El Centro de Liberalismo Clásico (CdeLC) es una institución laica y no
religiosa, no confesional, no sectaria ni excluyente.
Nuestros principios liberales son tres, que compartimos todos los liberales católicos, protestantes y evangélicos, y personas de otros credos y religiones, y también de ninguno: Gobiernos limitados; mercados libres; y propiedad privada.
Y entre todos los de este
Equipo, hemos traducido esos tres Principios en una propuesta de Cinco Reformas
concretas y específicas, que se explican a continuación. Pensamos que son cinco
propuestas aceptables para todos los liberales, de cualquier religión o
ninguna.
Definir o describir de este modo el
Liberalismo Clásico es lo más práctico, y es la única manera de abordar la
acción política frente a la opinión pública.
I
Cada liberal tiene su respuesta a la pregunta
“¿qué es ser liberal?”; y cada antiliberal tiene la suya también. Para algunos,
ser liberal es ser “tolerante”; para otros es identificarse con la defensa del
libre mercado, o las libertades individuales, o los derechos de propiedad
privada, o la propuesta de “achicar el Estado”, o decretar su abolición. O con
los “milagros” europeos de Posguerra, o las experiencias de los “dragones
asiáticos” de los ‘70 y ‘80, o de los gobiernos Thatcher y Reagan (o Pinochet),
o las ideas de la Revolución de 1776 en EEUU, o de tal o cual filósofo,
economista, novelista, etc. de su preferencia.
Para otros, ser liberal es asumir “el ideario
de la libertad”, o el “principio de no agresión”, o también de “respeto al
prójimo” … etc etc. El tema es inagotable.
Por supuesto, la definición de cada quien se
relaciona con su posición en materia filosófica o religiosa; y en particular
respecto del Cristianismo. Según el economista austro-cristiano Jorg-Güido
Hulsmann, hay cuatro formas de ver este punto, en general y particularmente
entre los liberales: 1) Unos ven la religión y la libertad como antagónicas,
siendo toda religión enemiga mortal de la libertad individual, peor que el
Estado. 2) Para otros, libertad y teología nada tienen que ver: pertenecen a
las esferas separadas de la política y la religión, entre las que no hay punto
de contacto conceptual o histórico. 3) Para otros, religión y libertad son
complementarias y se necesitan, porque la religión sólo florece en un clima de
libertad, y porque la religión cristiana proporciona el clima moral que permite
y facilita prescindir de gobierno o al menos reducirlo al mínimo. 4) Por fin,
algunos piensan que la religión, y en particular el cristianismo, es factor
fundamental para la libertad del hombre, entendido a nivel conceptual como
creatura de Dios y no del Gobierno; y así la historia de Occidente lo confirma.
Las dos últimas posturas asumimos en el
CdeLC, como primer paso para la reconciliación entre el Cristianismo y la que
fue su doctrina política, la del Gobierno Limitado. Cualquiera sea la creencia
de cada quien en Dios, o en la inspiración de la Biblia, el hecho es que esta
es la doctrina de gobierno que enseña la Escritura, tal cual como fue la
interpretación más o menos generalizada en el cristianismo occidental hasta el
s. XIX.
Esta doctrina se llama “liberalismo” desde
1812, cuando entre el cristianismo y ella se dio un funesto divorcio, causado
por leer los cristianos sus Biblias con anteojeras estatistas y socialistas. Y
hasta hoy han seguido caminos separados: el Cristianismo abrazando el estatismo
y el Socialismo, al calor del Romanticismo; y la doctrina del Gobierno
Limitado, en el marco de corrientes humanistas no afines al Cristianismo. Los
resultados del divorcio han sido funestos para ambas partes, y para todos: el
Socialismo se impuso en todo el mundo y en todos los frentes, ante una muy
debilitada y fragmentada resistencia liberal.
No obstante lo anterior, los principios
liberales del CdeLC son tres, que compartimos católicos, protestantes y evangélicos,
e incluso personas de otros credos y religiones, y también de ninguno:
Gobiernos limitados, mercados libres, y propiedad privada; y los hemos
traducido en una propuesta de cinco reformas concretas y específicas,
aceptables para todos los liberales, en vistas a la acción política y en la
opinión pública.
II
Pero estos tres principios se basan en otro
más general que le sirve de fundamento: la separación entre lo público y lo
privado. Lo público se refiere al uso de la fuerza pública, a cargo del Estado,
“el monopolio legal de la fuerza” según la conocida definición de Max Weber. En
el muy citado cap. 13 de su Carta a los cristianos de Roma, el Apóstol Pablo
les exhorta a obedecer a las autoridades públicas. Pero lo que tiene en mente
no es un Welfare State sino un Gobierno “limitado” al uso de la fuerza, para
cumplir sus funciones y para colectar los impuestos que han de cubrir sus
gastos. El poder público “no en vano lleva la espada, pues es servidor de Dios,
vengador para castigar al que hace lo malo […] pues por esto pagáis los
tributos.” (Rom. 13:4-6) Y en su Primera Carta a Timoteo le pide orar “por los
reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y
reposadamente en toda piedad y honestidad” (I Tim. 2:2).
Las autoridades llevan espada porque se
encargan de los ladrones, asaltantes, invasores, violadores, secuestradores y
demás malhechores y transgresores que no entienden otro lenguaje que el de la
violencia. Gracias a las autoridades que cumplen ese papel, dice Pablo, podemos
vivir “quieta y reposadamente” (en paz y seguridad, apartados de la violencia)
nuestra vida privada “en toda piedad y honestidad” (conforme a nuestros
valores.)
Por eso en el sector público se requiere la
violencia. Pero no se requiere fuerza física o coacción alguna para practicar
la agricultura, la minería, el comercio, la industria, la banca, la educación,
la medicina o las obras de caridad con los menesterosos. Por eso en el sector
privado no es necesaria la violencia.
Y por eso el estatismo no funciona: porque en
todo sector estatal hay rasgos esenciales que son funcionales al uso de la
violencia y a la coacción. Estos son en extremo útiles en la burocracia, el
ejército, la policía y los tribunales, la diplomacia o la colección de impuestos.
Entre otros rasgos funcionales conviene mencionar: el orden jerárquico en lugar
del orden consensual (acuerdos) o el orden democrático (mayoría de votos); la
uniformidad en vez de la variedad, la diversidad o el pluralismo; la formalidad
y aún solemnidad en lugar de la informalidad; y la disciplina vertical como en
los Ministerios, en lugar de la disciplina horizontal como en los mercados.
Pero estas características, connaturales al Estado, no sirven para nada y en
cambio mucho estorban en otras actividades que no requieren el uso de la
coacción o la fuerza física.
III
Ser liberal es entonces es proponer las cinco soluciones liberales a los cinco problemas señalados como más graves por la gente en las encuestas, relacionados respectivamente con los gobiernos, la economía, la educación, la atención médica, y las jubilaciones y pensiones.
Cualquiera sea su religión, filosofía,
simpatías literarias o color partidista, un liberal es entonces quien se
identifica con estas cinco reformas:
1. Reforma Política. Poner al Estado en su
lugar, a cargo de las funciones de seguridad y defensa, administración de
justicia, y obras de infraestructura; y en consecuencia limitar sus poderes y
su presupuesto a las atribuciones y recursos estrictamente necesarios al
cumplimiento de tales funciones. En otras palabras, poner en sus funciones
públicas a los agentes estatales: militares y policías (y diplomáticos); jueces
y oficiales de justicia; contratantes de la construcción de puentes, caminos,
diques y embalses, etc.; y colectores de los pocos tributos o contribuciones
“impuestas” indispensables para estos fines, impuestos directos y no
indirectos, bajos y planos, e iguales para todos.
Esto implica poner a los militares y policías
a combatir la inseguridad, la violencia, el terrorismo y el crimen, como
primera prioridad en la agenda estatal; y a los diplomáticos y cónsules a
atender a los nacionales en el exterior antes que a los políticos locales. Y
poner jueces y tribunales a cargo de la intervención del Estado en la economía,
la banca, la educación y todas las esferas de la vida social y cultural; pero
sólo si ocurre una violación cierta y comprobable de los derechos a la vida,
propiedad y libertades, definida y tipificada en los códigos ordinarios o comunes
del Derecho civil, mercantil o penal. A estos fines, y a la realización y
mantenimiento obras públicas de infraestructura que incrementen la
productividad y rendimiento de las actividades privadas, ha de limitarse la
política pública.
Del campo privado son las relaciones
sexuales, matrimoniales, familiares, laborales, comerciales, educativas,
cívicas, culturales, artísticas, religiosas, médicas, informativas y de
entretenimiento, científicas y técnicas, previsionales y de beneficencia, etc.,
y tienen que desenvolverse conforme la voluntad de los participantes e
involucrados expresada en contratos; no de reglamentos dictados por el Congreso
bajo forma de leyes especiales, ni por el Ejecutivo bajo forma de decretos, ni
por la ONU, la OEA u otras organizaciones interestatales bajo forma de
“convenios internacionales”.
Esto implica quitar al Congreso de la
reglamentación de las actividades privadas por naturaleza, y ponerle en su
lugar: a vigilar que no salga el Ejecutivo de sus límites, sobre todo mediante
el control de su Presupuesto Fiscal, alimentado sólo de los impuestos y no de
empréstitos. Implica además poner a los partidos políticos en su lugar: como
entes privados, sin relación de dependencia alguna con el Estado, a fin de que
puedan ser instrumentos en manos de la ciudadanía.
No habrá monopolios o privilegios legales.
Implica que no habrá p. ej. “curso legal”, y las monedas circularán libremente,
cada quien escogiendo la de su preferencia. Implica poner a los bancos en su
lugar, eliminando el privilegio de “encaje legal” que exige la reserva de sólo
una fracción de los depósitos. Por consiguiente no habrá multiplicación
artificial del dinero, ni del crédito o los medios de pago. Pero este tema toca
la siguiente reforma.
2. Reforma Económica. Poner a cargo de las
actividades económicas a los agentes económicos, que no son los políticos,
funcionarios y burócratas, sino los trabajadores, los empresarios y gerentes, y
los capitalistas: ahorristas e inversionistas.
En otras palabras: poner a los agentes
económicos privados a cargo y al mando en la agricultura y la minería, la
industria y los servicios, el transporte, la banca y las finanzas, seguros,
etc. A este fin han de ser privatizadas y desreglamentadas estos quehaceres,
para que sus actores sean sensibles a las necesidades, preferencias y
exigencias de los consumidores, del lado de la demanda, y de los productores,
del lado de la oferta, y así contribuyan a crear y distribuir la riqueza por
sus canales naturales: los mercados.
3. Reforma de la Educación. Poner la
educación en manos de los educadores y no del Estado, para que los educandos de
todas las especialidades y niveles, y los padres en la enseñanza elemental,
puedan escoger con entera libertad el centro docente de su preferencia, con el
tipo de educación, y el contenido, los planes, los programas y el sistema o
método de su preferencia, del lado de la demanda de educación. Y para que los
maestros, profesores, docentes y capacitadores puedan competir en calidad,
variedad y precio, del lado de la oferta educativa. En otras palabras:
privatizar y desreglamentar la educación.
¿Y los pobres? En el camino de la transición
al capitalismo maduro y a la riqueza, los educandos pobres han de ser asistidos
por el Estado con vouchers o cupones, para pagar por sus matrículas y gastos en
las agencias y centros docentes de su elección, los cuales serán reembolsables
en dinero por el Estado, a todos aquellos institutos que los usuarios hayan
escogido para su educación.
4. Reforma de la Atención Médica. De modo
análogo al caso de la educación, se trata de poner la medicina en manos de los
médicos y doctores, no del Estado, para que los enfermos, discapacitados y
accidentados puedan escoger libremente el centro médico, hospital o clínica de
su preferencia, con la atención de su elección, del lado de la demanda de
servicios médicos. Y para que los médicos, enfermeras, bioanalistas,
odontólogos y gentes de la profesión médica en general puedan competir, tanto
en calidad y variedad como en precio, del lado de la oferta de medicina. En
otras palabras: privatizar y desreglamentar la medicina.
En transición, y análogamente a la educación,
en este caso los enfermos, discapacitados y accidentados pobres han de ser
asistidos por el Estado con cupones, para pagar por sus gastos en los centros
médicos de su elección, los cuales serán reembolsables por el Estado, a los
institutos de salud que los usuarios pobres hayan escogido para sus
tratamientos.
5. Reforma de las Jubilaciones y Pensiones.
En base al mismo esquema de la educación y la salud, es poner las Cajas de
Jubilaciones y las Pólizas en manos de los administradores de fondos y no del
Estado, para que jubilados y pensionados puedan escoger con entera libertad la
Caja o Fondo Previsional de su preferencia, con el tipo de Plan, Póliza o
contrato de su elección, del lado de la demanda. Y del lado de la oferta, para
que las compañías administradoras puedan competir, en calidad, variedad y
precios. En otras palabras: privatizar y desreglamentar los sistemas de
jubilaciones y pensiones.
En la transición, los trabajadores, retirados
y pensionados pobres, también han de ser asistidos por el Estado, con cupones,
para pagar por las Pólizas planes de su elección, en las Cajas o Fondos
Previsionales de su elección, reembolsables por el Estado a aquellos institutos
que los usuarios hayan escogido para su servicio.
IV
¿Te parecen “raras” estas propuestas? No hay
alusiones directas a los detalles de la problemática del desempleo, la pobreza,
la mujer trabajadora, los niños abandonados o desnutridos, los ancianos
enfermos, el maltrato familiar, la inmigración, el racismo, la polución
ambiental etc., y por eso las reformas liberales no parecen dirigidas a tratar
con ellos.
Pero es que esos problemas, muy graves todos,
son nada más eslabones en la cadena de consecuencias y repercusiones del
estatismo, que se ha hecho muy larga, incluyendo sus efectos más indirectas y
remotos, como son todos. La gente se enfoca y se enfrasca en discutir detalles
y pormenores de los eslabones de la cadena, olvidando la causa y el mal de
fondo: el estatismo; lo cual es muy bueno para el estatismo! Los árboles no
permiten ver el bosque; y es por ello que las crisis provocadas por el
estatismo pretenden resolverse con “soluciones” estatistas, que no las
solucionan sino que las agravan y multiplican.
¿Te parecen “simplistas” estas propuestas?
Son simples quizá; mas no “simplistas”. Bien miradas, las soluciones liberales
no son sino de puro sentido común. Aplican en la práctica cuatro refranes
populares de gran sabiduría:
1) “Quien mucho abarca poco aprieta” es lo
que ocurre con el Estado bajo el estatismo. ¿Cómo un solo instituto social, el
Gobierno, puede brindarnos seguridad y defensa, justicia y obras públicas, si
además aspira a cubrir también todas nuestras necesidades en materia de
alimentos, vivienda y otros relacionados con economía y finanzas, educación y
cultura, orientación y guía moral para la familia, atención médica, cuidados en
la vejez, etc. “de la cuna a la tumba” como declaraba el principio socialista
democrático que dio origen al Estado multipropósito mal llamado “de Bienestar”?
2) “Lo perfecto es enemigo de lo bueno”. Las
“soluciones” estatistas siempre buscan planes perfectos para que aplique el
Estado; las liberales posiblemente no son perfectas pero son buenas; y para
aplicar entre todos, el Gobierno (limitado) y los privados, respondiendo al
principio “Cada quien a lo suyo”.
3) “Zapatero a tus zapatos”, es otra
formulación de “Cada quien a lo suyo”, y significa que cada institución de la
sociedad, las estatales y las privadas, tiene sus fines propios, y para ellos
resultan idóneas, siendo absolutamente ineptas para cumplir otros fines o
funciones distintas.
4) “Mucho ayuda quien no estorba” alude a las
instituciones privadas: familias, escuelas, Iglesias, clínicas, cajas
previsionales etc. El Estado no puede reemplazarlas; pero en sus desesperados
intentos por sustituirlas, les impide o estorba y dificulta (o encarece) en el
camino al logro de sus fines propios, para los cuales están muy bien dotadas
por su constitución y estructura.
Para terminar, la eterna preguntita: “¿En qué
país se practica un sistema así, o al menos parecido?” Respuesta: de momento en
China, desde los ‘80, siguiendo el modelo de Hong Kong, pero no en todo el
país, sino en las Zonas Económicas Especiales y en las Regiones Autónomas.
¿No estás de acuerdo? Entonces no eres
liberal; pero igual te queremos. ¿Estás de acuerdo? Entonces eres liberal y te
queremos mucho más. ¡Bienvenido al Club!
alberman02@hotmail.com
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Permiso copio y reproduzco !!! Gracias !!!!
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ResponderEliminarQue bendición profesor. Esto está excelente. Saludos
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