El
venezolano, sumergido en una penumbra institucional, avasallado por tantas
fealdades, no avista el fondo de esta trama social. Colas, delincuencia,
inflación, escasez, son eventos que colman el sermón familiar diario mientras
nuestros hijos y nietos pierden la ruta hacia el progreso. El régimen ha
logrado falsear todo juicio superior vinculado con la civilidad para
constreñirnos por debajo; por ejemplo a pugnar por una canilla o una medicina
simple como acetaminofén. En otras palabras, a degradarnos en los hechos y en
la expresión.
El
término “alienación”, excesivamente usado y ya desgastado en la discusión de
las concepciones marxistas, ahora ha sido retomado para alienar al pueblo. Sin
darnos cuenta nos quedamos en esbozos simples tratando de captar lo que no se
advierte en un abasto con las riñas para adquirir un litro de aceite. El
gobierno intenta reducir todo a fichas polarizadas como patriota o apátrida
mientras el proceso alienante amplía la brecha entre la patética realidad del
“hace colas” y del gubernativo privilegiado al talante cubano.
La
alienación seductiva, valga la plétora, ya no seduce ni al más lerdo. El
ejemplo de Cuba es muy ilustrativo no solo para Venezuela; también para todo el
mundo. ¿Qué puede hacer un arquitecto en La Habana siendo que las glorificadas
edificaciones históricas se desmoronan gradualmente y tampoco existen nuevos
desarrollos urbanos? Lo mismo ocurre con otros profesionales.
Hoy
el cubano alienado durante más de cinco décadas está más pendiente de los
acuerdos con “el imperio” para resarcir sus penurias, que de seguir propagando
su modelo fallido. El arquitecto, entretanto, al igual que sus colegas
licenciados, seguirá en las esquinas buscando formar parte en alguna de las
tantas trovas.
¿Qué
no estamos viendo? Los deformantes fenómenos sociales, no advertidos a tiempo
por la mayoría en toda su magnitud y jerarquía, hoy se han hecho sistemáticos.
Al principio pareció más fácil seguir con el desorden derivado de agasajos
ideológicos que proceder al análisis más profundo ligado con el desarrollo. La
mayoría, alucinada con las pautas desquiciantes de Chávez, ha comenzado a
entender que son imposibles de perpetuarse con Maduro ni con cualquier otro
populista. ¡Fin de una era!
Este
chusco socialismo no ha dado un solo paso para activar a los grupos de
desarrollo, ni como prefieren reseñarlo los izquierdosos, concordantes con
nuestro patrón cultural y tecnológico. Por el contario, se ha ido desprendiendo
de “todo eso” para proseguir con una
utopía históricamente fracasada en URRSS y luego en Cuba. Así pues el asunto
trasciende las colas para cristianizarse en una abstracción enfermiza del
régimen que se resiste a razonar con grupos disímiles. Por contrario, opta por
reprimirlos.
Luego
de 16 años se hace difícil, no imposible, bregar con el desasosiego que trajo
esa especie de neurosis populista. Cálculos del sociólogo e investigador de la
USB, Iván de la Vega, apoyado en registros formales de migraciones y censos de
países y organismos multilaterales de 5 continentes, millón y medio (5% de la
población) emigrados hacia Estados Unidos, Canadá, Australia, Panamá, España,
entre otros, confirma la creación de un nuevo género de venezolano: “el
emigrante”. Ese millón y medio avista el asunto más allá de las colas para
concretarse en una “formalidad” que mutila su esperanza.
El
dominio de grupos anárquicos y autónomos (colectivos) en medio de una gerencia
amorfa, deja sin efecto cualquier metáfora frívola como la cansona evocación,
por demás impolítica, de “Patria” para todo evento. Se ha creado un indeseable
reflejo condicionante en el pueblo (tipo Pavlovl) que irónicamente vincula las
colas, carestía, delincuencia, con cada mención populista del vocablo Patria.
Al
gobierno nada le importa cómo está conformada nuestra sociedad ni el éxodo de
nuestros valiosos muchachos. La concepción inicial del régimen arrancó como
algo revuelto y desconcertante y así se preserva. Toca a la mayoría (6-D)
emprender el giro político preciso no sólo para traer al millón y medio
emigrado sino para redimir a 30 millones cautivos. ¡Es hora de ver el resto del
bosque!
Miguel
Bahachille M.
miguelbmer@gmail.com
@MiguelBM29
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