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viernes, 28 de noviembre de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, ¿POR QUÉ SE APOYA AL AUTORITARISMO?

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA
La libertad asusta a quienes no pueden copar con la libre iniciativa y la espontaneidad individual, no sólo en materias privadas y espirituales sino, sobre todo, en la actividad fundamental para la existencia de cada ser: su trabajo. Es interesante dilucidar, aunque sea brevemente y a grandes saltos, por qué alguna gente cae en la tentación de apoyar al totalitarismo, obviando el esfuerzo de planificación y concertación de la sociedad democrática, y de favorecer el mando de unos pocos que se apoderan del poder económico sin  asumir la responsabilidad hacia quienes dependen de sus decisiones.

Cuando uno se pregunta sobre el significado de la libertad para quienes desean – a veces inconscientemente- ir hacia una seguridad limitada, aislada, dependiente y sumisa, estilo medieval, se puede llegar a la conclusión de que buscan alzar el vuelo entre nubarrones totalitarios. A esta gente, integrada a menudo también por supuestos intelectuales, los motiva la rendición de la libertad ante un dictador, como si encontraran atractivo en ser un pequeño diente girando en una máquina, temerosos de una libertad que les causa ansiedad y los lleva voluntariamente a ser autómatas. La libertad dentro del capitalismo, así como también la revolución cibernética en la que se les dificulta montarse, pareciera dejarlos tan sólo con la emoción de la energía física, apartando el cerebro y las reacciones nerviosas, como ajenos a las grandes iniciativas y al incremento de la producción material que se generan en las democracias; y entonces se escudan con la imposición autócrata.

     En estos tiempos no hay duda de que la ansiedad y los deseos de estos personajes es ser autómatas, o “escapar de la libertad”, como lo afirmó Eric Fromm (fuente clave de lo aquí planteado). En el empeño totalitario, estas tristes figuras pasan por encima del hecho de que la libertad es inherente a la naturaleza humana, aunque pueda ser corrompida y suprimida, porque vuelve a reinstalarse una y otra vez. Desconocen la importancia de la consciencia individual y la realidad social, las cuales han crecido, ya que las capacidades intelectuales del hombre se han incrementado mucho más que el desarrollo de sus emociones.

     Estos figurones, con su corazón instalado en la Edad de Piedra, están ciegos al cerebro del siglo 21, a la madurez independiente, racional, objetiva. Necesitan mitos, ídolos, pasión destructiva, odio, envidia, venganza, adoración del poder, dinero, una jungla de superstición e idolatría, sin vergüenza, con sumisión.

    Penetración y razón pueden hacer la diferencia entre vida y muerte. Se requiere expansión e interpretación de carácter más amplio, multidireccional; reconquistar libertades políticas, económicas y espirituales, en contra de quienes construyen una muralla de privilegios. Las luchas contra la opresión no pueden parcializarse con los enemigos de la libertad que crean nuevos privilegios. Libertad no es anhelo de sumisión o lujuria por el poder, no es una carga de la cual huimos, no es una amenaza, no es un cráter hirviendo, no es un individuo enfermo aplicando fenómenos de irracionalidad en la vida social.

     Hoy vemos un exceso de idolatría –en figuras públicas y otros escasos que por medio de la profesionalización de la burla y la desfachatez aspiran serlo- ocupando puestos de fama mohosa, inseguras ante otros y ellos mismos, silenciando dudas tiritescamente, intentando elevar su individualidad de limitaciones e inestabilidad hacia la indestructibilidad que les da ser miembros del exclusivo “dream team” de adoradores que se esfuerzan por apartar la libertad. Se sienten –aunque descoloridamente avasallados ante su ídolo incuestionable- hombres del Renacimiento. Pero en el Renacimiento fue cuando comenzó la individualidad moderna, el desarrollo del capitalismo comercial e industrial, la base social formada por filósofos y artistas, y la columna vertebral de las clases medias.

     Nada que ver con las dudas irracionales de quienes se han dedicado a cultivar la ansiedad y el odio, de quienes aíslan su valor individual transformándose en instrumentos débiles y subyugados de alguna “fuerza” o “poder” irracional, indiferentes a que las dudas racionales se resuelven con respuestas racionales de libertad positiva, mientras que las dudas irracionales no avanzan sino a una libertad negativa. Es así que aparece la sumisión a un líder que asume “certidumbre”. La duda misma no desaparecerá mientras no se supere el aislamiento y no se superen significativamente las necesidades humanas. Este amor por la autoridad genera el odio típico del autoritarismo, como “principio” básico que se inclina hacia la desigualdad, donde tal dios debe tener poder irrestricto sobre los hombres, con su entrega y humillación, proyectando hostilidad y envidia.

     El enorme progreso que el capitalismo ha significado para el desarrollo humano y de la sociedad moderna no puede fundamentarse en un irracionalismo romántico que –en vez de por el bien del progreso- se ensaña en la destrucción de los logros más importantes del hombre en la historia moderna. Hablamos del capitalismo con justicia y amor, donde la acumulación no es para obtener y gastar en lujos, sino para reinvertir como nuevo capital de trabajo, en un círculo que amplía la función económica; porque así como el odio es un apasionado deseo de destrucción, el amor es una apasionada afirmación de un “objeto”. No es un “afecto” sino una búsqueda activa y de relación interior que apunta hacia la felicidad, el crecimiento y la libertad de su objeto. El amor exclusivo es una contradicción en sí mismo.

     La persona egoísta está siempre ansiosamente preocupada consigo misma, nunca está satisfecha, está siempre inquieta, siempre alentada por el temor de no obtener suficiente, de perder algo, de ser privada de algo. Está llena de una quemante envidia de cualquiera que pudiese tener más. Si observamos bien, especialmente en su dinámica inconsciente, este tipo de persona no gusta mucho de sí misma, de hecho tiene un gran disgusto hacia sí; de ahí la ansiedad, la similitud con el narciso que se admira a sí mismo, la devoción codiciosa hacia lo que no es propio y el disfraz subjetivo para la función de objetivo social del hombre en sociedad. Es un publicista que no apela a la razón sino a la emoción hipnótica, presto para impresionar con todo tipo de medios, repitiendo la misma formula incansablemente, por influencia de la imagen autoritaria, con métodos emocionalmente irracionales, incrementando su pequeñez y su carencia de poder, incrementando el sentimiento de insignificancia del votante (aunque lo hacen aparecer importante), con lemas y énfasis que entumecen sus capacidades críticas.

     Entonces, estos “líderes subcapacitados” -en vez de acentuar la libertad positiva en amor y trabajo, con genuina emoción, sensualidad, talento e intelecto, sin renunciar a independencia e integridad- promueven la renuncia a la libertad, remendando su yo con el mundo, desuniendo, prolongando la imposibilidad, llevándolo todo a la libertad negativa, destructiva, neurótica, autómata. Al dejar su independencia, se fusionan con alguien o algo fuera de ellos para poder adquirir la fuerza de la cual carecen, substituyendo lo que han perdido, buscando la sumisión que los domine masoquista y sádicamente, absorbiendo perversamente sentimientos de inferioridad e insignificancia, con tendencia a devaluarse ellos mismos, haciéndose débiles e incapaces de dominar las cosas.

     Pero el “poder” puede ser dominación o potencia, y son mutuamente excluyentes. La impotencia, en todas sus esferas, resulta en una lucha sádica por dominar; y un individuo potente es capaz de basarse en la libertad y la integridad, sin necesidad de dominar y sin lujuria por el poder. El poder, en el sentido de dominar, es una perversión de la potencia, al igual que el sadismo sexual es una perversión del amor sexual.

     En el autoritarismo existen dos sexos: los poderosos y los que no tienen poder. Los adoradores dan su amor, admiración y disponibilidad para la sumisión excitados automáticamente por el poder; y se excitan más cuando y cuanto más desvalidos estén quienes no tienen poder; y también aman las condiciones que limitan la libertad humana, así como ser sometidos al destino. El coraje del autoritarismo es el coraje para sufrir lo que el destino o su “líder” les haya destinado; sufrir sin quejarse es una muy alta “virtud”; no es el coraje de tratar de acabar con el sufrimiento, o disminuirlo; no es cambiar el destino sino someterse a él; es creer en la autoridad fuerte, y su creencia está en las dudas y en intentar compensarlas. Pero no tiene fe, ninguna confianza segura en lo que exista como potencialidad; son relativistas y nihilistas, desesperados extremistas.

     En la filosofía autoritaria el concepto de igualdad no existe, ya que está fuera del alcance de su experiencia emocional. Para el autoritario hay gente con o sin poder, superiores o inferiores, razón por la cual experimenta dominio o sumisión, nunca solidaridad; las diferencias son para él sólo signos de superioridad o inferioridad, luchas sadomasoquistas. Pero hay otra dependencia: la de las personas cuya vida entera se relaciona a algún poder fuera de ellos mismos.

    Las personas que esperan protección de “él”, que desean que los cuide “él”, y que también lo hacen a “él” responsable por lo que pueda ser el resultado de sus propias acciones, y entonces “él” se vuelve nebuloso porque no hay una imagen definitiva que lo una a ese poder; es sólo un “ayudante mágico”, un dios que otorga cualidades mágicas, que hace sentir lo que se llama “estar enamorado”, y que se espera ver en carne y hueso, para dar la impresión de “verdadero amor”. La necesidad del ayudante mágico puede estudiarse cuando la psicología del analizado se ata profundamente a “él”, y su vida, acciones, pensamientos y sentimientos busca complacerlo a “él”, en relaciones que parecen amor con deseos sexuales incluidos. Se trata de una relación caracterizada por la incapacidad de expresar las potencialidades propias, donde se espera conseguir todo a través de “él”, en vez de por acciones propias. (La televisión oficialista ofrece magníficos ejemplos de esta especie.)

  Incapaces de vivir ellos mismos, pasan a manipularlo a “él”, para no perderlo, conseguir lo que ellos quieren y hasta para hacerlo responsable por lo que cada cual debería ser responsable. Y lo usan, bloqueando la espontaneidad, con debilidad, esclavizándose, rebelándose,  creando nuevos conflictos que se reprimen para no perderlo a “él” pero subrayando un antagonismo que amenaza constantemente la seguridad de la relación. La expectativa ilusa cae en la propia esclavitud hacia “él”. El resultado directo del fracaso se debe al intento de obtener por manipulación de la fuerza mágica aquello que el individuo sólo puede lograr por su propia actividad.

     La destrucción no está dirigida a alguna simbiosis activa o pasiva, sino a la eliminación de su objeto, enraizada en lo insoportable de la falta de poder individual y el aislamiento. Al tratar de destruir el mundo exterior, puedo escapar de mi insoportable falta de poder individual; si tengo éxito en eliminarlo, puedo permanecer solo y aislado, pero con un aislamiento espléndido en el que no podré ser derribado-aplastado por el poder superior que está fuera de mi mismo; y destruir el mundo es el último intento desesperado por no ser aplastado; el sadismo tiende a fortalecer al individuo automatizado por la dominación sobre otros; destrucción por medio de la ausencia de amenaza del mundo exterior.

     A ninguno nos impresiona ya la cantidad de destrucción que encontramos a nuestro alrededor. Ya casi que no hay nada que no sea utilizado como una racionalización para la destrucción. Amor, deber, consciencia, patriotismo, entre otros, han sido y están siendo utilizados como disfraces para destruir; cada instante está a la espera de una nueva oportunidad destructiva, sin razón, enfermizamente racionalizadas por los adoradores para que parezcan “realistas”, y lo hacen con pasión, con el insoportable sentimiento de escapar de la libertad.

     Por todo ello, así resumido, no renunciamos a la integridad individual y no nos abstenemos de confrontar las amenazas. La mayoría de nosotros somos individuos libres para pensar, sentir y actuar como queramos, y nos comprometemos para que el autoritarismo y sus adoradores cesen y regrese la libertad positiva, ya que la libertad negativa no contiene mayor dignidad. Los hombres nacen iguales pero son diferentes. Lo único de la individualidad no contradice el principio de la igualdad, porque todos tenemos el derecho inalienable a la libertad y a la felicidad, con sentido de solidaridad y no de dominación-sumisión. Sabemos diferenciar entre autoridad racional y autoridad irracional.

     No podemos darnos el lujo de perder –ni por diferencias ni por abstención- los logros de la democracia que conquistamos, esa donde el pueblo elige limpiamente a su gobierno, que es responsable ante el pueblo por medio de leyes respetadas, donde nadie se muera de hambre, donde la sociedad es responsable por sus miembros y donde nadie debe tener miedo ni ser lanzado a la sumisión, y tampoco perder el orgullo por vía del desempleo. Los logros básicos no sólo deben ser preservados, deben ser fortalecidos y ampliados.
 
     Lo irracional y no planificado en la sociedad debe ser reemplazado por una economía planificada que represente el planificado y concertado esfuerzo de la sociedad. Para ello se requiere de la eliminación del mando secreto de aquellos que, aunque pocos en número, ejercen irresponsablemente gran poder económico y estancan la fuerza superior de una sociedad libre. Debemos reemplazar la manipulación de los hombres por una cooperación activa e inteligente, que pase de la política a la esfera económica para servir al pueblo.

Alberto Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com
@albrobar

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domingo, 16 de noviembre de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, ELECCIONES, EJERCICIO LIMPIO, CIVICO Y CULTO, ROMULO BETANCOURT

“Tengo confianza en el pueblo, en el buen pueblo de Venezuela, y en el sentido de responsabilidad de los partidos democráticos, tanto de los defensores y colaboradores del actual gobierno como de los que le hacen oposición, y por eso no me cabe la menor duda de que el año que viene, año de comicios, no será una etapa de pasiones encrespadas y de violentas diatribas, ni mucho menos de motines, sino de civilizada y ejemplarizante contrastación de ideas políticas y de programas administrativos. Ese proceso de comicios se realizará dentro de un ambiente cabal y total ejercicio de las garantías constitucionales…” Romulo Betancourt, 1962

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA
     Para el 31 de diciembre de 1962, año en que hubo de enfrentarse a dos serios intentos sediciosos para derrocar el gobierno constitucional, en ambas oportunidades coludidos unos pocos elementos desorbitados de las Fuerzas Armadas con sectores de la extrema izquierda antivenezolana, los cuales el país repudió masivamente con claras y enérgicas formas, el Gobierno de Coalición procedió a tomar las medidas en el orden interno y en el internacional, que se requerían cuando fue evidente que Cuba se había convertido en base de proyectiles atómicos soviéticos, armas nucleares que fueron retiradas y que hicieron más consciente a Venezuela de que era uno de los objetivos políticos y militares de la Unión Soviética y de los partidos que sirven a su ambiciosa política de dominación ecuménica, mundial.

     Como país productor de petróleo, que aún en los días de la desintegración del átomo y la posible utilización de la energía nuclear con fines pacíficos, continuaba siendo el más codiciado y necesitado de los combustibles para movilizar los aparatos industriales y bélicos de las grandes potencias. Venezuela, según afirmaba el Presidente Betancourt, estaba plenamente consciente de que no producía bananos, sino petróleo, y de que siendo cualquiera el gobierno que presidiera el país debía mantenerse en un estado de alerta. Venezuela era y seguiría siendo una zona operacional, con prioridad inmodificable, para los enemigos de la democracia y para los fieles devotos del comunismo.

     Ante los brotes insurreccionales, como los que se vivían en esta época, Venezuela debía defenderse no sólo de los entes antisociales que cometen crímenes individuales, también y de manera especial, en un país donde el acceso al poder mediante el hecho de fuerza había sido tradicional por parte de quienes pretendían utilizar las armas que le entregó confiada la República para derrocar gobiernos legítimamente constituidos. Tradicionalmente se había intentado y logrado derrocar gobiernos para utilizar el poder como instrumento de las apetencias de mando y de enriquecimiento ilícito de un hombre o de una camarilla. Y el intento de trasladar a Venezuela la situación tiránica cubana era vista como contradictoria e indigna de la noble nación que conquistó su independencia a costa de un raudal de sangre y sacrificios, y que ahora había devenido un simple peón en el ajedrez de la política comunista internacional.

     Quienes participaron en los brotes facciosos –que dejaron un saldo de muertos y heridos- fueron entregados a la jurisdicción de los tribunales militares de acuerdo con las leyes de la República, y tuvieron derecho a la defensa; unos fueron excluidos de responsabilidad, otros condenados a presidio. Rómulo fue claro: “Surgen ya voces pidiendo amnistía para ellos. Mientras yo sea Presidente de la República no será sobreseída su causa… Lo más fácil para un gobernante en vísperas de dejar el poder es dar muestra de humanitario espíritu frente a los autores de motines y sediciones, dejándole a su sucesor la peligrosa herencia de la impunidad del crimen político. Tengo demasiado sentido de la responsabilidad conmigo mismo y con la historia para proceder así. Estoy consciente de que por esta línea de conducta, indesviable e inmodificable, caerán sobre mí rencores familiares e individuales imborrables, pero gobernar con sentido de lealtad al país no es, en mi concepto, eludir responsabilidades, sino asumirlas ante la propia consciencia, ante la nación y ante la historia... Las dificultades afrontadas por el país y el gobierno en 1962, no fueron obstáculo, y ello demuestra la confianza de los venezolanos en su gobierno y en el empeño de éste en cumplir una acción administrativa eficiente, para la recuperación económica y el saneamiento fiscal”.


     En cuanto a la economía nacional, en franca recuperación, las estimaciones preliminares realizadas permitían asegurar que por primera vez desde 1959 Venezuela había alcanzado un crecimiento del producto per capita al lograrse un crecimiento total algo superior al 6%. Las cifras correspondientes a los permisos de construcción en la zona metropolitana y en las capitales de los Estados durante los diez primeros meses de 1962 mostraban un aumento del 65% con respecto a 1961. Tal recuperación había permitido disminuir significativamente el desempleo, aumentándose el poder adquisitivo de la población. El Banco Central de Venezuela cerró con superávit al colocarse las reservas internacionales en 575,4 millones de dólares, reflejando una nivelación de nuestros pagos al exterior y en los ingresos de divisas.

     La deuda pública disminuyó, se pagaron 200 millones de dólares (50%) del empréstito de abril. Se había comenzado la producción y exportación de acero. El presupuesto de 1963 (Bs. 6.225 millones) era el primero sin déficit desde hacía muchos años que regiría a Venezuela; se aumentaron las inversiones y el otorgamiento de créditos al sector privado y quedó asegurado el financiamiento del 90% del total de inversiones públicas que para el primer año preveía el Plan de la Nación 1963-1966, en consulta y reajustes indispensables con el sector empresarial y las organizaciones de trabajadores. Todo ello generaba una manifestación visible e innegable en las alegres pascuas que se celebraban, donde el comercio vendió más que en ningún otro diciembre de la historia venezolana.

     El mejoramiento visible de la situación económica; la confianza en que el país había tramontado sus anteriores etapas de dificultades y de recesión; el aumento evidente del empleo y el margen de cada vez menos trabajadores desocupados; todo trajo euforia navideña, con una alegría que no se decretó, y que obedecía a un régimen, con sus aciertos y errores, atento a la preocupación fundamental por el bienestar de la colectividad.

     Cabe destacar que hacia fines de año hubo una proclamación del Presidente Kennedy sobre regulaciones para el ingreso de petróleo extranjero en el mercado estadounidense. No siendo un satélite al servicio de ninguna potencia mundial, el gobierno se preocupó, no se quedó con los brazos cruzados e incitó a la realización de reuniones de alto nivel en defensa de los intereses del país. Betancourt llamó a Kennedy y se creó una comisión que en 48 horas logró que tales regulaciones no afectaran al petróleo venezolano, estableciéndose además acuerdos y mecanismos que impidieron a futuro que tal espada de Dámocles –dependiendo de lo que la Casa Blanca resolviera unilateralmente sobre la colocación del petróleo crudo y residual venezolano en Estados Unidos- siguiera guindando cual guillotina sobre los gobiernos venezolanos.

     De forma igualmente enérgica culminaba con éxito la acción introducida por el Gobierno de Venezuela ante los tribunales de Estados Unidos, de acuerdo con un tratado internacional suscrito en 1922, contra el dictador derrocado el 23 de enero de 1958. Se buscaba extraditarlo para ser juzgado por la Corte Suprema de Justicia. Se buscaba dejar bien claro que el delito de apropiación indebida de dineros fiscales y el uso de la fuerza pública con criminales propósitos, no se quedan sin sanción. Pérez Jiménez ya estaba detenido por mandato judicial en una cárcel norteamericana, esto era algo que sólo podía realizar un régimen integrado por venezolanos que ni se habían enriquecido ilícitamente, ni habían utilizado contra sus opositores los procedimientos inexcusables de las torturas y los asesinatos. En Venezuela estaban vivos y sometidos a juicio quienes intentaron contra la vida del Presidente Betancourt.

     El año de 1963 iba a tener una significación muy especial para Venezuela. Se iba a realizar en la historia de Venezuela un hecho que era normal y rutinario en los países de régimen democrático y representativo estabilizado. Por primera vez un Presidente directa y libremente electo por el pueblo iba a presidir unas elecciones en que habría de sucederlo otro Presidente directa y libremente electo por el pueblo. Tras el esfuerzo para lograr que la administración pública realizara labor eficaz y de que se erradicara de Venezuela la bochornosa tradición del peculado y del tráfico de influencias,  se pasaba a adecentar las costumbres políticas del país. Se acababa con la tradición de que los jefes de Estado se reeligieran para perpetuarse en el poder, o que situaran en Miraflores, para sucederles, a un hombre que les fuera dócil, para manejarlo como los directores de marionetas manejan los hilos invisibles de sus personajes.La Constitución prohibía la reelección, y explícitamente señalaba que quien hubiese ejercido la primera magistratura no podría aspirar a ella sino diez años después de la expiración de su mandato.

     Dijo Rómulo: “Pero tampoco habrá continuismo personalista. Presidiré unas elecciones con absoluta imparcialidad y al país le digo, con esa buena fe y con esa cruda franqueza que me ha caracterizado, que no tengo ni tendré candidato para las elecciones próximas… Mi decisión es clara e inmodificable. El funcionario ejecutivo que interfiera o presione en favor de un candidato de sus simpatías, será destituido, cualquiera que sea su rango o jerarquía. 1963 es la culminación para mí de una dilatada vida pública y aspiro, con una confesa intención de pedagogía cívica, a que seré apto para demostrarles a los venezolanos cómo un gobernante es capaz de presidir imparcialmente unas elecciones y de no pretender seguir gobernando, después de su salida de Miraflores,  por la interpósita mano de un dócil instrumento suyo elevado a la primera magistratura... Ha sido este un país de turbulenta historia, y el cual ha sido señalado, negativamente, por la paradójica circunstancia de que habiendo sido la cuna del Libertador no haya podido vivir sino en muy escasos períodos de su historia republicana dentro de un régimen de libertad ordenada y de sistemas de derecho estables. Ello nos obliga, muy particularmente, a demostrar que este período constitucional próximo a concluir en 1964 no es un paréntesis transitorio de normalidad institucional en un país donde tantas veces la dictadura autocrática rigió la cosa pública. El proceso electoral, por propio sentido de responsabilidad nacional y por responsabilidad americana, debe ser un limpio, cívico, culto, ejercicio de democracia… El ejemplo que se dio en 1958 de tres candidatos a la Presidencia de Venezuela, cuando no utilizó ninguno de ellos el lenguaje de la violencia ni las injurias personalistas, debe repetirse en 1963. Tengo confianza en el pueblo, en el buen pueblo de Venezuela, y en el sentido de responsabilidad de los partidos democráticos, tanto de los defensores y colaboradores del actual gobierno como de los que le hacen oposición, y por eso no me cabe la menor duda de que el año que viene, año de comicios, no será una etapa de pasiones encrespadas y de violentas diatribas, ni mucho menos de motines, sino de civilizada y ejemplarizante contrastación de ideas políticas y de programas administrativos. Ese proceso de comicios se realizará dentro de un ambiente cabal y total ejercicio de las garantías constitucionales…”

Alberto Rodriguez Barrera
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sábado, 4 de octubre de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, EL SIMBOLO DE LA UNIDAD E INTEGRACION DE VENEZUELA

“Rómulo, la integración de Maracibo, y del Zulia, a Venezuela toda, y viceversa,  pasa por la construcción del  puente sobre el Lago”. Valmore Rodríguez, mi padre, 1946

La mezquindad y la ignorancia, al no reconocer la realidad, caen por sí solas, a veces desbaratando lo necesario y útil. Pero hay quienes se elevan por encima de la mediocridad, como hizo -el día antes de la inauguración del Puente General Rafael Urdaneta- el Cardenal José Humberto Quintero: “La fecha de mañana recuerda no sólo el 463º aniversario del descubrimiento del Lago de Maracaibo, sino del cumpleaños de haber sido pronunciada por los labios de Ojeda, Vespucio y de la Cosa, ante la humilde ciudad aborigen fabricada en las aguas, la palabra Venezuela, diminutivo musical que hoy suena a nuestros oídos como el más armonioso de todos los vocablos castellanos”.

     El 24 de agosto de 1962 se inauguró el Puente General Rafael Urdaneta de Maracaibo, tal como fue prometido por Rómulo Betancourt en su penúltimo discurso pre-electoral el 5 de diciembre de 1958. Esta fue una conquista del pueblo zuliano, que exigió la construcción del puente en demostración patente de una verdad histórica, que grupos reducidos y sin resonancia para su afónica voz en el ámbito colectivo parecen ignorar: que la voluntad de los pueblos se impone siempre y que de nada valen contra ella la violencia ni la propaganda falaz; que a la larga, lo importante no es vencer por la fuerza, sino convencer con la razón y las realizaciones; que de nada pueden servir las prédicas totalitarias, de cualquier signo, cuando los pueblos han adquirido conciencia histórica de su libertad, de sus derechos y deberes y tienen pleno sentido de la nacionalidad.

     Como dijo Rómulo en la inauguración: “… que con la misma voluntad y vocación democrática que un 23 de enero dio al traste con la dictadura, con la misma voluntad y vocación faenera que los zulianos han puesto en la consecución de su puente, todos los venezolanos defenderán la democracia conquistada contra los amañados ataques de quienes anteponen sus propias, irracionales ambiciones personales al ejercicio de poder, o los planes de expansión ecuménica de potencias extranjeras a los intereses vitales, y suyos propios, de la nación”.

    Pero había otra verdad histórica, más allá de que se trataba de una obra única en América y monumental en sus proporciones: que la voluntad y las aspiraciones colectivas no responden a veleidades fortuitas, sino a imperativos socio-económicos, a realidades objetivas y a necesidades que la conciencia popular sabe captar con intuición especial, y sus líderes e conciencia histórica..

     La realidad era que Maracaibo –como centro económico de la región occidental- estaba aislada de su propia zona socio-económica de influencia y del resto de la República, a pesar de ser la zona más productiva y rica del país, frenada por factores de costo y tiempo que gravaban fuertemente sus comunicaciones, entorpecida por el agua en el intercambio de sus productos agropecuarios, mineros e industriales, funcionando con inoperantes y costosos “ferry-boats’.

     El Gobierno de Coalición tenía sus estudios hechos y su visión era la integración de Venezuela. Los 14.344 kilómetros de superficie del lago, producían pérdidas no menores de 1 millón 700 mil horas-hombre de energía y 670.000 vehículos-hora anualmente. No se equivocaban los zulianos ni la estrategia gubernamental: el puente sería el vehículo efectivo entre los Estados Táchira, Mérida, Trujillo, Zulia, Falcón y Lara, complejo rico en petróleo, ganadería, agricultura, recursos energéticos, madereros y pesqueros.

     Era también un complemento fundamental para la red de vías terrestres y aéreas que el Gobierno de Coalición había planificado con plena conciencia de su importancia para conectar las regiones central y oriental del país –con sus muchos pueblos hermanos- y para reducir en 700.000 kilómetros la ruta del Caribe hasta Panamá, que vincula a Venezuela con el sector del Darién, factor clave para la gran carretera Panamericana. Los técnicos, economistas y planificadores finalmente captaron lo que ya sabía el pueblo zuliano.

     El gobierno hacía lo que tenía que hacer: el puente no era una obra considerada y proyectada aisladamente, obedecía a los modernos conceptos técnicos sobre planificación integral que jamás se habían aplicado en Venezuela y que darían bases de sustentabilidad al proceso de construcción y producción democrática. Insertado dentro del plan vial nacional estructurado, el sistema del Puente Urdaneta formaba parte del gran circuito que rodea toda la hoya del Lago de Maracaibo, puntos de enlace de la región zuliana –que el gobierno ya había construido- con los centros urbanos de Palmarejo, Cabimas, Lagunillas, Agua Viva, El Vigía, Encontrados, Machiques, Maracaibo, y el único tramo que faltaba por completar: Machiques-Encontrados. Y hacia el interior de Maracaibo y vías conexas, se habían realizado 17 kilómetros de acceso al puente, dos distribuidores de tránsito, dos plaza de peaje, cuatro estructuras de paso a dos niveles; además se trabajaba en la autopista urbana de 11 kilómetros, eje del sistema, con otros grandes distribuidores.

     El costo del puente fue de 350 millones de bolívares y fue totalmente cubierto con los recursos ordinarios, sin recursos extraordinarios ni créditos externos, pese a que el gobierno estaba autorizado por el Congreso Nacional para recurrir a ello. Otro aspecto importante a destacar fue el sentido de equipo y cooperación nacional e internacional: para los estudios, proyectos, ejecución y supervisión, donde colaboraron con su experiencia  y amplios conocimientos técnicos y profesionales venezolanos, italianos, alemanes, suizos y portugueses, al igual que a nivel de obreros zulianos.

     Ajenos a realidad y a las grandes obras de utilidad socio-económica que se ejecutaban en el país, sin ningún acento sobre lo suntuario, los dueños de la impotencia política y social disfrazaban su resentimiento acusando al gobierno de “sólo hacer escuelitas”, lo cual –lejos de avergonzar al Ejecutivo- formaba parte del plan integral de desarrollo, que continuaba haciendo escuelitas, escuelas, escuelotas, grupos escolares, liceos, escuelas industriales, artesanales, comerciales, normales, y universidades, con orgullo en las obras pequeñas, las medianas y las grandes. El acento estaba en la necesidad y la utilidad. En un país devastado por la falta de atención social, el valor superior de la democracia que se asentaba valorizaba con satisfacción haber sembrado muchas tuberías, dispensarios de salud y una multiplicidad de esfuerzos aparentemente modestos, porque el valor de una obra no se mide por su volumen sino por la magnitud, a veces difícil de tabular en números, de la necesidad que va a remediar.

    Y remedios importantes  tipo escuelitas eran: “El Pulpo”, “La Araña”, el puente sobre el río Apure, el puente sobre el río Orinoco, el puente sobre el Caroní, el puente Internacional con Colombia, el viaducto La Bermeja, la Siderúrgica de Matanzas, el complejo hidroeléctrico de Macagua, las carreteras Guatire-Caucagua, el Guapo-Barcelona, Carora-Lagunillas, Coro-Palmarejo, las autopistas Coche-Valles del Tuy-Tejerías y Valencia-Puerto Cabello, la perforación del túnel de La Planicie, la apertura de más de 500 kilómetros de canales de riego, la creación de Parques (del Este, Miranda, Aristides Rojas y otros), los hospitales de Seguros Sociales de Antímano, Puerto Cabello, Cabimas, San Felipe, Ciudad Bolívar, Barcelona, Cumaná, Acarigua-Araure, Maturín, además de otras 300… escuelitas.

     Los virtuosos de la negación y la demagogia, sin duda alguna, tenían muchos hijos en las escuelitas aprendiendo la gran lección del Puente General Rafael Urdaneta: que el sistema democrático, como nos lo enseñan la pujanza y el progreso obtenido en los más avanzados países del mundo, regidos por ese ordenamiento político-social, es eficiente y capaz, ambicioso en sus realizaciones y puede exhibir obras que por su volumen, trascendencia y magnitud, no sólo no tienen que envidiar sino que superan ampliamente las realizaciones de los regímenes totalitarios de izquierda y de derecha, con la ventaja decisiva y fundamental de que las realizaciones y obras de la democracia se llevan a cabo sin necesidad de cercenar la libertad ni ofender la dignidad de los hombres y de los pueblos.

     La mezquindad y la ignorancia, al no reconocer la realidad, caen por sí solas, a veces desbaratando lo necesario y útil. Pero hay quienes se elevan por encima de la mediocridad, como hizo el día antes de la inauguración del Puente General Rafael Urdaneta el Cardenal José Humberto Quintero: “La fecha de mañana recuerda no sólo el 463º aniversario del descubrimiento del Lago de Maracaibo, sino del cumpleaños de haber sido pronunciada por los labios de Ojeda, Vespucio y de la Cosa, ante la humilde ciudad aborigen fabricada en las aguas, la palabra Venezuela, diminutivo musical que hoy suena a nuestros oídos como el más armonioso de todos los vocablos castellanos”.

Alberto Rodriguez Barrera
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sábado, 20 de septiembre de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, LO QUE EL CASTROCOMUNISMO ES INCAPAZ DE HACER, (GUAYANA, ESCUDO DE DESARROLLO EXTRAORDINARIO)

 El 9 de julio de 1962 se inicia en Venezuela la producción de acero dentro del programa de la Siderúrgica del Orinoco, cuya primera etapa se concluirá a finales de ese mismo año con una capacidad instalada de 760.000 toneladas de acero, a lo cual se agregaba la construcción de la central de Macagua que produciría la fuerza eléctrica (370.000 kilovatios) requerida por la Siderúrgica y para el desarrollo de las industrias conexas. 

 Prevista para 1963 estaba la instalación de una planta de laminación de planos, con lo cual el envasado de productos, especialmente agropecuarios, se realizarían en condiciones ventajosas; refrigeradoras, lavadoras, automóviles, camiones, puentes y edificios serían ensamblados y fabricados con acero venezolano; materias primas y productos intermedios y finales constituirían un poderoso impulso para el desarrollo de las empresas privadas, para la fabricación de artículos de consumo durable y, en general, de toda clase de bienes de capital. (También para fines de 1962 se finalizarían las principales plantas de fertilización y la expansión de la Petroquímica.)

     Invisible también para los extremistas de izquierda y derecha, que ahora conspiraban juntos, unidos como cuando el régimen de Medina Angarita, la institucionalidad democrática pensaba en el futuro de una tierra que contenía recursos que no se encontraban en igual concentración en otra parte del mundo, consistente en hierro y acero, energía, aluminio, manganeso, maderas aprovechables, petróleo y gas natural, que permitían estimar un desarrollo industrial de tal magnitud, que en un futuro su potencial de exportación anual –en el complejo de hierro y acero solamente implicaba un ingreso en divisas igual o superior al que para ese momento proporcionaba la industria petrolera.

      Paralelamente marchaba la programación de la gigantesca represa del Guri para generar 6 millones de kilovatios. Había conciencia sobre el valor de nuestras riquezas naturales y la fe y capacidad venezolanista para explotarlas en beneficio del país, y una lúcida convicción de estar echando los cimientos inamovibles, sólidos, de una nación de economía diversificada.

     Tamañas inversiones justificaban con creces el que no se podían resolver al unísono todos los problemas del país, como Rómulo lo reiteraba frente al país, pero Venezuela buscaba no depender del solo hilo petrolero para su independencia económica. Por eso también se creaba la construcción de la ciudad Santo Tomé de Guayana, buscando no repetir los errores del desarrollo a la diabla, desarticulada y sin servicios públicos, que con el petróleo se habían ya vivido en Anaco, El Tigre, Cabimas, Lagunillas y Punto Fijo. Ciudad  Guayana  y Guayana toda sería coherente.

     También la meta que se tenía para 1964 de construir 27.000 kilómetros de carreteras pavimentadas en todo el país, con lo cual Venezuela tendría el núcleo vial mejor estructurado de América Latina y otras partes del mundo, ya se habían construido –en tres años- sólo en el Estado Bolívar 367 kilómetros, 90 kilómetros de caminos vecinales y 14 kilómetros de avenidas en Ciudad Bolívar y San Félix. Entre ellas: Upara-El Manteco, Ciurdad Bolívar-Maripa, Santa Elena-Paraitepuy-Icabarú, Caruachi-Upata, Guasipati-El Callao, Puerto Ordaz-San Feelix, Guasipati-El Miamo, El Callao- La Conservita-Las Animas, La Escalera-Santa Elena, Maripa-Caricara, El Callao-Tumeremo-El Dorado, Ciudad Piar-La paragua, con ramales a San Francisco y Santa Bárbara; más 90 kilómetros de vías de penetración agrícola, caminos vecinales y vías de acceso del campesino hacia centros de venta y consumo. De 4 calles pavimentadas que tenía Upata en 1959, para 1962 estaban todas pavimentadas. A esto se agregaba la construcción del puente sobre el río Orinoco, símbolo de la integración de Guayana al desarrollo económico y social del país. Obras grandes y pequeñas en inteligente armonía.

     Así como se desarrollaba un desarrollo inusitado por vía terrestre, se habían ya ampliado o pavimentado los aeropuertos de Ciudad Bolívar, Tumeremo y Guasipati, y se construyeron totalmente los de Paritepuy, Caicara y la Divina Pastora. Igualmente se habían construido 50 edificaciones educacionales, entre liceos, grupos escolares con comedores anexos (26), escuelas rurales (9), La Escuela Normal, la Escuela de Comercio y las Escuelas industriales, una escuela para técnicos y peritos agrícolas y la segunda etapa de la Escuela de Medicina de la (también creada) Universidad de Oriente; todo ello distribuido en las siguientes poblaciones: Upata, El Palmar, San Félix, Caicara del Orinoco, Tumeremo, Guasipati, La Sabanita, Puerto Ordaz, Maripa, El Roble, Ciudad Bolívar, La Paragua, Maitaco, El Frío, Santa Fe, El Dorado, El Arrozal, La Sierra, Las Bermudas, Santa Bárbara, Las Trincheras, Campo Alegre, Tócoma, El Cristo, Los Hicoteos, La Flor, Sierra Maestra, y otras.

     En materia de salud pública, se concluyó el Hospital de Upata, los dispensarios rurales de El Miamo, Las Bonitas, Santa Rosa, El Cristo, Santa Bárbara y Sierra Maestra, el Hospital Antituberculoso de Ciudad Bolívar, El Hospital Siquiátrico de Ciudad Bolívar, el Centro de Salud de Caicara y la Escuela de Enfermeras de Ciudad Bolívar. En materia de viviendas: 502 unidades en Ciudad Guayana (1.000 más en proyecto), 780 viviendas rurales, 800 parcelas en El Roble y San Félix, 450 parcelas en Castillitos y Puerto Ordaz, el Hotel Cunucunuma, 144 apartamentos en Ciudad Guayana, 200 casas en Las Moreas y 20 casas en Upata; en proyecto habían otras 1.000 casas más. En cuanto a remodelación de viviendas, estaban habilitados los créditos que otorgaba el Banco Obrero.

     En materia de electrificación, además de lo implícito en la planta de Macagua y en la represa del Guri, ya se había instalado la Planta eléctrica de El Callao con línea de transmisión a Guasipati, además de las redes pertinentes a Aripao, Santa Rosalía, Las Majadas, Maripa, Santa Bárbara, Macagua Nº1, El Pao, Upata, El Callao y Tumeremo, centros para la transmisión a poblaciones circundantes.

    La electrificación iba paralela a la instalación de acueductos y cloacas –en toda la República-, en lo cual ya se habían cubierto Upata, Guasipati, San Félix, El Roble, Puerto Ordaz, Ciudad Bolívar, Tumeremo, La Urbana, Las Majadas, Las Bonitas, Aricuao, Santa Elena, El Palmar, Santa Bárbara, San Francisco de La Paragua, La Primera Agua, El Rosal, El Manteco, Maripa, El Miamo, Cabeza Mala, Los Linderos, Santa María, San Lorenzo, Sabanita, San Martín, La Urbana, Santa Rosalía, El Callao, Ciudad Guayana, Santa Elena, y otras. La Reforma Agraria había entregado tierras y títulos de propiedad a 1.800 familias, y los créditos a la producción agrícola habían logrado aumentar la producción de arroz en 134% desde 1959. Se habían otorgado más de 9.000 créditos empresariales, incluyendo a la pequeña y mediana industria.

     El Gobierno de Coalición no realizaba una política de desarrollo limitada a las áreas metropolitanas, sino una proyectada en todos los ámbitos del país. Y no eran shows mediáticos adornados con multitudes en las plazas públicas, porque aún no había cundido el virus de hacer de los eventos de inauguraciones un marco para el lucimiento de los líderes políticos. En el Gobierno de Coalición había un equipo de especialistas dirigidos por un Jefe de Estado, revisando la marcha de la administración pública, observando sus fallas y aciertos, atendiendo al obrero, al industrial, al hacendado, al campesino, al profesional, al estudiante. No solo atento a la defensa de las libertades públicas sino que haciendo una obra positiva desde el punto de vista del desarrollo económico, cultural y social de Venezuela.

    Y era una obra que se hacía dentro de tiempos tormentosos, acosado por la doble pinza de esas dos conspiraciones, de izquierda y derecha reaccionarias, que pretendían que el país renunciara a las libres y soberanas instituciones democráticas para establecer un régimen similar al de Cuba, como apéndice foráneo.

     La mayoría de los venezolanos, fuesen o no partidarios del Gobierno de Coalición, reaccionaban al unísono en defensa de la democracia, dedicados a sus actividades normales, a su ímprobo y laborioso esfuerzo cotidiano, no envenenado en cada respiro de su vida por una avasallante priorización de la política.

    Al margen de la lucha antidemocrática, los partidos democráticos de la oposición podían tratar con un Presidente que no actuaba como personero de una determinada parcialidad política, sino en representación de todos los venezolanos y a favor de una tierra que podía comprobar la realización de una labor extraordinaria que beneficiaba a toda Venezuela.

Alberto Rodriguez Barrera
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domingo, 17 de agosto de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, DE CUANDO EL NACIONALISMO ES VENEZOLANISTA, LA HISTORIA REAL


(ECOS DEL DESARROLLO)

El Presidente Betancourt concluyó su visita a Guanare (13 de mayo de 1962) con estas palabras: “También será iniciado este año el sistema de riego del Río Guanare… se comenzará a construir en 1963… Se concluirá en 1965, cuando yo tendré ya un año en la calle, como un ciudadano más, viviendo entre siete millones y medio de venezolanos. .. Como Jefe de Estado no impulso obras pensando en ser yo quien ponga la primera piedra de ellas y ser yo mismo quien las inaugure. Tengo sentido de responsabilidad administrativa y junto con mis colaboradores de Acción Democrática, de Copei y políticamente independientes, planeamos y comenzamos obras en Miraflores pensando en Venezuela y no en lo transitorio y limitado de los cinco años de su período constitucional... Estoy seguro, perfecta y definitivamente seguro, de que muchas de las necesidades y aspiraciones colectivas no han podido ser satisfechas por este gobierno, pero que una parte de esas aspiraciones y necesidades han sido atendidas”.

     Como en la secuencia de militares que gobernaron durante más de un siglo a Venezuela y como en muchos políticos que cerraron con déficit social el siglo 20,  la costumbre de tomar el poder como un botín para realizar una que otra obra suntuaria y de mantener a Venezuela en las precarias condiciones de un campamento minero, mantenía a nuestro país en increíbles condiciones de atraso aún para 1962.

     Se contaba entonces con el teleférico más alto del mundo, pero la determinante mayoría de la población carecía de agua potable y de sistemas para disponer de las aguas negras, entre otra gran cantidad de carencias. Sin campañas propagandísticas, el desarrollo y la construcción de la democracia venezolana continuaba abriéndose caminos –como ejemplo a seguir a futuro- en cada uno de los estados de nuestra geografía, en una distribución de la riqueza que perseguía la justicia sin la esclavitud que se instalaba en Cuba.

     En tres años del Gobierno de Coalición se habían asentado en el estado Portuguesa  9.918 familias en más de 85.000 hectáreas, sin esclavizar al obrero y al campesino, en una revolución democrática que respetaba la dignidad y la libertad. En Portuguesa se preparaban 13.000 hectáreas más para el Plan del Maíz, que ya iba encaminado a suplir las 600.000 toneladas requeridas por el país tanto para el consumo humano como de las fábricas productoras de alimentos concentrados. La productividad por hectárea del campesino pasaría de 1.000 kilógramos a 2.000, gracias al abono, herbicidas y semillas aportadas por el Gobierno. El estímulo a la producción se complementaba con los créditos, que de cero en 1957 se pasó a 43 millones en créditos campesinos entre 1959 y 1962, sólo en Portuguesa.

     En relación con la reforma agraria se habían construido en tres años más de 800 kilómetros de caminos vecinales, puentes, pontones, balsas, etc.;  68 pozos de abastecimiento de agua para beneficio colectivo, 50 pozos para fines agropecuarios y 14 lagunas para uso colectivo; se creó la Estación Experimental de Araure para la investigación de cultivos propios de la región (maíz: pasó de 31.000 toneladas en 1959 a 68.000 en 1961; arroz: pasó de 13.000 toneladas a 27.000 toneladas; ajonjolí: pasó de 17.000 toneladas a 22.000 toneladas; tabaco: pasó de 1.000 toneladas a 3.000; etc.). El Plan Lechero del Portuguesa pasó de 3.500 litros diarios a 25.000 litros diarios; de 56 mil cabezas de ganado vacuno en 1957 se pasó en 1962 a 127 mil cabezas.

     En materia de vías terrestres, que iban conectando a todas las regiones del país en una red planificada sistemática y coherentemente, se reconstruyó totalmente la carretera San Carlos-Acarigua, se inauguraron otras como: La Flecha-Píritu,  La Flecha-Turén y para 1963-64 las complementarias de Guanare-Biscucuy  y la Guanare-Guanarito; se pavimentaron las pistas del Aeropuerto de Guanare y del Aeropuerto de Acarigua, con sus respectivas carreteras de acceso. Se pavimentaron casi todas las cabeceras de distritos de Portugueza, así como 200.000 metros cuadrados de calles y aceras.

     En materia de educación se construyeron 10 grupos escolares en las poblaciones de Píritu, Ospino, Araure, Biscucuy, Acarigua, Guanare, Agua Blanca, San Rafael de Onoto y Guanarito; 6 comedores escolares, el espléndido Liceo de Acarigua; 164 escuelas rurales; la Escuela de Música de Acarigua y de Araure, la Escuela Comercial de Pítitu, las Escuelas de Corte y Costura de Píritu y Ospino, y se creó el Patronato Regional de Roperos Escolares, además de un internado para menores, tres parques de recreación dirigida, tres parques infantiles y un parque público, además del Parque Andrés Eloy Blanco en Acarigua.

     Desde 1961 estaba en construcción el Hospital de Acarigua (inaugurado en 1963) y multiples obras sanitario-asistenciales, incluyendo 7 dispensarios  y 2 medicaturas rurales.  Se construyeron más de 150 viviendas y se entregaron 332 créditos para la construcción de complejos de viviendas.
     Se realizaron los acueductos y cloacas de Acarigua, Guanare, Araure, Píritu, Villa Bruzual, Chabasquén, San Rafael de Onoto, Biscucuy, Papelón, Pimpinela, La Chispa, Santa Cruz, Turén Viejo, Mata de Caña, Montañuela, Zapatero, Sabaneta, Sabanetica, Mijagüito, Fanfurria y otras poblaciones.

     En cuanto a electrificación se instalaron más de 12 plantas eléctricas, incluyendo las de Acarigua, Guanare, Ospino, Pimpinela, así como líneas de transmisión en distintos lugares del estado, y redes de distribución y alumbrado de plazas públicas. La electrificación rural llegó a numerosas aldeas y caseríos. 
     Además de acompañarse todo lo anterior con la política de créditos a la pequeña, mediana y gran industria, se estaba llevando a cabo otra empresa reproductiva de gran envergadura (que se comparó con la Siderúrgica de Matanzas): el sistema de riego Cojedes-Sanare, para la irrigación permanente de 90.000 hectáreas mediante dos embalses (el de Río Cojedes o las Palmas y el de Las Majaguas), con la instalación de 45.000 kilovatios de energía continua, y con 11.000 metros de canales de riego y otra cantidad de canales secundarios. Ya estaba al 50% de su ejecución la construcción de la derivación Sarare-Majaguas.

    Dicha obra permitiría obtener tres cosechas anuales en esas 90.000 hectáreas y acelerría un impulso dinámico extraordinario para la región, donde tanto los dueños de parcelas como las cooperativas campesinas dirigidas por técnicos darían un increíble impulso a la producción de una serie de artículos agrícolas de seguro mercado, porque se vinculaban al proceso ascendente, indetenible, irreversible, de la industrialización nacional (algodón, tabaco, ajonjolí, etc.).

     El Presidente Betancourt concluyó su visita a Guanare (13 de mayo de 1962) con estas palabras: “También será iniciado este año el sistema de riego del Río Guanare… se comenzará a construir en 1963… Se concluirá en 1965, cuando yo tendré ya un año en la calle, como un ciudadano más, viviendo entre siete millones y medio de venezolanos. .. como Jefe de Estado no impulso obras pensando en ser yo quien ponga la primera piedra de ellas y ser yo mismo quien las inaugure. Tengo sentido de responsabilidad administrativa y junto con mis colaboradores de Acción Democrática, de Copei y políticamente independientes, planeamos y comenzamos obras en Miraflores pensando en Venezuela y no en lo transitorio y limitado de los cinco años de su período constitucional... Estoy seguro, perfecta y definitivamente seguro, de que muchas de las necesidades y aspiraciones colectivas no han podido ser satisfechas por este gobierno, pero que una parte de esas aspiraciones y necesidades han sido atendidas”.

    Todo esto y más sucedía en Portuguesa mientras los motines seguían ocupando el tiempo de la izquierda extremista empeñada en una especie de gimnasia seudorrevolucionaria, ajenos a la construcción creadora de la democracia venezolana.

Alberto Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com
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domingo, 3 de agosto de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, EL CARUPANAZO, UN FRACASO CASTRO-COMUNISTA

“El régimen democrático procede con métodos democráticos. He dicho reiteradamente, y repetirlo no es ocioso,  que por la composición de este gobierno y por la filosofía inmodificable del hombre que lo preside, aquí no utilizaremos procedimientos de paredón ni iremos contra lo más respetable en el hombre, que es su dignidad. Pero la experiencia universal y la más reciente, la trágica, dolorosa experiencia cubana, están demostrando que los regímenes democráticos deben llevar su tolerancia hasta ciertos límites y no aplicar métodos de excepción sino los pautados en las rígidas normas de la ley para defender la convivencia social  y su propia supervivencia”. Rómulo Betancourt, 4 de mayo, 1962

    
La ciudad oriental de Carúpano fue la primera experiencia de conjunción castrense-comunista, bajo la dirección del capitán de corbeta Jesús Teodoro Molina Villegas y el marxista Guillermo García Ponce (designado jefe de operaciones militares del Partido Comunista).  Fue a la medianoche de 4 de mayo de 1962 cuando se levantó el Batallón de Infantería de Marina “Mariscal Sucre, anclado en Carúpano, y el Destacamento Nº33 de la Guardia Nacional del mismo puerto. La insurrección estuvo comandada por el capitán Villegas, el mayor Pedro Vargas Castejón, el teniente Fleming Mendoza, Douglas Bravo y Germán Lairet.  Participaron en ese movimiento el comunista Eloy Torres y el mirista Pedro Duno. Villegas declararía posteriormente que el ideólogo de la torpe sublevación había sido Simón Sáez Mérida.

     El Presidente Betancourt pudo haber repetido la expresión del Libertador respecto a ser “el hombre de las dificultades”, ya que –además de la obra de gobierno acelerada que comenzaba a colocar a Venezuela a la altura del siglo 20- enfrentaba a la violencia, a la oposición militar del perezjimenismo rezagado, la guerrilla y la insurrección de izquierda que se acentuaron durante los primeros meses de aquel agitado año. Los hombres y voceros de la discordia no daban tregua, pero Rómulo estaba resuelto a darles la pelea.

     Las pintas que se colocaron en las calles, “Renuncia Rómulo”, recibieron su respuesta: “ni renuncio ni me renuncian”, más por convicción republicana que por fanfarronería venezolana. Pese a la salud algo estropeada por el atentado contra su vida, había ánimos y fuerza para no bajar la guardia frente a los conspiradores de las Fuerzas Armadas y los camorristas del Partido Comunista y del MIR, que este año comenzaron a actuar en estrecha conexión. Era la primera vez en Venezuela que el morbo marxista o el ideario izquierdista penetraban el mundo de los cuarteles, donde antes hubo siempre un rechazo categórico al comunismo. Era la influencia nefasta de la llamada revolución cubana o acaso del nasserismo.

     Iniciado el año de 1962, hubo manifestaciones violentas y sangrientas en el centro de Caracas, con un trágico balance de muertos y heridos, más los daños a la propiedad. Quizás la desesperación de los conspiradores obedecía al respaldo popular que tenía el Gobierno de Coalición, que se ampliaba con la obra de gobierno. El 13 de febrero de 1962, los partidos de la coalición, las centrales obreras y sus bases sindicales habían convocado a una gigantesca manifestación de respaldo con motivo del tercer año de gobierno. Y a esto había seguido una serie de giras administrativas a la provincia para la inspección de obras en marcha, la inauguración de otras y para otorgar los títulos de propiedad a los campesinos beneficiarios de la reforma agraria, hechos con los que se labraba el verdadero y auténtico poder popular, suerte de escudo contra la violencia de los dos extremismos y muralla infranqueable para conspiradores, guerrilleros y terroristas.

     Los servicios de inteligencia habían comenzado a detectar las conexiones entre militares y civiles comprometidos con la insurrección. También había registros de contactos con urredistas y arsistas, que habían entrado en el menestrón de la oposición parlamentaria. Las guerrillas de estudiantes, profesores, intelectuales y gente de oposición empezaron a germinar en algunas regiones del país (Mérida, Sucre, Falcón, Portuguesa y Trujillo). Después de unas vacaciones alucinantes en La Habana, hasta Fabricio Ojeda publicó una carta anunciando que abandonaba el Parlamento para ingresar en la guerrilla.

     El Gobierno de Coalición tenía información de que los viejos comunistas como Gustavo Machado, Jesús Farías y otros menos viejos como Pedro Ortega Díaz estaban en cierta forma en contra de la lucha armada porque consideraban que no estaba planteada en Venezuela ese tipo de oposición, y mucho menos para alcanzar el poder. Conociendo de los incautos que creyeron en las prédicas comunistas de García Ponce,  el gobierno iba midiendo sus andanzas conspirativas y de penetración de las Fuerzas Armadas. Al igual que “el barcelonazo”, “el carupanazo” iba a extenderse por muy poco tiempo. 
     Los sublevados del batallón de marina hablaron en nombre de un denominado “Movimiento de Recuperación Democrática” y prometieron “restablecer las libertades conculcadas por el gobierno de Betancourt”. García Ponce no acudió a la cita de las armas, pero sí estuvieron como “asesores políticos” Eloy Torres y Sáez Mérida. Bastó un ligero movimiento envolvente para neutralizar y vencer a los facciosos (como veremos más adelante).

     Rómulo sabía que el “comando” de esta nueva y breve escaramuza había adoptado: la llamada “línea de la chispa”, mejor conocida como la tesis de Lenin, quien aseguró en sus días de conspirador contra el zar que “la chispa incendiaría la pradera”. Una teoría que ampliaría posteriormente Guevara. Es decir: que bastaba dar el primer paso para que la revuelta tomara cuerpo en todo el país.

    El mismo 4 de mayo de 1962, el Gobierno de Coalición promulgó el decreto que esperaba la población ante los desórdenes que venían ejecutándose a instigación de la izquierda. Rómulo había esperado que la anterior sustitución de las garantías constitucionales iba a significar la creación de un clima de paz, de concordia, de respeto y de acatamiento de las normas legales para todos los sectores políticos del país.  Y ahora los hechos desmentían lamentablemente esas presunciones y comprobaban que el Poder Ejecutivo estaba en lo cierto al sostener la tesis de la existencia de grupos políticos empeñados en que en Venezuela no rigieran las normas del sistema democrático y representativo de gobierno, sino otras que fueran calco de las vigentes en la desventurada Cuba.

          Viendo cómo continuaban los motines y las algaradas dentro de recintos estudiantiles, cómo se asesinaba a mansalva y por la espalda a hombre uniformados o a simples ciudadanos (hechos que luego muchos olvidarían), cómo se pasaba de la propaganda de guerra a los intentos de crear grupos guerrilleros en el país (intentos que fracasaban gracias al esfuerzo coordinado entre las Fuerzas Armadas y el campesinado nacional), el Gobierno de Coalición se había conformado con apresarlos y someterlos a juicios.

     Pero al sucederse el movimiento cubanizante en esa madrugada de mayo, el gobierno procedió de inmediato a tomar medidas militares, cercando a Carúpano con fuerzas de tierra y mar. Las fuerzas navales tomaron el Puerto de Carúpano. Por tierra desde Cumaná se llegó hasta el muelle de Cariaco y a las puertas mismas de Carúpano (Batallón Mariño) y por la carretera Caripito-Carúpano llegaron efectivos de la Guardia Nacional, de las Fuerzas Armadas de Cooperación; todo reforzado por las compañías del batallón Urdaneta, acantonado en Ciudad Bolívar, y del batallón Sucre, acantonado en Maturín. 

     Al respaldo inmediato de las Fuerzas Armadas se agregaron las mayorías venezolanas integradas por los partidos de la coalición, las fuerzas políticas de la oposición no comprometidas con la aventura extremista, los sectores empresariales y obreros, y la inmensa masa de venezolanos que querían mantener en el país un sistema continuo de gobiernos electos y de derecho.

     Rómulo reafirmó su promesa de cumplir y hacer cumplir la Constitución y que utilizaría las armas entregadas por ella en manos del Poder Ejecutivo para defender a las instituciones democráticas de los totalitarismo de cualquier signo. “Cuando los sucesos de San Cristóbal hubo energía para defender las instituciones democráticas de Venezuela del totalitarismo reaccionario; ahora habrá la misma energía, la misma firmeza para defender a las instituciones democráticas de Venezuela y el porvenir de la nacionalidad de los totalitarismos seudorevolucionarios:, dijo Rómulo a la nación el mismo 4 de mayo.

     Igualmente, al pasar unos días, agregó: “El régimen democrático procede con métodos democráticos. He dicho reiteradamente, y repetirlo no es ocioso,  que por la composición de este gobierno y por la filosofía inmodificable del hombre que lo preside, aquí no utilizaremos procedimientos de paredón ni iremos contra lo más respetable en el hombre, que es su dignidad. Pero la experiencia universal y la más reciente, la trágica, dolorosa experiencia cubana, están demostrando que los regímenes democráticos deben llevar su tolerancia hasta ciertos límites y no aplicar métodos de excepción sino los pautados en las rígidas normas de la ley para defender la convivencia social  y su propia supervivencia”.

      El Presidente Betancourt ordenó la represión de los insurrectos y la detención de alrededor de mil comunistas y miristas. Ordenó también el enjuiciamiento ante los tribunales de 138 dirigentes de la extrema izquierda. Golpe por golpe, sin vacilaciones. 

     La chispa del “carupanazo” no prendió y los cabecillas militares y civiles fueron detenidos y procesados; se ordenó la ocupación del PC y del MIR. En esto actuó con mucha diligencia el nuevo ministro de Relaciones Interiores, Carlos Andrés Pérez, quien ya había demostrado su singular vocación para reprimir los estallidos de violencia y terrorismo.

Alberto Rodriguez Barrera
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domingo, 20 de julio de 2014

ALBERTO RODRÍGUEZ BARRERA, EL DESARROLLO REAL ES CERO TOTALITARIO

     La Venezuela que amanecía a principios de 1962 nos puede dar una idea sobre la complejidad implícita en la gestión del Gobierno de Coalición, que además de ejecutar una labor pedagógica para la consolidación de la democracia, acompañada por la ejecución de obras sociales como jamás se había logrado en nuestro país, confrontaba al unísono la pretensión insurreccional del Partido Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), comprometidos con el abuso de legalidad de sus parlamentarios en una línea aventurera, subversiva, ante lo cual el Gobierno elaboraba un expediente para preguntarle a los jueces si eran métodos democráticos promover motines callejeros, asesinar policías y pacíficos ciudadanos por la espalda, ejercer la piratería aérea y tratar de producir insubordinados dentro de los cuarteles.

Con el mismo empeño con que se adelantaban conversaciones reclamando contra el expansionismo inglés, por haberle comprado a los holandeses 12 mil millas cuadradas de Guayana y arrebatarle a Venezuela 109 mil millas cuadradas, el Gobierno de Coalición buscaba igualmente la extradición del dictador Pérez Jiménez, quien vivía en Miami en una casa de 400 mil dólares con una flotilla de sirvientes, yates, automóviles, que decía haber comprado con los ahorros de su sueldo normal de Presidente de Venezuela, gestiones éstas que iban paralelas a creaciones como la OPEP, la  Corporación Venezolana de Petróleos y futura PDVSA, la Petroquímica, la Siderúrgica, etcétera, evidentemente demostrando así que se impulsaba el desarrollo económico del país logrando al propio tiempo una mejor distribución de la renta nacional entre todos los sectores sociales, y que también se combatía de frente y enérgicamente contra las minorías totalitarias de derecha e izquierda, especialmente contra quienes abogaban porque se estableciera en Venezuela una sucursal del régimen comunista de Fidel Castro. 

     El Gobierno de Coalición defendía a la democracia venezolana de una minoría agresiva que no pensaba en votos sino en balas, que estaba realizando crímenes políticos y que cada día funcionaba más como una verdadera banda de terroristas. Pero esto no impedía que, además de las grandes obras, se inauguraran los Parques del Este y el Arístides Rojas, que se iniciara el de las Naciones Unidas, así como también se entregaban en funcionamiento los balnearios de Catia la Mar y el de Naiguatá, además de estar en construcción el de Macuto, el de Gibraltar en Zulia y en planificación el de Higuerote.

     Rómulo Betancourt recordaba la muy cierta expresión de Santiyana según la cual quienes olvidan las lecciones de la historia están obligados a vivirlas otra vez, aforismo con el cual recalcaba que en Venezuela no habría otra dictadura como la finalizada el 23 de enero de 1958 y tampoco una satrapía totalitaria de partido único, que en Cuba abolía la propiedad privada, las libertades políticas, civiles y sindicales, que eliminaba a las Fuerzas Armadas regulares para suplantarlas por milicias, supeditándose como país a los dictados de la Unión Soviética. En el acoso que mantenía Castro, salivando sobre Venezuela, ésta tenía los suficientes bríos para defender su legitimidad contra las manifestaciones cíclicas de esa obstinada y doble conspiración de grupos totalitarios minoritarios.
 
     En Venezuela la legalidad funcionaba. A los parlamentarios que actuaban fuera de la ley se les instruyó un expediente y llevó a la Corte Suprema de Justicia para que consideraran si existían méritos o no para que el cuerpo legislativo decidiera o no allanarlos. Sin arrogarse atribuciones autocráticas, sí se tomaron las medidas contra quienes perturbaban el orden público y –con repugnancia- aplicó instrumentos jurídicos que no fueron elaborados por asambleas deliberantes libremente elegidas, como fue el caso en 1959 mientras no estuvo promulgada la Constitución de 1961. Las sociedades tienen horror a la anarquía y agradecen la utilización de normas legales vigentes, cualquiera que haya sido su origen, cuando se requiere mantener y preservar el equilibrio social, ya que las otras alternativas serían el proceder arbitrario o el apelar a triquiñuelas de rabulería. 


     La libertad de prensa permitía campañas publicitarias que seguían una táctica muy conocida: se lanzaban a la ofensiva contra el régimen democrático respondiendo a las consignas comunistas que les venían desde La Habana, y el Gobierno de Coalición, con legítimo e indelegable deber de defender las instituciones, detuvo a unos cuantos de sus promotores, no de bochinches, sino de motines con armas de fuego, y en concordancia con el artículo 244 de la Constitución de 1961, votada en el Congreso por todas las fracciones políticas, que autorizaba al Presidente de la República para ordenar en Consejo de Ministros detenciones precautelativas hasta por tres meses de personas que constituían amenaza de orden público, se procedió a pedirle autorización al Congreso de la República, y se aprobó la medida, muy democráticamente.

     Y así se hizo contra quienes intentaban socavar y destruir el régimen constitucional: los comandos adultos que lanzaban estudiantes al motín fueron detenidos en el retén de El Junkito, donde estuvieron en perfecto estado de salud y para ser liberados a los tres meses, exceptuando aquellos que fueron pasados a los tribunales de justicia. 

     Faltando un mes para que se los liberara, a tres años del funcionamiento del Gobierno de Coalición, el Presidente Betancourt clausuró la III Feria Agropecuaria Industrial, donde se recalcó el laborioso esfuerzo de la gente de empresa y del trabajador venezolanos que, con el decidido apoyo  técnico-económico gubernamental, elevaron cifras en la cría de ganado y la producción de leche, carne y otros rubros, haciendo justicia a la significancia de que nuestros empresarios no temían a los dogmas castristas y de que en Venezuela existían garantías para el inversionista, además de que estaba reducida a una delirante y epiléptica minoría la gente que en este país no piensa y siente en venezolano, sino que piensa y siente con traductores habaneros del comunismo. 

     Ya el Gobierno de Coalición había invertido 800 millones de bolívares en industrias, y la tasa del desempleo seguía bajando. Cien fábricas se instalaban en Valencia, con salarios estables y permanentes. En tres años se había aumentado la producción de energía eléctrica en 52%. Con el mismo repudio beligerante contra el régimen comunista de Cuba, la caída del gobierno libremente elegido de Frondizi en Argentina fue objeto de repudio por parte de Venezuela. Con la CVP, la venezolanización de la industria petrolera formaba aceleradamente personal calificado para cumplir con la aspiración de que técnicos venezolanos con vocación de servicio fuesen asumiendo progresivamente la responsabilidad de manejar nuestra industria de oro negro. 

     Con hechos y con energía, no nos guiaba un nacionalismo aldeano sino el deseo ardiente de obtener una participación cada vez mayor de los venezolanos de todos los niveles y de todos los oficios en el manejo de nuestros propios asuntos. Con optimismo y contra la adversidad, aprovechábamos la magnífica oportunidad que nos brindaba el edificar, con nuestros propios cuantiosos recursos, una nueva Venezuela que siendo fiel a sus tradiciones históricas definiera sus perfiles de sociedad moderna y creadora, capaz de asegurar la prosperidad y el bienestar para todos los venezolanos, dentro de un régimen de democracia cabal.

     Betancourt propuso también “el día del retorno” a sus coterráneos de Guatire, donde afirmó (abril 1962) sencillamente: “A toda esta labor de regreso de los pronvincianos a su tierra en el día siempre fausto para la localidad de sus fiestas patronales, le aprecio también un profundo sentido nacionalista, venezolanista, sin chauvinismos ni patrioterías. Contra las estructuras básicas de nuestro ser nacional están conspirando dos tipos de corrientes: grupos pudientes económicamente, quienes piensan que sólo lo europeo o lo estadounidense es bueno, y lo venezolano es pésimo. Personas que tienen a gran orgullo llamar ‘cocktail party’ a lo que es, en definitiva, un arrocito criollo, un poco más sofisticado. Del otro lado están las corrientes seudoizquierdistas. Estas consideran que en economía, en arte, en política, la Rusia Soviética, la China Popular y la Cuba comunista nos ofrecen un ejemplo a seguir, y que lo nuestro, desde el folclore hasta las artes, pasando por nuestra estructura política y social, es inadecuado, obsoleto.

Quienes sentimos profundamente nuestra nacionalidad debemos contribuir en toda forma a que ese sentimiento se afirme en las nuevas generaciones del país. Y si hay alguna manera cierta y segura de afirmar ese sentimiento es la de volver a las fuentes nutricias de las localidades donde nacimos. Creo que fue don Miguel de Unamuno quien afirmó que no podría llegarse a la universidad sino a través del localismo y del regionalismo., y señalaba que la más universal de las obras en lengua española, el Quijote, tenía como escenario a Castilla y dentro de Castilla, La Mancha”.

     Pero con la misma sencillez ante el país, en el mismo abril de 1962, entregaba cuentas al país sobre los empréstitos contratados, firmados, aprobados y solicitados por la nación: 331.1 millones de dólares, de los cuales se habían recibido 55 millones de dólares, cantidad equivalente a 183 millones de bolívares, de los cuales 48 milllones se habían entregado al Banco Agrícola y Pecuario, y el saldo de Bs. 133 estaba en el Banco Central de Venezuela. Las operaciones a realizar con esos recursos serían aprobadas por el Congreso Nacional, pero a la vez se creó una Comisión Supervisora de las Inversiones de esos recursos, exigiéndose la cooperación con ella del Ministerio de Hacienda y la Contraloría, todo en aras de la mayor pulcritud y asepsia en el manejo de los dineros recibidos en préstamo por la nación. “Mientras yo gobierne no habrá en Venezuela nada parecido a aquel histórico, por sucio, escándalo de las libras esterlinas sobrantes del empréstito de Baring Brothers, que en amigable arreglo de compadres se repartieron Antonio Guzmán Blanco y Pedro José Rojas, al firmar el Pacto de Coche, que puso fin a la Guerra Federal”.


     Pero lo que queremos resaltar, para redondear el presente capítulo, es lo que también dijo Rómulo en la misma fecha: “Nadie discute la conveniencia de contratar empréstitos para proyectos autoliquidables o por lo menos económicamente reproductivos. En cambio, existen dudas en algunos sectores en cuanto a la procedencia de destinarlos a proyectos de carácter social. Deseo reiterar aquí lo que he dicho muchas veces. Nosotros, en el Gobierno nacional, estamos convencidos de que se justifica plenamente el recurso del crédito externo para acelerar el proceso de mejoramiento del capital humano venezolano, sin lo cual se vería frenado el desarrollo económico del país. Nosotros no estamos dispuestos a desaprovechar la oportunidad que nos brinda el programa Alianza para el Progreso, en forma decorosa y en condiciones liberales, para acortar dramáticamente el tiempo en que el pueblo venezolano en todas las regiones del país ha de alcanzar un alto nivel de bienestar. Mejor alimentación, más agua potable, más y mejores viviendas, mejor reparto de la tierra y, en general, de la riqueza, son las metas fundamentales que nos hemos trazado en nuestro esfuerzo de planificación y de acción. Desde luego, para lograrlas necesitamos llevar al máximo nuestro empeño en el campo de la producción con el mayor número posible de venezolanos plenamente ocupados en él”.

Alberto Rodriguez Barrera
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