Repitamos la
cartilla como los maestros de escuela, a ver si por fin hacemos lo que debemos
hacer:
1) Estamos bajo
el dominio de Cuba, concretamente de la monarquía comunista cubana. No tenemos,
pues, gobierno propio, porque la soberanía fue cedida a Cuba por el difunto, el
más grande traidor a la patria, a quien sucedió el títere escogido por los
monarcas cubanos. Es como si tuviéramos otra vez a Emparam y fuese nuestro país
Capitanía General. Peor aún, ya no existe Venezuela. Vivimos en Cubazuela.
2) No es el
gobierno títere el que dirige la política interior, sino Cuba, que ha
trasplantado aquí su modelo político: la tiranía comunista. Todos los poderes
públicos están bajo el control de Cuba. Lo que existe aquí es una
administración colonial, a la cual se le premia su traición a la patria con el
saqueo de la renta petrolera y el narcotráfico.
3) No es el
gobierno títere el que traza y ejecuta la política económico-financiera, sino
Cuba, que ha trasplantado aquí su modelo de economía comunista. Todas las
decisiones las toma Cuba, quedando a cargo del gobierno títere sólo su
ejecución. El colapso económico de Cubazuela viene precisamente de imitar a
Cuba. Si los comunistas cubanos arruinaron a Cuba, no podía esperarse de ellos
otra cosa que la ruina de Cubazuela, su copia, que ha traído por consecuencia
lógica el empobrecimiento general de la población, agravada porque Cubazuela
sostiene a Cuba.
4) No es el
gobierno títere el que dirige la política exterior, sino Cuba que la maneja de
acuerdo con su interés nacional. Fue Cuba la que decidió que Cubazuela cediera
parcialmente el territorio limítrofe con Colombia a las FARC para que le sirva
de refugio y ruta de salida de su negocio: el narcotráfico. Fue Cuba la que
decidió que Cubazuela renunciara al Esequibo. Y es ahora Cuba la que decide
revivir la reclamación territorial porque sus aliados perdieron las elecciones
en Guyana.
5) Así como la
monarquía española recurrió a criminales como Monteverde, Zuazola y Boves,
entre otros, para reprimir con crueldad a los patriotas instaurando el terror,
la monarquía cubana ha recurrido con el mismo fin a criminales organizados en
“colectivos” para-militares y bandas de malandros, cuyos jefes o pranes, de
nombre semejante a los asaltantes de camino del siglo XIX (Gómez acabó con ellos en el XX), son llevados a La
Habana donde reciben adoctrinamiento y entrenamiento para convertirlos en
“criminales comunistas” al servicio de Cuba. Mientras aquellos bandidos
españoles hicieron una guerra declarada después de la Declaración de
Independencia, los criminales entrenados por Cuba nos hacen una guerra
no-declarada (matan más de 25.000 venezolanos cada año, aparte de los heridos,
secuestrados y asaltados) sin haber declarado la independencia. Una guerra
asimétrica, en la cual los civiles patriotas estamos inermes porque los
militares nos han traicionado.
En estas
circunstancias liberarnos de Cuba es el objetivo primero y supremo, único modo
de que, recuperada la soberanía, volvamos a ser Venezuela y así podamos tener
gobierno propio y decidir sobre el modelo político, sobre el modelo económico y
sobre las relaciones internacionales. Y para liberarnos de Cuba hay que salir
del gobierno títere. Y para salir del gobierno títere hay que hacer renunciar a
Maduro; o sea, repetir el 19 de abril de 1810 iniciando el proceso de
recuperación de la independencia perdida. No hay otra alternativa.
¿Sirven las
elecciones parlamentarias para forzar la renuncia de Maduro sin la cual es
imposible que haya cambio de gobierno y mucho menos ruptura con Cuba?
Tal como están
planteadas no sirven, porque como los colaboracionistas han usurpado el rol de
oposición han desviado a los electores del objetivo (la renuncia de Maduro)
hacia la cohabitación con Maduro.
Ahora bien,
cohabitar con Maduro es cohabitar con Cuba, lo que han venido haciendo los
colaboracionistas todos estos años. Tal como están planteadas las
parlamentarias, lo que se busca es prolongar el adulterio político entre títeres
y colaboracionistas en mejores condiciones para la pareja hasta ahora tratada
como inferior. Siempre con Cuba de proxeneta. Un adulterio en el cual el
traicionado es el elector de oposición.
Hay que acabar
este funesto adulterio político, consumando el divorcio con la repetición del
19 de abril.
Jesus A. Petitt
Da Costa
petitdacosta@gmail.com
@petitdacosta
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