Si algo nos faltaba a los venezolanos para empeorar la terrible situación política que se vive en esta ex República, ya lo tenemos: desde el 1º de diciembre de este fatídico año de 2011 somos súbditos indirectos de Cristina Fernández, soberana de un reino inexistente pero súbditos suyos de facto por disposición ejecutivísima y visceral de nuestro ‘coma-andante’ robolucionario, el inefable prócer de Sabaneta y anal-ítico héroe del Museo Militar de Caracas. ¿Acaso lo duda? ¿Imagina que es una afirmación descabellada de quien le escribe? Me temo que el asunto rebasa las bardas de un sainete tragicómico y se inserta en el contexto entre países que los expertos en geopolítica y Derecho Internacional llaman Relaciones Internacionales.
Somos súbditos de Cristina desde el mismo instante en que el Presidente de la República Bolivariana de Venezuela le asignó a la presidente de la República Argentina el título y el rango de “Mi reina” en un acto protocolar de Estado, evento público realizado y transmitido en cadena nacional, nada menos que desde el emblemático Fuerte Tiuna de Caracas. Esa fue una declaración que ‘la soberana’ aludida y los demás presidentes y dignatarios internacionales asistentes se tomaron a la ligera, habida cuenta del talante informal y tremendista de Hugo Chávez, pero hay una circunstancia que transforma el sentido de la frase y la colocan en una perspectiva nada halagüeña ni conveniente para los venezolanos, tampoco para la presunta reina. Veamos:
Esta circunstancia se relaciona con los alcances y limitaciones del rol de Presidente que ejerce ‘por ahora’ Hugo Chávez. La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, en su Artículo 226 afirma: El Presidente o Presidenta de la República es el Jefe o Jefa del Estado y del Ejecutivo Nacional, en cuya condición dirige la acción del Gobierno. En su condición de Jefe de Estado, el Artículo 236 de esta Constitución faculta al Presidente de la República a... “Dirigir las relaciones exteriores de la República y celebrar y ratificar los tratados, convenios o acuerdos internacionales.” Estos parámetros constitucionales colocan la afirmación ‘graciosa’ del ex golpista bolivariano en un contexto muy comprometedor para Venezuela, pues su afirmación no se puede entender a título personal sino en su rol de Jefe de Estado y del Poder Ejecutivo Nacional.
En un país que se respete y que sea coherente con la normativa de su Constitución sería un escándalo que el Presidente de la República le dijera “Mi reina”, públicamente y en acto protocolar a la Presidente de otra Nación, pero los venezolanos malvivimos en un ex país, donde hasta ayer éramos ciudadanos de una Nación presuntamente libre y soberana, pero que se ha convertido de facto en una provincia de un postmoderno Virreinato del Río de La Plata, con Cristina I como soberana.
El destino es insondable y el devenir de la humanidad nos depara grandes sorpresas. Tal vez como ‘súbdito’ rioplatense no me vaya peor que ahora y nomás por eso ya veo mi foto en un pasaporte albiceleste, ornado con la bella bandera de Belgrano y hasta me escucho cantando “Por una cabeza” que no es precisamente la mía.
Por una cabeza, metejón de un día,
De aquella coqueta y risueña mujer
Que al jurar sonriendo, el amor que está mintiendo
Quema en una hoguera todo mi querer.
Andres Simon Moreno Arreche
andresmorenoarreche@gmail.com
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