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lunes, 26 de noviembre de 2012

EGILDO LUJÁN NAVA,¿SEGURIDAD AGROALIMENTARIA O “HALLACAZO” IMPORTADO?, FORMATO DEL FUTURO…

Es importante insistir en discutir y tratar el tema de la Seguridad Agroalimentaria, por ser de vital importancia para cualquier país del mundo. Es más, es indispensable que el Gobierno correspondiente vele y se haga responsable de eliminar riesgos de desabastecimiento, principalmente de alimentos y de materias primas o productos finales necesarios para el normal funcionamiento procesador,  y la satisfacción plena y eficiente de las necesidades del país.
En materia alimentaria, la historia nos ha enseñado que la escasez de alimentos puede sobrevenir por la falta de producción, pestes, cambios climáticos, guerras y, entre otros, por errores tácticos. Lo cierto es que el hambre es una de las peores calamidades que le puede suceder a cualquier nación.
Ahora bien, en Venezuela, tenemos excelentes y grandes extensiones de tierras cultivables, buenas condiciones climatológicas, gente preparada para hacer la tarea. Teníamos aceptables vías de penetración, conocimientos técnicos, acceso a los insumos necesarios para cultivar y criar, producción industrial, crédito, amplias y eficientes redes de distribución y un buen mercado de consumo que se autocontrolaba con una libre competencia, lo que conducía a una oferta de calidad y de cantidad a buen precio y SEGURIDAD. Como subproducto de todo esto, obteníamos un amplio mercado de trabajo y beneficio para toda la población. Y, finalmente, como resultado plausible, GARANTIA AGROALIMENTARIA.
  ¿Qué hemos hecho durante los últimos 14 años?. Guerra al "LATIFUNDIO"  contra fincas o propiedades de media (1/2) hectárea, hasta de cualquier cantidad de hectáreas. El fundamento ha sido ideológico y dirigido hacia la implantación de una persecución mal llamada expropiadora, arrebatándole más de CUATRO MILLONES DE HECTAREAS productivas al campo venezolano, según cifras del propio Gobierno, sin recompensar a sus legítimos propietarios, ni hacer de tal extensión un modelaje productivo referencial. Es decir, al no haber pagado siquiera sus bienhechurías, estamos en presencia de un despojo, y cuyo sello identificatorio es ahora la improductividad, si acaso, la producción conuquera de tales terrenos.
Adicionalmente, hoy los productores que, en su mayoría, vivían anteriormente con sus familias y trabajadores en sus fincas o sitios de producción, no lo pueden hacer por miedo al hampa y peligro de ser asaltado o secuestrado. Por lo que, aunado a la acción expropiadora gubernamental, las consecuencias de todo esto no podía ser otro: el desplome de la producción nacional, cayendo en lo que ya comúnmente se le llama EL “HALLACAZO IMPORTADO”, por aquello de que, además, importamos maíz, carne, pollo, alcaparras, aceitunas y casi todos los ingredientes de nuestra tradicional hallaca, símbolo de la culinaria decembrina nacional.
Llegamos a la inseguridad Agroalimentaria, implantando una economía de puertos. Y ahora los venezolanos somos agroproductores portuarios, dependiendo del funcionamiento de instalaciones donde opera toda clase de vicios, ineficiencia, trabas, burocracia; en fin, una maraña de problemas. Al no haber producción nacional, estamos importando casi el 80% de lo que consumimos y nuestros cinco puertos marítimos nacionales; La Guaira, Puerto Cabello, Maracaibo, Guanta y El Guamache no están preparados para atender esa enorme cantidad de carga. Los invito a que visiten nuestros puertos y aprecien las colas de buques en espera de turno para descargar.
¿Efectos?: fuga de divisas, desabastecimiento, incremento de costos, enormes pérdidas por descarga fuera de las fechas de vencimiento, descomposición de alimentos, robos, y, consecuencialmente, INSEGURIDAD ALIMENTARIA.
Hasta ahora, Venezuela ha tenido cómo pagar este enorme volumen de importaciones, propiciándose una bestial fuga de divisas que, actualmente, por escasez de las mismas, nos está llevando a una temida –e inevitable- devaluación de nuestra moneda. Una medida que, como ha sucedido en todas las ocasiones que se ha implantado en el país desde hace ya casi treinta años a partir del célebre “viernes negro”, al final,  afectará negativamente a todos los campos y sectores de producción de la economía nacional. De hecho, sin que se haya producido tal medida, ya entramos en crisis de abastecimiento (y perdónenme la anécdota: recorrí diez farmacias para conseguir un pote de leche para un bebé).  ¿Y el caso del arroz, del azúcar y del café ? .
Finalmente y concluyendo: ya no tenemos mucho más que advertir. Los errores están a la vista; sólo falta actuar. Comencemos por reconstruir los centros nacionales de producción, convoquemos a todos nuestros productores y todas las asociaciones y gremios que los agrupan. Dejemos de beneficiar a los productores de otros países y contemos con los nuestros que están aquí y que siempre estaremos. Seguridad, vías de comunicación, acceso al crédito oportuno para todos y manos a la obra, que el país cuenta con nosotros. Los productores no vemos color político, no discutimos ideologías: vemos dedicación al trabajo, eficiencia, conocimiento, producción, creación de empleo y bienestar.
Me da terror pensar qué pasaría si se desploma el precio del petróleo, sigue cayendo la producción petrolera nacional o se desata una guerra internacional. Retratémonos en el Medio Oriente y su peligroso conflicto de corte Internacional. Si Estados Unidos deja de comprarnos  petróleo, en fin, cualquier calamidad de esta índole, nos dejaría sin divisas para seguir comprando espejitos y armamentos. De hecho, bien vale la pena recordar que Estados Unidos, en apenas cuatro años, ya estará autoabasteciéndose, y que, a partir de entonces, diez años más adelante, estará en condiciones de producir tanto o más petróleo que Arabia Saudita. ¿Y qué hacemos mientras tanto? : armar presupuestos alimentados por el rentismo y el dispendio.
Llegó la hora de reflexionar, pero con el corazón en Venezuela y para los venezolanos. No queremos ser enemigos de nadie. Si tenemos disparidad de criterios, discutamos, lleguemos a acuerdos, solucionemos los problemas. Revisemos la historia de la humanidad. Ya este camino lo han recorrido muchos países y han terminado en un estrepitoso fracaso a un costo elevadísimo. En este punto, tengo que repetir lo dicho por André Gide: "Todas las cosas son ya dichas; pero como nadie escucha, hay que volver a empezar siempre". El lema de todo Gobierno y todo venezolano tiene que ser: guerra contra el mayor enemigo de la humanidad: la
pobreza.

egildolujan@gmail.com

Enviado a nuestros correos por:
Edecio Brito Escobar
ebritoe@gmail.com

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PEDRO PAUL BELLO, ¿POR QUÉ HEMOS LLEGADO A ÉSTO? II

Después de los dos primeros elementos, 1º) El factor familia, elemento de la invertebración y 2º) Familismo amoral,  que presentamos para explicar lo que hemos llamado “invertebración” de una Nación, continuemos con un tercero y otros más que concurren al mismo fenómeno.

3º) Influencia del Español.

En nuestro territorio, como en el resto de los países de nuestro sub-continente, los primeros extraños respecto a  población fueron los españoles. Sabemos las razones del cómo y por qué vinieron Cristóbal Colón y sus acompañantes. Sabemos, también, que a nuestra América Ibera llegó gente de la España de los tiempos de inicio de la Reconquista, la que se completó con la toma de Granada el primero de enero de 1492, el mismo año del Descubrimiento. Es de señalar que la Península Ibérica había experimentado un feudalismo muy breve y, por tanto, muy particular: apenas duró algo más de los dos siglos que transcurren entre la ocupación visigoda en el siglo VI y la conquista musulmana en el siglo XIX. Adelantemos, por cierto, que ese lapso resultó muy importante para nosotros, latinoamericanos, pues, como luego lo veremos, iba a ser factor determinante de otro elemento de nuestra invertebración como nación, o naciones, pues nuestras hermanas repúblicas padecen del mismo mal. Tal lapso corresponde al relativamente breve tiempo durante el cual la Península fue feudal. Pero esa misma brevedad determinó que los descubridores y colonizadores de esta parte de América, no fueran, tampoco, prototipos feudales como no lo fue la región Ibérica de Europa.

¿Quiénes eran, entonces, esos primeros españoles que llegaron a nuestras costas y penetraron en toda la dimensión de lo que es hoy Venezuela y la América Latina?  La mayoría entre ellos eran desarraigados de su propio mundo: aventureros, o gente que cargaba prisión por delitos, o segundones o tercerones de familia que no podían acceder a las milicias ni al clero como los primeros hijos de las familias. Pero estos descubridores, conquistadores y hombres de bajo nivel tenían algo que poseían en común aquellos españoles de entonces: Su ethos.  El ethos de la subjetividad: Imbuidos su propio descubrimiento personal y subjetivo como individuos existentes, perseguían realizar grandes hazañas y heroicidades, aunque su objetivo pragmático parezca haberse concretado en hacer fortuna. Era la tradición mítica de casi todo un pueblo, cuya versión literaria recogen dos obras capitales de la literatura española: Don Quijote de la Mancha de Cervantes y el Amadiz de Gaula de Garcí Rodríguez de Montalvo. Don Carlos Siso llamó ese fenómeno “individualismo insociable”,[1] y anotó que se acentuó más al llegar a este continente. El caso del misionero que vino fue distinto por su seguimiento a una Fe fundada en el Amor, que lo impulsaba a ocuparse del bien del Otro. Tal, quizá, el mejor aporte de la madre España, más no el único.    

El astuto indígena de nuestra tierra parece haber percibido, desde el principio, ese modo de ser de quienes le invadían, y descubrió, muy rápidamente, su ambición desenfrenada por los bienes de riqueza: oro y plata. De allí nacieron numerosos mitos y fantasías que el aborigen tejía para distraer y alejar al invasor: Los del inmenso lago de Parima; la ciudad ideal de Manoa o, el más importante y trascendente de todos El Dorado. Tales mentiras estuvieron vigentes a todo lo largo del siglo XVI y, cuando la realidad de las mentiras se hizo visible, el interés de la Corona, por esta tierra nuestra, decayó hasta el punto de olvidarnos.

Pero el ethos del español, así como su escasa propensión al trabajo que anulaban sus heroicas y míticas aspiraciones, iban a reflejarse en las posteriores generaciones que derivarían del mestizaje pues, por las venas de posteriores venezolanos correría la sangre del español en mezclas con varias otras.  La mezcla del mestizaje, en algunos aspectos muy positiva, en otros significó un fardo que fue de mucho peso para nuestro desarrollo como pueblo: 
a) Mientras el español giraba en torno a su personal ego;  b) el indígena, cuya naturaleza era débil, carecía de fuerzas y costumbres para asumir el trabajo productivo. c) ello obligó, a  encomenderos y factores del gobierno de la Provincia, a participar en la compra de esclavos traídos de África, para que sustituyeran a los nativos en las tareas de la tierra. La sangre africana iba a incorporarse para completar nuestro mestizaje. Pero éste, en tiempo relativamente breve, se manifestaría como subversión ininterrumpida cuyos aspectos trataremos algo más adelante.

4º) El desarraigo.

Los componentes fundamentales del desarraigo lo sufren los tres factores principales de nuestro mestizaje y se caracterizan por su desarraigo respecto al espacio que deben habitar:

a)    El aborigen, fue despojado de su mundo y condenado a vivir en un espacio que no le pertenecería más: Se enemistó, así, con la naturaleza que había sido su recinto y morada; odiaría el trabajo que, impuesto por la fuerza y la opresión, introduciría en lo más recóndito de su ser, la desconfianza,  la hostilidad,  el miedo y la inseguridad de quien nada tiene, y son baldones que han venido arrastrando por siglos. Era un desarraigado en su propio mundo

b)     El africano, trasladado forzosamente en abyecta esclavitud, desde su mundo natural a otro medio desconocido y radicalmente diverso del propio, sea en lo cultural o en lo geográfico, no se encontró en ese mundo nuevo ni pudo quererlo o sentirlo como cosa suya, y menos esperar en él un destino humano. Padeció un desarraigo injusto que no podía entender y contra el cual se rebeló.
c)      Y el europeo que vino a esta América  fue aventurero desarraigado de su propio mundo;  segundón, cautivo o perseguido, fue un nadie que se embarcó para una aventura más en la que no tenía nada que perder. Llegó a un medio en el que todo le resultaba extraño: espacio, vegetación, montañas y ríos. Tuvo que experimentar, improvisar, inventar.  En tal mundo, también se sintió desarraigado en su desarraigo, pero tuvo que enfrentarlo y dominar. Lo logró, en un mundo con el cual no iba a identificarse totalmente. Sus descendientes, por generaciones enteras, arrastraran un cierto dejo de nostalgia por la Europa, que expresan actitudes extranjerizantes, negadoras de lo propio, imitadoras de lo europeo primero y de lo norteamericano después, que aún manifiestan ciertos sectores de la población que autores han denominado “mentalidad colonial”.  Si no aceptaron plenamente su nuevo mundo, sus descendientes lo amarían.  Rufino Blanco Fombona lo expresó así: “Como ciertos insectos asumen el color del árbol o de la tierra donde se crían, el conquistador de América, por un mimetismo inesperado, toma carácter del medio, tan distinto del europeo, en que su acción se desenvuelve.[2]

6º) Conflictividad.

            En su libro “Los Vicios del Sistema”, escribió Juan Liscano: “La integración nacional venezolana se efectuará a sangre y, no precisamente como proyecto explícito, sino como consecuencia de las matanzas y del horror de la historia, como fruto de un exceso de males.” De tales males, lo primero en revelarse fueron las insurrecciones de esclavos negros y también de aborígenes. Las más numerosas fueron las de los primeros. De hecho, a mediados del siglo XVI comenzaron sus sublevaciones, que ocuparon un continuo temporal luego mezclado con la Guerra de Independencia. Sin embargo, si bien es cierto que la confrontación violenta y generalizada nació de la injusta jerarquía social establecida, diversos otros factores (económicos, políticos, sociales y antropológicos) actuaron como catalizadores de los conflictos. 

Las más notables, entre muchas otras, fueron en 1552 la de las Minas de Buría por Negro Miguel, quien se auto-designó Rey, Reina a su esposa y Príncipe a un hijo; en 1573, de 30 africanos que recorrieron desde Maracaibo hasta Río Hacha y hasta Coro; la de 1603, desde Margarita hasta Cumaná; en 1730 la de Andreosote (Andrés López de Rosario), quien desde Yagua (Yaracuy), se extendió hasta  Coro, Puerto Cabello, Barinas, Barquisimeto y Carora; en 1741, Juan Francisco de León, quien, desde Panaquire varías veces entró en Caracas acompañado de muchos seguidores que protestaban contra la Cía Guipuzcoana. Pero los alzamientos eran permanentes en casi todo el territorio de la Capitanía. Los fugitivos se refugiaron en lo que llamaron “Cumbes”, suerte de campamentos instalados en montañas, desde los que atacaban a los que pasaban por los caminos y haciéndoles toda suerte de delitos. En algunas Cumbes se refugiaban también aborígenes sublevados. Esta situación de verdadero terror, iba a mezclarse, después de 1812, con la conflictividad de la guerra. Al inicio, los más oprimidos, negros e indígenas, apoyaron la causa realista, pero cuando el Libertador, bajo su mano, unificó el mando de la guerra (1817) se fueron con los patriotas.

7º) Feudalismo criollo.

Sin duda, entre los errores de mayor trascendencia cometidos por Simón Bolívar está el haber repartido las tierras que eran de los blancos peninsulares a los generales victoriosos de la guerra. Desintegrado el sueño de la Gran Colombia, en 1830 comenzó nuestra 4ª República (que terminó en mayo de 1864 al declararnos Estados Unidos de Venezuela), presidida por Paéz. Eran tiempos de paz cuando la llamada Oligarquía Conservadora. Después vino la Liberal encabezada por José Tadeo Monagas, cuyas “hazañas” conocemos, y con él se instaló el poder tiránico en Venezuela, la sucesión de gobiernos, la Guerra Civil y el posterior “reinado” de Guzmán Blanco.

El país asumió características similares  --dentro de grandes diferencias--  a lo que fuera la etapa feudal europea. Los caudillos, que eran los generales victoriosos de la Independencia, se adueñaron de las porciones territoriales de sus “feudos” de dominación. El presidente era un “primo inter pares”, pues su ascenso y permanencia en el poder dependía del apoyo de los caudillos regionales.

Pero ese tipo de feudalismo fue heredado. En efecto, en Iberoamérica, España y Portugal establecieron instituciones de naturaleza feudal (de un feudalismo propio que duró muy poco en España) y generaron relaciones sociales y de producción que respondían, en su propia especificidad, a los rasgos del tipo ideal de feudalismo según Weber. Una equivocada tesis mecanicista pretendió que la difusión del capitalismo eliminaría, automáticamente, todas las formaciones económico-sociales no capitalistas y generaría las de tipo capitalista, que ya se establecían en el siglo XIX. Sin embargo, constituidas nuestras repúblicas, el sistema feudal, lejos de pasar por una rápida eliminación se transformó y logró su propia autonomía, pese a la expansión capitalista-industrial de Europa. Ello generó nuevas formas de sistemas neo-feudales, como ocurrió en el caso venezolano y otros de la sub-región.

Al no ser eliminado el modelo feudal, sino ajustado a las nuevas realidades socio-políticas y productivas mediante la asimilación de formas políticas asimétricas y asincrónicas en relación a la evolución de los países más desarrollados de Europa, el feudalismo se reforzó en la América Latina y se ajustó en vista del control social, económico y territorial de cada Nación. El Venezuela, nuestro feudalismo se expresó, socio-políticamente, en el auge del caciquismo-coronelismo-caudillismo de nuestro siglo XIX, que no representaba sino momentos de su posterior proceso evolutivo, para desaparecer bajo el gobierno de Juan Vicente Gómez que generó, en nuestro país, nuestra específica forma del Estado Moderno. Fue, entonces, el mayor desarrollo ulterior de nuestro tipo de feudalismo  --y no su liquidación por una inexistente burguesía entre nosotros, lo que determinó la aparición de nuestro Estado Moderno.

Sin embargo, y de manera muy obvia, el efecto de más de un siglo de duración de nuestra realidad de tipo feudal, el mantener relaciones comerciales externas de tipo capitalista moderno y el enriquecimiento del sector productivo exportador (primero el cacao, después el café y posteriormente el petróleo) permitieron que surgiera un mercado interno débil pero real, pero también que la conducta interna tardara en deslastrarse en lo económico y lo político, del modo feudal cuya influencia sólo comenzó a disminuir a raíz de la muerte de Gómez, con el gobierno del Gral. Eleazar López Contreras.

Con el derrocamiento, en octubre de 1945, del gobierno del Gral. Medina Angarita, pese a las innegables características democráticas que se desarrollaron en el Trienio (elección popular directa y secreta del Presidente Gallegos y Congresos Constituyente y Nacional), en lo que respecta a nuestra población se mantuvieron, modificadas pero vigentes, formas sociales atrasadas de vida y conducta,  cuya génesis se encuentra en la etapa de tipo feudal del siglo XIX y más de la mitad del siglo XX.

Continuaremos con el Nº III

[1] Siso Carlos. La Formación del Pueblo Venezolano.
[2] Rufino Blanco Fombona. “El Conquistador Español”, Ed. Edime, Madrid, 1956, pg 177.

Pedro Paúl Bello 
ppaulbello@gmail.com

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ANTONIO JOSÉ MONAGAS, ECONOMIA MORIBUNDA, PIDO LA PALABRA, VENTANA DE PAPEL

El país se sumerge en problemas de toda índole. Sobre todo, aquellos azuzados por las incompatibilidades que se incitan en una economía estructurada con incompetencia, diseñada con improvisación y conducida sin planificación.
ECONOMÍA MORIBUNDA

EL MEDICO ASESINO
La incertidumbre es una variable absolutamente autónoma. A tal extremo, que su autonomía le permite modificar escenarios ya trazados con total determinación. En el ámbito de la economía, sus efectos hacen tambalear o, peor aún, derrumbar cualquier pronóstico o realidad por acuciosa que haya sido su formulación u ocurrencia. De ahí que ante toda proyección económica, debe considerar su factible incidencia. Al menos, ese es el patrón teórico que orienta la metodología que debe seguirse en todo análisis que considere el carácter aleatorio sobre el cual se moviliza la economía de cualquier proceso que observe criterios de relativa estabilidad.

Pero esta situación se agudiza, cuando la política gubernamental pretende desconocer el impacto de la incertidumbre atreviéndose, en consecuencia, a tomar decisiones que obvian razones en la dirección de evitar complicaciones mayúsculas lo que deviene en constricciones de contundente magnitud. Y es, exactamente, lo que está a punto de irrumpir en el panorama económico venezolano de importunarse posibilidades que disfrutaría el país de aguzar la visual cuya perspectiva aprecia las potencialidades y capacidades que se tiene en cuanto a fuentes de riqueza concentradas no sólo a nivel del subsuelo. Particularmente, a instancia de las distintas organizaciones e instituciones que capitalizan la intelectualidad residente.

En virtud de lo arriba explicado, debe reconocerse la peligrosa fluctuación que caracteriza la economía venezolana toda vez que las políticas fiscal, monetaria, cambiaria y comercial además de precarias, no responden a un compromiso democrático por el cual el país debería estar apuntalando su nombre entre los primeros de la geopolítica latinoamericana. Sin embargo, las realidades económicas indican otra cosa. En concreto reflejan una confusión del manejo financiero que ha devenido en graves inconsistencias que no podría ser susceptible de una acción de contraloría.

A decir por lo que puede deducirse de la propia información que brinda el Banco Central de Venezuela, en sus breves boletines de prensa, el funcionamiento de la política económica viene torciéndose como resultado de objetivos determinados por el sectarismo que marca el régimen en su devenir perversamente ideologizado. El sesgo que recibe el hecho de considerar valores políticos como la igualdad, independencia, libertad y justicia, desfigura la posibilidad de comprender objetivos que dan lugar a unas políticas finalistas como el pleno empleo, el desarrollo económico, el equilibrio económico exterior, la estabilidad cíclica y del nivel de precios.

La ausencia de criterios que tracen el ordenamiento de la economía desde un enfoque así, conspira contra una coordinación e integración entre las diferentes políticas de tal forma que puedan alcanzarse los resultados esperados. En consecuencia, el país se sumerge en problemas de toda índole. Sobre todo, aquellos azuzados por las incompatibilidades que se incitan en una economía estructurada con incompetencia, diseñada con improvisación y conducida sin planificación. No queda de otra que reconocer que el país se encuentra supeditado a lo que pueda derivarse de una economía desfallecida, de una economía moribunda.

VENTANA DE PAPEL

NO HAY DÓLARES

Los subterfugios que utiliza el régimen para ocultar las verdaderas razones ante los obscuros manejos de las finanzas públicas, anima inmensas dudas. Dicho escamoteo de información, que además es propio de sistemas autoritarios, permite a la cúpula gubernamental administrar los recursos del Estado discrecionalmente. De esa manera, estructura un presupuesto que abiertamente beneficia a sectores subalternos mientras que, por otra parte, descalabra factores políticos que no se sometan a las altas decisiones.  Tan particular forma de administrar el erario nacional facilita operaciones fiscales que no se corresponden ni con las realidades, ni con lo que las leyes prescriben. Por ejemplo, PDVSA solía entregar  el 100% de sus recursos,  provenientes de la venta del  petróleo al Banco Central de Venezuela. 
Sin embargo, en la actualidad entrega sólo 40%, creándose así serios problemas a la economía venezolana. De hecho, no es la producción nacional la que ahora sustenta el consumo por parte de la población, sino que el comportamiento de las ventas está sostenido por la política de importaciones masivas que lleva el régimen. Esta situación deviene en un serio conflicto económico por cuanto estimula no sólo una galopante inflación. También hace que las divisas que requiere el sector productivo nacional se reduzcan sustancialmente creando un déficit que trastoca todo. Aunque el régimen pretende que esto se vea como si la economía estuviese creciendo. 
Lejos de tan absurda pretensión, la cuenta corriente o el dinero en efectivo de la nación cayó un 50%, lo que significa que no hay divisas porque el gasto se hizo mayor y las divisas no alcanzan. Por causa de las recientes elecciones, ha habido un incremento desmesurado del gasto fiscal con la finalidad de aparentar una bonanza. Pero con ello se provocó una violenta recogida de divisas con el oneroso resultado de no poder retenerlos. Esto se complica porque en el fondo de la situación, simplemente no hay dólares.

EL PAÍS DE LAS PATALETAS

La anomia está comiéndose a Venezuela. En un país con tal cantidad de leyes, resoluciones y reglamentos, amén de una Constitución de la cual se ha dicho que es una de las mejores estructuradas económica, social y políticamente, el día a día es un hervidero de protestas por cuyos efectos las realidades nacionales son caóticas. 
Por todos lados se tienen protestas. Sin embargo, a la hora de dar cuenta de quienes son los “rezongones” que demandan servicios, promesas y necesidades, la respuesta no deja de sorprender. Son quienes votaron a favor de la reelección del mismo presidente de la República. O sea, “chavistas”. Si bien esta situación resulta paradójica, tiene una explicación que de alguna forma pareciera convincente. Debajo del despelote que conduce tanta pataleta, se infiere un diseño político-social que, sin ser casual, conviene al gobierno para justificar su incompetencia ante la gerencia del país. 
No hay duda de que la gobernabilidad en los actuales momentos, no constituye un criterio según el cual la democracia podría consolidarse en virtud del juego de relaciones constructivas que estarían dándose. El actual desorden es un factor que alimenta el autoritarismo que marca el estilo de gobierno en el país y que terminará convirtiéndose en el medio funcional de articular la impudicia, la impunidad y la corrupción de lo que se han valido estos gobernantes para atrincherarse en el poder. 
El régimen acude a razones que determinan el caos. Para ello hablan de “empoderamiento” del pueblo con lo cual se hace sentir la barahúnda o terrible embrollo que ha dañado a Venezuela. Así se ven motorizados, obreros de Guayana, damnificados, quienes no tienen luz, agua, vivienda, quienes reclaman la inseguridad que se vive, quienes demandan el incumplimiento de contratos colectivos o porque las vías de comunicación ya no sirven. En fin quienes protestan perjudican los derechos de otros. Todo esto, le brinda razones al régimen para continuar desacomodando y estimulando la limosna que bien sabe repartir para convalidar su posición política en el país de las pataletas.

CANAGUA SIN LIBERTAD

TRANSMISOR DESTRUIDO
La obstinación de quienes se saben perdidos pero que siguen conspirando contra los derechos de otros si medir consecuencias, es la causa por la que en este país las libertades se vulneren con la más abierta ilegalidad. El caso que representa el hecho de haber destruido la única emisora de radio que informaba a los habitantes de los lejanos pueblos del sur del estado Mérida, es expresión de ese vandalismo amparado por un gobierno cuyos cuadros políticos que viene despedazándose por la desvergüenza que existe entre sus miembros. 
La descarada insolencia que encubre la violencia soterrada o al descubierto, protagonizada por gente del mismo partido de gobierno, llevó esta vez a dejar sin la posibilidad de informarse a quienes residen en los más apartados rincones de tan hermosa geografía andina. 
La destrucción de la emisora de radio Libertad FM, propiedad de la Arquidiócesis de Mérida, es un patético ejemplo de lo que significa atropellar derechos tan fundamentales como el de expresarse, informarse y comunicarse en función de consolidar la ciudadanía. Por culpa de bravucones, con ínfulas de dictadores, se tiene una Canagua sin Libertad.

Antonio José Monagas 
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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