Es
una simpleza inferir que las colas, a las que ineludiblemente nos incorporamos
casi siempre en horas laborales, sólo fulguran un estado de molestia e
irritación personal. Hay más que eso. La ansiedad personal y colectiva por
quedar desabastecido, sobre todo de alimentos y medicinas, está inscrita en el
plan de desintegración social propiciado desde arriba para evadir la trama de
fondo. El “aquí y ahora de la cola” hace que la gente relegue “otros asuntos”
como la productividad laboral, avenencia familiar y el ocio necesario.
Obreros
con o sin el permiso del patrón, amas de casa, gerentes privados y públicos,
engrosan la rutina de las colas de modo forzoso y a toda hora. Conscientes o
no, todos hemos asumido ese vejatorio proceso como un ceremonial cultural a
sabiendas del ultraje personal y social que ello comporta. En nuestra rutina
diaria ya no vemos caras de gentes que caminan por las aceras sino los paquetes
que acarrean a “ver que llevan”. Asimismo los diálogos se limitan a
intercambiar pesquisas sobre el abasto en que “se consigue” tal o cual
producto.
El
gobierno busca que el venezolano pierda su condición de homo intelectual como
esencia de la naturaleza humana y priorice su grafía primitiva de “batallar”
por la comida. ¿Cuánto hemos retrocedido? Como el régimen no tiene respuestas
para sosegar este drama, ha forzado la ley para castigar a “compradores
repetidores” por incurrir en el novísimo delito de “consumir de más”. Lo que es
un éxito y una virtud comercial (vender mucho) en grandes cadenas a nivel
mundial, en Venezuela configura un descompostura empresarial contra el
socialismo equitativo. ¿No hay algo descoyuntado en todo esto?
Cuando
se produce una crisis autentica, como la actual forjada por escasez de insumos,
se genera una atmosfera histérica y frenética en la que no cabe el populismo.
No basta que el gobierno infle y desinfle los temas a “su comprensión” (caso
Colombia), como si con ello se apaciguase a la población ávida de soluciones
reales. Recurrir a la fantasía del nacionalismo patriótico para todo evento,
sin más nada, obnubila la capacidad del burócrata para categorizar los
verdaderos problemas y darles solución.
De
nada vale la inmensa propaganda para convencer al pueblo que el culpable “es
otro” porque el gobierno lo está haciendo bien. “Que no obstante su gran
esfuerzo, la derecha, la oligarquía colombiana, el imperio del norte y
comerciantes locales de mala fe siguen propiciando la guerra económica sin
importarles “la paz de la patria”. Esos argumentos, por sosos, entre otros más
enclenques, lejos de ganar adeptos, ofenden la inteligencia sobre todo del
humilde que madruga para incorporarse a una larga cola.
La
mente del venezolano, contrario a lo que supone el gobierno, se ha transformado
en un cedazo que desecha toda proclama oficial sin contenido y relevancia para
enfocarse en lo eminente como por ejemplo la inseguridad y carestía. Por ello
los sondeos serios reflejan la indetenible caída de la popularidad del gobierno
(DATANÁLISIS). La propaganda carente de sustancia y llena de fantasía, lejos de
ganar adeptos, genera grandes rechazos. Es por ello que los anuncios
subliminales hincados en el patriotismo han perdido eficacia.
Mientras
las colas, la inopia salarial, inflación, carestía, inseguridad, descalabro de
infraestructura vial y estructural, deterioro de servicios públicos como
dotación de agua y energía eléctrica, generan rechazo y reprobación de la
gestión gubernativa, el régimen prosigue en su intento de distraer con lo de
Colombia. No se da cuenta que ese avío de evasión no lo libera de sus deberes
y, por contrario, conlleva el peligro de provocar el ascenso de la intolerancia
pública.
Así
pues el gobierno no ha logrado que el pueblo con hambre se acostumbre a que una
vez liquidado el asunto de “la cola de hoy”, la vida siga mañana con eventos
desvinculados de ayer y antier. No es cuestión de bachaqueo, especulación ni
anti patriotismo sino de resolver conflictos recurriendo a gente “que sabe de
eso” porque la actual gestión ha demostrado en 16 años “que no sabe”. El careo
de las colas contra productividad no tiene más cabida. El 6-D es una fecha
histórica para incitar la chispa que acarrearía al cambio.
Miguel
Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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