Si
hay un hecho que marca la evolución del proceso civilizatorio en el hombre,
entendiéndose éste no sólo como una mejora en la calidad de vida de las
personas y la sociedad en general, sino en la concepción misma del ser humano
como sujeto moral y responsable de sus acciones, ese hecho tiene que ser el
reconocimiento de los derechos básicos individuales por parte de la comunidad
de naciones del mundo, es el punto clave para entender la historia moderna.
Para
un sector de la humanidad no es del todo significativo que luego de 10.000 años
de historia del ser humano en el planeta Tierra, llegaremos por fin a declarar
expresamente, en convenios internacionales, constituciones y otros instrumentos
legales, que el ser humano tiene derechos fundamentales, sin la existencia de
los cuales esa persona dejaría de ser un ser humano.
La
larga historia en la lucha por los derechos humanos va de la mano de la
historia política de los Estados. Los gobiernos han tenido diferentes actitudes
y tratos para con sus gobernados desde la perspectiva del ejercicio del poder,
de allí surgieron las relaciones con los vasallos, súbditos, representados o
ciudadanos, que han sido desde simples números en la ecuación de la lucha por
el poder, hasta individuos que importan y participan en las decisiones sobre
los asuntos de la República.
Desde
este punto de vista, tenemos gobernantes que han pisoteado a sus semejantes y
coterráneos sin ningún miramiento a la hora de cumplir con sus propósitos y
fines del Estado, incluso, exterminando a una buena parte de la población.
Otros
gobernantes han tenido el cuidado, la sensibilidad y el conocimiento de que
efectivamente, un Estado debe funcionar en base al consenso y la participación
de todos sus integrantes, por lo menos de una mayoría, tanto para la paz como
para la guerra. En este camino lleno de obstáculos hemos avanzado en buena
medida de aquellos tiempos en que el Rey o soberano se creía ungido por Dios y
que estaba por encima de las leyes y la justicia de los hombres.
Fue
en la Carta Magna inglesa en 1215 donde por primera vez se mencionaron los
derechos humanos, luego en 1689 se concretaron normas específicas que los
protegían en el Bill of Rigths.
La
Revolución Francesa y la Norteamericana estuvieron inspiradas en estos
antecedentes, igualmente, los principios de la religión cristiana sobre la
dignidad de los hombres, el respeto al prójimo y la consecución ética del bien
individual y común, aportaron el ingrediente humanista a este proceso.
Y
entre guerras y desastres, genocidios y crímenes, juicios, reparaciones y
condenas, la humanidad fue avanzando en un camino de muchos sacrificios y
razones, para culminar finalmente en unas declaraciones sencillas pero muy
poderosas: “Todo
ser humano nace libre y tiene derecho a la vida, a la libertad de opinión y de
expresión, al trabajo, a la educación, al desarrollo de su personalidad, a la
propiedad y a vivir entre los suyos”.
Se
trataban de derechos originarios, irrenunciables, que ningún gobierno podría
violar ya que al hacerlo violaría los fundamentos del mismo Estado, su propia
fuente de soberanía.
En
palabras del profesor suizo Thomas Fleiman, un estudioso y publicista de los
derechos humanos: La idea fundamental consiste en que el gobierno está,
precisamente, obligado a respetar los derechos humanos, esta obligación limita
el poder del Estado y obliga al gobierno a respetar la dignidad humana aun
cuando le repugne o no le sea conveniente hacerlo.
El
respeto a esta obligación, y esto
constituye el contenido esencial de los derechos humanos, debe poder ser garantizado mediante jueces
independientes, que deben tener la potestad y el deber, en caso de violación de
los derechos humanos, de tomar las medidas necesarias, aun contra el jefe de
Estado.
Gobernar
respetando los derechos humanos es difícil, pero a la larga legitiman a los
gobernantes y la sociedad se fortalece.
Al contrario, los gobiernos que
violan los derechos humanos pierden rápidamente la confianza de sus gobernados,
se deslegitiman e irremediablemente se derrumban, y sus actores, terminan
respondiendo ante la justicia y la historia.
Violar
los derechos humanos del soberano que es el pueblo, así sea su derecho de
expresión libre en un proceso eleccionario, es un atentado en contra de la
soberanía de ese país y un crimen de lesa patria.
Para
los puristas, el tema de los derechos humanos es uno solo y en una sola vía, si
hay una violación, cualquiera que esta sea debe ser investigada, procesada y
reparada, tan sencillo como una relación causa-efecto.
Pero
en el mundo real las cosas no son tan sencillas y menos en el tema de los DDHH,
tan cargado de pasiones, sentimientos y sobre todo, de tanto contenido
político.
Hoy
por hoy, los el tema de los DDHH son considerados un arma política, tan eficaz
y devastadora como un misil con una cabeza nuclear.
Algunos
líderes mundiales han señalado que los DDHH son otra forma de dominación
colonialista de países ricos contra los pobres, un nuevo ropaje para que
continúe la colonización y la explotación del más fuerte, excusas que permiten
el intervencionismo e impiden el libre desenvolvimiento de las culturas ya que
en algunas sociedades existen costumbres ancestrales que pudieran tipificar
violaciones a estos derechos.
La
izquierda, quien alega ser la madre de la criatura, tiene en los DDHH la manera
más responsable e idónea de hacer justicia en contra de los abusos del
capitalismo salvaje.
La derecha, tiene en los DDHH la excusa perfecta para
intervenciones y actos de guerra.
Un
país o un gobierno, un líder o una facción que sea acusada de violar los
derechos humanos queda manchado de inmediato por el oprobio y pasa a la
defensiva, una acusación de ese tipo siempre trae una secuela de problemas,
sanciones y procesos que han terminado con muchas carreras políticas e incluso,
ha acabado con gobiernos.
Basta
ver los innumerables reportes, índices y listados que diferentes organismos
nacionales e internacionales publican señalando el respeto o no a los derechos
humanos de países e instituciones, listados que tienen sus repercusiones en la
apreciación de la calidad de vida, grado de desarrollo y seguridad para
inversiones de la comunidad internacional y que sin duda afectan la viabilidad
de ciertos gobiernos.
Las
acusaciones reverberan en el ambiente, cuáles son los grupos que están
alineados con una tendencia, quién financia a quién, cuál es el interés del
acusador, que países apoyan una acusación, quienes secundan una intervención.
Una
de las más evidentes muestras del proceso globalizador es sin duda el tema de
los derechos humanos, la corresponsabilidad de los países en que prevalezcan la
paz y la justicia en el orbe, que sean erradicados los crímenes odiosos en
contra de la humanidad, que terminen los holocaustos, que cesen las genocidios,
los desaparecidos, los refugiados, la práctica de la tortura.
Por
un lado se descubren nuevas formas de convivencia y cogestión, el hecho de que
se conformen grandes bloques de países en el mundo, uniones y confederaciones
de naciones, gobiernos supranacionales, organismos internacionales con
presencia y autoridad en los países miembros, fuerzas de choque, de alivio, de
ayuda, organismos multilaterales de financiamiento, expediciones
multinacionales de paz, grupo de países de amigos y hasta fuerzas
multinacionales para la guerra, hablan por sí solas de un cambio profundo en el
tejido del mundo y las relaciones de sus partes.
Como
reacción también vemos el resurgimiento de las tesis de una soberanía a
ultranza, del derecho de la libre determinación de los pueblos, de esos
nacionalismos trasnochados y las posiciones oportunistas de la no intervención
y que son caldo de cultivo de las violaciones masivas de DDHH.
Los
derechos humanos son sin duda los aspectos más visibles y sensible de esta
transformación mundial y lo son, porque tocan un aspecto clave y notorio de los
seres humanos, y sobre todo de los gobiernos, el uso de la violencia.
Justamente
esa tendencia salvaje del humano por dominar a los otros, por doblegar y
comandar sobre la voluntad de sus semejantes, por imponer puntos de vistas y
visiones del mundo a la fuerza, de llegar a las persecuciones,
encarcelamientos, torturas y muerte por satisfacer apetitos personales o de una
camarilla, esa tendencia a la discriminación y al exterminio del
"otro" por razones de sexo, raza o creencias, está, en estos
momentos, siendo cambiada por una manera de relación diferente.
Los
derechos humanos imponen el reconocimiento del "otro" como una
extensión del
"yo",
implica un reencuentro con la comunidad, una apertura al diálogo y a las
negociaciones, impulsan la participación, niegan la guerra como salida a los
conflictos, a la violencia como respuesta a las diferencias.
Nos
encontramos en estos momentos en un punto muy delicado de la existencia del ser
humano como género y cohabitantes del planeta Tierra, el mundo está cambiando
porque nosotros estamos cambiando y la necesidad es una: sobrevivir.
Quizá
los actuales momentos sean de mucha confusión y contradicciones, pero la salida
que brinda la preeminencia de los DDHH por encima de los egoísmos y la
violencia primitiva, es la única posible a un temprano fin de la civilización.
La
tendencia claramente indica que los habitantes del planeta Tierra nos dirigimos
hacia un gobierno mundial, los nacionalismos están quedando como perversiones
de museo, como excusas para que gobiernos forajidos cometan crímenes en contra
de sus poblaciones y atenten en contra de la estabilidad internacional.
Pero
el camino apenas comienza y la ruta es larga y dura.
Las
Naciones Unidas cada día toma más y más responsabilidades en el concierto de
naciones del mundo, a medida que los diferentes bloques económicos se unifican
y las regiones toman conciencia de sus posibilidades, la necesidad de
instituciones y organismos que ayuden a resolver conflictos, prevengan las
guerras y fomenten el desarrollo se hace más urgente.
Ya
lo dijo de manera clara Nelson Mandela ex presidente de Sudáfrica y Premio
Nobel de la Paz: "Estamos presentes en la creación de otra transición en
la historia. Por ello, existe la necesidad de desarrollar un sentido de orden
en el mundo. Para lograrlo, es preciso establecer un vínculo directo entre la
participación responsable de la comunidad de naciones, y la estabilidad y el
proceso globales. Lo contrario también es cierto; si los países desean
disfrutar los derechos de la comunidad, tienen que actuar de manera
responsable".
Lo
que ha sucedido con el gobierno de Chávez y su reiterada violación de los
derechos humanos en Venezuela era un buen ejemplo de lo que Mandela refería.
En
su intento de convertirse en líder mundial de los excluidos Chávez viajó por
todo el mundo con un ácido discurso criticando el nuevo orden mundial, su
intención era clara: dividir y confrontar, sus propuestas eran levantar a los
oprimidos en contra de sus opresores, su argumento de multipolaridad no era
sino un intento velado por socavar las bases de los esfuerzos del primer mundo
por llevar orden en zonas críticas y altamente convulsionadas del mundo.
Chávez
utilizó cada foro internacional para llevar su mensaje de confrontación, cuando
le servía a sus propósitos la comunidad mundial le era útil, pero cuando los
demás países le exigían responsabilidad en sus actuaciones, entonces se
ocultaba tras los ropajes del nacionalismo, la autodeterminación de los
pueblos, la soberanía y la independencia.
El
"proceso" que había iniciado en Venezuela, la "revolución
bonita" de la que tanto se ufanaba, empezaba a desviarse hacia un
autoritarismo disfrazado de legalidad y no pasó mucho tiempo en que se
iniciaran los crímenes contra la población que lo adversaba.
Fue
así que un grupo de abogados, en representación de unas víctimas de la
violencia del Estado, viajaron a La Haya, a la Corte Penal Internacional en
Holanda para que se abrieran las averiguaciones por presuntos crímenes contra
la humanidad ocurridos desde abril de 2002 hasta marzo del 2004.
La
asociación de víctimas solicitó al tribunal internacional que investiguara en
total, 20 casos de torturas, 40 muertes, 50 de violencia física, 40
encarcelamientos arbitrarios y cuatro casos de abuso sexual, por presuntos
móviles políticos.
Desde
entonces los abusos del poder han aumentado y la represión en contra de los
oponentes al régimen suma una larga lista de víctimas.
Ahora
Nicolás Maduro, el sucesor de Chávez y sus secuaces, han escalado en esta
arremetida general en contra de los DDHH en Venezuela, entre los que
lamentablemente se encuentran oficiales y soldados de nuestras fuerzas armadas,
no han entendido la gravedad de su situación, continúan jugando al engaño y a
la descalificación, pero es seguro que más pronto que tarde se vean obligados a
responder por sus crímenes, los cuales son imprescriptibles.
En
el informe de la organización Human Rights Watch del 2014 dice lo siguiente:
“Durante el gobierno del Presidente Chávez, y del actual Presidente Maduro, la
acumulación de poder en el ejecutivo y el deterioro de las garantías de
derechos humanos han permitido que el gobierno intimide, censure y enjuicie a
sus críticos. Si bien aún son muchos los venezolanos que critican al gobierno,
la posibilidad de enfrentar represalias — a través de acciones estatales
arbitrarias o abusivas— ha socavado la capacidad de los jueces de pronunciarse
imparcialmente en casos con fuertes implicancias políticas, y ha obligado a
periodistas y defensores de derechos humanos a medir las posibles consecuencias
de publicar información u opiniones críticas sobre el gobierno.
En
septiembre de 2013, entró en vigor la decisión del gobierno de Venezuela de
denunciar la Convención Americana sobre Derechos Humanos, lo cual impide que
los venezolanos puedan acceder a la Corte Interamericana de Derechos Humanos,
un tribunal internacional que ha protegido sus derechos durante décadas en un
amplio espectro de casos.
El
abuso policial, las condiciones carcelarias y la impunidad en casos de abusos
cometidos por miembros de las fuerzas de seguridad continúan siendo materia de
profunda preocupación.”
Es
terrible para el país que un jefe de Estado se encuentre involucrado en asuntos
tan siniestros como la práctica de la tortura, los asesinatos por encargo, las
restricciones a la libertad de expresión, el uso del terrorismo judicial y que
la comunidad internacional haya puesto a Venezuela bajo estricta observación.
Los
expedientes en la Corte Penal Internacional han aumentado, los acusados son
ahora un buen número de funcionarios que tendrán que rendir cuentas por sus
actuaciones.
De
acuerdo al informe Febrero-Mayo del 2014 sobre protestas y derechos humanos preparados
por una serie de instituciones, ONG’s privadas, la situación fue la siguiente
para esos meses caracterizados por una intensa protesta cívica y pacífica en
todo el territorio nacional:“Según cifras del OVCS entre los meses de febrero y
marzo de 2014 se realizaron en todo el país la cantidad de 3.671
manifestaciones: en solo 2 meses el 83,2% del total de manifestaciones
registradas en el año 2013, cuando hubo 4.410 protestas… La Guardia Nacional
Bolivariana (GNB), órgano que ha tenido la mayor cuota de responsabilidad en el
control de las protestas, es también el organismo sobre el que recaen la mayor
cantidad de denuncias debido a los excesos que ha cometido en el ejercicio de
estas funciones. Uso desproporcionado de la fuer¬za, empleo de armas de fuego y
sustancias tóxicas en manifestaciones, casos de torturas y tratos crueles,
inhumanos y degradantes a detenidos, resaltan entre las principales denuncias
que víctimas y organiza¬ciones de derechos humanos del país han documentado a
propósito de la actuación de este componente de la Fuerza Armada Nacional
Bolivariana (FANB), en el marco de las protestas de febrero-mayo 2014.
Asimismo, los cuerpos policiales de carácter nacional como la Policía Nacional
Bolivariana (PNB), el Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN), y
el Cuerpo de Investigaciones Científicas, Pe¬nales y Criminalísticas (CICPC),
encabezan junto a la GNB las denuncias por uso excesivo de la fuerza y
violaciones a la integridad física de manifestantes y ciudadanía en general.”
El
régimen dictatorial de Maduro está en plena campaña de descrédito internacional
en contra de las instituciones que se ocupan de vigilar el cumplimiento de
normas y tratados que el país se ha comprometido a cumplir, una serie de
movimientos diplomáticos le han garantizado cierto apoyo de bloques de países
que pretenden que el gobierno de los chavistas salgan impunes por los delitos
cometidos en contra de los DDHH, pero al
final prevalecerá la razón y el imperio de la ley, porque no se trata
simplemente de proteger o no a unos cuantos criminales, sino de la
sobrevivencia de la humanidad en el planeta, es la necesidad de que impere un
orden y que no se pierda el sentido de humanidad por razones de ideología.
–
Saul Godoy Gomez
saulgodoy@gmail.com
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