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domingo, 6 de febrero de 2011

LA PETULANCIA DE LOS ILUMINADOS. ALBERTO MEDINA MÉNDEZ. DESDE ARGENTINA

La política contemporánea está plagada de iluminados. Se trata de personajes que suponen tener cierta superioridad sobre el resto de los mortales. Desde diferentes ámbitos ideológicos, este grupo de individuos pretende tener condiciones sobresalientes, creen disponer de una mente privilegiada y atributos que reconocen en si mismos como magníficos y con ellos intentan conducir la vida de millones de seres humanos.

Suponen, por vaya a saber que extraño mecanismo, que poseen un intelecto superior, algún don sobre natural, que hace que puedan atribuirse las decisiones que por esencia humana se corresponden con el ámbito individual. Ellos intentan decidir a diario que deben hacer los ciudadanos por su bien, imponen sus reglas, las llenan de su lógica, fijan su propia moral como parámetro y las trasladan al resto de la humanidad sin más.

Ellos dicen saber como debemos alimentarnos, que es lo mejor para nosotros, que nos hace bien en la salud, que carreras debemos estudiar en las universidades y que deben incorporar como conocimientos nuestros hijos en las escuelas. Establecen reglas para que los individuos nos relacionemos, fijan restricciones, imponen criterios y establecen líneas morales propias, con su escala de valores, como universales.

Ellos saben todo, y lo saben mejor que nadie. Por eso se dedican a ocupar cargos de conducción y les fascina la política. Han descubierto que desde allí pueden imponer su modelo de vida, e implantárselo a los demás sin intermediarios. En ese ámbito, en el de la concentración de poder, se mueven con gran comodidad.

La sociedad los ha legitimado ingenuamente, y ellos entienden que los ciudadanos no necesitan representantes, sino patrones que orienten sus vidas. Y quien mejor que ellos para cumplir ese rol divino. El de establecer reglas y ordenar a cada uno respecto de lo que debe hacer.

Después de todo, para su lógica, nosotros, los ciudadanos, no estamos suficientemente preparados para tomar semejantes decisiones y ellos generosamente, de modo altruista, casi vocacional, nos reemplazan, nos dicen que es lo mejor para nosotros y si no cumplimos con sus consignas incorporan rápidamente la filosofía complementaria que dice que hay que respetar la norma, porque para eso están las leyes, para cumplirlas.

Ellos entienden disponer de una inteligencia superlativa, nosotros somos simples ciudadanos, mentes inferiores, sin capacidad de elección, que debemos, por nuestro propio bien, someternos a sus normas para vivir mejor. No tenemos el intelecto suficiente, como ellos, para discernir lo bueno de lo malo, y por eso nos reemplazan hasta que maduremos y ellos entiendan que estamos en condiciones de decidir por nosotros mismos. Pero que quede claro, no es su sed de poder, ni su soberbia, ni su autoritarismo compulsivo lo que los impulsa a hacerlo. Solo intentan evitar que tomemos decisiones equivocadas, porque ellos, mente brillante mediante, están en condiciones de garantizarnos las mejores decisiones.

Ellos saben lo que sucederá y por eso nos evitan los males y para ello nos indicarán como vivir, que comer, a que actividades debemos dedicar nuestros esfuerzos, que estudiar, donde y con que contenidos, en síntesis la idea es gobernarnos hasta en los detalles mas básicos y elementales. Se trata de controlarnos, de dirigirnos, por nuestro bien, para que seamos más felices.

Habrá que decir que no los necesitamos, que los seres humanos, con más formación y educación, o con menos, o inclusive nada, podemos, y debemos, decidir por nosotros mismos.  Es importante que ellos sepan que no tenemos miedo a equivocarnos, que ninguna formula nos garantiza el éxito, y que mucho menos, delegándola en superdotados, estaremos satisfechos con lo decidido.

El individuo, el ser humano, es esencialmente libre. No necesitamos protectores, ni tampoco paranoicos que fabriquen fantasmas, grandes monstruos inexistentes, para justificar que empezarán a dominar nuestras vidas para salvarnos de las calamidades del hombre.

Es preferible que cada individuo decida como organizarse en comunidad, como hacerlo a su modo, como luchar contra los grandes flagelos tangibles y reales, que seguir escuchando a los capangas que han construido conspirativas teorías que se han convertido en convenientes y funcionales ideas para construir poder concentrado, normas restrictivas de la libertad, y fundamentalmente la necesidad de establecer un mandamás, alguien que tome decisiones por los ciudadanos, lugar claramente reservado a ellos mismos.

Es que casualmente quienes han desarrollado largamente tremendas historias de confabulaciones, descriptivas de poderes que se imponen a los más débiles, son los que generosamente se ofrecen para ocupar posiciones que enfrenten a esos problemas. Para defender a los pobres ciudadanos de tantas cosas nefastas, piden un precio, el de la libertad, el de otorgar la suma del poder publico al líder de turno, a la corporación política, a la construcción de la utopía de la felicidad, a la mega presencia estatal, esa que propone quitar libertades para permitir a los individuos mayor felicidad.

Una gran mentira, milimétricamente premeditada. No necesitamos gurúes, ni iluminados. Y mucho menos aun de esos que se ofrecen como mentes brillantes que nos impondrán un modelo de vida por nuestro bien. Y no se trata del utilitarista modelo del presente, ese que habla de resultados. Es bastante más simple. Cada uno de nosotros tiene derecho a equivocarse por si mismo. Ni siquiera se trata de acertar, de tomar las decisiones correctas, ni las mejores, ni las más adecuadas. Se trata de la capacidad de los seres humanos de administrar su libertad, con errores y aciertos, con experiencias propias, esas que se constituyen en el mejor y único aprendizaje válido.

No necesitamos que nos reemplacen en nuestras decisiones. No somos brutos. Y si lo fuéramos, después de todo, es un problema individual, porque las consecuencias de las decisiones personales, también será una responsabilidad individual. Y si eventualmente alguien cree en lo inverso, cree que es sano delegar decisiones en otro que decida mejor que él, pues adelante que lo haga, pero con su libertad individual, y no con la del resto de la sociedad.

La matriz dice que los dictadores, los iluminados, además de soberbios, arrogantes y petulantes, desean controlar la vida de los demás, les encanta decirles a los otros que hacer, pero rara vez aceptan que se los controle. Claro se trata de seres superiores. Ellos si saben decidir y no precisan que otros los reemplacen. En cambio nosotros, los ciudadanos, seres inferiores, precisamos orientadores, y son justamente ellos quienes nos salvaran de las catástrofes del presente.

Vale la pena repetirlo. Alguna vez comprenderemos que los seres humanos somos esencialmente libres. Entenderemos que no necesitamos que nos digan que hacer, y  que estamos dispuestos a asumir las responsabilidades que nos caben por las decisiones equivocadas que tomamos a diario. Mientras tanto deberemos seguir conviviendo con la petulancia de los iluminados.

Alberto Medina

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¿QUIÉN DA MÁS POR MÉXICO? RICARDO VALENZUELA. REFLEXIONES LIBERTARIAS. DESDE MEXICO

A principios del siglo XIX Simón Bolívar, agotado en su lucha para liberar el continente sur americano, pronunciaba palabras de sabio significado que a sus habitantes les parecía criptografía ancestral: “En tanto que nuestros compatriotas no adquieran las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte, los sistemas enteramente populares, lejos de sernos favorables, temo mucho que vengan a ser nuestra ruina.”

A medida que arribamos al final de la década panista, arrecian las maniobras marrulleras para la toma de esa fortaleza que es la presidencia de México. Después que, durante casi dos siglos de vida independiente, nos arrullaran con una larga constelación de gobiernos todos con un común denominador; la tiranía y autocracia, finalmente se nos servía ese milagroso manjar ahora tan de moda: la democracia.

Si descifráramos el mensaje de Bolívar, nos daríamos cuenta  que al hablar de los hermanos del norte no se refería precisamente a los mexicanos, sino a esa nueva nación que en esos momentos cambiaba el rumbo de la historia; los EU. Nos daríamos cuenta que los llamaba “nuestros hermanos” definiendo de esa forma no sólo su gran admiración por el nuevo país, sino fraternidad hacia su pueblo en contraste con ese deporte tan popular hoy día en América Latina, el odiar a los gringos y culparlos de todo.

Ha sido tan popular el pasatiempo que no nos ha permitido descifrar el contenido más importante del mensaje: “En tanto no adquieran las virtudes políticas que distinguen a nuestros hermanos del norte.” Cuando el libertador pronunciara tan sabia frase, las otrora colonias inglesas que se convertirían en los EUA se envolvían en un recio e interesante debate para definir su futuro político. Ya en 1781 habían confeccionado lo que llamaron Artículos de la Confederación, a través de los cuales dibujaban la ruta hacia lo que luego sería su Constitución.

Los enfrentamientos eran entre los federalistas y los nacionalistas. Los primeros, con la bandera de la soberanía de los estados, promovían la preservación de ese orden natural de libertad. Los segundos, exigiendo un fuerte gobierno central, finalmente usurparían una serie de funciones de esos estados. Pero ambos bandos coincidían en que la nueva organización política no sería una democracia, sino una República. El argumento más importante para subyugar la democracia lo exponía Madison, al afirmar que la tiranía de las mayorías podía desembocar en instrumentos aun más diabólicos que las monarquías. El sufragio sería una herramienta, más no su religión y nunca sería mencionada la democracia en sus actas de nacimiento.

Los nuevos norteamericanos se inspiraban en las palabras del parlamentario Charles Fox: “Yo no presto atención a las presiones de la gente; nuestro deber es hacer lo propio y justo, no lo fácil de concertar. La responsabilidad de ellos es elegirnos, la nuestra es actuar constitucionalmente y mantener la independencia del Parlamento.”

Lo que Adam Smith definía como el motor que movía los mercados en una economía libre; ambición personal, Madison la identificaba como el gran peligro en el campo de la política, por lo cual, había que establecer controles contra la concentración de poder.

Luego de largas discusiones se llegaba a una concertación que le daba vida a una Constitución híbrida, pero con un importante mecanismo, la distribución de poderes en las tres ramas de gobierno. Sin embargo, en la guerra civil entre los estados nacionalistas del norte y los liberales confederados del sur, más que la institución de la esclavitud, lo que se jugaban era el rico federalismo que originalmente le diera vida a la gran nación y ahora en esa guerra se perdía.

Nuestra Constitución proclama el derecho de todo mexicano de votar y ser votado. Eso significa que cualquiera puede convertirse en gobernador, miembro del Congreso, Presidente. Como resultado de esta apertura a la competencia política, la resistencia a los actos opresivos de los gobiernos desapareció, la base moral de la estructura social se agrietó y emergieron los delincuentes en la cúspide de la pirámide. La competencia en la producción de bienes es esencial, pero la competencia en la producción de males, es invitación al desastre. Libre competencia en asesinatos, robos, asaltos, es una aberración. Sin embargo, eso es precisamente lo que se ha instituido abriendo la competencia política; la democracia.

En la política mexicana de hace unos años la virtud esencial requerida del aspirante era despojarse de su dignidad, mentir, traicionar y atinarle con un buen padrino. Pero hoy día, estrenando nuestra flamante democracia, se requiere ser un “animal político.” Carisma, oratoria, buena presentación, gran comunicador y, especialmente, ser un gran actor cuando, asumiendo el papel de redentor, prometa resolver los problemas de todos los mexicanos: Trabajo, educación, vivienda, salud, subsidios, protección a los oligopolios y  monopolios…felicidad para todos, pues ahora los votos si cuentan.

Pero como hay muy pocos aspirantes que porten tales cualidades, esos talentosos políticos sin escrúpulos compiten con gran ventaja sobre aquellos que no las tienen. Ello promueve la cultivación de habilidades como la mentira, la demagogia, el oportunismo, la corrupción, hipocresía. De esa forma el servicio público se convierte en campo vedado para quienes no las adquieran y ello, se traduce en que exclusivamente esa clase de hombres escalen las cumbres del poder tanto en la política como el círculo de negocios estatistas. Así los estándares de ética, la moral y el buen gobierno con los verdaderos mercados libres, se conviertan en sueños irrealizables.

La competencia política en México nos sirvió el a un AMLO en la tarima nacional, gobernadores hermosos y caricaturas como Noroña. Pero los clientes en este mercado ya no son motivados solamente por el cambio. Desgraciadamente hemos abusado del nuevo juguete; la democracia, para olvidarnos que también somos una república y, como sucede en el DF, ahora reina la tiranía de las masas a base de los acuerdos colectivos envueltos en demagogia, siempre pendientes de las exigencias de las masas cuando salen a protestar, se amotinan, asaltan instituciones como el congreso, cierran carreteras o desfilan con machetes.

Los nuevos populistas contra quienes nos prevenía Bolívar, ante esas “exigencias del mercado” reviven la parodia de Bastiat cuando, ahora refinando su demagógico mensaje, ofrecen felicidad perpetua, capital para todos los proyectos, medicina para los enfermos, consuelo para los tristes, diversión para los aburridos, leche para los niños y vino para los ancianos…. ¿quien da más? Pues eso es lo que cuesta la presidencia, la habilidad del gran demagogo cuando afirma: “me importa más el hambre del pueblo que la salud de las finanzas nacionales”….lo triste es que nadie sabe lo que vale el país.

Ricardo Valenzuela
chero@cox.net
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¿QUÉ HEMOS APRENDIDO?. ANÍBAL ROMERO

El actual curso histórico de Venezuela puede interpretarse desde diversas perspectivas. De un lado, la revolución podría ser vista como el punto culminante del populismo sustentado en el petróleo. Es evidente que ciertas hondas y torcidas tendencias de la historia venezolana estos pasados ochenta años, que han transformado al país en lo que Rómulo Betancourt denominó “una factoría petrolera”, no han hecho sino profundizarse bajo el socialismo del siglo XXI.

De otro lado, el proceso presente puede verse como un rumbo de ruina nacional, debido a su impacto en la conversión de millones de venezolanos adicionales en dependientes menesterosos del Estado petrolero.

Otro ángulo interpretativo, que no excluye el resto pero les añade interrogantes, enfocaría el camino que ahora sigue el país bajo la lupa del aprendizaje político. Siguiendo a Karl Deutsch, tal aprendizaje puede ser creativo o patológico. En el primer caso, una sociedad sometida a severos desafíos cambia las prácticas que la llevaron al fracaso y modifica su ruta en dirección positiva. Ejemplos de ello serían Alemania y Japón luego de la Segunda Guerra Mundial y China después de las reformas capitalistas. El aprendizaje patológico, al contrario, conduce a la radicalización de los errores que en primer término empujaron al fracaso, agravándolos en lugar de enmendarlos. El despotismo ruso lo ilustra con claridad.

La Venezuela revolucionaria constituye, me parece, un ejemplo de aprendizaje patológico, pues en vez de significar un cambio en la línea esencial de evolución económica del país, se muestra más bien como un movimiento suicida hacia la profundización de nuestra dependencia del petróleo, cuyo peso, sumado al delirio marxista, asfixia las demás actividades productivas, radicalizando la ya aguda vulnerabilidad de una sociedad que importa de otros sitios todo lo que consume.

Sin embargo, hay que admitir que la prédica persistente del Presidente de la República a favor de su sueño socialista ha tenido resultados. Como señala el politólogo John Magdaleno, Hugo Chávez “ha movido el centro político venezolano hacia la izquierda”. A pesar de la ruina que suscita el socialismo del siglo XXI, la oposición democrática no sólo se ha mostrado incapaz de combatirlo en el plano de las ideas, sino que pretende competir en igual terreno, tarea tan estéril como dañina.

Ante la ofensiva ideológica de la revolución no pocos dirigentes de oposición se proclaman “de izquierda”, de “izquierda moderada” o “socialistas democráticos”. No contentos con ello algunos sostienen que son “los verdaderos socialistas”, sin percatarse de que no solamente le hacen así parte del trabajo a Hugo Chávez, sino que de paso ponen de manifiesto la victoria del caudillo en el plano de las ideas.

Lo único positivo que podría surgir del delirio marxista en Venezuela sería una crucial derrota de la mentalidad socialista, con base en el patente fracaso de la revolución. No obstante la oposición venezolana, atemorizada por la arremetida de Chávez y paralizada por la cultura de izquierda, apenas atina a competir en el nivel de la demagogia asistencialista, no se atreve a proponer un mensaje distinto y se aferra a los sueños petroleros de siempre. Quieren socialismo pero del “bueno”, del “puro”, de ese que no existe en parte alguna pero que sobrevive como quimera en la mentalidad de idealistas extraviados.


De allí que lo que podría traducirse en proceso de aprendizaje creativo se esté convirtiendo, más bien, en otra etapa de aprendizaje patológico para los venezolanos

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EGIPTO SÍ; CUBA ¿POR QUÉ NO? RICARDO TROTTI

La pregunta repica contra las sienes cada vez que un alzamiento popular lleva la esperanza de cambio para un pueblo oprimido. ¿Por qué los cubanos no se organizan como los tunecinos o los egipcios para tumbar al gobierno de los hermanos Castro, tanto o más represivo que el de cualquier país árabe?

¡No pueden! En contraste a ciertos regímenes árabes, en los que hay diferentes niveles de apertura, el cubano es hermético y asentado en una exitosa fórmula comunista contra el ser humano, basada en recluir, controlar y expulsar.

La fortaleza del gobierno es proporcional al grado de restricción que impone. Nadie puede movilizarse ni por dentro ni hacia afuera de su geografía sin represalias. La Seguridad del Estado vigila todo y los propios vecinos de los Comités de Defensa delatan cualquier intriga. El miedo a perder el trabajo, la vivienda o la libreta de racionamiento, inmoviliza. Cada tanto, el sistema se purga abriendo la válvula de descompresión para evitar que los indeseables contagien al resto. Así sea reprimiendo la espontaneidad de las protestas como el “maleconazo” de 1994, permitiendo los éxodos masivos como el Mariel de 1981 o expeliendo hacia España a disidentes del Grupo de los 75. El cubano tiene poco entre que elegir: sumisión, destierro o cárcel.

Muchos gobiernos árabes conciben libertades y sector privado. Cuba no. El Estado es omnipotente en la administración de la pobreza y bloquea cualquier reunión, expresión o asociación. No hay sindicatos ni sociedad civil y el culto es todavía el opio del pueblo. La prensa es toda oficial, los teléfonos y el internet son bienes escasos, caros y manipulados. Las únicas movilizaciones permitidas las convoca el gobierno para azuzar el nacionalismo o para los artistas, quienes cantan por la paz, en vez de hacerlo por la libertad.

Es cierto que en Egipto la cadena televisiva qatarí Al Jazira fue censurada, los medios y periodistas extranjeros agredidos y el internet apagado. Pero la insurrección que empezó el 25 de enero muestra que fue incentivada por diarios y radioemisoras, privadas e independientes, contagiadas por revueltas en otros lados, y convocada por jóvenes con teléfonos móviles en mano y cierto acceso a las redes sociales.

Jamás esto fue posible en Cuba. Los corresponsales siempre fueron agredidos y restringidos, los disidentes golpeados, los periodistas apresados, Granma y Juventud Rebelde siempre destilaron propaganda, mientras los blogs y tweets de Yoani Sánchez son famosos en el exterior, pero adentro pasan inadvertidos. Pocos están informados y muchos desconectados.

Esa desconexión en Cuba es promovida por el Estado. Sólo un 10% de los 11 millones accede a telefonía móvil de mal servicio, y aunque ahora se instala el cable submarino con Venezuela, la banda ancha beneficiará solo a los elegidos. En Egipto, con 80 millones de población, hay más de 60 millones de celulares. Túnez tiene 9.5 millones de dispositivos, una cadena de TV privada y muchos diarios y radios son independientes. A pesar de los fundamentalismos, otros países árabes van en la misma dirección y hace rato que la libertad se filtra por las comunicaciones.

Cuando se apaguen las revueltas, se impondrán medios más libres, telecomunicaciones más privadas y elecciones más democráticas. En Cuba, en cambio, nada sucederá. Aislada de contagios, seguirá el camino que Human Rights Watch mostró en 2010, una nación cada vez más reprimida. El 2011 lo demuestra. Arrancó con el opositor Guillermo Fariñas varias veces en la cárcel. Así, el régimen sigue generando miedo, incentiva la autocensura y evita que la espontaneidad de la protesta gane la calle.

A toda esta opresión, el gobierno cubano le suma un eficiente sistema de propaganda con el que ha sabido polarizar al mundo. En todas partes se intelectualiza sobre Cuba, por lo que cada hecho pierde espontaneidad, arrancando pleitos y pasiones. De ahí que la muerte por huelga de hambre de Orlando Zapata despertó pocas conciencias en el planeta, mientras la chispa de un vendedor ambulante inmolado en Túnez contagió fuegos por todas partes.

La lección de las revueltas árabes es palpable. Para que los cubanos ganen calle, libertad y cambios, primero se les debe reconocer su tragedia y, segundo, ayudar con más información y mejores telecomunicaciones y conexión.

RICARDO TROTTI
trottiart@gmail.com
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EGIPTO: LA TEORÍA DEL DOMINÓ. JUAN ARIDA *

     En momentos de escribirse estas líneas, todavía Hosni Mubarak es presidente de Egipto. Todavía Omar Suleiman es vicepresidente, aunque tan fresquito que no debe saber cuál es el botón para pedir café. Todavía el parlamento está en funciones. ¿Todavía?
     
Ahora bien, decir que Mubarak se va a ir, por las buenas, por las malas o por las peores, es una perogrullada. Decir cómo y cuándo, ya es más difícil. Y decir cómo quedará Egipto cuando este capítulo inicial termine; qué pasará en el complejísimo mundo islámico y en el no más simple mundo árabe; cómo repercutirá en ese subcontinente que llamamos Medio Oriente, y cómo terminará todo, eso es tarea para Isaías, Mandrake, Gandalf y Nostradamus, todos juntos.

     ¿Entonces? Entonces, si no podemos predecir qué va a pasar, es lícito, en cambio, aventurar qué puede pasar. Eso sí, pensando en voz alta, con el desorden de siempre.

     Por lo pronto, la famosa teoría del dominó, tan cara a Foster Dulles, ya empezó a materializarse en Túnez, donde una auténtica rebelión popular, que no necesitó de líderes carismáticos ni de irredentismo alguno, defenestró al presidente Ben Alí. Y si el levantamiento tunecino fue relativamente moderado, casi pacífico, el egipcio no sólo no lo es, sino que de cómo se encamine de ahora en más dependerá cómo seguirán los movimientos que ya están en marcha en toda el Africa cissahariana (excepto Libia y Marruecos, al parecer, hasta ahora), en Jordania, Siria y no sé dónde más.

     El Cairo es, hoy, una granada que todavía, con mucho tacto y mucha suerte, puede ser desactivada. Y más vale que lo sea y pronto, porque cuando una granada estalla, no es ella sola lo que se rompe. No olvidemos que esa capital encierra (no cabe otra palabra) unos 20 millones de habitantes, casi la mitad de toda la población argentina.

     Algunos comentaristas ya ven en este Egipto de 2011 otro Irán de 1979. No digo que no vaya a suceder, no lo sé, y cruzo los dedos para que no suceda, porque sería mucho más grave. Pero creo que hay diferencias importantes. En Irán, el movimiento empezó desde arriba, y desde un "arriba" muy especial, porque fue el caso más flagrante de papo-cesarismo de los últimos siglos. Fue un movimiento religioso (o con excusas religiosas) dirigido del principio al fin por clérigos, y que instaló la única teocracia de nuestros días, como que la última palabra y el poder absoluto e indiscutible de veto los tiene un clérigo.
HERMANDAD MUSULMANA
      En Egipto, en cambio, la organización opositora más organizada, la Hermandad Musulmana (HM), religiosa en su origen (en 1928, la fundó Hassan al-Banna, para oponerse a la creciente laicización y "occidentalización" de la sociedad islámica), por ahora, se muestra, simplemente, como un movimiento político, pretendidamente de masas, aunque largos años de ostracismo impiden evaluar debidamente su fuerza. Con todo, no debe descuidarse el hecho de que Hamas nació como un brazo de la HM; de ahí que esa agrupación palestina se encuentre expectante para arrimarse a la mesa si hay reparto de la torta.

     Un hecho de la historia reciente ayuda a despejar la confusión que aqueja a buena parte del gran público. Muchos oyen "árabe" y piensan "musulmán", y viceversa (hay muchas razones que fundamentan esa confusión, pero el tema merece una nota aparte). Pero resulta que los países donde hay mayor cantidad de musulmanes no son árabes: piénsese solamente en Indonesia, Paquistán, Bangladesh, Turquía, Irán, todos los que formaban el "bajo vientre" de la vieja URSS, Filipinas, Nigeria, los ciento y pico de millones que hay en la India.

     La guerra Irán-Irak puso las cosas en su lugar. Tanto Teherán como Bagdad, sobre todo cuando la contienda no parecía favorecerles, pidieron a gritos la colaboración de los países de la región. Con una diferencia que muy pocos vieron en su momento: Saddam Hussein apelaba al panarabismo contra el milenario enemigo persa; Khomeini intentaba crear un panislamismo contra el laicizante y apóstata líder iraquí. Con pocas excepciones (Siria, y sólo a medias), Hussein obtuvo más apoyo. Otro detalle: Irán es abrumadoramente shiíta, y esperaba contar con el apoyo del shiísmo iraquí, que es muy importante; por algo su contraofensiva se llamó "operación Kerbala", porque allí murió el hijo Alí y Kerbala queda en Irak. Y el resto de los países árabes es sunnita. Pero esto también es otra historia, como diría Kipling.

     Todo muy lindo (se dirá), pero ¿qué tiene que ver con Egipto y "su circunstancia", dicho esto en sentido orteguiano. Muy sencillo: en aquel entonces, la diferencia religiosa fue un factor determinante para que la guerra quedara circunscripta. Pero hoy no hay tal cosa. La revuelta egipcia es, esencialmente, no-religiosa: la gente está harta de la corrupción, de vivir mal, de la pobreza, y tiene otras mil apetencias tan legítimas como esas. Pero si la Hermandad Musulmana, o algún "iluminado" de esos que nunca faltan, consigue que el Islam "informe" (dé forma) a todo ese hervidero, no veo dónde está el telón de seguridad que impida que ese fuego se propague hasta... No quiero ni pensar hasta dónde.

     Y todavía queda fuera de foco alguien que tiene "cierto" interés en el desarrollo de este drama: Israel. ¡Ah! ¿Israel? Seguramente, estará pasando el plumero a sus aviones, por las dudas.

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* Juan Arida es periodista retirado. Fue editorialista de "Clarín" y secretario de redacción de "El Economista". En ambos, columnista de política internacional.


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SIGLO XXI. AMERICO MARTIN. EL NUEVO HERALD. OPINIÓN

Para el momento en que se escribe este artículo parece cantada la eyección de Hosni Mubarak. Quizá cuando salga publicado, el antiguo dictador y aspirante a la perpetuidad será historia. Si esperaba ser recordado como una versión reencarnada del faraón guerrero Ramsés II, probablemente la dura realidad prefiera reducirlo a las dimensiones de un autócrata sin gloria ni poder. Una sombra de la estirpe de Duvalier o Zelaya.

Se ha formado un amplio frente con el virtual respaldo del ejército, disparado hacia la democracia bajo el impulso de la unidad de todas las corrientes, conforme al principio de que ``quien más saliva tenga más harina trague'', que es la piedra angular de la alternabilidad pacífica. El proteico movimiento se está dando una dirigencia plural. Si se mantiene la democracia vencerá; si se rompe, el desastre estará a la vista. Pero dando por supuesto que el asunto siga por el carril adecuado, la onda expansiva puede ser incontenible en el Medio Oriente e incluso en el planeta. El siglo XXI habrá creado su marca, su modelo, distanciándose de algunos distintivos esenciales del XX sobre todo por volver a hacer de la democracia una causa movilizadora de millones.

Desde el pasado siglo la fuerza más dinámica ha sido el Islam. Samuel Huntington popularizó la teoría del choque de civilizaciones. Por atractivo que pudiera ser semejante enfoque, pronto quedó desmentido. En el Estado territorial conviven diferentes culturas y etnias unidas en un determinado espacio geográfico. En cambio el Estado-nación supone un agregado cuyo cemento es la cultura, la lengua, la religión. Buscando una supuesta unidad nacional basada en la raza, los nazis se sintieron autorizados a invadir a Europa. Las fronteras eran para ellos unos artificios que separaban identidades culturales.

El Estado territorial es una premisa de pluralidad que congenia casi naturalmente con la diversidad democrática. Fue ese el modelo que prevaleció desde el siglo XVI. Según algunos comenzó a decaer después de la disgregación del imperio soviético, porque en el vacío muchos pueblos comenzaron a reencontrarse con base en identidades culturales. Lo notable de los acontecimientos de Egipto es que no se enfatizan las separaciones religiosas sino la democracia. A diferencia de una fuerza social homogénea de carácter religioso, la democracia es abierta y en esta revolución se evidencia la auspiciosa sociedad territorial-cultural. El punto es tolerarse: es lo que pudiera demostrar este proceso. Solo he dicho ``pudiera'' porque también es verdad que tanto en el Islam como en la democracia se agitan grupos pugnaces cuyo fanatismo puede resultar fatal.

¿Predominarán los fundamentalistas? No se descarta, pero tampoco es un destino escrito, entre otras cosas porque la Hermandad Musulmana asume la moderación y El Baradei y otros líderes son genuinamente democráticos. Más sutiles pero no menos peligrosos pueden ser los fundamentalistas laicos. Marshall distinguía tres grados de ciudadanía: la de los derechos, ciudadanos más bien pasivos aunque protegidos por el ordenamiento jurídico; la política, interesada en participar en la gestión pública y en el debate ideológico. Y la tercera, la ``social'', término frecuentemente manipulado, pero justificado habida cuenta del deber moral de ocuparse de los problemas de inmensas masas humanas. Entre el ciudadano pasivo, el político y la preocupación social se demarcan tendencias dentro de la ciudadanía que pueden desencadenar tormentas. 

Pero el antídoto es el mismo: más y más democracia. Henry Lefebvre dijo incidentalmente, tal vez sin medir totalmente el alcance de sus palabras, que prefería hablar de ``movimiento hacia la democracia'' antes que de democracia a secas. Y efectivamente, si la democracia se estanca, se degrada porque es un movimiento permanente hacia un modelo ideal nunca plenamente alcanzable porque las aspiraciones subjetivas del ser humano se multiplican con el desarrollo.

Por eso, cuando el pobre vicepresidente venezolano Elías Jagua asegura que Chávez ``no saldrá nunca del poder'', lo que está es dándose aliento. El diablo --Elías-- ciega a quien quiere perder.


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LA TÁCTICA DE CHÁVEZ. SIXTO MEDINA

Chávez sabe que él y su partido pierden fuerza. El conoce las encuestas y está consciente de la perdida de respaldo a su gestión de gobierno. Sabe que el PSUV tiene serias limitaciones, que es un partido entrabado con un fracaso muy fresco aún, que no ha podido superar el trauma de la derrota. Sabe por las encuestas e informaciones, que su “revolución socialista” no crece. Su discurso  ha venido perdiendo caudal popular. Su política y mensaje ya no convence como antes, en forma sostenida pierde seguidores. Por otra parte, Chávez comienza a entender que la OEA constituye un importante foro político internacional, al mismo tiempo percibe que el fuerte entredicho que tuvo con el secretario general de la OEA por la Ley Habilitante puede presagiar un cambio no favorable para su gobierno, pues, Insulza manifestó públicamente que la “Ley Habilitante” que temerariamente  Chávez y los suyos aprobaron es totalmente contraria a la Carta Democrática Interamericana. Los países que integran la OEA saben que la Ley Habilitante priva de facultades sustanciales al poder legislativo de nuestro país.

SE ROMPE LA CADENA
Cabe considerar que las lecciones de la historia nunca son aprendidas a tiempo, por eso, tantos gobiernos autoritarios y autocráticos se han equivocado en el pasado y se siguen equivocando en el presente, cuando creen que para obtener la sanción de una ley en la que están políticamente interesados basta con producir un texto normativo con métodos viciosos y la vote un cierto número de diputados. La legitimidad de la ley no se agota en lo formal, no basta con producir un texto normativo que supere los escollos institucionales de su pura legitimidad formal, una norma legal deberá contar, además, con ese segundo valor o requisito ineludible que es su legitimidad sustancial o de fondo. 

SOL A LA ESPALDA
Ante la realidad de poder que no lo favorece, un hombre como Chávez apela a la idea de la política centrada en torno al poder y a la lucha propia de épocas críticas, en las que desde el ejercicio del gobierno se ocultan las apariencias de las cosas, al mismo tiempo que se niega el presente. La retórica es buena para el disfraz y el escape, pero sucumbe cuando se confronta con la realidad. A conciencia, durante su presentación de la Memoria y Cuenta lanza unas cuantas frases a la calle:” Estoy dispuesto a devolver a la Asamblea la Ley Habilitante”. “Vamos hacer política, no como enemigos, sino como adversarios”. “La oposición tiene sus espacios asegurados en los entes regionales y locales, nadie debe creer el cuento de eliminar alcaldías y gobernaciones”. “Aquí no hay ningún proyecto comunista. El comunismo prevé eliminar el Estado y la propiedad privada”.

Puesto de espaldas a las responsabilidades asumidas, a la suerte de nuestro país y al cariz del mundo exterior, el presidente Chávez es un hombre que presume que entre las palabras y los hechos hay una distancia abismal ignora o pretende ignorar hasta qué punto los hombres están hechos de palabras. Nada nos hace pensar que corregirá el peligrosísimo menosprecio por la democracia, la propiedad el diálogo y las  tradiciones cívicas; existen suficientes precedentes y elementos de convicción que nos permiten dudar de la sinceridad de sus palabras
Sixto Medina
sxmed@hotmail.comEL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA

LA PÉRDIDA DEL PODER POPULAR EN UN ANÁLISIS DE MERCEDES MONTERO

El Poder Municipal es el verdadero poder popular. Es en el ejercicio de este poder  que se  adquiere el conocimiento de cómo se vive en democracia, el significado de la participación ciudadana o su falta en la toma de decisiones que afectan a la comunidad, para bien o para mal; es donde nacen y aprenden a trabajar los líderes del futuro. Las Juntas Parroquiales son el primer peldaño, el contacto directo entre el líder local y los residentes de una determinada parroquia, la voz de los ciudadanos debe y tiene que ser  oída y tomada en cuenta, porque de no ser así el líder pierde credibilidad.

En Venezuela los miembros de la Juntas Parroquiales eran elegidos con voto universal, directo y secreto en las Elecciones Municipales, pero  la Asamblea Nacional saliente, entre la longaniza de leyes que aprobó a toda velocidad en diciembre 2010, promulgó la  “Ley de la regularización de los poderes públicos y municipales” con la cual lo cambió todo. A partir del 28 de enero, 2011, las Juntas Parroquiales ( personas jurídicas que existen en la Constitución de 1999) desaparecen y  son sustituidas por los Concejos Comunales Parroquiales (personas jurídicas que no existen en la Constitución).

Al analizar el cambio se encuentra lo siguiente

Los candidatos a ser miembros de las Juntas Parroquiales eran postulados por partidos o en forma independiente y votados en elecciones universales, directas y secretas o elecciones de primer grado.

Con el cambio de la Ley del Poder Municipal  los candidatos  serán postulados por los Consejos Comunales conjuntamente con las Asambleas de Ciudadanos, para a su vez  ir como candidatos  del soberano a unas elecciones “Universales, directas y secretas” . Es decir que lo que los ciudadanos votábamos para elegir nuestros representantes en una sola elección de primer grado, quedó transformado en una elección de segundo grado, con la cual  perdemos la soberanía popular que ejercíamos a través del voto directo y nuestro derecho a postular, porque este derecho quedó transferido a un Consejo Comunal y a la Asamblea de Ciudadanos. Es necesario destacar que los miembros de los Concejos Comunales, son elegidos por los ciudadanos en asambleas. Cuando venimos a ver son realmente tres elecciones en las que se verá diluida la voluntad popular (nuestra voluntad). Enredar los procesos es una forma de engañar y confiscar derechos.

Las Elecciones Municipales que debieron realizarse en el Primer Semestre 2010 fueron pospuestas para el segundo semestre por el Consejo Nacional Electoral. Hubo denuncias y reclamos acerca de esta irregularidad por parte de organizaciones de la sociedad  civil. El Consejo Nacional Electoral (CNE), organismo que se supone es custodio de los derechos políticos de los venezolanos, le dio largas a este asunto tan importante   para  la verdadera democracia. .  

Una de las condiciones electorales que representan un derecho fundamental de los venezolanos  es que los cronogramas  electorales respeten los lapsos  legalmente establecidos, pero este no es el caso en nuestro país. El CNE pareciera fijar las elecciones cuando le conviene al “proceso”

Sandra Oblitas, Vicepresidenta del Consejo Nacional Electoral, declararía  que a partir del 28/01/2011 las Elecciones Municipales serían de segundo grado. Que las autoridades del Consejo Nacional Electoral no estaban para legislar, sino para hacer cumplir las leyes. Con estas palabras quedaba confirmada la confiscación del derecho ciudadano a la postulación de candidatos y a la elección directa, sumándole a esta  la elección de los concejales, que quedó pospuesta hasta el 2012, alargándole el período en funciones a los concejales actuales a casi el doble de lo establecido por la ley.

El primer mandatario venezolano declaró públicamente “Nadie les va a quitar las alcaldías y gobernaciones”. La respuesta a esta afirmación es que lo que pretenden quitarnos es el derecho a elegir libremente y en forma directa a quienes vayan a ocupar los cargos de gobernadores y alcaldes.

Una ciudadanía que venía trabajando en forma directa con las alcaldías, que planteaba sus problemas y buscaba soluciones se ha visto defraudada y está en desacuerdo con los cambios en la Ley del Poder Municipal, ya que ve  los cambios hechos como un mecanismo para establecer un control centralizado que no le permita a la nación la libre escogencia de sus representantes, así como también un intento para eliminar el voto universal, directo y secreto.

Ya el CNE está anunciando  para el 2012, que debido a las complicaciones de unas elecciones tan grandes, gobernadores y alcaldes podrían ser elegidos en septiembre y el presidente en Diciembre.
Si hay algo que debe serle reconocido al oficialismo es que no da puntada sin nudo.

Mercedes Montero
mechemon99@yahoo.co.uk

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