A mi juicio,
afortunadamente -¡gracias a Dios!- en Venezuela todavía no hay socialismo,
aunque hay algunos que sí creen que vivimos en un sistema socialista.
Desde mi punto de
vista, eso aun no ha ocurrido y ojalá no ocurra nunca en Venezuela. Está claro,
que no estamos como en la Alemania Oriental o Hungría socialistas de otros
tiempos, o en la Cuba o Corea del Norte de hoy.
Obviamente, la destrucción del
aparato productivo, la escasez, la devaluación de la moneda, la inflación, el
irrespeto de la propiedad privada y la recesión son la consecuencia de
políticas de inspiración colectivista socialista.
Sin embargo, están
los que afirman lo mismo que este servidor, pero no anteponen el
“afortunadamente”. Más bien, se lamentan que ese sistema no se haya implantado
aun, “como debe ser”, de allí su crítica al gobierno.
Estos críticos
socialistas, los encontramos en ambos bandos de la política nacional.
En el chavismo, se
quejan de que no avanza el desmantelamiento del capitalismo, que se transija
con ese sistema y no se profundice la revolución, con mas expropiaciones y
controles al mercado y a “la burguesía especuladora y traidora”. Los de la
llamada Marea Roja engrosan este sector minoritario en el gobierno.
En la oposición, los
socialistas, porque los hay, y no me refiero sólo a los marxistas de Bandera
Roja, cuestionan al régimen, precisamente, porque no se comportaría como un
verdadero gobierno socialista, sino como un
“capitalismo de estado”, o que en sus vidas personales, los jerarcas del
régimen se conduzcan como burgueses vulgares y corrientes, echándoles en cara
tal proceder. “Un gobierno socialista no haría eso ni esto otro”, leemos u
oímos en algunos opositores, como si el socialismo, en esencia, fuera bueno, si
es bien aplicado.
La discusión de fondo
de este asunto no es de poca monta.
Como quiera que me
sitúo en el campo opositor, al toro que le entraré es al que se pasea por el
ruedo de las fuerzas democráticas.
Pocos comentan el
tema. Debate grueso no hemos tenido, y quizás, para los más pragmáticos, no
tenga pertinencia alguna hoy, habida cuenta de otras prioridades más urgentes
que llevan a afrontar primero el día a día, como vaya viniendo vamos viendo.
Craso error de éstos y en el que reincidimos con las consabidas nefastas
consecuencias.
No obstante, sentimos la obligación de insistir en el tema, porque tiene que ver directamente, querámoslo o no, con la discusión en el seno de la oposición, sobre estrategia y propuestas de solución de los problemas sociales y económicos, sin olvidar el objetivo de pedagogía política en el mediano y largo plazo. Es un tema que es también pragmático.
Cuando vemos a los
obreros de SIDOR y otras empresas estatales protestar por sus prestaciones
laborales, el discurso opositor no puede quedarse sólo en apoyar esas
reivindicaciones crematísticas, sin referirse al problema de fondo que subyace.
¿Por qué no se habla
sobre la enloquecida política de expropiaciones muy propia del pensamiento
socialista, que muchos de aquellos trabajadores aplaudieron en su momento? ¿Por
qué no se dice claro y raspado que la solución para dar viabilidad a esas
empresas y garantizar a los trabajadores condiciones de trabajo dignas en el
largo plazo, es privatizarlas?
¿Es por conveniente
demagogia o por convicción profunda? ¿Qué temor hay de hacer esos
planteamientos con valentía?
A mediano plazo ¿de
qué sirve esa demagogia inmediatista? Perseverar en esa postura sólo refuerza
en mentes y corazones unas creencias en salidas equivocadas, que conspiran
contra el bienestar y la estabilidad de los trabajadores y de la sociedad
entera.
¡Ah claro! El
político demagogo no se sentirá cómodo diciendo la verdad, porque perdería la
base de apoyo popular.
De otro lado, el que
tiene la convicción sobre la bondad de la política socialista y que cree en el
Estado intervencionista y propietario de industrias, el problema es otro. Es
ideológico, y la discusión será distinta, pero hay que darla.
El primer paso es que
nuestros líderes políticos dejen claro qué piensan al respecto.
Con seguridad me
dirán ingenuo por creer que podría haber una sinceración en este debate. Me
recordarán que los políticos no se suicidan, que la demagogia siempre se impone
y que, en definitiva, no les conviene meterse en honduras que les harían perder
votos.
Nunca será en vano
insistir en la necesidad de enfrentar con coraje la ideología
estatista-socialista que está en el ADN de los venezolanos y sus políticos. El
progreso y el desarrollo duradero del país dependen de que se deseche de una
vez por todas, toda esa basura ideológica que nos impide salir del atraso
social y enrumbarnos por senderos permanentes de prosperidad y paz.
Emilio Nouel V.
emilio.nouel@gmail.com
@ENouelV
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