La economía se está hundiendo en un precipicio de ineficiencia estatal de difícil recuperación
Dos mochos se juntaron para rascarse. Uno de ellos, desesperado porque su bote hacía agua por los cuatro costados, visita al mocho más viejo en busca de consejo. Aquél, al verlo, le dice:
Hermano, que bueno que viniste. Necesito más ayuda, porque después de medio siglo, mi propio bote destartalado está naufragando.
¿Cómo me dices eso? -contesta el mocho joven- Yo tenía un bote nuevo y tú me obligaste a remolcar al tuyo remando contra corriente. Me dijiste que si lo hacía, los dos podríamos navegar para siempre en el mar de la felicidad. Seguí tus consejos pero ahora mi bote está maltrecho y se está hundiendo.
Pues mira chico ¡rema tú más duro para ver si nos salvas a los dos!
¿Pero no ves que me voy a pique?
Para que mi bote viva -replicó el viejo- tiene que vivir el tuyo. ¡Tenemos que rascarnos juntos!
Veamos: El primer bote hace agua y lo que lo mantenía a flote era una industria petrolera boyante, pero que ahora está severamente dañada y su producción se viene abajo. Esa industria aportaba cerca del 95% de los dólares que requería el país. Ahora son mucho más importantes que antes, porque habiendo destruido buena parte del aparato productivo, hoy tenemos que importar lo que ya no producimos; pero con un ingreso petrolero menguante, los dólares ya no alcanzan.
Se ha desatado un proceso de estatización que ha conducido a la incautación, nacionalización o expropiación de más de 1.300 empresas privadas que incluyen, entre otras, 300 empresas en los sectores industrial y comercial, más de 100 empresas en el sector petrolero, más de 100 empresas en los sectores de la construcción y urbanos y unas tres millones de hectáreas en el sector agrícola que han dejado de ser productivas. Todo esto ha conducido a que la economía venezolana se esté hundiendo en un precipicio de ineficiencia estatal de difícil recuperación, al menos mientras no se restaure la seguridad jurídica de forma de estimular nuevamente las inversiones. Pero por el contrario, quienes nos gobiernan, adelantan un proceso de radicalización aprovechando la perruna fidelidad de unas focas que de todas formas pronto se irán a nadar en el mar.
Ya destruyeron buena parte del sector financiero privado y ahora van a rematar la faena declarando a los bancos como un "servicio público". También están destruyendo al sector de la construcción, frustrando las esperanzas de los venezolanos de llegar a adquirir una vivienda propia. La crisis eléctrica, producto de la desidia gubernamental, golpea fuertemente al pueblo y a la economía.
La inseguridad -que campea por sus fueros- y el desempleo están minando las bases mismas de la sociedad, provocando una fuga masiva de cerebros. La inflación ha pasado a ser la más alta del mundo (29,7%), por encima de las de Congo (26,6%), Eritrea (20,5%), Argentina (20%), Guinea (16,6%) y Sierra Leona (15,5%).
Las protestas laborales se multiplican incontrolables por los cuatro costados del país. Inesperadamente son los trabajadores quienes más rechazan las expropiaciones, con lo cual respaldan la posición de cerca del 80% de los venezolanos que se oponen a ellas.
El equilibrio de los poderes y las instituciones en su conjunto, han caído genuflexos frente a una deidad que les exige bajar la cerviz y testimoniar públicamente una humillante e inconstitucional subordinación. De esto no escapan varias charreteras, generando tensiones en ese sector.
En el campo internacional ya cayeron las caretas. Todos saben lo que aquí está pasando. Las cosas se complican al obtener los republicanos el control de la Cámara de Representantes. En España, casos como el de la ETA arruinarán el enamoramiento con Zapatero. En Brasil ya no está Lula y no sabemos si Dilma mantendrá el romance. La luna de miel con Santos tampoco sabemos si durará, porque allá existe una política de Estado, en tanto que aquí impera una política de estados, pero de ánimo. Zelaya tampoco está y, mucho peor, el hermano Kirchner se murió. Hasta Insulza, que sabe otear el ambiente, se está insubordinando. Para colmo Evo, zamarro como buen indio, comienza a comprender lo que está ocurriendo. Y si volteamos hacia el mar de la felicidad... allí no hay vida. Los vientos están cambiando.
Y mientras el bote hace agua por los cuatro costados, aparece el caso Makled. ¿A dónde irá a dar preso? ¿Por qué tanto miedo a lo que pueda decir este tipo que tantos vínculos tenía con el oficialismo? ¡Es como demasiado! El tejido social corre el riesgo de rasgarse.
Dos mochos se juntaron para rascarse. Uno de ellos, desesperado porque su bote hacía agua por los cuatro costados, visita al mocho más viejo en busca de consejo. Aquél, al verlo, le dice:
Hermano, que bueno que viniste. Necesito más ayuda, porque después de medio siglo, mi propio bote destartalado está naufragando.
¿Cómo me dices eso? -contesta el mocho joven- Yo tenía un bote nuevo y tú me obligaste a remolcar al tuyo remando contra corriente. Me dijiste que si lo hacía, los dos podríamos navegar para siempre en el mar de la felicidad. Seguí tus consejos pero ahora mi bote está maltrecho y se está hundiendo.
Pues mira chico ¡rema tú más duro para ver si nos salvas a los dos!
¿Pero no ves que me voy a pique?
Para que mi bote viva -replicó el viejo- tiene que vivir el tuyo. ¡Tenemos que rascarnos juntos!
Veamos: El primer bote hace agua y lo que lo mantenía a flote era una industria petrolera boyante, pero que ahora está severamente dañada y su producción se viene abajo. Esa industria aportaba cerca del 95% de los dólares que requería el país. Ahora son mucho más importantes que antes, porque habiendo destruido buena parte del aparato productivo, hoy tenemos que importar lo que ya no producimos; pero con un ingreso petrolero menguante, los dólares ya no alcanzan.
Se ha desatado un proceso de estatización que ha conducido a la incautación, nacionalización o expropiación de más de 1.300 empresas privadas que incluyen, entre otras, 300 empresas en los sectores industrial y comercial, más de 100 empresas en el sector petrolero, más de 100 empresas en los sectores de la construcción y urbanos y unas tres millones de hectáreas en el sector agrícola que han dejado de ser productivas. Todo esto ha conducido a que la economía venezolana se esté hundiendo en un precipicio de ineficiencia estatal de difícil recuperación, al menos mientras no se restaure la seguridad jurídica de forma de estimular nuevamente las inversiones. Pero por el contrario, quienes nos gobiernan, adelantan un proceso de radicalización aprovechando la perruna fidelidad de unas focas que de todas formas pronto se irán a nadar en el mar.
Ya destruyeron buena parte del sector financiero privado y ahora van a rematar la faena declarando a los bancos como un "servicio público". También están destruyendo al sector de la construcción, frustrando las esperanzas de los venezolanos de llegar a adquirir una vivienda propia. La crisis eléctrica, producto de la desidia gubernamental, golpea fuertemente al pueblo y a la economía.
La inseguridad -que campea por sus fueros- y el desempleo están minando las bases mismas de la sociedad, provocando una fuga masiva de cerebros. La inflación ha pasado a ser la más alta del mundo (29,7%), por encima de las de Congo (26,6%), Eritrea (20,5%), Argentina (20%), Guinea (16,6%) y Sierra Leona (15,5%).
Las protestas laborales se multiplican incontrolables por los cuatro costados del país. Inesperadamente son los trabajadores quienes más rechazan las expropiaciones, con lo cual respaldan la posición de cerca del 80% de los venezolanos que se oponen a ellas.
El equilibrio de los poderes y las instituciones en su conjunto, han caído genuflexos frente a una deidad que les exige bajar la cerviz y testimoniar públicamente una humillante e inconstitucional subordinación. De esto no escapan varias charreteras, generando tensiones en ese sector.
En el campo internacional ya cayeron las caretas. Todos saben lo que aquí está pasando. Las cosas se complican al obtener los republicanos el control de la Cámara de Representantes. En España, casos como el de la ETA arruinarán el enamoramiento con Zapatero. En Brasil ya no está Lula y no sabemos si Dilma mantendrá el romance. La luna de miel con Santos tampoco sabemos si durará, porque allá existe una política de Estado, en tanto que aquí impera una política de estados, pero de ánimo. Zelaya tampoco está y, mucho peor, el hermano Kirchner se murió. Hasta Insulza, que sabe otear el ambiente, se está insubordinando. Para colmo Evo, zamarro como buen indio, comienza a comprender lo que está ocurriendo. Y si volteamos hacia el mar de la felicidad... allí no hay vida. Los vientos están cambiando.
Y mientras el bote hace agua por los cuatro costados, aparece el caso Makled. ¿A dónde irá a dar preso? ¿Por qué tanto miedo a lo que pueda decir este tipo que tantos vínculos tenía con el oficialismo? ¡Es como demasiado! El tejido social corre el riesgo de rasgarse.
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