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jueves, 9 de octubre de 2014

ANDRES RAFAEL SCOTT VELASQUEZ, EL GOBIERNO ESTÁ ENTRAMPADO EN UNA DE SUS TANTAS MENTIRAS

Si señor cuando, observamos los acontecimientos que se están suscitando en Caracas a raíz del vil asesinato del Diputado Serra, podríamos intuir que el mismo tiene que ver con la guerra de intereses que existen entre los diferentes colectivos vinculados a la robolución. En otras palabras, sectores que se manejan en el gobierno tienen que ver con este hecho sangriento y no la oposición, la cual ha sido utilizada por los altos personeros del régimen como chiva expiatoria para con una burda mentira inculparla de lo acontecido.
MATERIALES PARA COSTURA
No es fortuito que en el centro de Caracas se haya producido un enfrentamiento entre funcionarios de la policía judicial y uno de los colectivos que medran a la sombra del gobierno, con el lamentable saldo de 5 personas fallecidas. ¿Será que el colectivo objeto del ataque, no tendrá que ver con el crimen del diputado? De ser cierta esta apreciación, como parece ser, el gobierno quedaría en evidencia en la utilización de la mentira como estrategia para mantenerse en el poder.
Cuando la costura del mal manejo de las cosas queda a la vista de la colectividad, ponen en evidencia la degradación de cualquier régimen, colocándolo a la puerta de  su finiquito. Eso está sucediendo con el régimen Castro Comunista que nos gobierna. Ya a los jefes de esta desastrosa administración se les acabó su arsenal de mentiras, y gracias a Dios, el venezolano a todos los niveles está despertando de la fantasía con que fue encandilado por estos encantadores de serpientes.
Las encuestas no mienten y por hoy el rechazo del gobierno pasa del 75%, lo cual le da solidez a lo que planteo en el párrafo anterior.
Usted que me lee, se acerca la hora para el finiquito de esta dictadura castrocomunista que nos lleva al desastre,   caliente los motores e incorpórese al movimiento de movimientos que está trabajando hacer posible el cambio en nuestra querida Venezuela.
Andres Rafael Scott Velasquez
anscott25.11@gmail.com
@andresscott

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LEONARDO MORALES P., LA BATALLA DE QUINTA CRESPO

Los acontecimientos de los últimos días parecieran describir la sórdida relación entre altos funcionarios del gobierno y grupos, según parece ahora, no tan santos como generalmente se les consideraba.

La historia de estos grupos está estrechamente relacionada con los círculos bolivarianos, suerte de brigadas de choque  de la revolución chavista; los colectivos ubicados en algunas parroquias populares de Caracas; y, sin bien no tan visible, por ahora, con las milicias bolivarianas. Ya les llegará su momento. Cada uno de ellos ha tenido su padrino en la estructura de poder en estos 15 años.
Estos colectivos han hecho saber con su práctica de los que son capaces, de los recursos de intimidación que poseen: motos de altas cilindradas, armas de todo tipo, y, de nuevo, padrinos y santos protectores de carne y hueso prestos a salir en su defensa cuando son señalados por sus fechorías.
No pocas veces la oposición ha puesto sobre la mesa la necesidad de que el gobierno proceda al desarme de los grupos violentos, obteniendo siempre la indiferencia como respuesta oficial. Siempre estuvo advertido el gobierno de las consecuencias futuras que podrían presentarse. Pero en fin de cuentas, eran sus muchachos, esos que podrían salir a enfrentar y amedrentar a otros venezolanos.  El mejor cuerpo para el control social, para generar pánico y miedo. Los únicos que actuarían impúdica e impunemente. La mano de la justicia sería siempre corta, muy corta, para llegar a ellos y certificadamente ciega para ver a su alrededor.
Qué pasó que ahora el gobierno carga la mano contra los hijos de la revolución, contra el hombre nuevo formado en estos años de revolución. Qué incomoda al gobierno o parte de él. Qué dejaron de hacer o qué nueva actividad desarrollan que ha hecho posible el retiro del protectorado que hasta ahora habían disfrutado. Ya se sabrá.
El gobierno libró su primera batalla contra uno de los colectivos. La Batalla de Quinta Crespo contra el “Colectivo Escudo de la Revolución” dejó 5 camaradas muertos entre ellos su líder José Odremán. El jefe del CICPC ha dejado claro que se trataba de una banda de criminales y que nada tenía que ver con la muerte del diputado Serra. Siempre habrá quien lo crea.
Lo cierto es que la opinión pública, a pesar del control de los medios ejercido por el gobierno, comienza a sobresaltarse por los acontecimientos. La sociedad, que sabe del deleite que por la opacidad siente el gobierno, busca informarse, acude a nueva fuentes y construye una verdad que le resulte verosímil. La verdad oficial no genera confianza, sino dudas.
Son demasiadas las aclaratorias que debe dar el gobierno sobre estos acontecimientos. Cómo es que el jefe de una banda de criminales se toma un selfie con el fallecido presidente, con José Vicente Rangel, con el diputado Serra, con el Presidente y su señora, con un alto efectivo de las FANB y pare usted de contar que avergüenza.
La revolución bonita ha comenzado a ofrecer su verdadero rostro feo, cruel, sanguinario, abominable, detestable y repugnante. Se come a sus hijos. Lo cierto es que la revolución cooptó y organizó a buena parte de estos grupos que ahora resultan ser bandas criminales, según palabras del jefe del CICPC. Preferimos pensar que fue así y no a la inversa.
El gobierno tiene la obligación y la responsabilidad ante el país de corregir su torpeza y su desatino.
Claro, si les da la gana.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP

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ANTONIO SÁNCHEZ GARCÍA, CUANDO LA REVOLUCIÓN DEVORA A SUS MEJORES HIJOS

1
                        Dos fuerzas parapoliciales fueron esenciales en el proceso de conquista y asalto del poder por parte de Hitler y su partido, el NSDAP (Partido Nacional Socialista de los Trabajadores Alemanes): las SA o fuerzas de choque y las SS o tropas de asalto. Ernst Röhm, un ex bolchevique, se integró en 1919 y convirtió a las SA en un poderoso amasijo de violencia callejera, colectivo de choque y parapeto propagandístico que llegara a contar con cuatro millones y medio de milicianos, las famosas “camisas pardas”. 
Al extremo de combatir exitosamente a comunistas y socialistas en las barriadas populares alemanas mediante diarios enfrentamientos, saldados con heridos y muertos. Hasta conquistar el control y la absoluta hegemonía de las calles, barrios, pueblos y ciudades alemanas. Se hicieron temibles y extremadamente poderosas, hasta convertirse en un Estado dentro del Estado. Las SS, en cambio, en manos de Himmler, el carnicero del Holocausto, tuvieron más funciones de policía política y represora, debiendo apuntalar a la policía política propiamente tal, la Gestapo o Policía Secreta del Estado. Y supieron subordinarse, bajo la coordinación de Göring y Goebbels,  al control pleno y absoluto de Hitler.
            No sucedió lo mismo con las SA.  Al cabo de un año de dominio pleno de nazismo hitleriano, los hombres de Röhm mantenían mucho mayor fidelidad al socialismo que al nacionalismo, se consideraban parte fundamental del parapeto gobernante y crecieron en tal dimensión, que pretendieron competir con las fuerzas armadas alemanas, hasta entonces discretamente en las sombras pero conscientes del papel fundamental que comenzaban a jugar en el proyecto imperial expansionista del caporal austríaco, despertando su celo hasta exigirle a Hitler la drástica desaparición de las SA del mapa de la política dominante en la Alemania nazi. En su importante obra
Los discípulos del diablo, el historiador Anthony Read, para quien el nazismo fue una suerte de culto religioso centrado en la personalidad de un hombre: el Führer, perseguir a Röhm y su cohorte era una medida desesperada, tanto para Göring como para Hitler. La SA había sido siempre una fuerza antigubernamental desestabilizadora; esa era su raison d’être, y le resultaba imposible cambiarla aunque el partido ya estuviese en el gobierno. Röhm y muchos miembros de su SA, incluido un núcleo duro de líderes, se tomaban muy en serio el “socialismo” del nombre del partido, y en su “segunda revolución” querían destruir al capitalismo, las grandes empresas, las fincas agrícolas, la aristocracia y el antiguo cuerpo de oficiales. Y si Hitler pretendía interponerse en su camino, también lo destruirían. ‘La SA y la SS no permitirán que la revolución alemana languidezca o sea traicionada a medio camino por quienes no combatieron en ella’, proclamó Röhm desde junio de 1933 en la Nationalsozialistische Monatschrift (Revista mensual nacionalsocialista). ‘Les guste o no, continuaremos con nuestra lucha. Si finalmente entienden qué persigue, ¡con ellos! Si no lo quieren, ¡sin ellos! Y si es necesario, ¡contra ellos!’” (Anthony Read, Los discípulos del diablo. El círculo íntimo de Hitler, Oceano, México, 2010, pág. 245).         
2
La reacción de Hitler no se dejó esperar. “La revolución no es un estado permanente, ni debe permitirse que se convierta en eso” – afirmó en una reunión en la Cancillería del Reich con todos sus gobernadores, celebrada el 6 de julio de 1933.  “El torrente de revolución que ha sido liberado debe encauzarse por el seguro canal de la evolución.” Era, a la manera del nacionalsocialismo, la misma reacción de Lenin contra el ultraizquierdismo - aquella enfermedad infantil del comunismo, como lo titulara en su obra dedicada al enojoso asunto - que amenazaba con desbordar la revolución de Octubre y llevara a Stalin a protagonizar las sangrientas purgas que dieran con la eliminación de todos los viejos líderes bolcheviques de la primera hora a todo lo largo de los años 30, culminando con el feroz asesinato de León Trotzky en 1940, en Coyoacán, México. Por cierto: el principal autor intelectual del concepto de “revolución permanente”. Una situación vivida por todos los procesos revolucionarios, desde la revolución francesa, pasando por la soviética, la china y, como no podía ser menos, la castrista. Nada nuevo bajo el sol. Cuando se trata de asegurar lo logrado, particularmente en período de graves zozobras, el peor enemigo puede encontrarse en las propias filas. Es el momento saturniano: devorarse a los mejores hijos.
  1. Hermann Wilhelm Göring
A la cabeza de los enemigos de las SA estaban los propios jerarcas del NSDAP y sus socios de la alta burguesía y la aristocracia alemanes: “Göring no tenía duda de que él encabezaba la lista de Röhm, junto con los grandes industriales, financieros y aristócratas que eran sus amigos y patrocinadores. (…) El mayor peligro de un levantamiento de la SA era que Hitler fuera derrocado y el país se desgarrara en una sangrienta guerra civil, ya que era imposible que el ejército, también bajo amenaza, se mantuviera al margen y no hiciera nada. El ejército contaba únicamente con cien mil hombres, pero todos ellos eran soldados profesionales, bien armados, entrenados y dirigidos. La SA incluía a muchos ex soldados, pero era, en gran medida, una turba rebelde e indisciplinada de matones y rufianes.” (Ibídem, pág. 246). Así llegara a contar en su mejor momento con 4.5 millones de miembros.
            Göring, el segundo hombre del régimen, decidió proceder con toda la dureza que le caracterizaba. Junto a su segundo de a bordo, Diels, “abastecieron a Hitler de gruesos dossiers sobre fechorías de la SA incluidas orgías homosexuales que implicaban al jefe de Estado Mayor de esa organización y a sus lugartenientes, y sobre la corrupción por ellos de miembros de las juventudes hitlerianas. Tras recibir uno de esos dossiers  mediados de diciembre (de 1933) Hitler se volvió hacia Göring y le dijo: ‘Toda la camarilla alrededor del Jefe de Estado Mayor Röhm está corrompida hasta la médula. La SA es la promotora de toda esa inmundicia. Usted debería investigar esto más a fondo; ¡me interesa mucho!’. ”
            Sin saber todavía como hacer frente al inmenso peligro que se cernía desde Röhm y sus SA sobre su proceso, en particular sobre sus relaciones con las fuerzas armadas, pero decidido a tomar la medida necesaria cuando el tiempo lo exigiese, primero honró a Röhm y su Estado Mayor con su clásica política de doble cara, para finalmente, acuciado por el agravamiento de salud del presidente Hindenburg y la necesidad de enfrentar su muerte y su seguro nombramiento a la más alta magistratura en los mejores términos con las Fuerzas Armadas, optar por cortar el nudo gordiano según el clásico consejo de su maestro Maquiavelo: “si haz de hacer el mal, hazlo a fondo y sin vacilaciones”. Decidió, en consecuencia, matar la culebra por la cabeza. Si bien ducho en el arte del engaño alimentó la iracundia de Goebbels contra las oligarquías de la derecha conservadora y permitió los exabruptos mordaces de Röhm contra Göring. Llegando al extremo de armar la perfecta escenografía de un monstruoso asesinato colectivo confabulando a todos sus actores para impedirles cualquier excusa, justificación o acusación post festum. E incitando indirectamente a que algunos pocos miembros de la SA salieran a las calles de Múnich para aparentar un golpe de Estado de Röhm y sus SA en su contra.
3
Edmund Heines
Esta es la narración de Anthony Read del 30 de junio de 1934, “el día más negro de mi vida” como lo calificara el propio Hitler. Luego de convocar a una reunión de urgencia a todo el liderazgo de las SA en Múnich para echarle el guante sin mayores problemas, el primero en la lista fue Röhm: “Estaba profundamente dormido cuando Hitler, pistola en mano, abrió la puerta de su habitación a las seis y media de la mañana y procedió a detenerlo. Tras dejar a dos detectives vigilándolo, Hitler procedió a aporrear las puertas de los demás líderes de la SA que ya habían llegado al hotel y repitió el procedimiento. Sólo uno de ellos hizo escándalo: Edmund Heines, jefe de la SA de Silecia, en Breslau, a quien se halló en la cama con un joven rubio, para extrema repugnancia de Hitler y Goebbels, quien más tarde describió la escena como ‘repulsiva, casi nauseabunda’”.
            “Conforme avanzaba el día, el ánimo en el palacio de Göring era cada vez más febril.(…) Mensajeros entraban y salían a toda prisa del estudio de Göring, donde el ‘comité de ejecución’, formado por el propio Göring, Himmler, Heydrich y Körner, conferenciaban sobre las listas de la muerte, añadiendo un nombre aquí, quitando otro allá, riendo y gritando eufóricamente todo el tiempo…Y los mataron. Se calcula que, durante ese día, ciento cincuenta líderes de la SA fueron arrastrados al cuartel de Lichterfelde, puestos contra la pared y fusilados por tiradores de primera de la SS y el grupo policial general Göring(…) En otras partes del país, aquellos cuyo nombre estaba en la lista fueron despojados de sus insignias, apiñados en camiones y llevados a bosques cercanos, donde se les sacrificó a tiros, usualmente en la parte trasera de la cabeza”.
“Acontecimientos similares se repitieron a menor escala en todo el Reich, pues miembros de SS locales aprovecharon la oportunidad para ajustar rencillas personales. En Breslau, un grupo de oficiales se salió de control y asesinó a varios judíos…” ¿Cuántos fueron los asesinados en la llamado “Noche de los cuchillos largos”, mediante la cual Hitler se libró de los incómodos remanentes de sus revolucionarias Grupos de Choque o Sturm Abteilung (SA)? Cálculos conservadores barajados durante el Juicio de Nüremberg hablan de entre ciento cincuenta y doscientos asesinatos. “Otras estimaciones, que incluyen a los ultimados en asesinatos locales en varias partes del Reich, llegan a casi mil. Y no existe cifra alguna sobre los cientos, quizá incluso miles de hombres de la SA que no fueron asesinados pero que desaparecieron en campos de concentración bajo “custodia preventiva”. En lo que concernía a Göring y a Hitler, los números eran irrelevantes. Lo que en realidad importaba era que las únicas amenazas a su posición habían sido eliminadas, de una vez por todas.” (Op.Cit., pág 261)
Antonio Sanchez Garcia
sanchezgarciacaracas@gmail.com
‏@Sangarccs

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EDUARDO GUZMÁN PÉREZ, SALVESE QUIEN PUEDA

“Alias el Chino Carias”  jefe del colectivo Tupamaro “Nosotros asumimos la responsabilidad  de que en Venezuela no va a pasar nada “(07/10/2014): 
La impunidad, la inmoralidad y la tragedia política, económica, fiscal,  y moral que  vive la nación potenciada a sus máximos niveles  en estas horas aciagas  que vive Venezuela rayan en lo insólito y lo inverosímil.  
Drama que  se   evidencia  y patentiza con  los últimos hechos posteriores al  monstruoso asesinato de Serra, que no son más  que la viva expresión de la tragedia a donde nos condujo  Chávez  y que  continua profundizándola  Maduro como forma de gobernar una sociedad. 
Sobre la base de la violencia el odio, la corrupción y la impunidad. Una evidencia de  esta macabra realidad    son las declaraciones  de un sujeto que se identifica como Alberto Alias “el Chino” Carias, dadas la noche del día 07 de septiembre quien se autodenomina a la vez como el jefe del colectivo Tupamaro, que es otra de las bandas armadas  que impunemente operan en Caracas y el resto del país  creadas por el difunto para la defensa de su revolución y que ahora desbordados se les escaparon de las manos al régimen  y no responden al control de quienes eran sus operadores,  a quien todo el país sabe quiénes son. Dijo en una entrevista radial este sujeto: “Nosotros asumimos la responsabilidad que en Venezuela no va a pasar nada, tenemos un gran ministro llamado Miguel Rodríguez Torres, tenemos un presidente de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello, donde nosotros tenemos el control absoluto de lo que pueda pasar o no en Venezuela” dijo Carias
O sea, que la seguridad y la tranquilidad de los venezolanos  no están en manos de la FANB y de los otros organismos policiales preventivos  por mandato constitucional,  Esto es sálvese quien pueda.  Sino que depende y está en manos  de unos sujetos que integran unas bandas armadas  delincuenciales   que portan armamento ofensivo de gran calibre  y que operan impunemente a la vista del gobierno,    Sujetos como  el ex policía metropolitano Jose Miguel Odreman abatido el día miércoles 07  por el  CEICPC en una balacera,  luego de producirse un allanamiento a un local en Quita Crespo que era sede del “Colectivo 5 de marzo Escudo de la revolución”, sujeto  según la opinión dada a los medios de prensa por el jefe del CICPC era un delincuente.  Y quien  pocas  horas antes de darle muerte acuso al ministro de Relaciones Interiores Rodríguez Torrez de que “si lo mataban él era el responsable”, como en efecto murió acribillado  de seguidas.   El jefe del colectivo  “Escudo de la revolución” Jose. M Odreman era hombre estrechamente vinculado  a Chávez, a Maduro y a Serra, así como  a los  más altos personeros del régimen como se evidencia  en fotos  que circulan en las redes sociales.  Esta ola de crímenes selectivos y de sicariatos al estilo colombiano y mexicano entre ellos,  se desata y arrecia  cuando el pasado 03 de junio,  luego de haber salido de una reunión de tres horas en Miraflores con Maduro cayó abatido  Yordan  Márquez, alias “El gordo Bayón”  del sindicato del PSUV en la zona del hierro, a las puertas del hotel Alba  Caracas, donde estaba alojado en una habitación paga por el régimen, según las informaciones de prensa.
 Mientras esto ocurre el régimen, por boca de su ministro del Interior  anuncia una revisión de los porte de armas otorgados a ciudadanos para su defensa personal  mientras los colectivos actúan impunemente portando visiblemente armamento de guerra públicamente por las calle del oeste de Caracas. Se arrecia la guerra interna en la alta dirigencia del gobierno, el crimen azota el país y  el presidente obrero Maduro  está  atrapado y sin salida convertido en el solitario de Miraflores.  Escasea más la comida y las medicinas  y todo lo demás. Es solo cuestión de esperar para ver hacia donde nos llevan. Alea jacta  est.
Jose Eduardo Guzman Perez
guarauno2000@gmail.com
@guzmanperez1

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GOLFREDO DÁVILA, LA VIOLENCIA Y EL SILENCIO

El incremento de la inseguridad, la violencia y el crimen en nuestro país no es un problema de percepción, ni de sensación, ni mucho menos de amarillismo de los medios, es tan tangible como el empoderamiento del miedo en los venezolanos. No son descabelladas las opiniones que se emiten día tras día por densos sectores de la población, al decir que la inmensa mayoría se siente en prisión sin cometer delitos y los llamados prames tras las rejas, gozan de libertad para seguir delinquiendo.

Es el mundo bizarro que hemos comentado en otros artículos y no se trata en este caso del dominio de los antivalores, ni tampoco del concepto profundo del significado de la libertad, sino más bien de un sentimiento que se ha expandido en la sociedad venezolana. Y es que tal como se diseminó la inseguridad, se propagó el miedo, cuyo síntoma más común es el silencio de la gente y no por complicidad, porque ya dijimos que llueven los comentarios sobre este tema. Es más bien un temor hacia quien tiene la responsabilidad de proteger la vida y/o impartir justicia, claro que también es un mecanismo natural de resguardo de su vida y la de sus seres queridos, pero lo predominante es la desconfianza de la gente en un Estado que promueve el delito a través de la impunidad.

Las películas que mostraban el desarrollo del crimen por las mafias sicilianas en EEUU, o la mafia rusa y algunas europeas, son el hazme reír de los dueños del crimen en Venezuela. No hay un ciudadano en nuestro país que no tenga un relato sobre algún hecho violento, ni existe un lugar donde no se esté hablando de este tema. Y dichos relatos no son extraídos de una película de terror, sino de la realidad. Según el Observatorio Venezolano de la Violencia, el 2014 hubo 24.763; unas 79 por cada 100 mil habitantes, a lo que se agrega que el 91% de los crímenes quedan impunes.

El dicho popular “muere callao” se hizo una forma de vida, somos esclavos de la inseguridad, alimentada por la impunidad. El silencio es el resultado del asedio propiciado desde el poder y por los dueños de la violencia diversificada y macabra. De tal suerte que no es sencilla esta lucha, por una parte están los enclaves autoritarios y violentos que instaló el régimen, a través de su retórica del insulto, el irrespeto, la amenaza, el chantaje, del cerco mediático dirigido a esconder las denuncias de sus fechorías, y por la otra, el respaldo logístico a grupos violentos, despreciando el viejo adagio “cría cuervos y te sacarán los ojos”.

Sin embargo, con medidas estructurales se puede prevenir el delito, acabar con la impunidad criminal y facilitar la rehabilitación de los reclusos. Es un esfuerzo por construir ciudadanía, impartiendo educación de calidad, campañas culturales dirigidas al rescate de valores, como el trabajo y el respeto. Creando una fuerza poderosa destinada a la protección de las personas y de la familia, a través de la participación ciudadana, la cooperación entre el sector privado, los vecinos, consejos comunales, las iglesias, empresas de seguridad y la policía. Y un sistema de justicia eficiente, que frene la impunidad.

Golfredo Davila
golfredodavila@yahoo.es
@golfredodavila

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R@f@el, RAFAEL RIOS, CARICATURAS, FORMA ESPECIAL DE OPINAR, RECOPILACION, MAS RECIENTES,

 

 





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Rafael Rios
rariga2@gmail.com
@rariga

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ANÍBAL ROMERO, HOBBES DESATADO

Para solo dar un ejemplo, la Gran Bretaña experimentó alrededor de 900.000 muertes en 4 años de guerra, entre 1914 y 1918. Para entonces la población del reino rondaba los 45 millones de personas. El prolongado desastre en las trincheras, una gigantesca y delirante carnicería que liquidó a la flor y nata de la juventud británica de entonces, no fue sin embargo vista por el público, sino intuida desde lejos o sentida de cerca solamente si retornaba algún familiar o amigo herido, o se conocía la noticia de una muerte, a veces sin que se recuperase el cuerpo. 

Homo homini lupus
No había entonces televisión, ni mucho menos los masivos instrumentos de comunicación instantánea que hoy nos resultan tan familiares e indispensables. Debido a ello, los horrores del frente de batalla, los desatinos estratégicos de los altos mandos, la sumisión y miopía de los políticos y el inimaginable sufrimiento de las tropas, acaecían en una especie de aislamiento con respecto a las sociedades que sostenían con patética tozudez la conflagración.

Durante la Segunda Guerra Mundial cambiaron las cosas, debido a la expansión de la radio y de los noticieros cinematográficos, y desde luego a que el conflicto no perdonó a los civiles en sus ciudades. Pero fue realmente la guerra de Vietnam la primera en que la difusión de las imágenes a través de la televisión, alcanzando a una amplísima audiencia, tuvo impacto crucial sobre el ajuste de percepciones y formación de la opinión de la gente acerca del sentido y costos del enfrentamiento, con decisivas consecuencias políticas.

En nuestros días, asumimos como normal recibir una información directa y prácticamente instantánea acerca de multitud de eventos alrededor del planeta, sin quizás percatarnos de los variados y complejos efectos psicológicos, políticos y culturales en un sentido amplio que tal fenómeno tecnológico produce.

En ese orden de ideas, el planteamiento que deseo articular en estas breves notas es el siguiente: nuestro tiempo se caracteriza por la preeminencia de un miedo global y difuso combinado con una sensación de impotencia de la razón.

Intentaré explicarme recurriendo a Hobbes. Como es sabido, la filosofía política hobbesiana, encarnada en sus tres grandes obras: Elementos de derecho natural y político, El ciudadano y Leviatán, se sustenta en una relación clave entre miedo y razón.

De un lado, el miedo ante las amenazas a nuestra autopreservación es la pasión que nos hace entrar en razón, empujándonos a admitir una autoridad superior que nos brinde protección a cambio de obediencia. De otro lado, es el orgullo o la soberbia la pasión que nos confunde y nos lleva por el camino de la autodestrucción, al extraviarnos con respecto a lo que indica una razón bien balanceada y en armonía con nuestro verdadero interés. El miedo es entonces el factor que nos hace racionales, en tanto que el orgullo, lo que los antiguos griegos denominaban hubris, nos pierde al alimentar nuestro deseo de someter a otros, de nutrir los enfrentamientos en lugar de buscar un arreglo de convivencia.

La realidad actual, potenciada por la tecnología de las comunicaciones, nos invade sistemática y permanentemente con situaciones que generan miedo. Las guerras habitan como nunca antes en los hogares de la gente a través de la televisión y la Internet. De allí que muchas sociedades que antes recibían noticias de eventos lejanos hoy los experimentan en directo. Pero las guerras son apenas un aspecto del amplio rango de fenómenos que a diario nos influyen y suscitan un miedo a la vez cercano y difuso, distinto al miedo que Hobbes analizaba en sus obras.

Ciertamente, el fondo de ese miedo hobbesiano era el ansia de autopreservación; no obstante, Hobbes tenía en mente principalmente lo que llamó una “guerra de todos contra todos” localizada, es decir, el escenario de una guerra civil en el que desaparece la autoridad única que establece y hace cumplir reglas comunes, abriendo las puertas a la anarquía y la amenaza perenne a la vida.

El miedo de hoy es más complejo que el dibujado en Leviatán, y como ya dije más difuso, aunque su capacidad de afectarnos de manera concreta sea en ocasiones muy patente. Pueden mencionarse, entre otros ejemplos, el miedo representado por las epidemias, el cambio climático o los efectos de verdaderos colapsos civilizatorios, como el que ahora contemplamos en el Medio Oriente.

El miedo al virus del ébola está cundiendo en Europa, donde ya se detectó un primer caso de contagio (en Madrid, hace pocos días), en tanto que el tema del cambio climático y el avance del Estado Islámico, manifestación extrema del radicalismo fundamentalista, son algunos de los asuntos que forman parte de una especie de percepción de amenaza que acosa crecientemente a los habitantes de un mundo frenético, en el que las noticias viajan en segundos en tanto que las existencias individuales se aferran a las rutinas de siempre, confiando en que de un modo u otro lo que pareciera anunciarse se quedará en las pantallas de los televisores y las laptops.

Quisiera dejar claro que no subestimo los potenciales efectos que de hecho pueden derivarse de fenómenos como los mencionados.

Lo que me interesa destacar es el impacto generalizado, masivo y difuso que amenazas a veces muy lejanas empiezan a ejercer en los espíritus de inmensas masas de personas alrededor del planeta, sin que necesariamente evaluemos con la debida ponderación qué tan grave es el riesgo de que se trata en cada caso.

Pero es allí donde las imágenes juegan su papel desestabilizador. Las decapitaciones que los militantes del Estado Islámico realizan y luego suben a la Internet, para que todos podamos verlas en su crueldad infinita, multiplican exponencialmente hechos que difícilmente ocurrirían a gran escala, y menos aún en lugares situados a miles de kilómetros del Medio Oriente, transformándoles en palpables pesadillas que sentimos demasiado vecinas.

Para Hobbes, el miedo era la ruta a la razón. Para nosotros, sin embargo, la salida racional ya no puede centrarse en confiar en una autoridad constituida que nos proteja a cambio de nuestra obediencia, pues el miedo es difuso y las amenazas escapan a los confines de los Estados nacionales, que no pocas veces se muestran atenazados ante situaciones que no respetan fronteras, en particular las inexistentes “fronteras” electrónicas. No tenemos salida racional ante los nuevos miedos, como aspiraba Hobbes con relación al suyo. Por ello afirmé antes que vivimos en tiempos de miedos difusos e impotencia de la razón.

La perplejidad, una desagradable sensación de incomodidad psicológica, el ansia implacable frente a lo que sabemos peligroso pero a la vez inasible, son las características de un mundo que ha cambiado, sin proponérselo, el rumor gradual pero a la vez perceptible del sufrimiento en pasadas guerras, por una avasallante tormenta de imágenes amenazantes y con fuentes intangibles. Hobbes se ha desatado.

Anibal Romero
aromeroarticulos@yahoo.com

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