Hay personas que ocupan cargos públicos y que serán recordados por la capacidad de servir, su espíritu de gestión y sus acciones transparentes. Existen otros que simplemente pasan por el cargo y lo ocupan, siendo al poco tiempo olvidados, cuando los manuales protocolares y las notas de prensa son actualizados para mencionar a quien los sustituye en sus funciones. Algunos señalan que puede haber una tercera categoría que agrupa a los que son recordados pero por haber llevado adelante gestiones turbias, sin capacidad de transformar y en las que lo acomodaticio y la búsqueda de popularidad privaba.
En esta última categoría entra José Miguel Insulza, personaje que por más de diez años tuvo la conducción de la Organización de Estados Americanos en su condición de Secretario General, sin dejar en su haber algún sentimiento favorable o alguna obra que lleve a plasmarlo en los libros de la historia. Por el contrario, si alguien osa hablar del político chileno, lo más probable es que lo responsabilicen por el lamentable estado de inercia en el que deja a la institución.
Desafortunadamente, José Miguel Insulza no tuvo la fuerza para imponer respeto. La OEA era burlada e incluso reducida a planos secundarios, a papeles de utilería en cumbres de otros organismos, mientras algunos gobernantes humillaban al Secretario General mofándose de él y condenándolo. Nunca hubo un reclamo contundente, un llamado tajante al respeto. Por el contrario, el señor Insulza se limitaba a esbozar confusos y contradictorios comentarios y a condenar de manera tenue cuando algunos de los que lo ofendían impunemente violaban los derechos humanos o se apartaban de la democracia.
La estampa de Insulza lo ubicará como que en su gestión, de la manera más vergonzosa, se aplaudió de pie el regreso de Cuba a la OEA, como si nada. Como si la libertad de prensa, la liberación de los presos políticos y un régimen pluripartidista fuesen secundarios. Lo humillante es que Cuba, de manera altanera dijo no querer regresar. Ni los aplausos de Hillary Clinton sirvieron para que la isla retornara al escenario del que fue apartada en 1962. Igual de patética fue la actuación de Insulza en el tema hondureño, cuando la institucionalidad, con Micheletti, retomó el orden, ante el abuso de Zelaya y la actuación de los militares, y el país fue sometido a un cruel bloqueo, posición que el político chileno no mantuvo cuando se generó la crisis en Paraguay que llevó a la destitución de Fernando Lugo.
Cierra un ciclo José Miguel Insulza. No es de extrañar que lo veamos recorriendo Chile para ver si logra cumplir su anhelado sueño de ser candidato Presidencial o al menos aspirando un escaño al Congreso de su país exigiendo justicia y reivindicaciones. Lejos de confrontarlo, quienes le adversen deberían limitarse a mostrar el balance de gestión de quien sin lugar a dudas le hizo un enorme daño a la OEA y por ende a la democracia en la región.
Luis D. Alvarez V
luis.daniel.alvarez.v@gmail.com
@luisdalvarezva
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