Hace 8000 años los Chinos escribían sobre caparazones de tortugas, la llamada escritura Jiahu.
No me extrañaría que entre esos textos hubiese existido uno que dijera: “Esta es la última oportunidad de nuestra civilización. Si no sacamos del poder a Chiang Shu, China desaparecerá”.
8000 años después China está allí. En la Venezuela de 2010 hablamos de “la última oportunidad de la democracia” y de estar en “una encrucijada histórica”. Eso lo he oído yo antes.
8000 años después China está allí. En la Venezuela de 2010 hablamos de “la última oportunidad de la democracia” y de estar en “una encrucijada histórica”. Eso lo he oído yo antes.
Cuando dejaremos de usar estos términos apocalípticos y vacíos de verdadero significado? La historia de las sociedades es un proceso, no una colección de finales. En materia social no hay evento alguno que constituya el fin de la historia.
Los comentarios de analistas y políticos sobre las elecciones del 26S suenan así: “La libertad se juega su última carta” o “si ganan los escuálidos se hundirá inevitablemente el país”.
Sin embargo, ya nuestra gente debería haber aprendido que no hay evento discreto alguno que selle la suerte última de la sociedad venezolana.
El destino final de la democracia venezolana o del despotismo chavista no se decidirá el 26S. Sin embargo, esta fecha representará un punto interesante en el desarrollo de un proceso que seguirá su curso el 27S.
Es un evento importante porque servirá para mostrar cuan deteriorada se encuentra la maquinaria del déspota o, por el contrario, si el fraude electoral permanente que ha podido llevar a cabo hasta ahora aún le funciona tan bien como antes. El evento servirá para revelar la fibra moral remanente en el degradado ejército venezolano y de las personas que manejan el prostituído Consejo Nacional Electoral, así como el nivel de dignidad de nuestro pueblo.
La tendencia que se observa es bastante más importante que la foto que tomaremos el 26S. Desde hace ya largos meses esta tendencia indica claramente que el régimen de Hugo Chávez camina de manera inevitable hacia su disolución. Las aspiraciones que tenía Hugo Chávez de instalar en Venezuela y en América Latina un sistema castrista-comunista-fascista-militarista se han ido al foso debido, esencialmente, a la incompetencia del déspota, más que a la habilidad y creatividad de quienes lo adversamos. El proceso de fragmentación institucional y política que parecía una buena estrategia de consolidación de poder por parte de Chávez ha causado un caos de tal magnitud en las filas del régimen que ha hecho posible tragedias como las de la comida podrida. Debido a la atomización anárquica que Chávez ha generado con la creación de múltiples gobiernos paralelos su capacidad de control se ha debilitado mucho. El déspota enfrenta un monstruo de mil cabezas inconexas mientras trata de centralizar ferreamente la toma de decisiones. Ya no tiene dedos ni el dia horas para contener las múltiples goteras que aparecen en todos los rincones de su precario tinglado. La vaina simplemente no le funciona al aprendiz de brujo. Y es que gerenciar un país no es como vender arañitas.
El 26S los venezolanos nos enfrentaremos, una vez más, a la pregunta de cómo deseamos vivir, si en libertad o lamiendo botas y esperando limosnas. Tendremos otra ocasión de medir el calibre de nuestro pueblo y nuestras posibilidades de llegar a ser, algún día, un país.
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