Nicolás Maduro está
desesperado: Su popularidad continúa cayendo de manera indetenible. Lo muestran
todas las encuestas, en particular
la publicada en agosto de 2015 por la
empresa IVAD: 80,0% considera que la situación del país es mala; 92, 8% ha tenido problemas para conseguir productos
de primera necesidad; 87,9 % no le alcanza el dinero para comprar lo necesario
para el hogar; 70,0 % cree que la
gestión de Nicolás Maduro es mala o muy mala; 64,9 % no tiene confianza en el
gobierno nacional. En conclusión, si las elecciones hubieran sido ese día la
oposición habría obtenido el 68,7 % de
los votos contra 23, 0% del oficialismo. Las distintas respuestas diseñadas por
la Sala Operacional de Miraflores no han logrado impactar suficientemente a la
opinión pública para modificar esta realidad. Un buen ejemplo es el cuento de
la guerra económica. Nadie se lo cree… En los últimos dos meses, de manera
irresponsable, se han querido utilizar intereses vitales de Venezuela para
confundir a nuestro pueblo. Me refiero a los casos de Guyana y Colombia.
De la noche a la
mañana, después de 16 años de silencio sobre la reclamación del Esequibo por
Venezuela y de haber cometido múltiples errores que debilitaron aspectos
fundamentales de nuestra controversia, se decidió, sin haber realizado mayores
estudios, dictar el decreto 1787, del 26 de mayo de 2015, creando las Zonas
Operativas de Defensa Integral. Este decreto tuvo tantos defectos que hubo que
derogarlo por el decreto 1859 del 6 de julio, en el cual se suprimieron totalmente las anteriores coordenadas, sin
lograr establecer un nuevo elemento en la reclamación. De inmediato, como era
de esperarse hubo una fuerte respuesta del gobierno de Guyana: descalificó el
Acuerdo de Ginebra, descartó el
mecanismo de los buenos oficios y amenazó con llevar la controversia a la Corte
Internacional de Justicia. La dura e innecesaria controversia, generada por
Nicolás Maduro con el presidente
Granger, no llegó a impactar a la opinión pública nacional. Esta realidad
condujo, al poco tiempo, a reemplazar Guyana
por Colombia.
De manera sorpresiva,
Nicolás Maduro decretó, el 19 de agosto de 2015, un estado de excepción en los
municipios Bolívar, Ureña, Junín, Libertad
e Independencia, por un lapso de 60 días y un cierre de la frontera con
Colombia por 72 horas, justificando esas medidas por la necesidad de perseguir a los agresores de
tres efectivos del Ejército que habían sido heridos gravemente. Al mismo
tiempo, se inició un proceso de
deportación masiva de colombianos, con graves señalamientos de violación de
derechos humanos. A partir de ese momento, el estado de excepción se amplió a
los municipios Lobatera, Panamericano, García de Hevia y Ayacucho y se decretó un cierre indefinido
de la frontera con Colombia sosteniendo que dicha acción buscaba combatir a grupos de paramilitares,
el contrabando y la especulación cambiaria que ocurre en la frontera. El 7 de
septiembre, el gobierno nacional amplió el
estado de excepción a los municipios Mara, Guajira, y almirante Padilla
pertenecientes al estado Zulia y cerró
el paso fronterizo de Paraguachón.
Definitivamente, una
creciente e inexplicable crisis entre Colombia y Venezuela. Digo inexplicable,
porque los mismos hechos que actualmente el gobierno de Venezuela señala como
causas de la crisis venían ocurriendo desde hace más de una década sin que
hubiese existido ningún interés en buscarle solución. Venezuela hubiera podido
utilizar las comisiones establecidas en el Acuerdo de San Pedro Alejandrino. La
Comisión Negociadora podía atender la delimitación de las áreas marinas y
submarinas; los ríos internacionales; las cuencas hidrográficas, la
densificación y demarcación de hitos y las migraciones. La Comisión de Asuntos
Fronterizos podía encargarse de atender tránsito y transporte internacional,
sustracción de vehículos, tráfico de drogas, utilización de recursos naturales y
cooperación para la preservación de los ecosistemas. En lugar de utilizar esta metodología se dejó
que los hechos alcanzaran la actual
gravedad para tener que movilizar unidades militares venezolanas a la frontera
con los riesgos que eso supone…
. Las tensiones
internacionales escalan de manera muy rápida poniendo en riesgo la paz entre
los Estados. Eso está ocurriendo entre Colombia y Venezuela. Sólo con escuchar
las intervenciones de los dos presidentes se puede valorar los peligros
existentes. De todas maneras, estoy convencido que esta crisis ha sido
provocada artificialmente por Nicolás Maduro, creyendo que de esa manera su
gobierno puede evitar ser derrotado en las próximas elecciones parlamentarias.
No dudo, que haya llegado a pensar hasta en la suspensión de las elecciones. Yo
viví la experiencia del Caldas. La aventurera decisión del presidente Virgilio
Barco de autorizar penetrar a una corbeta colombiana en aguas venezolanas, casi
nos condujo a la guerra. En ese momento, nuestras Fuerzas Armadas Nacionales
tenían un excelente apresto operacional que le hubiera permitido a Venezuela
responder con honor y eficiencia tan inconveniente reto. La pregunta que yo le
hago al Alto Mando Militar es la siguiente: ¿Estamos actualmente en las mismas
condiciones operacionales del pasado? Por lo menos, debería ser motivo de una
profunda reflexión. Se compromete el destino de Venezuela…
Fernando Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich
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