NELSON CASTELLANO-HERNÁNDEZ |
En
esa actitud están representados los tres monos sabios, sobre los establos
sagrados del santuario de Toshogu, al norte de Tokio (Japón). La imagen de los
tres monitos tapándose los ojos, la boca y los oídos, ha sido reinterpretada
infinidad de veces, recuerdo haber visto hasta el personaje de Mafalda en la
misma posición.
Fue
la primera imagen que vino a mi mente, cuando leía una de los últimos mensajes
de insultos, que me dirigen los chavistas luego de leer mis artículos.
No
deja de asombrarme que se tomen el trabajo de crear identidades, direcciones
mail y tantas molestias, para redactar unas escasas líneas de insultos mal
redactadas. Recordarme a mi Madre (fallecida) o mi origen maracucho es para mí
motivo de orgullo, afirmar que nadie me lee contradice que hasta ellos lo
hagan.
Sus
respuestas me recuerdan a ciertos dirigentes improvisados, que a duras penas
logran articular tres oraciones, para intentar expresarse de manera
inteligible.
El
régimen Venezolano y sus grupos de asesores (franceses y cubanos), desearían
que fuéramos como los monitos de la imagen y nos abstuviéramos de utilizar
nuestros sentidos en la observación cercana de la realidad venezolana.
Decidir
no ver, no oír y no denunciar, no desaparece los problemas, puede dar la
impresión de que evitamos que la realidad nos afecte. No reaccionar es
contrario a nuestra esencia de seres humanos, puede costarnos caro como
personas y como sociedad, la calma aparente es tan solo el presagio de la
tempestad dentro de la cual despertaremos, cuando vengan por nosotros.
El
cerco económico a la prensa, las multas, el impedimento para acceder al papel,
las expropiaciones, el cierre de emisoras, la cancelación de permisos, las
compras millonarias de medios.
La
persecución de líderes, la cárcel, los golpes, los allanamientos
anticonstitucionales de inmunidades.
El
cerco a las universidades, la persecución de los estudiantes, las golpizas, los
asesinatos impunes.
Los
despidos masivos, los sindicatos perseguidos, la dependencia alimentaria al
racionamiento impuesto de manera disimulada.
El
control de las instituciones y del sistema judicial Venezolano, todo está
dirigido a callar la verdad. Un control producto de la censura y el temor que
aspiran producir dentro del ciudadano, intentando paralizarlo para siempre.
La
leyenda habla que los tres monos eran mensajeros enviados por los dioses para
delatar las malas acciones de los seres humanos. Observaban, escuchaban y
trasmitían las malas conductas, además vigilaban que se cumpliese el castigo de
los dioses.
Lo
que los representantes del régimen desearían es que el pueblo se rinda ante el
sistema, imitando un código de conducta que nos impone la prudencia de no ver
ni oír la injusticia, ni expresar nuestro rechazo e insatisfacción.
Lo
que no han entendido los chavistas, a quienes les gustaría vernos ciegos, mudos
y sordos, es que los Tres Monos Sabios o Místicos, que se tapan con las manos
respectivamente los ojos, oídos y boca, lo que indican es que para llegar a la
sabiduría una persona debe: negarse a escuchar maldades, negarse a ver maldades
y negarse a decir maldades, cuestión que deberían por comenzar a aplicar en el
ejercicio del poder.
La
vista y el oído forman parte de los 5 sentidos que tiene el ser humano, ellos
nos sirven para conocer y relacionarnos con nuestro entorno. Ambos son fenómenos
vibratorios que se desplazan en forma de ondas que son trasmitidas al cerebro y
le brindan la información que origina nuestros pensamientos.
El
ser humano normalmente utiliza los sentidos para conocer, pero a diferencia de
los animales nuestro cerebro tiene la capacidad de “conocer” por sí mismo, de
darse cuenta de la “verdad”, aunque la información no haya sido vehiculada a
través de uno de los sentidos. Eso es lo que algunos llamamos intuición, por lo
que a cada instante, pensamos, identificamos, intuimos y buscamos racionalmente
darle forma a nuestras ideas a través de la palabra.
Un
proceso íntimamente personal, que es completamente libre y difícil de
constreñir por parte de los regímenes autoritarios. De allí que sea necesarios
los mayores atropellos a fin de lograr el objetivo de doblegar la libertad
inmanente al ser humano.
A
eso le teme el Gobierno, a nuestra libertad personal, a nuestra capacidad de
ver, de oír, de razonar y de expresarnos. Por eso duele la verdad escrita, por
eso temen al que se atreve, por eso persiguen, por eso someten al escarnio
público, golpean, amenazan o asesinan.
El
espíritu venezolano vive, lo vemos en la fuerza de Leopoldo, en la labor de
Capriles, Ledezma o Andrés Velásquez, lo escuchamos en las valientes palabras
de María Corina.
Escuchamos,
razonamos y decidimos, queremos seguir siendo libres, poder tomar las riendas
de nuestro futuro. Queremos que lo de Venezuela se decida dentro del país y no
en la Habana.
Queremos
tribunales justos, policías honestas y militares patriotas. Aspiramos un futuro
para las generaciones que vendrán después de nosotros, las que recibirán
nuestro legado.
Deseamos
respeto, libertad de expresión, de poder contar con una casa, de que se respete
el fruto de nuestro trabajo.
Rechazamos
que en un país con tantos ingresos, se pase tanta necesidad, repudiamos la
corrupción, el robo, el narcotráfico y a los enchufados. A todos aquellos que
se han enriquecido a costa de nuestros atropellos, persecuciones y la
manipulación de nuestras necesidades.
Que
me calle, que no vea, que no hable, lo veo difícil. Los mensajes anónimos son
una libertad que permite intenciones malsanas, bajas e irresponsables.
Así
se esconden los terroristas, los que se ocultan para atentar contra ti
impunemente, como acostumbra el régimen actual, Utilizando un texto de Howard
Fast “Digamos que es alguien muy pecador, un tipo de baja ralea, un ladrón de
poca monta, un desecho social, un criminal o algo peor que todo eso”.
Así
actúa el régimen, con sus asesores, sus laboratorios, desde allí insultan,
intentan hacer mal o agredir impunemente.
No
debemos extrañarnos, la política gubernamental está basada en hacer “lo que me
viene en gana”, en aprovecharse del poder, en asumir posiciones anti-ciudadanas
y anti-democráticas.
En
todo caso me confirma que la palabra acierta con la denuncia y por Venezuela
eso me reconforta.
Sin
dejar de comprender que no basta el lenguaje para transformar la sociedad, pero
quizás contribuya a que nuestros ciudadanos puedan vivir en una sociedad justa,
en la cual por encima del poder y la fuerza, la ley se encuentre al servicio de
la conciencia.
Nelson Castellano-Hernandez
nelsoncastellano@hotmail.com
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