El
gobierno de Nicolás Maduro, desde un tiempo para acá, ha creado una fantasiosa
historia sobre la supuesta vinculación de los paramilitares colombianos y del
ex presidente Álvaro Uribe con la oposición democrática venezolana. Es tiempo
de clarificar la verdad de los hechos para desenmascarar la maniobra
política que existe detrás de los
señalamientos de Nicolás Maduro, de Diosdado Cabello y de otros dirigentes
oficialistas. La zona fronteriza ha estado
sometida, durante los 16 años de régimen chavista, a una creciente inseguridad
que ha comprometido ampliamente la tradicional forma de vida de su población,
al tener que enfrentar, en medio de una total impunidad, todo tipo de
delito: el secuestro, la vacuna, el
sicariato, el tráfico de drogas y el contrabando. La total falta de acción de
la Fuerza Armada Nacional y de los organismos policiales ha comprometido
gravemente la producción agrícola-pecuaria de esas zonas al tener que abandonar
sus propietarios numerosas fincas que han sido tomadas por delincuentes e
invasores…
El trágico proceso de violencia vivido por
Colombia, durante estos sesenta años, hay que definirlo como una guerra
asimétrica de baja intensidad cuyos principales actores han sido el Estado
colombiano, las guerrillas de extrema izquierda y los grupos paramilitares de
extrema derecha. Sus causas: las graves tensiones sociales existentes en la
sociedad colombiana y la influencia cubana. El conflicto armado presentó, en la
década de los ochenta, un rápido escalamiento que se caracterizó por el control
de la guerrilla de numerosas regiones del país, por los asesinatos selectivos
de miembros civiles de la izquierda a manos de los nacientes grupos
paramilitares, así como la aparición del narcotráfico. Al pasar de los años,
importantes sectores de la guerrilla y de los paramilitares se vincularon a ese
flagelo, debilitándose toda orientación política de esos grupos armados.
En la década de los noventa se presentó
la mayor degradación del conflicto, al generalizarse el asalto armado a
poblaciones, las desapariciones, y las masacres indiscriminadas de civiles.
Durante esos mismos años, en pleno ejercicio
de los gobiernos democráticos, grupos guerrilleros de izquierda atacaron
puestos militares venezolanos, en distintas oportunidades, causando 62 bajas de
efectivos militares. No es posible olvidar las masacres de Perijá, donde
murieron 9 guardias nacionales, y de Cararabo, donde fueron asesinados, con
gran saña, 8 efectivos de la Armada. La responsabilidad de esos ataques fue
siempre asumida públicamente por las FARC y el ELN. El inaceptable coqueteo de
Hugo Chávez con esos grupos de izquierda, responsables del asesinato de
numerosos venezolanos, produjo una disminución de los ataques a puestos militares, aunque todavía
ocurrieron dos casos: las emboscadas a una lancha de PDVSA, donde murieron una
ingeniero y 5 efectivos del Ejército y a una patrulla en el estado Táchira
donde murió un efectivo del Ejercito. Justamente, esa es la gran diferencia
entre los anteriores ataques, de cuya responsabilidad nadie duda, y cualquier acción
vinculada con los paramilitares por el régimen chavista.
La presencia de ese grupo armado de la
extrema derecha colombiana surgió como respuesta a la acción guerrillera en la
década de los ochenta. Inicialmente
recibió el apoyo soterrado de políticos, militares, ganaderos y
empresarios. Sus operaciones militares
se caracterizaron por un elevado grado
de violencia criminal que los condujo a realizar numerosas masacres y asesinatos de civiles,
campesinos y sindicalistas bajo el mando de jefes paramilitares como Carlos
Castaño Gil y Salvatore Mancuso. Además de su acción criminal utilizaron como
fuente de financiamiento el narcotráfico, el secuestro, la extorsión y el
despojo de tierras. El presidente Álvaro Uribe planteó un polémico proceso de
desmovilización que permitió la
casi total desaparición de dicho grupo
armado, aunque algunos de sus integrantes se organizaron posteriormente en las denominadas bandas criminales
emergentes que continúan en actividad. Un hecho positivo fue lograr la
extradición a los Estados Unidos de varios de los jefes paramilitares por narcotraficantes.
El régimen chavista ha tratado de confundir a
la opinión pública al señalar que
existen vínculos estrechos entre la oposición democrática venezolana y las
Autodefensas Unidas de Colombia. La verdad histórica es que ese grupo
armado desapareció totalmente como organización
con alguna orientación ideológica, sólo permaneciendo activas algunas de
las bandas criminales, que se originaron después del proceso de desmovilización.
Es posible que existan partidos políticos
pertenecientes a la alianza
opositora, ideológicamente de centro derecha, que puedan tener alguna simpatía
política por Álvaro Uribe y su partido Centro Democrático, pero de allí a
vincular a la oposición venezolana con los paramilitares es una jugada política
que sólo muestra el desespero en que se encuentra Nicolás Maduro ante la
estrepitosa caída de su popularidad. El presidente Álvaro Uribe mantiene
actualmente un sólido prestigio, indicando que su gestión presidencial, con
aciertos y errores, es valorada positivamente por el pueblo colombiano.
Fernando
Ochoa Antich
fochoaantich@gmail.com
@FOchoaAntich.
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