremos: una secuencia de enrevesados episodios, de los que pudieran surgir adversidades tan inéditas como peligrosas. La división que el país ha padecido durante estos 14 años es el telón de fondo de los ajetreos que se nos enciman y es ella, también, la que pudiera provocar heridas de inapreciable profundidad que, sin duda, problematizarían aún más la delicada coyuntura nacional. La dirección política de la oposición tiene una papa caliente en las manos: conducir atinadamente las reacciones que, sin duda, generarán el desenlace de la enfermedad presidencial. Sí: la tarea es difícil, pero no se le pueden facilitar las cosas a los Castro. Es tiempo de alpargatas
argelia.rios@gmail.com

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