*FRACASO DEL ESPECTÁCULO CHAVISTA
Nadie puede alegrarse del fracaso de una operación para liberar a tres rehenes de un grupo terrorista como las FARC, que vive del secuestro y del narcotráfico, pero Hugo Chávez y los secuestradores tampoco se merecían una victoria propagandística como la que pretendían conseguir con la entrega de la ex candidata a la vicepresiden cia colombiana Clara Rojas, su hijo Emmanuel y la congresista Cosuelo González. Las FARC explicaron en una carta el 30 de diciembre el fracaso por «las intensas operaciones militares» colombianas y/o estadounidenses en la zona donde debía producirse la entrega. El presidente colombiano, Alvaro Uribe, negó la acusación y atribuyó la decisión de los narcoterroristas a que el niño de 3 años, podría llevar casi un año en algún colegio o institución similar, por lo que era imposible que las F ARC lo liberaran si antes no lo recuperaban.
Encolerizado por su tercer traspié en dos meses -la derrota en el referéndum, la destitución como mediador oficial ante las FARC y el espectáculo circense montado desde que, el 18 de diciembre, sus amigos marco-terroristas anunciaron la entrega de tres rehenes-, Chávez cuestionó la explicación de Uribe, le acusó de dinamitar el proceso, dio la razón a las FARC y prometió seguir adelante con la operación, aunque de otra manera llegó a hablar de futuras «operaciones c1andestinas» . Con sus antecedentes, no hay duda de que lo intentará. Tan sólo esperamos que haya aprendido de sus errores, deje en casa las cámaras y lo hágalo en silencio, con discreción, pensando sólo en la seguridad de las víctimas y no en éxitos propagandísticos.
Los Únicos responsables del fracaso son los secuestradores, por utilizar a tres inocentes -cuando la estimación oficial es que tienen cerca de 3.000 rehenes- para desagraviar a Chávez y legitimarse ante el mundo, y el presidente venezolano, por aceptarles el juego para mayor gloria de su ego. Tampoco puede desestimarse la hipótesis de que los rehenes estén en territorio venezolano y el Ejército colombiano -impidiendo que puedan ser trasladados- haya querido poner en evidencia que Venezuela es un santuario de las FARC.
Los siete países que aceptaron participar en esta farsa como avales o garantes, con Néstor Kirchner al frente y Nicolas Sarkozy bendiciendo el espectáculo de mala gana por no incluir entre los que iban a ser liberados a Ingrid Betancourt, también deberían revisar su estrategia. Todos deseamos la libertad de los secuestrados, pero dejarse manipular por las FARC y por Chávez no es la mejor forma de poner fin a su tragedia, que es también la de todos los que la permiten e ignoran.
Nadie puede alegrarse del fracaso de una operación para liberar a tres rehenes de un grupo terrorista como las FARC, que vive del secuestro y del narcotráfico, pero Hugo Chávez y los secuestradores tampoco se merecían una victoria propagandística como la que pretendían conseguir con la entrega de la ex candidata a la vicepresiden cia colombiana Clara Rojas, su hijo Emmanuel y la congresista Cosuelo González. Las FARC explicaron en una carta el 30 de diciembre el fracaso por «las intensas operaciones militares» colombianas y/o estadounidenses en la zona donde debía producirse la entrega. El presidente colombiano, Alvaro Uribe, negó la acusación y atribuyó la decisión de los narcoterroristas a que el niño de 3 años, podría llevar casi un año en algún colegio o institución similar, por lo que era imposible que las F ARC lo liberaran si antes no lo recuperaban.
Encolerizado por su tercer traspié en dos meses -la derrota en el referéndum, la destitución como mediador oficial ante las FARC y el espectáculo circense montado desde que, el 18 de diciembre, sus amigos marco-terroristas anunciaron la entrega de tres rehenes-, Chávez cuestionó la explicación de Uribe, le acusó de dinamitar el proceso, dio la razón a las FARC y prometió seguir adelante con la operación, aunque de otra manera llegó a hablar de futuras «operaciones c1andestinas» . Con sus antecedentes, no hay duda de que lo intentará. Tan sólo esperamos que haya aprendido de sus errores, deje en casa las cámaras y lo hágalo en silencio, con discreción, pensando sólo en la seguridad de las víctimas y no en éxitos propagandísticos.
Los Únicos responsables del fracaso son los secuestradores, por utilizar a tres inocentes -cuando la estimación oficial es que tienen cerca de 3.000 rehenes- para desagraviar a Chávez y legitimarse ante el mundo, y el presidente venezolano, por aceptarles el juego para mayor gloria de su ego. Tampoco puede desestimarse la hipótesis de que los rehenes estén en territorio venezolano y el Ejército colombiano -impidiendo que puedan ser trasladados- haya querido poner en evidencia que Venezuela es un santuario de las FARC.
Los siete países que aceptaron participar en esta farsa como avales o garantes, con Néstor Kirchner al frente y Nicolas Sarkozy bendiciendo el espectáculo de mala gana por no incluir entre los que iban a ser liberados a Ingrid Betancourt, también deberían revisar su estrategia. Todos deseamos la libertad de los secuestrados, pero dejarse manipular por las FARC y por Chávez no es la mejor forma de poner fin a su tragedia, que es también la de todos los que la permiten e ignoran.