El poder de Dios es infinito y Él hará justicia, Él protegerá a los inocentes y mansos de corazón de la mentira que soporta al régimen.
Por carecer de moral y límites, a fin de destruirlo todo y tomar lo que le sirva, la jefatura volvió a “desconocer el derecho de la gente a tener fe”, de nuevo se atrevió a usar el nombre de Jesucristo para negarlo al asociarlo a su revolución que en el fondo y en la práctica “cultiva la muerte, la mentira, el odio, la discriminación, la esclavitud, la injusticia”, y fundamentalmente trabaja la eliminación de “la paz que es el fin de la persona en su vida terrena y después de la muerte”.
Referencias de una conversación con Constanza Espinel.
¡Cómo se atreve a mencionar al Hijo de quien nos creó a su imagen y semejanza, con lo cual nos hizo libres y dignos! Sólo un espíritu del mal se atreve a decir que lo que niega a Cristo es Cristo.
Dios es amor para todos, sin discriminación alguna, y sus 10 mandamientos se resumen en dos: “Amar a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a sí mismo”. Cristo vino al mundo para dar un nuevo mandamiento: “amaos los unos a los otros como Yo os he amado”. ¿Cómo nos amó Cristo? hasta la muerte. La afirmación de la jefatura es mentira, quien ama al prójimo no lo mata; no lo roba; no le miente; no codicia los bienes ajenos cuando promueve la invasión; no irrespeta a los padres, ni a la familia, ni la destruye; no discrimina; no es iracundo, ni violento, ni descortés; no es perezoso; no es avaro; no carece de templanza. Sobre todo, practica las obras de misericordia: “da de comer al hambriento, de beber al sediento, enseña al que no sabe, visita a los presos…”
Quien ha promovido y promueve el materialismo, la inmediatez, el centro de la vida del hombre en las cosas y no en su trascendencia y que además le niega permanentemente sus derechos y la justicia intrínsecas a su condición de persona humana; quien ha promovido y mantenido la inflación como instrumento de expoliación y de despojo a la persona de sus condiciones mínimas de supervivencia; quien no garantiza el trabajo como medio para el logro de bienestar; quien con todo esto desprecia, destruye y degrada la dignidad de la persona humana, no puede invocar el amor de Jesús como símil de su proceso revolucionario, porque ese proceso lo niega, es su antítesis.
Sobre los asuntos del mundo Jesús dijo: “dadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, “Mi reino no es de este mundo”. Para los que creemos dijo: “El mal no prevalecerá sobre mi iglesia” y, si lo que se aspira es comprar a los que creen en Cristo a fin de competir con la influencia de la jerarquía de la iglesia eso no será posible, los que creemos, creemos, no tenemos precio y confiamos en el poder de Dios.
Debemos orar, pedir a Dios el don del discernimiento que permitirá diferenciar el bien del mal.
Elinor Montes
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