No existe familia perfecta. No tenemos padres perfectos, no somos
perfectos, no nos casamos con una persona perfecta ni tenemos hijos perfectos.
Tenemos quejas de unos a otros. Nos decepcionamos los unos a los otros. Por
lo tanto, no existe un matrimonio saludable ni familia saludable sin el
ejercicio del perdón. El perdón es vital para nuestra salud emocional y
sobrevivencia espiritual. Sin perdón la familia se convierte en un escenario de
conflictos y un bastión de agravios.
Sin el perdón la familia se enferma.
El perdón es la esterilización del alma, la limpieza de la mente y la liberación
del corazón. Quien no perdona no tiene paz del alma ni comunión con Dios. El
dolor es un veneno que intoxica y mata. Guardar una herida del corazón es un
gesto autodestructivo. Es autofagia. Quien no perdona enferma físicamente,
emocionalmente y espiritualmente.
Es por eso que la familia tiene que
ser un lugar de vida y no de muerte; territorio de curación y no de enfermedad;
etapa de perdón y no de culpa. El perdón trae alegría donde un dolor produjo
tristeza y curación, donde el dolor ha causado
enfermedad.
Papa Francisco.
Eugenio Montoro
montoroe@yahoo.es
@yugemoto67
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