Si se entiende por “perorata” el discurso largo e inoportuno
que resulta molesta o aburrido para quien lo escucha, no resulta difícil
inferir lo que al respecto puede aducirse. Sobre todo, si además de extensa
arenga, cansada o trajinada en su elaboración, no conduce a conclusiones
pertinentes. Aunque a su sentido se llegó de forma irónica pues, en principio,
la peroración constituía la parte más brillante de un discurso con la cual
buscaba convencerse al público sobre el tema disertado. Pero la etimología
popular debió alterar su acepción inicial pues en la actualidad se tiene como
la matraca o cháchara que usa el amargado, el demagogo, el populista o
politiquero de oficio, para enganchar ilusos a una causa defendida sin mayores
razones ni argumentos de peso.
Precisamente, es lo que explica la situación que vive
Venezuela cuando desvergonzados funcionarios del alto gobierno se empeñaron en
presentar como única opción electoral, además de indebida desde la perspectiva
constitucional, al obstinado presidente Chávez quien, contrariamente a lo que
representa, se ha mantenido impávido ante las crudas realidades que ha padecido
el país en sus dos períodos gubernamentales que suman sobre largos catorce
años.
Lejos de ser el discurso presidencial una cadencia de
consideraciones estructuradas sobre una visión constructiva de las realidades
mediatas e inmediatas que caracterizan el discurrir nacional político,
económico y social, se convirtió en una especie de pelotera cuya bulla desdice
de las condiciones que debería distinguir la figura del presidente de la
República. De hecho, las más de las veces que se dirige al país, en cadena
nacional, funge como un vulgar camorrero y atormentado orador. Ajeno a lo que
dictamina la Constitución Nacional pues su artículo 141 dispone que “la
Administración Pública está al servicio de los ciudadanos y se fundamenta en
los principios de honestidad, participación, celeridad, eficacia, eficiencia
(…)” O lo que indica el artículo 145, cuando determina que “los funcionarios
públicos están al servicio del Estado y no de parcialidad alguna”. Cada
discurso presidencial termina, sino confundiendo, amenazando, engañando,
ofendiendo o inventando alguna situación mediante la cual el
candidato-presidente busca no sólo elevar su ego por encima de lo necesario.
También pretende dárselas de erudito, papel éste que no hace bien ya que sus
declaraciones suenan petulantes por la falsa modestia que lo descubre como
quien es.
En medio de tan apesadumbrada realidad, ¿tiene sentido que el
comportamiento presidencial siga tan triste esquema? ¿Qué su verbo luzca tan
soez, irrespetuoso y fútil? A decir por lo que caracteriza un gobernante
militar con ínfulas de reyezuelo y ambiciones de dictador, no es difícil
colegir una respuesta que justifique tan cuestionada conducta que en nada se
corresponde con la investidura de quien debe conducir los destinos de un
colectivo nacional. Aunque no debe descartarse que la verborrea presidencial,
lamentablemente, seguirá construyéndose entre lo maluco y lo caduco. Por eso,
su discurso tendrá pésimas consecuencias para la política venezolana.
Precisamente, por su amarga perorata.
VENTANA DE PAPEL
UN BOLÍVAR YA CONOCIDO
El martes se jugó con las expectativas de una país, de
grotesca manera. Todo fue un teatro de mal gusto para dar a conocer la cara del
Libertador Simón Bolívar, cuando siempre se tuvo conocimiento de la misma.
Todo, por saciar las necedades de un jefe de gobierno que, con sus abusivas
decisiones, intenta modificar la historia patria a fin de ajustarla a su
imaginario político. Trazar la imagen de Bolívar, no fue necesario toda vez que
la historiografía ha dado cuenta de su rostro y aspecto físico. Deberá saberse
que Bolívar tuvo sus retratistas que lo pintaron tal como en la época se
estilaba. José Gil Castro y José María Espinosa, dos de los mejores retratistas
de entonces, plasmaron su rostro sobre lienzo. Razón por la cual, la imagen
recién mostrada no añade nada a lo que se conocía de Simón Bolívar.
No obstante, la acción emprendida puede devenir en problemas
al momento que al mismo alto gobierno se le ocurra ordenar el cambio de la
imagen que hasta ahora se tiene como oficial y que exhiben oficinas, organismos
e instituciones públicas. Un libro de Alfredo Boulton, crítico de arte y
experto fotógrafo, (1982) muestra abundantemente imágenes que la historia ha
recogido sobre Bolívar. Distintos eventos, también han mostrado trabajos
similares en la misma dirección. La exposición realizada en 1997 por quien fura
canciller de la República, Simón Alberto Consalvi, tuvo igual propósito. Así
que la presentación presidencial sobre un nuevo Bolívar, no causó sorpresa
alguna por cuanto su imagen ya era conocida. Salvo para justificar una
erogación de recursos que pudo servir para cubrir clamadas necesidades. Era un
Bolívar ya conocido.
¿NO ES HEGEMONÍA COMUNICACIONAL?
La necesidad política que conlleva el régimen en su afán por
captar votos para las elecciones presidenciales, lo ha obligado a burlar los
principios que declara la Constitución de la República cuando refiere la
igualdad y la justicia social como valores supremos del ordenamiento jurídico y
de la actuación que debe seguir la gestión pública. La decisión de concentrar
las transmisiones de televisión en la señal generada por los Juegos Olímpicos
que están realizándose en Londres, a través de TVES, emisora de televisión
ilegalmente confiscada a RCTV por resistirse a las órdenes presidenciales, deja
ver la transgresión aludida. Valiéndose de la fuerza económica para comprar los
derechos de televisión y así bloquear las posibilidades de otros medios
especializados en materia deportiva, TVES puso al descubierto su codicia de
aglutinar las imágenes olímpicas lo cual tiene una explicación de fácil
interpretación.
En medio de la jerga electoral que ahora se vive, el régimen
intenta canalizar su proselitismo a través de los medios de comunicación que
detenta. De esa manera, trabajan formas subliminales para manipular la
percepción del televidente mediante la fijación subconsciente del Chávez
candidato. Para ello, las transmisiones se convierten en elementos
propagandísticos con anuncios del gobierno que proyecten al presidente como
“gran gestor público”. Prueba de ello, resultó ser la inauguración de las
Olimpiadas la cual además de contar con pésimos presentadores, cuyos
comentarios además de reflejar un absoluto desconocimiento de historia olímpica
y disciplinas deportivas a ser eventos de competición, fue oportunidad para
exaltar (indebidamente) al Chávez como candidato presidencial, así como a
colaboradores cercanos. Si así va a ser el modelo a seguir, las transmisiones
desde Londres serán sencillamente un acto más de burda política. Pero además,
de mala praxis periodística. Entonces, ¿cómo se llama eso? ¿No es hegemonía
comunicacional?
GENÉTICA POLÍTICO-ELECTORAL
Los problemas que afectan a Venezuela, tienen un componente
emocional que trasciende la razón por o que se trastocan las realidades
sociales y políticas generándose de esa forma la agudización de una crisis
moral y ética. Arianna Monagas, comunicadora social, analiza la situación bajo
las siguientes palabras. Escribe en su blog “Venezuela bajo construcción”, que
“el país tiene un error de fábrica: el de elegir gobernantes que sólo crean
convulsión ancestral. Muchos venezolanos vuelan desesperados la frontera
buscando la presencia alterna de un mejor mandato, de una mejor izquierda o de
una más radical derecha. Así son los venezolanos, inconformistas con lo que
sucede en el país pero completamente conformes con problemas como la deuda
externa de cualquier otro país. Andan de queja en queja, y no tienen los
pantalones apretados para lanzar un grito de: Bueno, ¿qué es lo que pasa?
Sin embargo, mientras muchos dejan llevarse por los gritos
del precursor de la independencia cuando se encadena (hasta olvidó quién es),
pierden el hilo de la historia de este hermoso país. Se vuelven elementales, se
pierden en una sociedad de ovejas y borregos. Una sociedad en la que un
busetero le acelera el paso a una viejita de 80 años…Una sociedad sin sueños,
sólo expectativas políticas. He ahí el gran dilema: “Ser o no ser jalador de
los politiqueros baratos, de esos que abundan como arroz”. ¿Será que cuando
Chávez se vaya habrá un nuevo juguete en la fiesta, una nueva piñata que
reventar, no habrá quejas y se volará a otro destino para ser felices como
lombrices? ¿Acaso es un problema de genética político-electoral?
amonagas@cantv.net
@ajmonagas
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