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miércoles, 14 de marzo de 2012

LA NACION DE ARGENTINA EDITORIAL VENCER EL MIEDO

Tábano Informa

La Nación - 13-Mar-12 - Opinión

http://www.lanacion.com.ar/1456050-vencer-el-miedo

Editorial I
Vencer el miedo

La consolidación de la vida democrática impone que distintos
sectores abandonen un silencio que avala los abusos de poder

En los últimos años se ha ido construyendo en nuestro país, fundamentalmente en sectores empresarios, una creciente sensación de que es mejor callar lo que uno piensa, sobre todo si esto contraría las acciones del gobierno nacional.

Este clima de miedo es contemporáneo con el llamado "relato", esto es, el modo como las más altas autoridades del Gobierno se ven a sí mismas y les gusta que las reflejen. Si alguien desliza un comentario que no encaja en esa leyenda creada desde el poder político, será invadido por un fuerte temor de que algo malo podrá sucederle.

El miedo a verter opiniones o a difundir informaciones que podrían incomodar a las autoridades nacionales puede advertirse en empresarios, en economistas, en representantes de organizaciones sociales o fundaciones, en sectores religiosos, en intelectuales, en periodistas y en dirigentes políticos, incluso del propio oficialismo.

Sería interesante desgranar ese sentimiento para poder ver cuánto de cierto hay detrás de ese llamativo silencio en actores que, tradicionalmente, eran protagonistas. Hoy, por ejemplo, no hablan algunas organizaciones sociales que nunca dejaban de hacer oír su voz cuando la calidad institucional era amenazada. Por caso, muchas de ellas se han callado ante el oscuro Proyecto X.

También hicieron silencio frente a las desafortunadas declaraciones de la Presidenta sobre los docentes, a quienes descalificó sin fundamentos, acusándolos de trabajar sólo cuatro horas diarias y de tomarse tres meses de vacaciones. La hipocresía de algunos sectores es a menudo palpable en actos oficiales, donde empresarios y sindicalistas aplauden ante las cámaras de TV anuncios presidenciales que luego, lejos de las cámaras y micrófonos, no dudan en cuestionar.

Igual actitud se observa en dirigentes del oficialismo que despiden con aplausos al secretario de Transporte saliente a pesar de que sobre sus espaldas carga la vida de 51 personas muertas y más de 700 heridos.

Hemos visto más de una vez cómo se usan las herramientas del Estado para intentar enderezar a los que piensan distinto y se animan a expresarse. Pero, a pesar de ese peligro, es un riesgo que se debe correr para evitar caer en el discurso único que llevaría al país a un estancamiento más profundo. Ejemplos cercanos tenemos en el continente.

La vida democrática se nutre de la diversidad de ideas y del debate constructivo. Si distintos sectores de la Nación se dejan ganar por el miedo o pretenden prosperar a la sombra del poder político, no sólo se estarán resignando a no levantar vuelo, sino que les seguirán haciendo un grave daño a las instituciones y a la libertad de expresión.

Es verdad que el diálogo y la discusión de ideas difícilmente pueda producirse con un gobierno que entiende al principio de división de poderes como un mero obstáculo burocrático. Pero si se persiste en el silencio con el afán de obtener una pequeña ventaja sobre los demás, si prevalece la mezquindad sectorial, no harán más que profundizarse los abusos de poder, el intervencionismo cada vez más arbitrario y las provocaciones de quienes manejan los resortes del Estado.

La bonanza de la economía ha sido con frecuencia una excusa para callarse la boca. El consumo exacerbado a veces mitigaba o sepultaba cualquier crítica. Hoy, no vivimos precisamente momentos florecientes en el terreno económico y, seguramente, no podamos echarle la culpa al mundo. En todo caso, es responsabilidad de un gobierno que prefirió escuchar los elogios hipócritas de muchos antes que los cuestionamientos constructivos de quienes se animaron a formularlos.

Es por eso preciso desmitificar el clima de miedo e invitar a todos los sectores a actuar con coraje cívico, respondiendo a quienes bregan por la consolidación de un pensamiento único mediante atropellos autoritarios.

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MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES: ¿QUIEN ES EL PADRE DE LA MENTIRA?

MARÍA DENISSE FANIANOS DE CAPRILES |  EL UNIVERSAL
miércoles 14 de marzo de 2012  12:32 PM
No hay cosa más desagradable que estar frente a una persona mentirosa. En estos últimos años hemos sido testigos de cómo personas, sin ningún tipo de ética, manipulan la información de una manera tan impresionante que cualquiera puede darse cuenta inmediatamente que está mintiendo. Y no sólo son mentirosos sino que transmiten un odio tan grande que pareciera que estuviéramos frente a una persona totalmente enferma. Pero lo peor de todo no es esto. Lo más grave es que muchos quienes adversan a estas personas no dejan de leer, oír o ver sus artículos o programas, por eso mantienen un alto rating. 

Revisando el tema de la mentira en el catecismo de la Iglesia católica conseguí cosas bien interesantes de las que podemos aprender mucho y que pueden hacer reflexionar a quienes se prestan a leer, escuchar o ver este tipo de mensajes; y que a veces hasta llegan a repetirlos a otros convirtiéndolos en rumores que pueden hacer mucho daño a un tercero. 

Se distinguen tres clases de mentira: la "jocosa", si con ella se quiere hacer una broma; la "oficiosa" o mejor conocida como "piadosa", que se dice para obtener un beneficio propio o para un tercero (el típico ejemplo es: "dile que no estoy"); y la mentira "dañosa" con la cual se persigue hacer daño a alguien. Es esta última la que utilizan normalmente estas personas que pareciera que nunca oyeron las clases de ética del periodista que le dan a uno en la universidad cuando se estudia comunicación social. 

El catecismo de la Iglesia católica señala que: "La mentira, por ser una violación de la virtud de la veracidad, es una verdadera violencia hecha a los demás. Atenta contra ellos en su capacidad de conocer, que es la condición de todo juicio y de toda decisión... La mentira es funesta para toda la sociedad: socava la confianza entre los hombres y rompe el tejido de las relaciones sociales" (CEC 2486). Entre los males que puede causar la mentira están: es una ofensa directa contra la verdad; induce al error a quien se le dice, el cual tiene derecho a no ser engañado; lesiona el fundamento de la comunicación de los hombres entre sí; fomenta (y en ocasiones tiene en ellas su origen) la vanidad y la soberbia; quien miente pierde reputación y fama, etc. 

Esos y otros males explican por qué mientras el origen de la verdad se sitúa en Dios, la mentira se atribuye al demonio. El mismo Jesucristo dice: "Vuestro padre es el diablo... porque no hay verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo que le sale de dentro, porque es mentiroso y padre de la mentira" (Jn 8,44). Toda mentira es intrínsecamente mala y nunca debe decirse, pero hay unas más graves que otras. La mentira "jocosa" o "piadosa" es pecado venial mientras que la "dañosa" es pecado mortal cuando se lesiona gravemente la caridad y la justicia. "La gravedad de la mentira se mide según la naturaleza de la verdad que deforma, según las circunstancias, las intenciones del que la comete, y los daños padecidos por los que resultan perjudicados" (CEC 2484). 

Cuando se miente y se lesiona el buen nombre de alguien, se tiene la obligación de reparar públicamente el daño hecho, especialmente cuando se trata de la calumnia. No es suficiente arrepentirse e incluso pedir perdón, sino que se debe reparar el mal cometido. Si el daño ocasionado ha sido público, la reparación debe ser pública. El catecismo señala: "Toda falta cometida contra la justicia y la verdad entraña deber de reparación, aunque su autor haya sido perdonado... Este deber de reparación se refiere también a las faltas cometidas contra la reputación del prójimo... Obliga en conciencia" (CEC 2487). 

Pienso que cualquier persona que está en la búsqueda del bien, no debe leer, oír o ver ese tipo de mensajes, y mucho menos prestarse a repetirlos, porque eso es como hacerle el juego al demonio. Porque de qué vale que todas esas mentiras y toda esa maldad entre en nuestra cabeza para llenarla de rumores, insidias, blasfemias y un sin fin de vulgaridades que no le hacen bien a nadie. Y que además nos pueden quitar la paz, el sueño y hasta la salud. 

@VzlaEntrelineas 

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ANTONIO COVA MADURO: UN TITAN EN EL RING

Chávez ya no es el único que se conecta de manera segura e instantánea con los necesitados

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ANTONIO COVA MADURO |  EL UNIVERSAL
miércoles 14 de marzo de 2012  12:00 AM
En una deliciosa entrevista que Gloria Bastidas le hiciese al cineasta Thaelman Urgelles -el mismo que escribiese unos notables "perfiles" de los distintos candidatos que se presentaron a la consideración del electorado el pasado 12F- aparecen algunos asuntos sobre el proceso político venezolano que vale la pena comentar. 
Por supuesto que no hay entrevista, por muy buena que sea, totalmente exhaustiva y que agote todos los temas. Pero tampoco eso la haría una buena entrevista puesto que, para que cumpla ese requisito, debe dejar a sus lectores hambrientos de explorar más, y es esto lo que creo que hay que hacer. 

Creo que lo más valioso de esa entrevista es el asunto de la "fuerza" que Henrique Capriles parecería poseer. Para detectarla Urgelles acude a un símil deportivo, al enfrentamiento entre Cassius Clay y Sonny Liston; y que también podría tener un equivalente bíblico: David frente a Goliat. 

La propuesta de Urgelles parecería sugerir que lo que le provee fuerza a quien desafía al poderoso es no ser como éste. Dicho de otra forma: ni pelear de la misma forma, ni utilizando las mismas armas. Es más, jamás presentarle batalla en su propio campo. De allí lo útil del símil boxístico. 

Es obvio que, de entrada, Capriles no tiene la "veteranía" de Chávez, pero tampoco su desgaste. Capriles, en efecto, no ha incurrido en el error de asumir la centralidad de su persona, como Chávez ha hecho hasta el hartazgo. En estos interminables trece años, confiscó toda posibilidad de descentralización y asumió que él y su gobierno lo harían todo, todo el tiempo. Creyó, ilusamente, que si acaparabas todo el poder formal eso te haría el más poderoso de la comarca, sin darse cuenta de no hay nada más verdadero que "el que mucho abarca poco aprieta". 

Pero si todo eres tú (no olvidaré la pintura que una vez vi en una ambulancia del interior de la república: Chávez disfrazado de médico), entonces también de lo malo eres el origen, como lo eres de la escasez, de las tropelías, de la falta de real; y eso configura una matriz que para el régimen es letal. Si Chávez es la fuente de todo lo que hay en el país, y lo que hay me daña, me perjudica, me agrede, entonces la conclusión es obvia: para que yo y todos los venezolanos retornemos a los buenos tiempos, Chávez debe irse... y mientras más rápido, mejor. 

Más peligroso aún para el régimen: de todo lo que nos pase, sea por acción o por omisión, el régimen es el único culpable. Tomemos el tráfico caraqueño como un ejemplo. Si trasladarnos de un sitio a otro puede implicar colas de dos y tres horas, a menos que quiera correr el riesgo de irse en moto y que se le venga encima un aguacero, o viajar en Metro y quedarse atrapado en un túnel sin ayuda alguna, aquí no hay más que un culpable: Chávez. 


En efecto, él es incapaz de botar a cuanto incompetente tiene en su gobierno. Es más, lo único que hace con ellos es rotarlos, de modo que puedan probar su incompetencia no en uno, sino ¡¡en todos los cargos!! Pero, además de eso, es el mismo Chávez el que repite sin cesar los mismos diagnósticos y las mismas recetas que han probado hasta el cansancio ser la mar de inútiles. 

Una y otra vez habla de la crisis eléctrica y resulta que lo único que salva a mucha gente de tener que calárselo es... ¡el seguro apagón! Una y otra vez inventa una nueva misión, un nuevo programa, hasta nuevos ministerios para encarar el problema de la vivienda y allí están, paralizadas todas. 

Pero hay más. Chávez ya no es el único que se conecta de manera segura e instantánea con los necesitados, ya le salió competidor. Capriles no será un académico, ni siquiera un orador que encanta y maravilla, pero sí es alguien con quien la gente siente una conexión instantánea. Y en eso no hay nadie en el PSUV que lo iguale, y Chávez sólo lo hace por televisión. Hace rato que dejó de estar en medio de las masas y de sentirse a gusto con la gente conversándole y manoseándolo. 

Capriles, además, es casi veinte años menor que un cansino de cincuenta y déle, que además padece una grave dolencia. Capriles es David y Chávez un agotado Goliat, que además poco ha aprovechado la enseñanza de caer y volver a levantarse una y otra vez. 

Pero eso no es lo peor para Chávez y los suyos. Lo peor es la inesperada fuerza del pueblo opositor: tres millones y creciendo. ¡Vaya sorpresa! Capriles fue convertido en un titán por el pueblo que no ve las horas de que esto termine y que por saber que sólo faltan 7 meses su esperanza adquiere una fuerza de huracán. 

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ROBERTO GIUSTI: TRES EXPRESIDENTES SUBVERSIVOS

Ninguno quiso inmiscuirse en asuntos venezolanos, pero el público no lo sintió así
La verdad, por contraste, así sea en el plano teórico y en situaciones como la nuestra, resulta, subversiva. Estamos seguros que ni Felipe González, ni Ricardo Lagos, ni Fernando Henrique Cardoso, tres presidentes que de alguna forma debieron enfrentar no solo las dictaduras imperantes en sus países sino procesos políticos dirigidos al (re) establecimiento de la democracia, quisieron interferir, directamente, en asuntos internos venezolanos. Mucho menos despertar la ira fácil del comandante en jefe, cuya sensibilidad a las críticas, proporcional al tamaño de sus infracciones a las reglas democráticas, incita a la prudencia y a la mesura cuando se trata de hablar, incluso en abstracto, sobre temas tan cotidianos como la pluralidad, la tolerancia o la libertad.
Claro, alguien podría hablar de una fijación, de una obsesiva tendencia a relacionar el caso venezolano con reflexiones de carácter general como "... la esencia de la democracia es la aceptabilidad de la derrota (Felipe González). O, al escuchar decir a Cardoso que "la gente no acepta un socialismo que no incluya la libertad. U observar a Lagos exclamar que "los presidentes deben pensar en la próxima generación y no en la próxima elección".
¿Iban lanzados al desgaire esas reflexiones? ¿Se trataba de expresiones dirigidas a todos en general y a nadie en particular? ¿Habrían dicho lo mismo en un auditorium bogotano, limeño o santiagueño? No lo sabemos, pero sí estamos seguros de que en esas ciudades los públicos andan pendientes, incluso, angustiados, por dilemas menos básicos que la sobrevivencia de la democracia o la existencia de un socialismo que es militarismo.
Aún así, incluso si la intención de los ponentes era otra muy distinta a la que interpretó el diverso público caraqueño con sus reacciones, el resultado fue el mismo. Y no podía ser de otra manera porque los tres tenores (lo dijo Cardoso) han vivido en carne propia y con distintos tipos de sufrimientos y privaciones igual número de dictaduras más o menos feroces, más o menos represivas, más o menos asesinas.
Pero no se trata de simple retórica, saben de lo que hablan y el comedimiento de los tres quizás obedezca a un cierto margen de credibilidad en el régimen venezolano. No en balde González quería reunirse con Chávez, señal de que por lo menos puede ser escuchado (no sería la primera vez) y reforzar en el enfermo de Miraflores la idea de que, sobre todo en democracia, todo tiene su final, incluso un insaciable apetito de poder que desaparece con el punto final de un texto llamado elecciones. Así que, democráticos, pero subversivamente democráticos.
rgiusti@eluniversal.com

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