La Venezuela que amanecía a principios de 1962 nos puede dar una idea sobre la
complejidad implícita en la gestión del Gobierno de Coalición, que además de
ejecutar una labor pedagógica para la consolidación de la democracia,
acompañada por la ejecución de obras sociales como jamás se había logrado en
nuestro país, confrontaba al unísono la pretensión insurreccional del Partido
Comunista y el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), comprometidos con
el abuso de legalidad de sus parlamentarios en una línea aventurera,
subversiva, ante lo cual el Gobierno elaboraba un expediente para preguntarle a
los jueces si eran métodos democráticos promover motines callejeros, asesinar
policías y pacíficos ciudadanos por la espalda, ejercer la piratería aérea y
tratar de producir insubordinados dentro de los cuarteles.
Con el mismo
empeño con que se adelantaban conversaciones reclamando contra el expansionismo
inglés, por haberle comprado a los holandeses 12 mil millas cuadradas de
Guayana y arrebatarle a Venezuela 109 mil millas cuadradas, el Gobierno de
Coalición buscaba igualmente la extradición del dictador Pérez Jiménez, quien
vivía en Miami en una casa de 400 mil dólares con una flotilla de sirvientes,
yates, automóviles, que decía haber comprado con los ahorros de su sueldo
normal de Presidente de Venezuela, gestiones éstas que iban paralelas a creaciones
como la OPEP, la Corporación Venezolana de Petróleos y futura PDVSA, la
Petroquímica, la Siderúrgica, etcétera, evidentemente demostrando así que se
impulsaba el desarrollo económico del país logrando al propio tiempo una mejor
distribución de la renta nacional entre todos los sectores sociales, y que
también se combatía de frente y enérgicamente contra las minorías totalitarias
de derecha e izquierda, especialmente contra quienes abogaban porque se
estableciera en Venezuela una sucursal del régimen comunista de Fidel
Castro.
El Gobierno de Coalición defendía a la democracia venezolana de una minoría
agresiva que no pensaba en votos sino en balas, que estaba realizando crímenes
políticos y que cada día funcionaba más como una verdadera banda de terroristas.
Pero esto no impedía que, además de las grandes obras, se inauguraran los
Parques del Este y el Arístides Rojas, que se iniciara el de las Naciones
Unidas, así como también se entregaban en funcionamiento los balnearios de
Catia la Mar y el de Naiguatá, además de estar en construcción el de Macuto, el
de Gibraltar en Zulia y en planificación el de Higuerote.
Rómulo Betancourt recordaba la muy cierta expresión de Santiyana según la cual
quienes olvidan las lecciones de la historia están obligados a vivirlas otra
vez, aforismo con el cual recalcaba que en Venezuela no habría otra dictadura
como la finalizada el 23 de enero de 1958 y tampoco una satrapía totalitaria de
partido único, que en Cuba abolía la propiedad privada, las libertades políticas,
civiles y sindicales, que eliminaba a las Fuerzas Armadas regulares para
suplantarlas por milicias, supeditándose como país a los dictados de la Unión
Soviética. En el acoso que mantenía Castro, salivando sobre Venezuela, ésta
tenía los suficientes bríos para defender su legitimidad contra las
manifestaciones cíclicas de esa obstinada y doble conspiración de grupos
totalitarios minoritarios.
En Venezuela la legalidad funcionaba. A los
parlamentarios que actuaban fuera de la ley se les instruyó un expediente y
llevó a la Corte Suprema de Justicia para que consideraran si existían méritos
o no para que el cuerpo legislativo decidiera o no allanarlos. Sin arrogarse
atribuciones autocráticas, sí se tomaron las medidas contra quienes perturbaban
el orden público y –con repugnancia- aplicó instrumentos jurídicos que no
fueron elaborados por asambleas deliberantes libremente elegidas, como fue el
caso en 1959 mientras no estuvo promulgada la Constitución de 1961. Las
sociedades tienen horror a la anarquía y agradecen la utilización de normas
legales vigentes, cualquiera que haya sido su origen, cuando se requiere
mantener y preservar el equilibrio social, ya que las otras alternativas serían
el proceder arbitrario o el apelar a triquiñuelas de rabulería.
La libertad de prensa permitía campañas publicitarias que seguían una táctica
muy conocida: se lanzaban a la ofensiva contra el régimen democrático
respondiendo a las consignas comunistas que les venían desde La Habana, y el
Gobierno de Coalición, con legítimo e indelegable deber de defender las
instituciones, detuvo a unos cuantos de sus promotores, no de bochinches, sino
de motines con armas de fuego, y en concordancia con el artículo 244 de la
Constitución de 1961, votada en el Congreso por todas las fracciones políticas,
que autorizaba al Presidente de la República para ordenar en Consejo de
Ministros detenciones precautelativas hasta por tres meses de personas que
constituían amenaza de orden público, se procedió a pedirle autorización al
Congreso de la República, y se aprobó la medida, muy democráticamente.
Y así se hizo contra quienes intentaban socavar y destruir el régimen
constitucional: los comandos adultos que lanzaban estudiantes al motín fueron
detenidos en el retén de El Junkito, donde estuvieron en perfecto estado de
salud y para ser liberados a los tres meses, exceptuando aquellos que fueron
pasados a los tribunales de justicia.
Faltando un mes para que se los liberara, a tres años del funcionamiento del
Gobierno de Coalición, el Presidente Betancourt clausuró la III Feria
Agropecuaria Industrial, donde se recalcó el laborioso esfuerzo de la gente de
empresa y del trabajador venezolanos que, con el decidido apoyo
técnico-económico gubernamental, elevaron cifras en la cría de ganado y la
producción de leche, carne y otros rubros, haciendo justicia a la significancia
de que nuestros empresarios no temían a los dogmas castristas y de que en
Venezuela existían garantías para el inversionista, además de que estaba reducida
a una delirante y epiléptica minoría la gente que en este país no piensa y
siente en venezolano, sino que piensa y siente con traductores habaneros del
comunismo.
Ya el Gobierno de Coalición había invertido 800 millones de bolívares en industrias,
y la tasa del desempleo seguía bajando. Cien fábricas se instalaban en
Valencia, con salarios estables y permanentes. En tres años se había aumentado
la producción de energía eléctrica en 52%. Con el mismo repudio beligerante
contra el régimen comunista de Cuba, la caída del gobierno libremente elegido
de Frondizi en Argentina fue objeto de repudio por parte de Venezuela. Con la
CVP, la venezolanización de la industria petrolera formaba aceleradamente
personal calificado para cumplir con la aspiración de que técnicos venezolanos
con vocación de servicio fuesen asumiendo progresivamente la responsabilidad de
manejar nuestra industria de oro negro.
Con hechos y con energía, no nos guiaba un nacionalismo aldeano sino el deseo
ardiente de obtener una participación cada vez mayor de los venezolanos de
todos los niveles y de todos los oficios en el manejo de nuestros propios
asuntos. Con optimismo y contra la adversidad, aprovechábamos la magnífica
oportunidad que nos brindaba el edificar, con nuestros propios cuantiosos
recursos, una nueva Venezuela que siendo fiel a sus tradiciones históricas
definiera sus perfiles de sociedad moderna y creadora, capaz de asegurar la
prosperidad y el bienestar para todos los venezolanos, dentro de un régimen de
democracia cabal.
Betancourt propuso también “el día del retorno” a sus coterráneos de Guatire,
donde afirmó (abril 1962) sencillamente: “A toda esta labor de regreso de los
pronvincianos a su tierra en el día siempre fausto para la localidad de sus
fiestas patronales, le aprecio también un profundo sentido nacionalista,
venezolanista, sin chauvinismos ni patrioterías. Contra las estructuras básicas
de nuestro ser nacional están conspirando dos tipos de corrientes: grupos
pudientes económicamente, quienes piensan que sólo lo europeo o lo
estadounidense es bueno, y lo venezolano es pésimo. Personas que tienen a gran
orgullo llamar ‘cocktail party’ a lo que es, en definitiva, un arrocito
criollo, un poco más sofisticado. Del otro lado están las corrientes
seudoizquierdistas. Estas consideran que en economía, en arte, en política, la
Rusia Soviética, la China Popular y la Cuba comunista nos ofrecen un ejemplo a
seguir, y que lo nuestro, desde el folclore hasta las artes, pasando por
nuestra estructura política y social, es inadecuado, obsoleto.
Quienes
sentimos profundamente nuestra nacionalidad debemos contribuir en toda forma a
que ese sentimiento se afirme en las nuevas generaciones del país. Y si hay
alguna manera cierta y segura de afirmar ese sentimiento es la de volver a las
fuentes nutricias de las localidades donde nacimos. Creo que fue don Miguel de
Unamuno quien afirmó que no podría llegarse a la universidad sino a través del
localismo y del regionalismo., y señalaba que la más universal de las obras en
lengua española, el Quijote, tenía como escenario a Castilla y dentro de
Castilla, La Mancha”.
Pero con la misma sencillez ante el país, en el mismo
abril de 1962, entregaba cuentas al país sobre los empréstitos contratados,
firmados, aprobados y solicitados por la nación: 331.1 millones de dólares, de
los cuales se habían recibido 55 millones de dólares, cantidad equivalente a
183 millones de bolívares, de los cuales 48 milllones se habían entregado al
Banco Agrícola y Pecuario, y el saldo de Bs. 133 estaba en el Banco Central de
Venezuela. Las operaciones a realizar con esos recursos serían aprobadas por el
Congreso Nacional, pero a la vez se creó una Comisión Supervisora de las
Inversiones de esos recursos, exigiéndose la cooperación con ella del
Ministerio de Hacienda y la Contraloría, todo en aras de la mayor pulcritud y
asepsia en el manejo de los dineros recibidos en préstamo por la nación.
“Mientras yo gobierne no habrá en Venezuela nada parecido a aquel histórico,
por sucio, escándalo de las libras esterlinas sobrantes del empréstito de
Baring Brothers, que en amigable arreglo de compadres se repartieron Antonio
Guzmán Blanco y Pedro José Rojas, al firmar el Pacto de Coche, que puso fin a
la Guerra Federal”.
Pero lo que queremos resaltar, para redondear el presente capítulo, es lo que
también dijo Rómulo en la misma fecha: “Nadie discute la conveniencia de
contratar empréstitos para proyectos autoliquidables o por lo menos
económicamente reproductivos. En cambio, existen dudas en algunos sectores en
cuanto a la procedencia de destinarlos a proyectos de carácter social. Deseo
reiterar aquí lo que he dicho muchas veces. Nosotros, en el Gobierno nacional,
estamos convencidos de que se justifica plenamente el recurso del crédito externo
para acelerar el proceso de mejoramiento del capital humano venezolano, sin lo
cual se vería frenado el desarrollo económico del país. Nosotros no estamos
dispuestos a desaprovechar la oportunidad que nos brinda el programa Alianza
para el Progreso, en forma decorosa y en condiciones liberales, para acortar
dramáticamente el tiempo en que el pueblo venezolano en todas las regiones del
país ha de alcanzar un alto nivel de bienestar. Mejor alimentación, más agua
potable, más y mejores viviendas, mejor reparto de la tierra y, en general, de
la riqueza, son las metas fundamentales que nos hemos trazado en nuestro
esfuerzo de planificación y de acción. Desde luego, para lograrlas necesitamos
llevar al máximo nuestro empeño en el campo de la producción con el mayor
número posible de venezolanos plenamente ocupados en él”.
Alberto
Rodriguez Barrera
albrobar@gmail.com
@albrobar
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