NELSON MAICA C. |
01.
Nota 3.
Desde los orígenes del hombre –dice Pérez Cruz (1998 p. 20) –, la transmisión
de los conocimientos ha sido a través de la enseñanza y esto se traduce en una convivencia prolongada con
otros hombres. Las actividades de caza y recolección, entre otras, se
hacían con la colaboración comunitaria y, en consecuencia, el reparto era colectivo. Esta
forma de organización era muy elemental; antes de que el hombre integrara
una sociedad existieron una serie de pequeños grupos con objetivos precisos y con una trayectoria de muchos años. Así
surgió, como ya se ha dicho, la familia.
02.
Pero la familia por
sí sola no puede aportar todos los bienes materiales que el hombre necesita para su sustento y protección, ni
es capaz de conducir a todos sus miembros a la perfección de la virtud
(Fortín, 1996 p. 249). De tal manera, el hombre se vio en la necesidad de
aliarse con otras familias para lograr objetivos comunes de acuerdo
con las capacidades propias de cada grupo.
03.
Dice Rousseau (1996 p. 9) que, como los hombres no pueden engendrar
nuevas fuerzas, sino solamente unir y dirigir las que existen, no tienen otro
medio de conservación que el de formar por agregación una suma de fuerzas capaz
de sobrepujar la resistencia, de ponerlas en juego con un solo fin y de hacerlas obrar unidas y de
conformidad.
04.
Así, la
asociación auténticamente autosuficiente, única capaz de asegurar las
condiciones de la virtud y de satisfacer todas las necesidades y aspiraciones
terrenales del hombre es la ciudad (Fortín, 1996 p. 249).
05.
Como
sociedad perfecta, la ciudad abarca todas las otras asociaciones que los seres
humanos son capaces de formar incluyendo la familia, cuyo fin está subordinado
al suyo propio, que es el bien humano completo (Fortín, 1996 p. 249)
o bien común.
06.
Pero esa
sociedad está compuesta por partes diferentes que en lo individual pueden tener ideas
o deseos que no coincidan entre sí, por lo que es esencial que tenga una
autoridad cuya tarea consista en velar por el bien del conjunto de grupos e
individuos y mantener su orden y unidad. La autoridad política es, por tanto, el elemento clave para
lograr tales objetivos.
07.
Así, se
tiene que la autoridad política constituye el gobierno de hombres libres sobre hombres libres y
que tiene por objeto el bien de todos los ciudadanos que, como hombres libres,
existen para sí mismos. Por tanto, el bien común y el fin de la autoridad
política son la paz y la armonía de las diferentes partes que se combinan para
integrar la ciudad –entendida ésta como "sociedad"– (Fortín, 1996 p.
250). ¿Y, que paso aquí, entonces, en estos últimos 15 años? ¿Regresamos, por
la vía rápida, a las cavernas?
Nelson Maica
nelsonmaica@gmail.com
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