"Ruth
Capriles como lo hizo Hannah Arendt (en la banalizacion del mal) , urge a la
necesidad de apelar a la consciencia humana, a la razón y al ser reflexivo "
Ruth
Capriles es unas de las intelectuales venezolanas a quien guardo mayor respeto
intelectual como estudiosa de nuestro complejo linaje cultural. Historiadora
implacable formada en la UCV, con doctorado en Ciencias Políticas;
investigadora de la UCAB y profesora de la Universidad Metropolitana de Ética y
Democracia, ha anunciado que "cuelga" su pluma (Me Despido/EL
Universal/24/07-14), por lo que dejaremos de leer por esta ventana a una de las
intelectuales más densas y brillantes
del país.
Ruth
es autora de una extensa obra histórica, costumbrista, política y psico-social,
sobre la venezolanidad y por qué somos cómo somos. Al tiempo de muy leída por
sus columnas y monografías, ha desmenuzado temas como la corrupción
administrativa, nuestras fracturas grupales y nuestros mitos, virtudes,
carencias y reflujos. Recuerdo una entrevista que le hizo EL Nacional al tiempo
del 11A-02, donde me marcó lo que ella describía como el "síndrome de la cabra que salta al
monte", que no es más que la
facilidad del venezolano de tirarse a un costado, cuando dar paso al frente
tocaba. La virtud de "la unión" es una sugerencia para nosotros no un
imperativo ético...En su reciente publicación, “El libro rojo del
resentimiento” (Debate, Caracas,2009), abre con un epígrafe de Winston
Churchill: “El socialismo es la filosofía de la ignorancia, la prédica de la
envidia, y su virtud inherente es la distribución igualitaria de la miseria.” A
partir de esta introducción, Capriles se adentra al estudio de uno de los
rasgos típicos del chavismo: EL resentimiento. Lo describe como "...el
odio o la envidia reprimidos que no tienen, no pueden tener satisfacción. Es un
ansia insaciable, una emoción continuada de larga duración, que se vuelve hacia
un objetivo difuso, cuya desgracia nunca redime, restituye o venga la
experiencia original. Por esto, cuando un resentido llega al poder su reacción
es totalitaria; nada sino la destrucción total" (p. 26/ob-cit).
Otro
rasgo del discurso chavista alerta Ruth, es "la ofensa verbal, el insulto
como trato cotidiano; el lenguaje escatológico y el regodeo en materias
fecales". Típico del resentimiento (p. 67), ligado a la inversión de
valores. "Si la pobreza, la fealdad, el crimen y la muerte son ascendidos
al rango de lo bueno, sube con ellos el lenguaje de las cloacas y del
infierno" (Loc.cit.). Patria, socialismo o muerte no es más que una oda al
rencor que se expresa con "mirada torva, gesto rencoroso, malhablado;
ignorante pero pretencioso. En fin es el altanero y pillador; el sujeto
ruidoso, demasiado ruidoso; fuertemente afectivo entre los polos del odio y el
narcisismo". En su análisis Ruth desnuda nuestra anomia a través de una
exhibición sucinta de antivalores. Tanto alerta sobre la emocionalidad que
imprime el lenguaje chavista a sus seguidores de ansias de revancha, como la
que adoptamos los opositores con igual reactividad. Advierte con lucidez
existencial que la mediocridad es la cara del resentido, por cierto, "una
mínima porción de una clase dominante sobre otra dominada, que no guarda
relación con la pobreza, la agresión o la desigualdad sino al decir de
Marañón-siquiatra español-con la calidad de la persona". Así ese discurso
explota, manipula y aprovecha sistémicamente, los peores rasgos de los
venezolanos, nuestras idiosincrasias. Es la picaresca que Axel [Capriles,
hermano de Ruth, autor de “La picardía del venezolano o el triunfo de tío
conejo” (Taurus, 2008)] nos plantea como un complejo social del facilismo.
Ruth
Capriles como lo hizo Hannah Arendt en su obra La banalización del mal, urge a
la necesidad de apelar a la consciencia humana, a la razón y al ser reflexivo. Y lo hace cabalgando
valientemente sobre lo más profundo de nuestras carencias: Nuestra futilidad e
insipidez. Lo que ella llama nuestro "tumbaíto" o esa tendencia
bastante general "a hacer las cosas con el mínimo esfuerzo de forma que la
acción parece ser representación de un sainete, nunca un drama nunca
comedia..." pero con gran alharaca y pantallearía agregaría. Todo
alimentado de un paternalismo político tradicional que se nutre de un
“maternalismo” o dependencia de una madre que siempre provee.
Este
riquísimo análisis ha sido compartido por Ruth Capriles con sus lectores por
décadas. Y ahora se nos aparta (no-se nos va), porque esta insigne venezolana,
distinguido ejemplo de nuestra huella perenne de inteligencia, talento,
preparación y decencia, se nos despide de El Universal. Respeto tu dilema Ruth,
pero la ausencia de tu voz en momentos que más
demandamos reconocernos a nosotros mismos, será insustituible. Tú has
sabido desglosar nuestras fallas y virtudes. Tu nos has ilustrado cuáles son
esas tendencias cabrías que debemos revisar; esos resentimientos y sed de
venganza que debemos desterrar y cuales las noblezas que debemos glorificar,
purgando con sentido de culpa nuestro pertinaz tumbaito. Doy por descontado que
regresarás pronto como lo hará el país, porque como dice el bolero, es sólo un
hasta luego...no una despedida.
Orlando
Viera-Blanco
vierablanco@gmail.com
@ovierablanco
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