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viernes, 15 de mayo de 2015

JOSÉ ANGEL BORREGO, ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ

Una tarde cualquiera, de un mes cualquiera y un año que no recordamos, entramos en la librería Suma de Sabana Grande para buscar algún libro del periodista, escritor, pariente y anti-franquista, Andrés Borrego.

Juan Nuño. 
El propietario de la librería, cuyo nombre no recordamos, nos entregó un grueso volumen que adquirimos (y luego nos hurtaron) pero recomendó que habláramos con un personaje silencioso que señaló y a quien reconocimos de inmediato: Juan Nuño. 
Aquél filósofo que despertaba emociones diversas, incluida el resquemor, pero en nosotros admiración absoluta. Íbamos en su dirección cuando de pronto entró Alexis Márquez Rodríguez, conocido de vista y fieles lectores suyos en El Nacional. “Dos pájaros con una sola piedra!” pensamos al acercarnos a estos sabios que difícilmente habríamos de tropezar de nuevo, al menos juntos.
Y luego ni siquiera separados porque en pocos meses murió Juan Nuño, anticipándose al lapso que debió haber merodeado en lar terreno. Muy joven. El caso es que cuando nos acercábamos al dúo escuchamos que el profesor Márquez le preguntaba a su colega (ambos eran profesores de la UCV) la razón por la cual jamás respondía a las calenturientas lectoras que en Cartas a El Nacional criticaban acremente trabajos de opinión donde Nuño abría fuego contra féminas.
Alexis Márquez Rodríguez
Éste, sin dejar de hojear un viejo libraco que parecía resultarle interesante le respondió al Dr. Márquez: “porque yo no leo cartas de quien no conozco…”. Todos, incluidos otros clientes de la librería y también el librero, hubimos de soltar una estruendosa carcajada. Y fue la mejor ocasión para que como periodistas metiches dejáramos colar alguna que otra frase que aquellos dos monstruos del periodismo, la lengua y la filosofía nos deferían al comentarlas y complementarlas.
Adiós, profesor..!
José Angel Borrego
periodistaborrego@gmail.com
@periodistaborr1

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viernes, 17 de octubre de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, EL PUEBLO Y LA DICTADURA

Quienes critican al pueblo venezolano por su presunta indiferencia ante la actual situación, y supuestamente por no hacer nada para librarnos del peor gobierno de toda la historia, parecen olvidar o desconocer la realidad de nuestro país .

¿Cuál ha sido la actitud del pueblo venezolano frente a los gobiernos que ha padecido, unos, incipientes democracias con diversos grados de eficiencia administrativa, otros, regímenes cada vez menos apegados a la verdadera democracia, hasta desembocar unos pocos en la clásica dictadura? ¿Ha combatido   el pueblo venezolano a los dictadores surgidos a lo largo de su historia, hasta derrocarlos?

Las armas del pueblo para combatir los malos gobiernos son muy limitadas. En realidad, solo cuenta con el voto y con el ímpetu insurreccional. Ambos recursos  requieren, cada uno, determinadas circunstancias. El voto solo puede ejercerse en procesos electorales. La insurrección popular requiere que haya condiciones para ello. Si no están dadas esas condiciones, será inevitable que el ímpetu insurreccional fracase, y antes que producir el derrocamiento del mal gobierno, mas bien acabe fortaleciéndolo.

Fuera de la actividad electoral y de la acción insurreccional, ambas en su momento oportuno, el pueblo no puede hacer masivamente nada para combatir al  gobierno. Este tiene todos los recursos del poder, principalmente el económico y el control de las fuerzas armadas. Entonces al pueblo solo le queda esperar y resistir,  manifestando, claro está, su inconformidad cada vez que sea posible, lo cual  siempre será más simbólico que efectivo, aunque de todos modos útil. Nada de esto significa que el pueblo esté conforme con la situación, ni siquiera que se haya acostumbrado a ella. El pueblo jamás se acostumbrará a la represión, a la pérdida de su libertad ni al hambre y la miseria. Mucho menos puede pretenderse que se haya adoptado una actitud  colaboracionista.

La lucha contra las dictaduras es necesariamente clandestina, librada por pequeños grupos organizados. La historia lo comprueba. ¿Quiénes combatieron realmente los regímenes despóticos del siglo XIX venezolano? ¿Cuáles fueron las batallas del pueblo contra la dictadura de Cipriano Castro? ¿Y las libradas contra la larga tiranía de Juan Vicente Gómez? El  movimiento antigomecista de 1928 no fue un acto de masas.

Cuando, el 1 de enero de 1958, la Fuerza Aérea se alzó contra la dictadura de Pérez Jiménez, todo el mundo lo celebró en sus casas, pero nadie salió a respaldarlos. Mas unos días después, el 21 de enero, el pueblo de Caracas se lanzó  a las calles, se declaró en insurrección y obligó a as Fuerzas Armadas a derrocar  al dictador.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com

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sábado, 27 de septiembre de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, DICTADURAS

Hay vacilación al caracterizar el actual gobierno. Unos dicen que se trata de una dictadura pura y simple. Otros que es una dictadura suigéneris, distinta de las que tradicionalmente hemos tenido. Hay así mismo los que prefieren definirlo como un gobierno despótico, con rasgos dictatoriales, pero también con ciertos elementos democráticos. Me parece que son cada vez más los que optan por calificarlo como una dictadura, aunque algo distinta de las tradicionales.

Siempre se ha dicho que en nuestro país han predominado las dictaduras. Ello es discutible. En el siglo XIX tuvimos gobiernos despóticos, con definidos rasgos dictatoriales, pero sin llegar a los extremos de las verdaderas dictaduras. El mejor ejemplo fue el despotismo ilustrado de Antonio Guzmán Blanco.

La dictadura propiamente tuvo en Venezuela su expresión en el siglo XX. Casi la mitad de este siglo lo vivimos bajo férreas dictaduras unipersonales, con absoluto dominio por los dictadores de todos los poderes, en primer término el militar, clave en el mantenimiento del régimen dictatorial, y con total irrespeto de los derechos humanos.

El siglo XX se inicia bajo la incipiente dictadura de Cipriano Castro, quien no solo fue un vesánico dictador, sino también un conspicuo exponente del militarismo y el iniciador del andinismo gubernamental. La dictadura de Castro duró algo más de ocho años (1899-1908), y fue producto de la guerra, pues es bien conocida la fulgurante campaña del caudillo desde la llamada Invasión de los Sesenta, por la frontera con Colombia, hasta la triunfal entrada en Caracas.

En un hecho poco frecuente en la historia la dictadura de Castro fue derrocada  y seguida por otra dictadura, la de su compadre Juan  Vicente Gómez, la más larga de nuestra historia, pues se prolongó por veintisiete años (1908-1935), y ha podido durar más, si la muerte de Gómez no le hubiese puesto fin.

La dictadura de Marcos Pérez Jménez fue desembozada y directa entre 1952 y su derrocamiento, en enero de 1958. Pero antes, desde 1945, Pérez Jiménez  ejerció de manera subrepticia el poder como jefe indiscutible de una logia militar, que comenzó a manifestarse desde el derrocamiento del presidente Isaías Medina  Angarita.

Estas tres son, en realidad, las que pueden calificarse de dictaduras tradicionales en la historia venezolana. Sus rasgos comunes fueron  la concentración  despótica en el dictador de todos los poderes, en primer lugar el militar; la  corrupción  administrativa que permitió enriquecerse a unos pocos; una brutal política represiva  plena de presos, exiliados y perseguidos, y el total desconocimiento de los derechos humanos.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com

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domingo, 14 de septiembre de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, CÓMO Y CUÁNDO

Es natural que mucha gente se sienta desconcertada, sorprendida e indignada con lo que está ocurriendo en el país. No entienden por qué tanta  gente apoya al peor gobierno que hemos tenido a lo largo de la historia.

Es inexplicable que toda esa gente no vea lo que ven los demás, la desastrosa conducción política de los últimos dieciséis años. Una gestión gubernamental que, de manera visible e imposible de ocultar, ha llevado el país a la ruina, o muy cerca de ella, de suerte que todos los graves males de la llamada cuarta república no solo se han mantenido, sino que se han agravado considerablemente.

Esto es en particular notorio en algunos aspectos,  como la corrupción, que hoy ha alcanzado unos niveles inauditos. Y es solo un ejemplo, mas no es el único flagelo de la actual administración pública.

Lo que sí me parece injusto es que se pretenda echar sobre los hombros del pueblo la culpa de lo que ocurre, por “aceptar” la presencia de un gobierno de tal tipo. Hay quienes dicen que el pueblo venezolano es cobarde, inmoral, irresponsable, por haber permitido la permanencia de tal gobierno sin hacer nada por quitárselo de encima.

La historia desmiente esas apreciaciones. Quienes así opinan olvidan que el gobierno,  cualquiera que sea su signo, tiene todos los recursos para mantenerse en el poder. A partir de noviembre de 1952, cuando la dictadura pérezjimenista cometió el más grande fraude electoral que  hayamos conocido, el pueblo venezolano entró en una etapa de inmovilidad ante los desmanes de la dictadura, de modo que cualquiera podría pensar que estaba conforme con ella y la apoyaba. El 1º de enero de ese año nadie sospechaba que el gobierno estaba en  dificultades, y por eso sorprendió a todo el mundo el alzamiento de la Aviación, rápidamente frustrado. Aunque todo el pueblo lo celebró en sus casas, nadie salió a apoyar a los aviadores insurrectos. Sin embargo, veintiún días después, el 21 de enero, el pueblo de Caracas –el resto del país permaneció alerta, pero en paz– se lanzó a las calles, declaró la huelga general y obligó a los militares opuestos a Pérez Jiménez a manifestarle su repudio, ante lo cual el dictador no tuvo otra salida que huir del país.

La política tiene su dinámica propia, y en ella los hechos no ocurren cuando la gente  quiere que ocurran o cree que deben ocurrir. Pero ocurren, a su debido tiempo y dentro de sus  circunstancias. Si de algo puede estar seguro el pueblo venezolano es de que un gobierno como el actual no puede durar indefinidamente. Su caída, de una u otra manera, es inevitable. Lo impredecible es cómo y cuándo.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com


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domingo, 17 de agosto de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, SOCIALISMO Y REVOLUCIÓN

El chavismo se ha apropiado de los vocablos “socialismo” y “revolución”, para disfrazar su gobierno de algo que juzgan atractivo para el pueblo venezolano, sin ver que por lo menos la mitad de ese pueblo los rechaza, como lo prueban los resultados de las múltiples elecciones celebradas en el país, en las que los abanderados de la supuesta “revolución socialista” nunca han alcanzado una mayoría decisiva que permita hablar del apoyo del pueblo, como si el pueblo fuese solo el sector de la población que vota por ellos. 

La arrogancia con que se expresan causa risa, con un lenguaje que pareciera propio de una gran mayoría, cuando es evidente que los respalda solo una mayoría precaria, siempre en descenso, si es que no una verdadera minoría, acrecentada por medio del fraude, como tanto se ha denunciado.

Por otra parte, la manera de gobernar de estos sujetos demuestra de manera indesmentible que ninguno de ellos, ni siquiera Chávez y Maduro, ha tenido ni tiene la menor idea de qué son el “socialismo” ni la “revolución”. Su manera de realizar una “revolución” y crear de ese modo el “socialismo” no deja de causar asombro. Les basta con encaramarle a cualquier institución o dependencia, aunque sea un simple designio, el cognomento de “socialista”, para dar por hecho que están en plena construcción del “socialismo” en nuestro país, de donde aspiran a exportarlo a los demás del Continente, y aun del mundo entero. Como si el “socialismo” y la “revolución” fuesen simple cuestión de nombre y se pudiesen crear o promover por decreto.

Y no solo no saben qué son “socialismo” y “revolución”, sino que no quieren aprenderlo. Lo demuestra el fracaso de algunos teóricos que han querido enseñárselos, para ayudarlos, como es el caso del sociólogo alemán residente en México Heinz Dieterich, quien en un momento dado se convenció de que los chavistas no solo ignoran lo que es el “socialismo” y la “revolución”, sino que no están dispuestos a aprenderlo, y no tuvo  otra alternativa que abandonar su propósito.

El “socialismo” y la “revolución” de los chavistas parecen tener como meta el solo provecho personal de cada uno de ellos. De allí que su gestión de gobierno, en  cualquier sector del poder público, haya estado signada por dos vicios sumamente  notorios, elevados a la categoría de verdaderas instituciones, ambas formas características de corrupción, como nunca antes se había visto en Venezuela. Me  refiero al saqueo de los dineros públicos como fuente de enriquecimiento ilícito, y a toda clase de ventajismo, vicios contrarios al verdadero “socialismo” y a la “revolución”.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com

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viernes, 4 de julio de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LO ECHARON TODO A PERDER

En el supuesto de que la “revolución bolivariana” hubiese tenido un real propósito de construir una verdadera democracia, fundada en la justicia social, la  realidad es que tal propósito ha fracasado. En el supuesto de que Hugo Chávez, primero cuando encabezó el golpe contra el gobierno de Carlos Andrés Pérez –hecho de por sí condenable, con independencia de sus reales o supuestas intenciones–, y luego cuando optó por la vía electoral y democrática hubiese sido sincero, y hubiese estado dispuesto a cumplir sus promesas electorales de 1988, sobre todo acabar con la corrupción y garantizar el respeto a los principios básicos de la democracia, es obvio que tal supuesta intención estuvo, desde el principio, signada por el fracaso.

Lo más grave es que ese fracaso no ha sido la resultante de hechos y  condiciones que inevitablemente así lo hubiesen determinado. Nada de eso. El fracaso de Chávez, y de la sedicente “revolución bolivariana”, es el producto de la incapacidad tanto suya como de la gente que lo ha acompañado en la aventura “revolucionaria”.

Mucho se ha dicho que uno de los mayores errores de Chávez fue no  permitir la formación de una élite de líderes, que inicialmente con él, y luego de su muerte en su ausencia física, hubiesen podido llevar adelante el proyecto revolucionario. Todo parece indicar que tal actitud de Chávez no fue casual, sino un comportamiento plenamente consciente, fundado en su carácter militarista y en su vocación autoritaria. Un hecho que poco se ha destacado es cómo Chávez fue  rompiendo, o facilitando su ruptura con muchos de sus iniciales colaboradores,  algunos definitivamente alejados de su vera, otros, como Arias Cárdenas, vueltos  sumisamente a su redil.

Lo cierto es que, aparte cualesquiera otras consideraciones, el rasgo más característico de Chávez como gobernante, y de sus colaboradores, ha sido la incapacidad. Esta es de por sí fatal cuando de gobernar se trata. Pero lo es aun más si se pretende hacer una revolución, que lleve a la creación de un nuevo sistema de gobierno, de un nuevo tipo de estado que supere los vicios, defectos y limitaciones del que ha imperado hasta el presente.

La conciencia de esa incapacidad y la convicción de que en tales  circunstancias el régimen, más allá del tiempo que dure, no puede consolidarse, lleva a estos hombres y mujeres del chavismo-madurismo a la más  galopante corrupción de nuestra historia. La consigna de cada cual parece ser enriquecerse lo más rápidamente posible, antes de que esto se acabe.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
sabanaguan@yahoo.com

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domingo, 29 de junio de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA SINDÉRESIS

El comportamiento humano es objeto de estudio y de  calificaciones muy diversos. Varias son las ciencias que se  ocupan de ello, particularmente la Psicología, e incluso la Filosofía le dedica toda una rama o disciplina, como es la Ética.


Entre los conceptos que se refieren al comportamiento  humano destaca el contenido en el sustantivo “sindéresis”. El  DRAE la define como “Discreción, capacidad natural para juzgar rectamente”. El mismo DRAE registra “discreción” como “1. f. Sensatez para formar juicio y tacto para hablar u obrar. 2. f. Don de expresarse con agudeza, ingenio y oportunidad. 3. f. Reserva, prudencia, circunspección”. El concepto de “discreción”, equivalente de “sindéresis”, define y precisa mejor lo que  quiere decir esta última palabra.

Otros diccionarios son más precisos en su definición de “sindéresis”. El CLAVE, diccionario de uso del español  actual, por ejemplo, dice lo siguiente: “sindéresis. Discreción, buen  juicio o capacidad para juzgar acertadamente: La sindéresis   debe ser esencial en cualquier juez (…)”.

La “sindéresis”, pues, supone una importante virtud de la inteligencia y del entendimiento humanos, consistente en la capacidad de tomar decisiones y emitir juicios sensatos y positivos. Lo contrario, en efecto, de la  “sindéresis”  es la “insensatez”, definida esta por el DRAE como “1. f. Necedad, falta de sentido o de razón. 2. f. Dicho o hecho insensato”.

Aunque los diccionarios no lo dicen expresamente, la  “sindéresis” supone también la capacidad para emplear un lenguaje que exprese  cabalmente el sentido de los juicios y decisiones que se adopten.

Como es obvio, la “sindéresis” es virtud indispensable, no sólo  en los jueces, sino también en los políticos, gobernantes, empresarios, sacerdotes, legisladores, dirigentes de todo tipo,  y en general en todos aquellos que deban emitir juicios y  tomar decisiones de cualquier tipo.

Como concepto filosófico la “sindéresis” se define como la “Facultad o hábito del entendimiento para conocer los  primeros y más generales principios de la vida moral (…)”. (M. Seco et al: Diccionario  del español actual).

“Sindéresis” viene del griego “synteresis”, derivado de “syntereo”: “yo observo, estoy atento”.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
grealemar@cantv.net

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viernes, 20 de junio de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA PALABRA ABDICAR

Mucha gente se pregunta el sentido exacto del verbo “abdicar”, y su diferencia  con “renunciar”. También causa una natural curiosidad por qué “abdicar” se usa solo referido a los reyes y príncipes, mientras “renunciar” se emplea en todos los demás casos. ¿Por qué –me pregunta un querido amigo– el papa renuncia y el rey abdica?

Ambas palabras son de origen latino. “Abdicar” viene de “abdicare” en la lengua  de los romanos, y “renunciar” de “renunciare”. Sin embargo, en Latín “abdicar” tiene   muchos  más usos y significados que en Castellano.

Según el DRAE “abdicar” es, “Dicho de un rey o de un príncipe: Ceder su  soberanía o renunciar a ella (…)”.  A “renunciar” el DRAE lo define como “hacer dejación voluntaria, dimisión o apartamiento de algo que se tiene o se puede tener: ‘Renunciaré a mi libertad’”. Curiosamente, no se incluye aquí la “renuncia” a un cargo.

Como se ve, hay ya en estas definiciones una diferencia entre ambos verbos. La acción de “abdicar” se atribuye a los reyes o a los príncipes, mientras que la de “renunciar” se atribuye a cualquier persona. Es de advertir que de ambas palabras el DRAE registra otras acepciones, que nada tienen que ver con las mostradas en primer lugar. Aquí, por supuesto, me refiero solo a las arriba transcritas, que son las que por ahora me interesan.
   
Aunque los diccionarios no lo registran, en el caso de “abdicar” lo habitual es    que la “abdicación” se haga generalmente en favor de otra persona, casi siempre de un heredero u otro familiar muy cercano. Es decir, en su disposición de  “abdicar” el rey, si es el caso, señala quién deba sustituirlo. Según la información reciente, el  rey de España, don Juan Carlos, acaba de abdicar en favor de su hijo, el Príncipe de Asturias. En la realidad puede ocurrir que el abdicante no señale a favor de quién abdica, y entonces habría que aplicar algún otro medio legal para sustituirlo.

Estrictamente hablando no hay, desde el punto de vista del lenguaje, y probablemente también desde el punto de vista jurídico, aunque haya posibles  excepciones, motivos que impidan que un rey o un príncipe “renuncie” a su dignidad, sin emplear la palabra “abdicar”. El que se use esta en lugar de “renunciar” es una mera cuestión de uso o costumbre, que en materia de lenguaje tiene mucha importancia.

Gregorio Alexis Márquez Rodríguez.
grealemar@cantv.net

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lunes, 28 de abril de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, INEXPLICABLE

Con frecuencia mucha gente se pregunta cómo es posible que un gobierno tan  incapaz, errático y corrupto como el actual tenga el apoyo de ciertas personas,  generalmente tenidas por sensatas, lúcidas e inteligentes. Todavía hay quienes se  pertrechan en el engaño para explicárselo. 

Los inicios de Hugo Chávez  determinaron que muchas personas creyesen en él, y ante la grave crisis económica,  política y social que vivíamos en 1998, producto de los funestos errores y falacias de Acción Democrática y COPEI, creyeron ver en el joven militar –entonces tenía 44 años– el hombre mandado a ser para encabezar un proceso de rectificación que volviera al país a la normalidad de una democracia con vicios y defectos, pero democracia al fin, que además superase aquella crisis. Lo primero que resulta inexplicable es cómo mucha de esa gente cayó en la trampa y no se percataron de que, por tratarse de un militar, Chávez no era apto para el gobierno, pues la historia venezolana, y la de muchos otros países en el mundo entero, ofrecen una larga y lamentable experiencia con los gobiernos militaristas, sin que entonces hubiese un solo indicio de que Chávez fuese la excepción.

Muchos de los que al principio habían caído en la trampa se dieron cuenta  tempranamente de su error, y rectificaron. Pero otros han persistido en su actitud, y siguen dando apoyo al gobierno del desastre, sin que a estas alturas pueda seguirse  invocando el pretexto de la equivocación y del engaño. Estoy seguro de que muchas de estas personas están conscientes de lo negativo y falaz del gobierno chavista, y sin embargo siguen apoyándolo sin razón alguna que lo justifique.

En una etapa de nuestra historia en que prevalece la corrupción, no es de  extrañar que mucha de esa gente que apoya al chavismo lo haga, no por convicción  ideológica, sino por oportunismo, por intereses personales, incluso de carácter monetario. Pero sé de otros cuya conducta no es oportunista, y no están en lo que están por afán  personalista ni por recibir beneficios especiales. Son estos los casos en que  el asunto se hace más inexplicable.

No deja de ser posible también que entre estas personas que  inexplicablemente apoyan al gobierno chavista, sobre todo en su versión madurista,   lo hagan porque, aun estando conscientes del desastre que este es, se mantienen en esa posición por aquello de “no dar su brazo a torcer”, en una actitud aun más inexplicable, pues actúan en función de un insano orgullo, sin que les importe para nada la suerte del país.

Alexis Márquez Rodríguez
grealemar@cantv.net

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sábado, 15 de marzo de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, ACUSACIÓN TEMERARIA

En el lenguaje jurídico es frecuente el uso del adjetivo “temerario” para referirse  a una acción judicial que se intenta sin fundamento alguno, o contra instituciones o personas que no son responsables de lo que allí se ventila. 

El DRAE define muy bien dicho  adjetivo: “temerario, ria: Excesivamente imprudente arrostrando peligros. 2. Se dice de las acciones de quien obra de este modo. 3. Que se dice, hace o piensa sin fundamento, razón o motivo: ‘Juicio temerario’ (…)”. La tercera acepción es a la que me refiero. Un juicio es “temerario” cuando se intenta ante un tribunal contra una  persona o institución sin fundamento jurídico que lo avale, o bien cuando a quienes se les imputa un hecho delictivo no son responsables del mismo.

La acusación penal interpuesta por el teniente Diosdado Cabello contra el diario “Tal Cual” en las personas de sus directivos y del articulista Carlos Genatios, es evidentemente  temeraria, y lo es por las dos razones antes señaladas.

En primer lugar, nada tiene de delictivo atribuirle a Cabello la frase “si no les  gusta la inseguridad que se vayan”. No se ve por ninguna parte el carácter  difamatorio o injurioso de dicha atribución de una frase que lo que sí es, eso sí, es inocua e insulsa. Frase que, por lo demás, su presunto autor reconoce que en su momento se le atribuyó, aunque posteriormente él mismo lo desmintiera, sin que tampoco pueda calificarse como delito que Genatios no hubiese visto el desmentido, por lo cual cumplió con su deber de excusarse, con lo que el asunto  debió terminar.

Pero es aun más temerario pretender extender la infundada acusación al  director de “Tal Cual”, Teodoro Petkof, y a quienes con él figuran como directivos de  la empresa responsable de ese diario. Es viejo y universal el criterio de que los directivos de un  periódico no son imputables por lo que en sus páginas aparezca con una firma responsable. Es lógico que sea así, pues para tener tal responsabilidad tendrían que saber de antemano que lo allí escrito constituye un delito, lo cual carece de sentido en tanto que choca con la libre opinión del directivo, válida aun en el caso de que  posteriormente un juez calificase de delito lo que se diga en el texto firmado por su autor.

Lo más grave es que haya jueces que admitan semejantes acusaciones,  siendo evidente su inadmisibilidad. En estos casos es comprensible la ignorancia del acusador, pero es alarmante que un juez acepte lo que sabe muy bien, o debe saberlo, que en un juicio es una temeridad.

Alexis Márquez Rodríguez
sabanaguan@yahoo.com

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jueves, 6 de febrero de 2014

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA AGRESIVIDAD DEL PRESIDENTE

A veces –casi nunca– no se entiende la supuesta campaña contra la violencia anunciada por Maduro y gente de su gobierno. Hacen tediosos discursos, dicen muchas cosas, presuntamente realizan determinadas actividades en favor de la paz y la convivencia, y paralelamente hablan un lenguaje notoriamente  violento.
El hampa sigue desatada. Los venezolanos de todas las clases sociales, de todos los oficios, de todas las tendencias religiosas o políticas viven aterrados, sin atreverse a salir de sus casas a ciertas  horas, por temor a ser asaltados y a perder la vida. Y aun en las mismas casas nadie puede sentirse seguro, porque no es raro que haya gente asaltada y asesinada en sus propios hogares.
Lugares tradicionalmente respetados por el hampa, como las escuelas y las iglesias, ahora son atacados sin distinción, y la gente asaltada y asesinada en su interior. En las universidades ya no es solo en los pasillos y zonas libres que profesores, estudiantes, empleados y obreros son víctimas del hampa, pues en las  mismas aulas es ya frecuente que los maleantes cometan sus fechorías. Y en los templos no solo las personas son víctimas de asaltos y agresiones, sino los propios  objetos del culto suelen ser robados y maltratados.
El hampa no tiene límites, y por más campañas que real o supuestamente  se hayan realizado contra los más diversos delitos, la inseguridad ha crecido y sigue creciendo con asombrosa rapidez.
Ante tan tremenda realidad el gobierno no hace nada, y se refugia en   necedades como achacar la violencia a las telenovelas, que al parecer más que de recreación sirven de ejemplo de malos  comportamientos.
Lo más grave es que, mientras el presidente y demás funcionarios anuncian una  fementida campaña contra la violencia, el señor Maduro se dirige cada rato a la nación con un lenguaje por sobre todo violento. Parece no haber modo de que este señor entienda que ese lenguaje escatológico y pendenciero es impropio de un jefe  de estado y de gobierno.
¿Cómo hacerle entender a Maduro que el lenguaje agresivo le está vedado al  presidente de la República?. Ni siquiera para defenderse de los ataques que inevitablemente reciba, justificadamente o no, el presidente puede utilizar ese lenguaje. Es más, el presidente no tiene que defenderse de los ataques de sus enemigos naturales. Para eso están los ministros y demás funcionarios, y sobre todo los dirigentes y voceros del o los partidos que lo apoyan. Ese lenguaje violento del presidente hace más daño que la supuesta violencia de las telenovelas.
Alexis Márquez Rodríguez
grealemar@cantv.net

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domingo, 10 de noviembre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LENGUAJE Y ESTILO

Últimamente se ha hablado mucho sobre el lenguaje, en especial el del ámbito político. Se ha destacado que Chávez impuso un lenguaje procaz, violento y cuartelario. Un lenguaje que los chavistas se apresuraron a copiar, como una manera de identificarse con el caudillo. Y muerto este, Maduro y sus adláteres han continuado imitándolo, pero haciéndolo más patente y acreciéndolo en su agresividad.


Mucho de lo que se dice sobre el lenguaje de Chávez y los chavistas es cierto. Sin duda que se ha venido imponiendo un lenguaje chavista, caracterizado, entre otras cosas, por los errores gramaticales derivados de la ignorancia, y por por la procacidad, lo escatológico y la profusión del insulto como expresión cotidiana, rasgos que en boca de un alto funcionario, como el presidente de la República, adquieren mayor relevancia y, por supuesto, mayor gravedad.
Sin embargo, se ha exagerado un poco, cayendo mucha gente, quizás sin darse cuenta, en una especie de nominalismo, traducido en darle al lenguaje más importancia de la que en realidad tiene, que, desde luego, es mucha. 
Hay una tendencia a mostrar lo inapropiado y execrable del lenguaje presidencial como el más grave síntoma de un mal gobierno, y hasta se ha llegado a afirmar que quien no conoce su idioma, y por ello lo emplea mal, no está capacitado para gobernar. Algo de esto es cierto. Pero no es la ignorancia del idioma lo que descalifica para las  altas funciones de gobierno, sino que tal ignorancia no va sola, que es parte, sin duda la más notoria, de una ignorancia general, de una incultura que, ciertamente,  entorpece el desempeño de un cargo como la presidencia y algunos otros.
No es, pues, el lenguaje el principal problema que el actual gobierno plantea.  Ese lenguaje es, en realidad, parte, entre muchas otras, de algo más general, que es el estilo, definido este como “Modo, manera, forma de comportamiento (…)” (DRAE). Cómo habla el presidente, cómo se expresa cotidianamente, es parte, ciertamente,   del “modo, manera, forma”, es decir, del estilo de gobernar. El “comportamiento” es lo esencial, lo que define al gobernante, y ese “comportamiento” se manifiesta de muchas maneras.  El lenguaje es solo una de ellas.
El lenguaje es, en este aspecto, un síntoma. En él se expresa el sentido que para el gobernante tiene la majestad del poder. Si un presidente, como es el caso evidente de Maduro, y como lo fue el de Chávez, no tiene la más elemental noción de  eso que se llama la majestad del poder, su comportamiento será execrable, indigno,  abominable, y su lenguaje lo pondrá en evidencia.
Alexis Márquez Rodríguez
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jueves, 31 de octubre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, EL PRÓXIMO GOBIERNO

Aunque pueda parecer una falacia, lo más preocupante de la situación actual de  nuestro país no es la inseguridad, ni la inflación galopante, ni la deficiencia  eléctrica y de los demás servicios, ni la crisis misma de gobernabilidad que se asoma por todos lados. Lo que más debe mover a preocupación es lo que se expresa en una  pregunta que a veces alguien nos hace: “¿Cuánto tiempo cree usted que se necesitará, después de salir de este gobierno, para recuperar la normalidad y para  que el país vuelva a ser por lo menos como fue en los cuarenta años de la mal llamada “4ª república”, con sus muchos vicios y defectos, pero también con sus  numerosas realizaciones positivas?”.


La respuesta no es fácil, pero es indudable que se requerirán varias  generaciones. La tremenda responsabilidad y la gigantesca tarea del próximo  gobierno abruman de solo pensarlo. Porque habrá un próximo gobierno, no se sabe cuándo ni por qué vía, independientemente de que el señor Maduro considere que  el solo hecho de decirlo es subversivo, y prueba de que quien lo dice es un conspirador. Y ese próximo gobierno tendrá que iniciar ese largo proceso de recuperación, tarea nada fácil ni sencilla.


Porque no hay duda de que lo que el próximo gobierno heredará del actual es   una verdadera catástrofe, que muchos sectores de la población –y no únicamente los chavistas, por cierto– tratarán no solo de mantener, sino incluso de incrementar.


Basta citar un caso cualquiera, al azar, para comprender lo inmenso y grave de  esa futura situación. Digamos lo que hoy ocurre con los motorizados. Sabemos que  no todos ellos son delincuentes, pero de que estos abundan no puede haber duda. Y se trata, además, de un problema nada reciente, pues existía ya mucho antes de  la llegada del actual gobierno, pero este ha permitido –algunos dicen que  intencionalmente– que en este caso se haya llegado a una situación inaudita, de tal  magnitud y naturaleza que el gobierno, en todas sus instancias, no está en  capacidad de controlar. Es notorio el pavor que la policía misma siente ante esa terrible mafia que son hoy los motorizados.


Y así como ocurre con los motorizados, erigidos en un tremendo problema  social, hay muchos otros casos, de situaciones catastróficas que el próximo gobierno  heredará del actual. Y lo peor es que ese próximo gobierno en muchos casos tendrá  que adoptar medidas drásticas, con todos los riegos que eso significa, ante un pueblo  mal acostumbrado a numerosas prácticas negativas, incluso algunas de carácter  delictivo.


 Alexis Márquez Rodríguez 

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miércoles, 23 de octubre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA PALABRA DESCUBRIMIENTO

La palabra “descubrimiento” con frecuencia es vilipendiada. Desde que a alguien se le ocurrió llamar “descubrimiento” al acto de Colón en 1492, al pisar por  primera vez suelo de lo que hoy es América, se alzaron voces para rechazar tal  denominación, y muchos, aunque no todos, incluso la dieron por condenar acerbamente ese acto. 
El principal argumento para rechazar el verbo “descubrir” fue y sigue siendo el de que no hubo tal “descubrimiento” porque para ese entonces nosotros ya existíamos. Argumento falso, porque confunde “descubrir” con “crear” o “inventar”. Cuando se “descubre” algo es porque ya existe, pero se le desconoce. Cuando decimos que Colón “descubrió” América no queremos decir que la “creó” o la “inventó”, puesto que, ciertamente, el territorio y los pobladores de este lado del Atlántico ya existían, pero ni Colón ni los europeos en general lo sabían. 
Lo que “descubrió” Colón en 1492 fue precisamente la existencia de esas tierras y esa gente, para ellos desconocidas. Pero fue, sin duda, un “descubrimiento”. Es obvio que no se puede “descubrir” lo inexistente.
Tampoco es válida la afirmación de que para 1492 ya existíamos. Existían los  aborígenes, desconocidos entonces por Colón y los europeos, y es eso, precisamente, lo que “descubren”. Pero nosotros, lo que hoy somos, no somos esos aborígenes, sino el producto de un mestizaje al que ellos dan un aporte fundamental de sangre y culturas, junto con los europeos y los africanos.
Sin desconocer ni dejar de condenar lo negativo que tuvieron el descubrimiento y la conquista de América por los europeos, debemos admitir que el mestizaje, nuestro mestizaje, es uno de los grandes aportes a la Historia Universal de la obra iniciada por  Colón en 1492, sin desconocer, repito, ni dejar de condenarlo, lo que de negativo hubo también en ello.
Volviendo al sustantivo “descubrimiento”, el significado que se le da cuando se  dice el “descubrimiento de América” se ajusta muy bien, no solo a la verdad  histórica, sino también al valor semántico que se le atribuye. Se trata, desde luego, de  un significado metafórico, pero aplicado con mucha exactitud. El DRAE define “descubrimiento” de diversas maneras, entre ellas la de “Hallazgo, encuentro,  manifestación de lo que estaba oculto o secreto o era desconocido”. ¿Por qué las dudas?
Alexis Márquez Rodríguez

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domingo, 13 de octubre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, LA MAJESTAD DEL PODER.

Es general la convicción de que el actual es un gobierno de mentirosos, de gente que, además de mentir a cada rato y de hecho en todo, usan a discreción el eufemismo con el deliberado propósito de esconder la realidad, y de presentar las cosas como si estuviesen de lo mejor. 

No es una conjetura, sino que las mentiras oficiales son casi siempre de tal magnitud, que es indudable que han sido emitidas a conciencia. Lo dicho vale tanto para el gobierno de Maduro, como para el de su antecesor y padre putativo Hugo Chávez, mi paisano de Sabaneta, que de todo hay en la viña del Señor.

Pero, además de redomados embusteros, la mayoría, casi todos estos funcionarios gubernamentales, de mayor o menor jerarquía y en todas las dependencias del poder público, muestran a cada rato la más supina ignorancia de nuestro idioma. Abundan las frases mal construidas, con total violencia de la sintaxis; se emplean palabras con absoluta tergiversación de su significado; no se percibe su mala ortografía porque, como la mayoría son ágrafos, jamás escriben aunque sea una línea. Ni siquiera los discursos de Chávez en la Asamblea General de la ONU fueron escritos, y él se sentía el mago de la improvisación. Ahora Maduro sigue también en esto sus pasos, y la improvisación se presta de maravilla para el disparate.

Dicen que la verdadera causa de que Maduro no fuese a las Naciones Unidas no es la que él torpemente ha alegado, sino que gente de su entorno, civiles y militares, de los poquísimos que por ahí quedan con ciertas luces, conscientes de su ignorancia le exigieron que no fuese, para no tener la vergüenza de oír sus burradas frente al concierto de las naciones.

Pero el lenguaje de Maduro no solo da risa por lo persistentemente disparatado, consecuencia de su ignorancia del idioma. Hay también en él, como la había en Chávez y la hay en casi todos, si no en todos, sus inmediatos colaboradores, ignorancia de lo que se conoce como la "majestad del poder", eso que el DRAE define como "Grandeza, superioridad y autoridad sobre otros". Ignoran estos señores que, cuando ejercen ciertos cargos las personas deben adoptar una conducta cónsona con tal posición. Y esa conducta incluye, y hasta podría decirse que empieza por el lenguaje.

Cuando el presidente de la República emplea los términos más soeces para insultar a sus oponentes, puede que no esté usando mal el lenguaje desde el punto de vista gramatical, pero está pateando eso que se llama "majestad del poder", en tal caso de la presidencia.

grealemar@cantv.net

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martes, 8 de octubre de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, EL LENGUAJE DE NICOLAS ME DA RISA, ENTREVISTA, DANIEL FERMIN,

|ENTREVISTA ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, MIEMBRO DE LA ACADEMIA VENEZOLANA DE LA LENGUA

"El lenguaje de Nicolás Maduro da risa"

"El Gobierno usa los eufemismos como una manera de tapar la realidad, de mostrarla distinta" "Los términos genéricos están para ahorrar tiempo. Eso del ministro y la ministra es una estupidez"


Alexis Márquez Rodríguez (Sabaneta, 1931) ha dedicado gran parte de su vida a la enseñanza del buen uso del lenguaje. El otrora director de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Central de Venezuela lamenta hoy el maltrato que sufre el idioma en cada alocución gubernamental. Atrás quedaron los oradores políticos que utilizaban un discurso propio del siglo XIX. El miembro de la Academia Venezolana de la Lengua asegura que el Presidente Nicolás Maduro es la figura más representativa de esa ignorancia que existe en el habla del país.


-Maduro le propuso a la Real Academia Española, medio en broma, medio en serio, la aceptación de la palabra "millonas", porque era bonita. ¿Desde el Gobierno mismo también se maltrata el lenguaje?

-La principal fuente de disparate en lenguaje en Venezuela es el presidente Maduro. Y, en general, todo el Gobierno. El lenguaje que emplea el señor Maduro es motivo de risa y de burlas en todas partes. Son disparates que tienen su fuente en la ignorancia del lenguaje. No conocer el idioma trae como consecuencia su mal empleo. Pero hay otra fuente, que es el uso de expresiones que no tienen ningún sentido en el contexto. Eso de que el Presidente, en una reunión oficial con un conjunto de diplomáticos, diga que ellos van a ser recibidos cariñosamente es un absurdo. Es una palabra que no tiene cabida en el lenguaje diplomático. La impresión que tengo es que ni Chávez ni Maduro tenían o tienen noción de la dignidad del cargo que representan. El Presidente de la República no puede hacer ciertas cosas mientras esté en el mando. Eso mismo pasa con el lenguaje. Tiene que corresponder a lo que se llama la cortesía diplomática. Maduro emplea el lenguaje que le da la gana sin ningún sentido.

-Hay otro tema: el uso del género. ¿La necesidad de darle visibilidad a la mujer no transgrede ciertas normas gramaticales? ¿El Estado aboga por la inclusión en detrimento del idioma?

-Ese es otro disparate que ha sido criticado en el mundo, que ha tenido condenatorias precisas de la Real Academia misma. En el idioma castellano existen los llamados términos genéricos que son las palabras que se pueden usar para los dos sexos. Hay genéricos masculinos y femeninos. Por ejemplo: la gente es femenino y significa hombres y mujeres. Y así muchos. Los genéricos están para ahorrar tiempo y lenguaje. Esos términos son desconocidos por el Gobierno actual de Venezuela, que ha puesto de moda la duplicación de las palabras. El diputado y la diputada, el ministro y la ministra. Eso es una estupidez y una necedad. Quiero que lo escribas así. En el caso de Maduro hay cierto prurito de aparecer como respaldando a la mujer, pero es más ignorancia de la lengua.

-Algunos dirán que no es deterioro ni maltrato sino adaptación a los nuevos tiempos. ¿No es una actitud muy clásica rechazar también ciertos neologismos?

-Yo no lo creo tanto así. Lo decisivo es la ignorancia. El mal empleo de los géneros.

-Nicolás Maduro anunció la reestructuración de su gabinete de Gobierno: ahora todo es más militar. ¿Eso influye en el habla del venezolano? ¿Cómo nos afecta la militarización del lenguaje?

-La política y la militarización influye en la cultura. Y particularmente en el lenguaje. El lenguaje que impuso Chávez influye en la actitud cultural de los venezolanos. Hoy día se nota mucho el desenfado al hablar, el no cuidar la expresión, el utilizar mal ciertos términos, algunas palabras como escuálido. Ha habido un deterioro del lenguaje en general producido o influido un poco por ese lenguaje oficial.

-Francisco Javier Pérez, director de la Academia Venezolana de la Lengua, dijo que hoy no existen oradores en la vida pública. ¿El venezolano no tiene ejemplos para seguir entre las personalidades políticas?

-No es que no existen. Lo que pasa es que la oratoria política hoy es diferente a la de antes. Esto ocurre con cierta periodicidad. Yo recuerdo que cuando triunfó la revolución cubana se puso de moda la oratoria de Fidel Castro, que se mantuvo durante mucho tiempo. Aquí en Venezuela hubo una época en la que los grandes oradores aplicaban un discurso lleno de expresiones sonantes. Hoy día hay oradores de otro tipo, más parlamentarios, más de conferencias que otra cosa.

-El uso de eufemismos impuestos desde el Gobierno también es una constante: no hay presos sino privados de libertad; no hay negros sino afrodescendientes, no hay devaluación sino aumento de la tasa de cambio. ¿El fenómeno no atenta contra el uso apropiado del idioma?

-El problema es que las cosas van cambiando. Esa tendencia no es de este Gobierno. El eufemismo es tradicional. Lo que sí es que el chavismo ha desarrollado esa capacidad de cambiar el nombre de las cosas. En el caso del Gobierno hay una tendencia a usar los eufemismos como una manera de tapar la realidad, de mostrarla distinta a lo que en verdad es.

-Hay ciertos medios que apoyan el uso que le dan los representantes del Gobierno al lenguaje. ¿La prensa también es responsable del deterioro del idioma?

-Los medios no son responsables. Los medios reflejan la realidad circundante. Los periódicos emplean términos que se oyen en boca de diputados. Los medios no inventan, simplemente reflejan la realidad. Desde luego que hay un aporte. El periodista de gran calidad tiende a innovar en el lenguaje dentro de ciertos límites, pero generalmente se emplea la imitación del lenguaje circundante, que está en la sociedad. Hay una tendencia a echarle la culpa a los medios, pero en realidad no es así. Cuando la realidad cambie, cambiará el lenguaje de los medios.

-Pero cada vez hay más medios que apuestan por lo popular. ¿Reproducción del habla cotidiana o, al contrario, otra forma de maltrato?

-Hay periódicos que tienden mucho a eso intencionalmente. Tú ves titulares gramaticalmente disparatados porque de esa forma habla el pueblo. Hay una tendencia a comunicarse con el pueblo, y para hacerlo hay que utilizar un lenguaje que permita entenderlo, pero muchas veces no llega a la imitación del lenguaje popular. 

-La televisión también influye mucho en eso.

-Sí, claro. El periodismo televisivo es una fuente.

-Y la no periodística. Ahí está el Miss Venezuela, que viene pronto. ¿Esos errores que suelen cometer las misses también es un reflejo de lo que pasa afuera? 

-Ya eso se trata de ignorancia, de la formación de las muchachas que van a los concursos. Ha tratado de corregirse, se contratan profesores, pero muchas veces las mujeres que van a esos certámenes no tienen una formación intelectual. 

-¿Y que le queda por hacer al ciudadano común frente a ese léxico que contraviene las reglas o normas del correcto uso del castellano?

-No puede hacer nada el ciudadano común porque el problema es general. El castellano que se habla en Venezuela es deficiente, pero no tanto. Lo que ocurre es que la escuela no cumple bien su función educativa en materia de lenguaje. Enseñarle gramática a los niños es un error. La gramática es una ciencia muy compleja para la mente de un niño (...) La enseñanza debe ser práctica. Los programas oficiales están plagados de gramaticalismos.


sabanaguan@yahoo.com
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domingo, 18 de agosto de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, EL BRAVO PUEBLO

 Muchas personas insisten en calificar al pueblo venezolano de cobarde, indolente, achantado e inepto porque ha sido incapaz de quitarse de encima el gobierno que nos desmanda desde hace quince años. Muchos, incluso, no disimulan la actitud de desprecio con que ven y juzgan al pueblo. Como si ellos mismos no fueran parte de ese pueblo.

Otra modalidad negativa es la de quienes no censuran al pueblo, en abstracto, sino a la oposición y denigran de la MUD o de Capriles, para concluir, explícita o implícitamente, pregonando la abstención. Esta posición viene a ser claramente equivocada, aunque los que la sustentan no se den cuenta, o no se atrevan a decirlo.

Resulta inexplicable que, a la vista del desbarajuste a que hemos llegado en todos los órdenes de la vida, los responsables de semejante situación sigan teniendo un respaldo que en cada proceso electoral se pone de manifiesto, con  por lo menos la mitad de los votos a su favor, aunque es notorio que tal respaldo ha ido disminuyendo continuadamente.

Es razonable que no se entienda por qué ocurre así. Al principio era válido el expediente del engaño. Se creía en quienes pregonaban una revolución, con expresa mención de la lucha contra la corrupción y demás factores que habían hecho fracasar a la democracia imperfecta, pero democracia al fin, de la mal llamada cuarta república. Pero ahora, cuando es evidente que todos esos males no solo no han desaparecido, sino que se han agravado al grado de lo escandaloso, aquel inicial engaño se convierte en complicidad.

Hay mucho de injusto en condenar al pueblo venezolano, sobre todo cuando se hace sin aportar nada a lo que deba y pueda hacerse para librarnos del actual desgobierno, que está acabando con el país. Algo parecido ocurrió después del fraude electoral de 1952, que terminó de consolidar la dictadura perezjimenista. Derrotado, el pueblo entró en una fase de achantamiento, aun cuando en la clandestinidad AD y el PCV mantenían una muy difícil lucha contra la dictadura, con el débil apoyo de COPEI y URD desde su precaria legalidad. Ni siquiera el 1 de enero de 1958, cuando se alzó la Aviación, el pueblo salió a la calle, aunque  todo el  mundo, desde sus casas, celebró el acontecimiento. Pero veinte días después, el 21 de enero, la respuesta al llamado de la Junta Patriótica a la huelga general fue  contundente y decisiva, y el 23 se produjo la caída de la dictadura.

No hay que impacientarse. Cualquier día el pueblo venezolano va a demostrar que sigue siendo el Bravo Pueblo. 

grealemar@cantv.net

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domingo, 21 de julio de 2013

ALEXIS MÁRQUEZ RODRÍGUEZ, EL CUARTEL DE LA MONTAÑA

No hay duda de que el actual gobierno, desde su fase propiamente chavista hasta la actual etapa, marcada por la indefinición, es el gobierno de la mentira, o, si se quiere, de los mentirosos. La forma como mienten sus representantes, del presidente para abajo, ministros, diputados, magistrados, altos funcionarios de todo tipo, incluso militares, no tiene precedentes en nuestro país. Sabemos que la política se basa con frecuencia en el arte de la mentira, pero la forma como actualmente ese arte se practica entre nosotros ha alcanzado grados inauditos, como nunca había ocurrido en nuestra historia.

CUARTEL DE LA MONTAÑA EN MADRID
Indigna ver con qué cinismo el presidente y sus adláteres, de todo rango y sin distinción de funciones, dicen las mentiras más descaradas, de esas que no dan pie para suponer que el que las dijo estaba mal informado. Y no solo se miente dentro del país y en asuntos de menor cuantía, sino también en el campo de las relaciones internacionales y en las más importantes materias.
Parejamente con las mentiras los personeros del gobierno inventan cosas, o las copian o imitan de otras partes. Parece que en algún momento a alguien se  le ocurrió la idea de cambiarle el nombre al Museo Militar, escenario de uno de los momentos más menguados en la vida militar de Chávez, y no hallaron nada mejor que llamarlo Cuartel de la Montaña. Porque ante la carencia de valores heroicos propios el chavismo no tiene escrúpulos en apropiarse de los ajenos. ¿Saben los chavistas qué fue el Cuartel de la Montaña? 
El Cuartel de La Montaña, en Madrid, se hizo célebre porque allí el general Joaquín Fanjul inició la sublevación contra la República, que dio inicio a la Guerra Civil española, el mismo 18 de julio de 1936, simultáneamente con el alzamiento de Francisco Franco en Marruecos. Pero el cuartel fue rápidamente recuperado por los republicanos, en la primera cruenta  batalla de la guerra, a partir de lo cual el Cuartel de la Montaña se erigió en uno de los símbolos de las fuerzas republicanas en su lucha contra las tropas falangistas.
Es probable que quien tuvo la genial idea de llamar Cuartel de la Montaña al Museo Militar haya conocido dicho nombre, sin saber de qué se trataba, al leerlo en el poema  “Un canto para Bolívar”, de Pablo Neruda. Allí, en efecto, dice el poeta: “Yo conocí a Bolívar una mañana larga, / en Madrid, en la boca del Quinto Regimiento. / Padre, le  dije, ¿eres o no eres o quién eres? / Y mirando el Cuartel de la Montaña, dijo: / ‘Despierto cada cien años cuando despierta el pueblo’”.

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