América Latina, se encuentra en una situación
parecida (pero más devastadora) a la denominada “década perdida 1980-1990”
lapso durante el cual no hubo crecimiento económico , al tiempo de mostrar un
deterioro de los principales indicadores económicos internos tal como que en
1983 disminuyó el PIB en un 2,8%, empeoró el paro económico, se aceleró el
ritmo de la inflación hasta un 66%, el producto por habitante cayó algo más del
9% con respecto a 1980 haciéndose equivalente al alcanzado ¡en 1977! con obvio efecto
sobre el retroceso del nivel de vida al disminuir el ingreso nacional por
habitante en un 12%, mientras que la entrada de capitales aumentó solo un 7%
mucho menor al 23% registrado en promedio entre 1978-1981.
Es de resaltar, que
la significativa disminución de los flujos financieros a la luz de la caída
vertical del ingreso neto de capitales (aunado a la recesión internacional) que
empezó a disminuir en 1979 y se acentuó durante 1982-83, propiciando el impago
de la deuda externa habida cuenta que hasta 1981 estuvo recibiendo un volumen
de capitales que excedía ampliamente a la suma de amortizaciones de capital e
intereses, lo cual permitía pagar el servicio de su deuda mediante los nuevos
préstamos e inversiones recibidas.
En la América Latina del presente, el Estado
empresario que aupado por la tendencia creciente del precio de las materias
primas y por la “bondad” (¿?) de las instituciones financieras mundiales se
permitió imponer un populismo donde el
crecimiento económico fue posible gracias a un creciente gasto publico
impulsado por una irracional política monetaria, se encuentra en entredicho so
pena de revivir la indeseable década perdida antes referenciada. Las
perspectivas de crecimiento de la economía Latinoamericana reflejan un retraso,
siendo que en este 2015 se estima crecerá un ¡0,4%! y
apenas un ¡1,9% en 2016 con evidente
caída del PIB ; todo ello apuntalado por los efectos asimétricos
inducidos por el descenso en precio del petróleo, y a unos 4 años previos de desaceleración de
la demanda interna, menor demanda
externa, endurecimiento del mercado
financiero internacional, cuentas fiscales deficitaria, altas tasas de
inflación, moderado crecimiento de EEUU (motor del crecimiento de la economía
mundial) de un 2,7% en 2015 y un 2,8% en 2016, y muy especialmente por la
ralentización de la economía China; o lo
que es lo mismo el crecimiento económico
chino se volverá más lento y se desarrollará con menor rapidez al reducir su
velocidad.
La economía China, se estima crecerá en 2015
un 6,8% (en el I Semestre creció un
6,3%) frente a un 7,4% en 2014 (el peor desde 1990), y en un ¡6%! durante el
lustro 2015-2019 siempre y cuando se acometan reformas estructurales para
apuntalar el sistema de mercado como opción obligante para procurar un
crecimiento económico sostenido en el futuro hasta llegar a depender menos de
las exportaciones emanadas de su “fabrica global”; motivadas dichas
reformas luego de transitar por un
terremoto bursátil que bajó la actividad en un 40% desde mediados de junio
provocando pérdidas que superan 5,6
billones de dólares; y por una devaluación de la moneda en un 4,6% con respecto
al dólar como una estrategia para mejorar la competitividad del país en el
exterior. Resulta una perogrullada señalar, que la desaceleración de la
economía China al agotarse el modelo de
apertura impuesto hace 40 años en
conjunto con una actual inestabilidad económica que obligó a una participación
de las autoridades monetarias en agosto 2015 por unos 93.900 millones de
dólares de sus reservas internacionales, tendrá repercusiones muy negativas
sobre las economías emergentes básicamente en lo que respecta a sus
exportaciones de materia prima que se han hundido por la reducción de la
demanda asiática, al flujo de capitales que
prácticamente se ha detenido desde agosto 2015, al mercado laboral y al “adelgazamiento” del
fondo de financiamiento del imperio chino; en un contexto global que según la
Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) entre 1990 y
2000 los países emergentes aumentaron de 12 a 65 y se estimaba que para el 2030
aportarían el 57% del PIB mundial. Tal
acontecer, inducirá devaluaciones persistentes de su moneda con el
propósito de intentar mantener su espacio en el comercio internacional;
mientras que desde un ángulo complementario se infiere que los países
emergentes petroleros serán los que
mayormente verán decrecer el porcentaje del PIB como Venezuela con un -6,1% en
2015 y -3,1% en 2016 (onceavo productor con unos 2.623 millones de b/d), como
Brasil con -1,4% en 2015 y 1,0% en 2016 (treceavo productor con unos 2.114
millones de b/d) y como Rusia con un -3,3% en 2015 y un -0,3% en 2016 (segundo
productor con unos 10.788 millones de b/d).
En fin, la especulación prospectiva sobre el
devenir económico en el lustro 2015-2019 es suficiente razón para que los
Gobiernos instrumenten de inmediato medidas de ajuste para enfrentar la vulnerabilidad económica con especial
énfasis en el desequilibrio macroeconómico; en caso contrario se hará necesaria
la presión de la Sociedad Civil para evitar que se destruya el orden
institucional, para que, como señaló M.
Gandhi, en un futuro cercano al mirar a nuestros hijos a los ojos no tengamos
que decirles que viven así porque no nos animamos a pelear.
Jesús
Alexis González
jagp611@gmail.com
@jesusalexis2020
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