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viernes, 30 de agosto de 2013

TRINO MÁRQUEZ, GLOBOVISIÓN PODADA

A Roberto Giusti

Me encuentro entre quienes pensaron que la cercanía de los empresarios que compraron Globovisión con el Gobierno, y especialmente con Diosdado Cabello, no propiciaría un giro radical de su programación y línea editorial en el corto plazo. Imaginé que el criterio comercial prevalecería sobre las afinidades políticas y que sus propietarios no renunciarían a su audiencia natural, sectores de las clases medias urbanas que fueron ganados por la señal del canal a partir de diciembre de 1994 cuando comenzaron sus transmisiones. 
Me equivoqué. En ese momento no capté la densidad del entramado de intereses, más allá de lo económico, existente entre ese sector de la boliburguesía y el gobierno. La salida en avalancha de sus anclas y fundadores, y las razones que esgrimen para renunciar, colocan la situación en un nuevo plano. Los dueños optaron por alinearse con la hegemonía comunicacional del orden existente. La audiencia no importa.
Ahora será muy difícil para los comunicadores que permanezcan allí sostener la tesis de la “defensa de los espacios”. Algún periodista en su propio feudo podrá intentar preservar la pluralidad y autonomía de su perfil. Pero, la independencia ya no forma  parte de la estrategia del canal.  Domina la subordinación al grupo gobernante. Los cambios tan abruptos que se han desencadenado están asociados a los cuestionamientos expresados por Nicolás Maduro, y a ese pacto tenso e inestable existente entre el Presidente y su sombra, el teniente Cabello.
         La Globovisión erizada y combativa, caja de resonancia de la oposición, fue tolerada por Hugo Chávez, caudillo con una autoestima muy  inflada. Le aplicó multas, la amenazó y acosó, pero nunca la cerró. Habría sido una muestra de debilidad inaceptable para un líder que se creía ungido por los dioses y con proyección universal. 
Al final se impuso la estrategia  de convertirla en un negocio condenado a la quiebra, con una sola vía de escape: la venta. La operación no podía autorizársele a cualquier sujeto anónimo que tocase las puertas de Conatel solicitando permiso para realizar la transacción. Podía caer en manos de un grupo aún más crítico del Gobierno. El trato tenía que darse con integrantes del entorno gubernamental o al menos de una de sus facciones más poderosas. Esto fue lo que sucedió. Al principio convenía maquillar la compra. Mostrar que Globo se mantendría dentro de su línea crítica, atenuando los vértices más filosos. Sin embargo, Maduro no acepta ningún género de críticas que le lleguen al país a través de los monitores de televisión. Su enorme inseguridad, los graves problemas que lo asedian, la corrupción de su círculo, la ineptitud de su equipo, no le dan espacio para la tolerancia. No fue capaz de admitir ni siquiera la leve crítica que Alberto Nolia le formuló a su política de seguridad. Su atrevimiento lo llevó a salir eyectado de VTV. Si esto ocurrió con un personaje incondicional como ese, encargado del trabajo sucio del régimen, menos podía tolerarse que un medio comprado con la anuencia de los jerarcas del gobierno, sirviese de tribuna para continuar denunciando y criticando los desafueros y errores de los herederos. A sus recientes dueños había que recordarles que este es un gobierno que no se lleva bien con la democracia, que la acepta a medias y de mala gana porque no le queda otro remedio. La legislación internacional obliga a mantener una cierta compostura, incluso a los tiranos cubanos, refractarios a todo cambio, por inocuos que sean. 
Maduro se encargó de refrescarles la memoria a los propietarios del canal de La Florida. Comenzó por acusarlos de conspiradores, denuncia que explotó como un misil en el canal. Solo había que esperar que los grados de tolerancia de la emisora se redujeran. Y fue lo que ocurrió.
       
  Al régimen le agradan televisoras como VTV y periodistas e “intelectuales” como los que cubren todos sus espacios. El análisis crítico que reclama Mario Vargas Losa en La civilización del espectáculo, quedó pulverizado en el “canal de todos los venezolanos”. Allí solo trabajan comunicadores y opinan “intelectuales” que le cantan loas al teniente coronel fallecido y admiran los “éxitos” de su revolución, continuada por los herederos. Todo asomo de cuestionamiento es satanizado como expresión de la derecha, el imperialismo o cualquier otra necedad de las que abundan en la jerga gobiernera. Lo mismo buscan con Globovisión. Por eso la podaron.
@trinomarquezc

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