FLOTANDO EN EL ESPACIO |
Bajo un método totalmente reñido con la
lógica de la planificación podríamos asegurar que, cada uno en su momento, ha
olvidado que la mejor técnica de investigación es la personal y directa,
efectuada en el mismo campo que puebla el universo a investigar, o sea, la
calle donde transita o el hogar donde reside dicho ciudadano.
En lugar de eso, parecería que los
Presidentes se conforman con obtener información a través de los miembros de su
gabinete, quienes a su vez son informados por todos los directores de sus
respectivos ministerios... y así sucesivamente, lo que impide que el Ejecutivo
llegue a saber con veracidad lo que realmente sucede ocho, diez o quince
escalafones más abajo.
Y como cada funcionario suministra la
información a su manera -teniendo el cuidado necesario para no arriesgar su
cargo-, el Presidente termina por aplicar el método que se conoce en el argot
mercadotécnico como “desk-research”, es decir, la investigación de escritorio,
que genera acciones en base a su apreciación personal y subjetiva de los hechos
descritos, la cual difícilmente corresponde a la realidad.
Es por todo lo anterior -y como integrante
que soy de la más simple, llana y pura clase media (o lo que queda de ella) de
la sociedad civil- que me atrevo a formularle a todos los Presidentes que hemos
tenido, muy especialmente al actual, cuántas veces -en el transcurso de sus
respectivas gestiones como máximos representantes del gobierno nacional-
tuvieron necesidad de hacer personalmente, por ejemplo, lo siguiente:
Economía: Ir a hacer mercado para alimentar a su familia.
Educación: Conseguir
cupo en un colegio privado.
Seguridad: Regresar
por la noche del cine o de alguna fiesta.
Salud: Acudir
de emergencia a algún hospital.
Divisas: Obtener
dólares para adquirir una medicina.
Transporte: Desplazarse
bajo la lluvia durante un paro.
Diversión: Asistir
a un cine sin aire acondicionado.
Servicios: Hacer
cola para pagar la CANTV. Solicitar
un camión de agua para su casa. Pagar
el cobro abusivo de la Electricidad de Caracas.
Tráfico: Atravesar
la ciudad para ir al trabajo a las 7 de la mañana sin escolta (grosera
y atropelladora) que le vaya abriendo el paso.
Apuesto triple contra sencillo que la
respuesta de todos y cada uno de los Presidentes debe ser la misma: NINGUNA.
Entonces, ¿cómo pueden decidir las políticas a seguir para resolver los
problemas cotidianos del ciudadano común? ¿Cómo pueden valorar la angustia de
una madre ante un hijo que se le muere por falta de asistencia médica? ¿Cómo
pueden apreciar la desesperación de un padre cuando el salario no le alcanza ya
para alimentar debidamente a su familia?
Es hora de que nuestros engreídos dirigentes,
que transitan confortablemente en sus automóviles último modelo (hasta
blindados, como los del Presidente), con choferes, guardaespaldas y celulares,
que viajan alegremente con los dólares que se les niegan a la ciudadanía, que
almuerzan opíparamente en sus despachos sin pagar un centavo y que usan
indiscriminadamente las partidas secretas para muchos gastos personales y los
camiones cisterna del ejército para llenar los tanques de agua de sus
mansiones, bajen de sus pedestales de cristal y se enteren de lo que realmente
piensa el pueblo.
Pero, tristemente, el que se decidan a
hacerlo no pasa de ser una absurda utopía, la cual sólo puede caber en la mente
de un individuo como yo, que nunca ha militado un partido político, ni ha
ostentado un carnet con privilegios, ni ha ocupado ningún cargo en la
administración pública y que dolorosamente debe reconocer que -ante la cruel
realidad de nuestra corrompida sociedad y el poco respeto que ésta tiene por lo
que en otros tiempos eran valores morales- ya no sabe si por suerte o por
desgracia
Es decir, un paria social cuyo mayor o menor
éxito lo obtuvo con su trabajo de más de treinta años -de los treinta y seis y
medio que lleva en Venezuela sin ni siquiera haber vuelto una sola vez a su
patria natal- dentro de la actividad exclusivamente privada, en la cual, si
bien hoy día no está totalmente “libre de pecados”, el ascenso es aún en gran
parte el resultado de la capacidad profesional y la dedicación al trabajo, en
lugar de responder a la retrógrada como detestable “carnetocracia”.
Señor Presidente, con todo el respeto que la
constitución me obliga a tenerle a su alta investidura, permítame cantarle como
aquel viejo bolero que seguramente usted bailó más de una vez, al menos cuando
todavía era un ciudadano común y corriente como yo: “Bájate de esa nube y ven
aquí a la realidad”. Sólo si usted lo hace podré confiar que algún día mis
cuatro hijos -venezolanos todos- lleguen a tener una patria libre y justa como
la soñó Simón Bolívar.
Victor Vargas
victorvrgs1@gmail.com
@victorvrgs1
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