“El poder de la ideas, y especialmente de las ideas morales y religiosas, es al menos tan importante como el de los recursos físicos” Karl Popper
EMILIO NOUEL V. |
La fuerza e influjo de las
ideologías y creencias sobre quienes impulsan el curso de los acontecimientos
políticos-sociales y generan los cambios económicos, es una verdad
incontestable en todo tiempo y lugar; es casi una perogrullada repetirlo, no
hacen falta mayores demostraciones empíricas.
En su afán de imaginar utopías,
diseñar modelos de sociedades, edificar estructuras políticas o justificar
intereses individuales o de grupo, el hombre, armado de diversas visiones sobre
los acontecimientos de la vida, ha perseguido con pasión sus objetivos de
preservación o de transformación de la
realidad a lo largo de la historia.
Sabemos que incluso Platón no fue
un filósofo alejado de la política de su tiempo; no pudo escapar a la tentación
de llevar a la práctica sus ideas. Recuérdese sus tres viajes a Siracusa con el
propósito de convertirse en consejero de reyes que pudieran concretar sus
formulaciones políticas.
No hay duda de que las ideologías
y creencias constituyen el acervo intelectual del que los hombres se han
nutrido o inspirado con miras a sus ejecutorias públicas o privadas.
El hemisferio americano, desde
una perspectiva histórica, ha sido vasto espacio para la promoción y concreción
de ideas provenientes del mundo occidental al que pertenece, pero también es
vivero primigenio de algunas propias que pusieron en obra los que construyeron
durante siglos nuestro continente. Octavio Paz decía que “La utopía americana
es una mezcla de tres sueños: el del asceta, el del comerciante y el del
explorador. Tres individualidades”.
Por su parte, el profesor
argentino Carlos Altamirano ha señalado en un importante estudio colectivo
sobre los intelectuales de América Latina, que sus elites culturales han sido
actores importantes que han operado como articuladores entre los centros
culturales metropolitanos europeos y la región.
Así, en el que fue alguna vez
llamado “Nuevo mundo”, han confluido durante siglos diversas culturas y
tradiciones que han contribuido a la conformación de un nutrido y variopinto
grupo humano, cuya “mezcla” nos confiere ciertas peculiaridades, sin que ello
nos desligue o diferencie de manera tajante de nuestras raíces múltiples,
algunas con improntas mayores que otras, todo dependiendo de la región
particular de que se trate.
No obstante, sin desconocer
aquellos orígenes heterogéneos, hoy por hoy, pertenecemos a lo que se conoce
como civilización occidental, y a sus rasgos fundamentales estamos adscritos.
Las ideas políticas y económicas
que se desgranan de ese enorme patrimonio histórico han repercutido en todos
los campos del quehacer de nuestro continente, en especial, en relativo a las
relaciones hemisféricas.
Obviamente, tales ideas afloran
en entornos históricos muy concretos, bien sean locales o exteriores,
impulsadas por fuerzas sociales o individualidades de prestigio.
Nuestro hemisferio ha sido
escenario en que las viejas y modernas corrientes políticas han operado, con
mayor o menor influencia. Liberales, conservadores, nacionalistas,
socialdemócratas, demócrata-cristianos, humanistas, marxistas, fascistas,
indigenistas y hasta ideologías híbridas, han probado suerte allí, siendo sus
performances harto conocidas.
En el curso que han seguido la
interdependencia y la integración económicas en nuestro continente, y en
particular, en América Latina, aquellas han tenido, sin duda, un impacto
decisivo. En nuestra historia particular, ellas han sufrido un proceso de
adaptación con consecuencias felices en unos casos, o infortunadas en otros.
Los actores políticos
determinantes o influyentes han asumido posiciones frente al tema, cada uno
desde sus particulares perspectivas e intereses.
En la actualidad, a pesar de que
algunos llegaron a hablar del fin u ocaso de las ideologías, éstas siguen
siendo inspiradoras de muchos líderes políticos, sociales y/o empresariales. De
allí que las políticas que éstos formulan, diseñan y/o acometen sean el
producto inmediato de aquellas visiones.
Vislumbrar con claridad el
itinerario que seguirá la dinámica integradora económico-comercial y política
en el ámbito regional y las negociaciones que van aparejadas a ella, así como
la suerte que correrán en lo sucesivo los distintos esquemas de relacionamiento
vigentes o propuestos, no resulta una tarea fácil, por la complejidad de los
asuntos envueltos, los diversos actores, las variables en liza, el entorno
global y los puntos de vista que entran en acción.
En un mundo preñado de
incertidumbres, avizorar con claridad lo que nos traerá el futuro, nos exige un
esfuerzo de comprensión de los nuevos fenómenos
político-económicos-tecnológicos, pero también tener siempre presente la experiencia
histórica, los aciertos y fracasos de las ideas puestas en práctica por líderes
sociales y gobernantes, para así evitar caer en los mismos errores que tantas
oportunidades nos han hecho perder y nos mantienen en rezago relativo respecto
de otros países y regiones.
Emilio Nouel V.
@ENouelV
emilio.nouel@gmail.com
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