Observar las filípicas protagonizadas por el
jefe del Estado venezolano en contra del gobierno español, su Congreso y el
presidente Felipe González lleva a interrogarse porqué la Madre Patria es capaz
de generar tan virulenta y tan descolocada reacción presidencial, y no ocurre
lo mismo en el caso de Colombia donde su Senado, al igual que el Parlamento
español, se pronunció contundentemente en cuanto a la necesidad de liberación
de los presos políticos venezolanos.
Si tanta virulencia fue causada por una
decisión del Legislativo español, la que enardeció al presidente Maduro al
punto de declarar que existe una componenda internacional para derrocarlo de la
que formaría parte el gobierno español, ¿cómo es que un mismo posicionamiento
expresado en una moción de la Cámara Alta del Congreso neogranadino lo que
provoca es tibieza en las filas maduristas?
Recordemos un instante los detalles del
similar pronunciamiento colombiano. La proposición que recibió el voto de
sostén de 52 congresantes y 3 en contra, en uno de sus apartes, señala que “la
situación política y económica que experimenta la República Bolivariana de
Venezuela se ha tornado en una grave emergencia, donde todos los principios
democráticos, las instituciones independientes, la libertad de expresión, la
iniciativa privada y la libertad de prensa se encuentran gravemente
amenazadas”… “Es el Senado de la República (de Colombia) la corporación que
histórica y legalmente debe defender los valores democráticos, imperantes en
nuestro país, y debe propender por la estabilidad y la hermandad regional”,
advirtió. Por otro lado, la Cámara Alta de Colombia –en su sesión plenaria–
invitó al gobierno del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, a respetar los
derechos humanos y la libertad de expresión. “Que no se continúe su vulneración
de manera flagrante”, fue lo que expresó el Congreso de los vecinos.
RajoyUna sola explicación en cuanto a
Colombia suena razonable si partimos del supuesto de que, en ambos casos, lo
que ha entrado a operar es una de esas estrategias izquierdosas, ampliamente
trajinadas, que pretenden armar un tinglado de supuestos agravios a Venezuela
desde el exterior que explique los males que atraviesan los ciudadanos en el
terreno económico y social que solo son atribuibles a nuestro gobierno de
turno. Aun así, ¿por qué España resulta mejor que Colombia a la hora de
endosarse las culpas de la guerra económica en contra nuestra y a la hora de
acusarla de intervencionista en los asuntos internos?
La respuesta es que los españoles no votan en
las elecciones parlamentarias y los colombianos sí. En el país debe haber medio
millón de europeos que hacen vida dentro de nuestras fronteras. Son muy pocos
entre ellos los nacionalizados que ejercen el derecho al sufragio. Pero
Colombia aporta, con sus nacionales en varias generaciones de inmigrantes, más
de 11% de la fuerza electoral que decidirá, en algún momento de este año, la
composición del Congreso. Por ello, a los colombianos votantes, ni con el pétalo
de una rosa…. el costo es harto elevado.
Meterle el dedo en el ojo al ilustrísimo
Congreso de Colombia, al igual que imprecar en contra del presidente de los
vecinos, puede crearle al mandatario venezolano un mal ambiente del otro lado
de la frontera, que se traduciría en un castigo electoral numeroso e
indeseable.
santos-2Hay quienes aseguran que el papel de
Venezuela como garante en el proceso de paz de La Habana también impide que el
gobierno revolucionario asuma una posición frontal en este terreno en contra de
las agresiones del Parlamento. No es mi opinión que ello opere en el ánimo
presidencial. Más bien ello explicaría por qué en torno al tema de los derechos
humanos y políticos de los venezolanos el presidente Santos no dice –y con
sobrada razón– “esta boca es mía”.
Total que no deja de llamar la atención este
doblez presidencial ante un hecho de “agresión externa” similar. Ya hace un
tiempo, el gobierno venezolano acusó a un eje maligno tripartita ubicado en
Washington, Bogotá y Madrid de armar una conspiración en contra de la patria
venezolana. Se olvidaron ya de Bogotá, o se negoció el silencio…
“Algo huele podrido en Dinamarca”… como reza
la famosa obra de Shakespeare.
Beatriz De Majo
bdemajo@gmail.com
@beatrizdemajo
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