PEDRO ELÍAS HERNÁNDEZ |
En Venezuela prevalece una relación de poder
de carácter básicamente económica pero que trasciende la esfera de la economía.
Nos referimos a la relación petróleo, Estado y sociedad. Tal circunstancia
explica la naturaleza y la causa del funcionamiento sistémico de un país como
el nuestro y la forma en que se asignan los recursos en la sociedad venezolana.
La administración socialista bolivariana ha
llevado al paroxismo esta relación de poder. Ha podido construir una vasta
estructura de control social, con el nombre de “Misiones”. Las “Misiones”
constituyen en la práctica un gigantesco subsidio al consumo, es decir,
representan el mecanismo económico a través del cual una cantidad enorme de
nuestra población puede disfrutar de bienes y servicios que de otra forma no
estaría en capacidad de pagar por esfuerzo propio. De allí la popularidad de
estos programas sociales. La deformación aparece cuando estos subsidios del
Estado, que se practican en muchos países, generan adicción, como es el caso
venezolano. Los programas sociales sólo sirven si contribuyen a que la gente
que los recibe se incorpore luego de un tiempo al proceso productivo y pueda
desprenderse de esa ayuda social.
Lo normal es que la economía genere las
condiciones y las oportunidades que permitan a la gran mayoría de las personas
valerse por sí mismas mediante su esfuerzo propio. Este es el mejor incentivo
para que una nación trabaje y genere riqueza. La ayuda social debe hacerse por
excepción y aplicar sólo a segmentos de la población durante un lapso
determinado. Pero si esto no ocurre y por el contrario los incentivos
económicos apuntan en la dirección opuesta, la sociedad se empobrece. Este
fenómeno genera un vicio perverso: la población buscará la forma de calificar
para recibir las ayudas gubernamentales, es decir, será muy rentable ser pobre.
La catástrofe se produce cuando no pueden seguir financiándose los vastos
programas sociales que hay en Venezuela. Tienes que recortar y tratar de producir,
pero ya se ha creado una inmensa legión de personas a las cuales les será
difícil ser competitivos en esas circunstancias.
En Venezuela tenemos una nación constituidas
por clientes más que por ciudadanos. Tal cosa generará deformaciones en el
funcionamiento de la democracia. La noción de ciudadanía nos remite a
individuos con deberes y derechos, que ciertamente tienen intereses
particulares, pero que también toman en cuenta sus valores morales y éticos
respecto al bien común a la hora de tomar sus decisiones políticas. En
contraste, los clientes desarrollan incentivos puramente utilitarios y
egoístas, los cuales determinan sus preferencias. Esto no es malo en tanto se
limite a la esfera de lo privado, pero es muy pernicioso si se traslada como
consideración fundamental al ámbito de los asuntos públicos.
La revolución bolivariana ha entendido a
cabalidad la inmensa ventaja que representa tener bajo su control un Estado
petrolero con una amplia autonomía funcional en lo financiero respecto de la
sociedad, ya que no necesita de la producción ni del esfuerzo de sus
conciudadanos, o más bien clientes, para sostener o costear sus gastos de
funcionamiento. En esto reside la naturaleza del régimen político y económico
que se ha enseñoreado en el país durante década y media. No alterar el esquema
de poder que se desprende del dominio patrimonial y de la usurpación que hacen
los gobiernos de turno (tanto el actual como los anteriores) de la renta
petrolera, es mantener las cosas como están en Venezuela.
El gobierno hace lo que hace porque puede.
Expropia propiedades, establece todo tipo de controles económicos, interviene
medios de comunicación, agiganta el tamaño del sector público, etc, ya que su
poder no depende de la sociedad sino que por el contrario es la sociedad la que
cada vez más depende del gobierno.
Tenemos un régimen democrático que se ha
reducido a lo estrictamente comicial y existen muchas formas para que el poder
pueda influir de manera determinante sobre las preferencias de los votantes.
Hará siempre todo lo que esté a su alcance para ganar una y otra elección, lo
cual es difícil de cambiar hasta tanto no se modifiquen unas reglas de juego
que otorga, a quien ostenta el gobierno, una ventaja muy importante frente a
sus oponentes. En resumidas cuentas estas reglas de juego generan toda clase de
incentivos para preservar el poder a cualquier precio debido al alto costo que
representaría perderlo. Hablando en términos económicos, la prima de beneficio
que recibe una fuerza política en Venezuela al controlar el aparato
gubernamental es enorme, como también es enorme la prima de riesgo que debe
pagar para preservar ese control. Tal fenómeno es el principal carburante que
impulsa la relación clientelar entre los gobernantes y los votantes.
La actual crisis económica y petrolera está
erosionando esta relación clientelar. Está dejando realengas a millones de
personas que no pueden ser ya cobijadas con los subsidios gubernamentales. Esto
podría ser una razón para que el gobierno pierda las elecciones parlamentarias
del venidero 2015. Pero si el sistema de severo y eficiente control social
instalado dese hace tiempo por el ejecutivo funciona a cabalidad, la gente lo
pensará dos veces. Votar contra el régimen podría convertirse en la diferencia
entre comer o no comer. Tal cosa nunca había sucedido en Venezuela, pero está
empezando a suceder con la inédita situación de escasez y racionamiento que
estamos viviendo. Con Hugo Chávez la fuente de legitimidad del gobierno era la
popularidad del líder, ahora, en esta nueva etapa, la fuente de legitimidad lo
es el control social, el cual se ejercerá implacablemente. Comerán los
segmentos de la población considerados como clientes (obligatoriamente
cautivos) el resto simplemente será paria y optará por el exilio o por el exilio
interno.
Pedro Elias Hernández
pedroeliashb58@yahoo.com
@mcymodeloglobal
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Excelente la nota de PE Gutierrez. A la clase politica venezolana de ambos lados del espetro politico es agente y principal de ese fenomeno que Gutierrez desarrolla sin tapujos ni mogigaterismos tipicos de opinadores politicos y economicos.
ResponderEliminarAlexander Guerrero