Dos aspectos me inquietan con respecto a la Mesa de Unidad Democrática. El primero: su relativamente débil solidaridad y esporádica preocupación hacia los presos políticos del régimen. El segundo: la carencia de un mensaje definido hacia las mayorías populares, que responda a las preguntas: ¿cuál es la alternativa económica, no sólo política, a lo que existe, y qué se hará desde un hipotético nuevo gobierno?
Considero legítimo realizar estos cuestionamientos pues la dirigencia democrática no se encuentra más allá del bien y del mal. No sostengo que la MUD haya dejado por completo de lado a los presos políticos del régimen, sino que su interés sobre los mismos y acerca de las injusticias y penurias que padecen no ha sido sistemático, ni les ha llevado a tomar acciones que combinen la fortaleza y la perseverancia.
En días recientes, por ejemplo, se ha revelado que uno de estos presos políticos, Alejandro Peña Esclusa, ha experimentado una recaída del cáncer de próstata del que fue operado, poco antes que su hogar fuese allanado por la policía política el pasado mes de julio de 2010. Desde entonces Peña Esclusa permanece en la cárcel, con base en el montaje por parte del gobierno de un “caso” repleto de irregularidades y patrañas.
A pesar de la recurrencia de su enfermedad a Peña Esclusa no se le han otorgado aún las indispensables facilidades, de modo que se lleven a cabo los exámenes médicos y el tratamiento necesarios.
El suyo es un claro ejemplo de la implacabilidad revolucionaria hacia personas que, por diversas razones, el régimen procura convertir en víctimas expiatorias para intimidar al resto de la oposición. Y cabe preguntarse: ¿Qué ocurre en este plano con la MUD? ¿Qué explica que la dirigencia democrática no haga de los presos políticos, de la represión y la inhumanidad del régimen, una primordial bandera de lucha que articule resonantes denuncias y protestas a nivel doméstico e internacional?
Así como llama la atención el relativo desdén de la MUD en torno a un asunto que involucra a un grupo de valientes individuos y sus familias, que sufren la injusticia y crueldad de un régimen sin escrúpulos, resultan también alarmantes los reiterados pronunciamientos de voceros partidistas según los cuales “el problema de Venezuela no es de ideología sino de eficacia”.
A mi modo de ver tales expresiones reflejan ausencia de ideas y convicciones, y una precariedad que en ocasiones ha llevado a destacados líderes de la oposición a proclamar que ellos son los “verdaderos socialistas”, compitiendo con Hugo Chávez en su propio terreno programático en vista de que no parecieran tener otra opción que presentarle al país.
Chávez posee convicciones y una visión de lo que quiere. Son disparatadas y ruinosas para Venezuela, pero acepto que las tiene. Lamentablemente no puedo decir lo mismo acerca de la oposición democrática, más allá de un compromiso genérico con la democracia representativa. Les falta una visión de la libertad y el desarrollo, que explique a las mayorías el rumbo que se abrirá en lugar del Socialismo del Siglo XXI y su secuela de fracasos. No hablo de una sofisticada filosofía sino de un programa de desarrollo social y económico basado en la libertad del ser humano, que trascienda el populismo colectivista y muestre a los sectores populares otra esperanza.
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