Por más que la Constitución predique que “es un derecho humano y un deber social fundamental (…)”, la educación en las escuelas públicas se ha convertido en excusa para encauzar un cierto grado de manipulación política conveniente a los intereses del populismo dominante.
PEDAGOGÍA DEL ODIO
Cuando la educación se maneja con criterios autoritarios, se corre el riesgo de deformar todo cuanto recoge la vida. Si bien gobernar es cada vez un problema más complejo, gobernar en democracia lo es más aún. Pero si la noción de democracia reconoce con mezquindad el significado que para ello alcanza la educación, no habrá duda de que las intenciones de gobernar en democracia se reducirán a un mero remedo que ni siquiera logrará caricaturizar algún esquema de desarrollo social. O sea, nada sería más mortal para la democracia que no comprender a la educación como práctica de libertad.
De hecho, no hay duda del miedo que sienten las dictaduras de las libertades. Reconocer que “el hombre libre es el que no teme ir hasta el final de su pensamiento”, tal como lo asintió León Blum, ex presidente de Francia en la década de los 40, permite comprender la razón que justifica en regímenes de dominación la aplicación de medidas que sirven como recurso de opresión a toda práctica social y política que estimule la libertad como principio de vida. Y la práctica de la libertad, sólo podrá encontrar su expresión más apropiada en una educación que propicie en la persona condiciones para actuar conforme alcance a reflexionar su educación como sujeto de su propio destino histórico. Por eso la educación trasciende cualquier realidad que colinde con las angustias que someten al hombre cuando se desvía del rumbo de la verdad por disfrutar futilidades y vacuidades.
Educar al hombre en valores de libertad, no puede resumirse al mandato de simples leyes. Resulta tremendamente difícil educar a un niño. Sobre todo, sin considerar que su formación está dirigida a hacer de él alguien que no existía. Según William R. Inge, insigne escritor inglés, “el espíritu de la educación es el conocimiento pero no de los hechos, sino de los valores” Es así que educar a un niño no dependerá de hacerle entender lo que no sabía pues sólo estaría reduciendo la educación a un burdo proceso de capacitación y no, como lo explica Paulo Freire al decir que “provoca el esfuerzo de la superación liberadora de la conciencia humana”. Aunque, lamentablemente, no es lo que viene dándose en Venezuela. Por más que la Constitución predique que “es un derecho humano y un deber social fundamental (…)”, la educación en las escuelas públicas se ha convertido en excusa para encauzar un cierto grado de manipulación política conveniente a los intereses del populismo dominante. A pesar que el mismo precepto constitucional refiere que el Estado la asumirá como “instrumento de conocimiento científico, humanístico y tecnológico al servicio de la sociedad”, ello no se ha entendido como pivote del desarrollo de los pueblos. Por lo contrario, se le ha tenido como recurso ideológico del cual se vale el gobierno para afianzar equivocadamente sus ideas de “socialismo bolivariano”. Pareciera el gobierno estarse guiando por el aforismo del escritor británico Norman Douglas cuando señaló que “la educación es una fábrica de ecos controlada por el Estado”.
Lo que ha devenido en instrucciones ministeriales, a consecuencia del decreto ejecutivo firmado por el presidente Barack Obama en el que califica a Venezuela como “amenaza para la seguridad de los Estado Unidos de Norteamérica”, refleja el exabrupto de quienes viven el miedo de verse sorprendidos en acciones que denigran del sentimiento democrático al cual está acostumbrado el venezolano. Vivir bajo la presión inducida por el miedo en gobernantes que escamotean el Estado de Derecho sobre el cual debe cimentarse la funcionalidad de una sociedad ávida de libertad, justicia y tolerancia, condujo a que se dictaran órdenes que contravinieran principios morales y éticos sobre los cuales descansa la educación. Y el problema, repercutió particularmente en la educación de los niños y adolescentes toda vez que en algunas escuelas obligaron a estudiantes a firmar cartas y elaborar dibujos contra el susodicho decreto presidencial. Aunque luego, altos funcionarios negaron la especie, el daño no dejó de esparcirse apoyado por directivos de zonas educativas y distritos escolares actuando más como fanáticos politiqueros, que como maestros, constructores de futuro nacional. Con ello, se violaron no sólo valores que exalta la Constitución y la Ley Orgánica de Educación. También, la Ley de Protección del Niño y del Adolescente, LOPNNA, por cuanto lo solicitado a los niños estaba dirigido a escribir consignas de odio así como de xenofobia cuando lo que determina ese decreto tiene que ver con sanciones a funcionarios del régimen acusados de violar derechos humanos y de corrupción. De manera que a decir por lo que vive la educación venezolana en los predios de su descompuesto socialismo, lo que pareciera estar implantándose es una variedad de la pedagogía del odio.
VENTANA DE PAPEL
¿DÓNDE QUEDÓ LA DEFENSORÍA EDUCATIVA?
Cualquier problema que implique a niños y adolescentes, pasa por las decisiones que expone la Ley Orgánica de Protección de Niños, Niñas y Adolescentes, LOPNNA. El conflicto que por estos días se ha suscitado a consecuencia del decreto impulsado por el presidente Barack Obama, el cual considera a Venezuela “amenaza internacional” dada las relaciones que, según fuentes de inteligencia norteamericana, mantiene el gobierno venezolano con factores terroristas y de comercio internacional de drogas, implicó a niños y adolescentes. Particularmente, dicho problema fue mediado por funcionarios del Ministerio de Educación, posiblemente encandilados por el furor político-ideológico pues a decir del ministro respectivo, tales órdenes no vinieron del Despacho educacional. Sin embargo, el problema tocó a niños de Educación Inicial y de Básica, toda vez que son el frente más sensible de dicha población. El caso fue que en distintos centros educativos, si vivieron situaciones que involucraron a los niños.
Se tiene prueba de comunicaciones que giraron a escuelas para invitar a que niños expresaran el rechazo a la medida norteamericana mediante cartas, dibujos y hasta manifestaciones de calle donde los protagonistas eran párvulos. No conforme con estas acciones, convirtieron las escuelas en centros de recolección de firmas contra la decisión de Obama. Las protestas por parte de quienes objetaron tales actos y movilizaciones públicas, o sea, padres y representantes, no se hicieron esperar. Lo grave de ello está en “inducir niños a que realicen pronunciamientos sin tomar en consideración consecuencias que puedan tener sus palabras por el rechazo de quienes están de desacuerdo” según lo expresa Oscar Misle, director de CECODAP. Y no es porque los niños no puedan tomar parte de opiniones que evidencien su preocupación.
Total, la escuela no debe aislarse de problemas que afecten la sociedad. Sólo que la participación del niño debe obedecer al principio de progresividad en tanto que fundamento pedagógico que oriente su desarrollo. Tampoco puede mediar en dicha situación, la manipulación del adulto, pues eso está sancionado por la Convención de los Derechos del Niño suscrita por la LOPNNA. De manera que frente a esto, queda por indagar ¿qué hizo la Defensoría Educativa en medio del problema? ¿O acaso su labor fue impedida por amenazas de corte fascista?. Cabe preguntarse, ¿Dónde quedó la Defensoría Educativa?
UNA MEMORIA DE 230 AÑOS
La presente conmemoración del aniversario de la Universidad de Los Andes, según cuentas de la Iglesia Católica merideña, se da en medio de serios problemas que han puesto en riesgo la movilidad del país. Problemas relacionados con un autoritarismo asfixiante, la demagogia populista y el odio gubernamental hacia factores políticos de la oposición democrática. La historia universitaria no ha podido escribirse solamente con base en acontecimientos del todo exitosos. Ha habido hechos que dejaron luctuosas huellas. Pero eso no le ha restado sus mejores esfuerzos para buscar la verdad y trascender entre los valores fundamentales del hombre. La democratización del conocimiento ha sido su blasón.
Más aún ahora, cuando su rúbrica exalta la frase: Excelencia y Libertad. Excelencia, porque ha sido la razón de ser toda vez que sus docentes e investigadores apuntan a obtener las máximas calificaciones de cara a sus labores académicas. Libertad, porque es lo que a su interior se respira y se exhorta. A pesar de momentos de dificultad que han ido a estrangular sus capacidades y propósitos, ha sabido sobreponerse a los desafíos que le han asaltado en su paso firme y temerario. Por eso, su historia luce oronda del modo de cómo ha sabido salirle al paso a ingentes compromisos. Y cómo no reconocerlo si ello está fundamentado y recogido sabiamente en una memoria de 230 años.
“Cuando un gobierno no respeta la condición del proceso educativo como articulador entre la razón y el pensamiento liberador, está aupando la creación de un sistema político apoyado en una educación forjada en la violación de derechos humanos y valores morales”
Antonio José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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