El pasado día domingo y en obvia referencia a las
elecciones primarias de la oposición, el Presidente de la República declaró que
“Ningún trance truncará la independencia”. Sus palabras evidenciaron el escaso
respeto del Jefe del Estado hacia la soberanía popular, pues me parece claro
que al hablar de “ningún trance”, es decir, ningún evento, Hugo Chávez
descartaba que la adversidad electoral que podría sobrevenirle más adelante sea
capaz de cambiar el rumbo de las cosas en Venezuela.
La declaración del Presidente puso una vez más de
manifiesto la fantasía según la cual el régimen que encabeza ha fortalecido la
independencia del país. Por el contrario, el ejercicio del poder por parte de
Hugo Chávez y sus seguidores ha significado la concreción de una triple
dependencia, que no hace sino profundizarse.
En primer término, Venezuela se ha hecho
dependiente de la Cuba castrista, que al igual que hizo en Angola, Mozambique,
Chile, Panamá, Grenada y Nicaragua, entre otras naciones, ejerce hondos y
significativos controles mediante sus aparatos de inteligencia e información en
nuestro país, tanto sobre el sector militar como civil. A través de larga
experiencia, la Cuba castrista sabe apoderarse del sistema nervioso del Estado
sobre el que cumple funciones de fuerza de ocupación, y de allí que las
Notarías, centros de comunicaciones, servicios policiales y de represión, así
como de protección a personalidades clave, terminen en manos de agentes especializados
que cumplen órdenes de la Habana.
Esta dependencia se refuerza con el permanente y
sistemático entrenamiento de venezolanos en Cuba, que luego regresan al país,
adoctrinados de marxismo y dispuestos a actuar como instrumentos de nuestra
creciente dependencia.
En segundo lugar, la disparatada y ruinosa
revolución chavista ha logrado que Venezuela dependa como nunca antes en su
historia de la renta petrolera. La destrucción del aparato productivo
industrial, de nuestra riqueza agrícola y ganadera, de la infraestructura
educativa y de transporte, así como el constante ataque a la función
empresarial y el desmantelamiento profesional de PDVSA, han llevado a Venezuela
a convertirse decisivamente en lo que Rómulo Betancourt denominaba “una
factoría petrolera”. Tal dependencia nos coloca frente a una grave
vulnerabilidad geopolítica, acerca de la cual Hugo Chávez ni parece percatarse.
Por el contrario, no pasa un solo día sin que el Jefe del Estado profiera
alguna nueva amenaza contra el sector privado, y para contribuir a nuestra
“independencia” les advierte que cerrará sus empresas ¡para importar los
productos de China! ¡Qué maravillosa “independencia” la que ha nutrido su
nefasta revolución!
Por último, el socialismo del siglo XXI, como todo
socialismo, ha acrecentado la dependencia de millones de venezolanos con
respecto a las dádivas del Estado petrolero. En lugar de promover ciudadanos
autónomos, capaces de ganarse la vida y levantar a sus familias con trabajos
productivos, la revolución multiplica exponencialmente la humillante
dependencia de los más pobres, sujetándoles al control de un gobierno que,
lejos de exaltar la dignidad de las personas, las somete a la condición de
mendicantes en búsqueda perenne de subsidios públicos.
De modo que la retórica del Jefe del Estado se
encuentra muy lejos de la verdadera realidad de una Patria que en sus manos se
ha hundido en el pantano de la división, el odio y la sumisión a un poder
extranjero, un poder que actúa con ambición depredadora en nuestra tierra. Pero
ya se vislumbra el fin de la pesadilla.
EL ENVÍO A NUESTROS CORREOS AUTORIZA PUBLICACIÓN, ACTUALIDAD, VENEZUELA, OPINIÓN, NOTICIA, REPUBLICANO LIBERAL, DEMOCRACIA, LIBERAL, LIBERALISMO, LIBERTARIO, POLÍTICA, INTERNACIONAL, ELECCIONES,UNIDAD, ALTERNATIVA DEMOCRÁTICA