Haga lo que haga, el estupendo candidato de la oposición en Venezuela no logra imponerse en las numerosas encuestas realizadas en previsión de las elecciones presidenciales del 7 de octubre. Henrique Capriles ha mejorado su marca en el transcurso de las últimas semanas, es cierto, pero Hugo Chávez mantiene una ventaja de quince puntos. Sorprende que un hombre joven (40 años), inteligente y atractivo no logre desplazar en la intención de voto a un caudillo desgastado por sus trece años en el poder y por un cáncer que limita considerablemente su capacidad de gobernar un país de treinta millones de habitantes.
Los partidarios de Capriles, que se presenta por la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), una amplia coalición de ideología plural, intentan darse ánimo con las escasas encuestas que les son favorables. Consultores 21 y Predicmática otorgan una pequeña ventaja al opositor, pero las empresas más conocidas, como Datanálisis, sitúan a Chávez muy por delante. Ante semejante panorama, la oposición sugiere que algunos sondeos están amañados o que los ciudadanos no dicen la verdad porque tienen miedo. Estaríamos ante una repetición de lo que ocurrió en Nicaragua en 1990, cuando todas las encuestas, menos una, pronosticaron una amplia victoria de los sandinistas, que estaban entonces en el poder. Se equivocaron. Ganó la candidata única de la oposición, Violeta Barrios de Chamorro, con cerca del 55% de la votación.
Nicaragua vivía entonces una verdadera guerra civil, y los electores vieron en “Doña Violeta” la posibilidad de una salida pacífica. Por cierto que la candidata contó con el apoyo muy activo del entonces presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez. Había mucho miedo, sobre todo en los barrios populares. Fue una campaña muy peculiar, donde los sandinistas llenaban las plazas con gente que les apoyaba públicamente pero que a la hora de la verdad acabaría votando contra ellos. Las encuestadoras, la mayoría de los medios de comunicación y los propios sandinistas no captaron ese doble lenguaje y creyeron hasta el final que Daniel Ortega sería reelegido.
Venezuela no está en una situación comparable, pero hay una polarización política tremenda. En algunos barrios pobres de Caracas y en varios Estados donde mandan los chavistas, más vale no ostentar la condición de opositor. El país no está en guerra, pero la criminalidad se ha disparado a niveles pavorosos. Sólo el año pasado fueron asesinadas 17,900 personas; o sea, en la Venezuela democrática muere casi tanta gente como en Siria, donde hay una cruenta guerra civil. Vale la pena recordar que en 1998, un año antes de la llegada de Chávez al poder, la violencia provocó la muerte de 3,200 personas, seis veces menos.
Entonces, quizá, el miedo esté influyendo sobre las encuestas actuales. Es significativo que, a quince días de la elección, los indecisos y los que no contestan —no sabe, no responde— representan todavía el 23.2%.
La oposición recuerda que, además, las empresas especializadas han cometido varias pifias en los últimos años. La más notable fue la del Instituto Venezolano de Análisis de Datos (IVAD), que pronosticó una victoria holgada de la oposición, con el 62.3% de los votos, para el referéndum revocatorio de 2004. Ganó finalmente el No, con más del 50%, y Chávez no fue destituido. Un error de ese tamaño era muy sospechoso y fue denunciado por la oposición como una manipulación orquestada por los chavistas para convencer a sus partidarios de que fueran a votar.
Más que a las encuestas, los opositores le temen a un fraude el día de la votación que sería avalado por el Consejo Nacional Electoral (CNE). La oposición tiene motivos para preocuparse, según el informe realizado para el Woodrow Wilson Center por el ex presidente del IFE mexicano, José Woldenberg, y el ex ministro chileno Genaro Arriagada. Los dos expertos concluyen que el sistema electoral venezolano es “confiable” pero critican “la politización” del CNE, “lo que explica su tibieza para ejercer algunas de sus funciones regulatorias, especialmente en lo que se refiere al abuso de la propaganda oficial”.
Capriles ha denunciado los “abusos de poder” cometidos por Chávez, que ha llegado a interrumpir la retransmisión de un acto de campaña de la oposición con una de sus cadenas obligatorias de radio y televisión. El CNE ha contestado que el asunto no era de su competencia por ser “materia distinta a la campaña electoral”. Tampoco ha dicho nada cuando Chávez declaró en una entrevista televisada que “el país [entraría] en guerra si gana Capriles”. Esa subida de tono, a medida que se acerca la fecha electoral, indica que Chávez tampoco les tiene mucha confianza a las encuestas.
La Razón, Mexico
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