Por estos días un grupo de militantes del
partido Voluntad Popular, no sé si de otros, comenzaron una recolección de
firmas para convocar a una Asamblea Nacional Constituyente. Muchos seguramente
no sabrían explicar, en sentido estricto, de qué se trata, pero cumplían
disciplinadamente la orden de los jerarcas de VP.
Los procesos constituyentes son consecuencia
del agotamiento del contrato social previamente suscrito por los integrantes de
una determinada sociedad. Imaginamos que los abocados a esta recolección de
firmas tienen la percepción de que la Constitución acordada en 1999 llegó a su
fin y que es incapaz de satisfacer las demandas de la sociedad venezolana.
El arribo a un proceso constituyente supone a una sociedad inmersa en un profundo y franco debate acerca de los aspectos que los afectan y de las nuevas aspiraciones: de los deberes y derechos que los ciudadanos anhelan sean consagrados en una nueva carta constitucional; a la forma de Estado y de gobierno que mejor se ajusta a las aspiraciones colectivas, y de muchos otros asuntos que el espacio nos impide comentar.
Una Asamblea Constituyente es el momento en
el cual el conjunto de acuerdos que los ciudadanos están dispuestos a compartir
y respetar durante toda su vida, si así fuera posible, llegan a positivarse
convirtiéndose en el cuerpo normativo que regulará la vida de la nación.
Iniciar una constituyente sin esa previa
discusión, que además supone acuerdos, es un absoluto despropósito. Hasta ahora no se ha oído cuales son las
diferencias que los promoventes tienen con la actual Constitución.
Acaso,
tienen diferencias con que Venezuela se defina como un Estado democrático y
Social de Derecho y de Justicia.
Objetarán a un Estado federal y descentralizado, tal como lo consagra la actual
Carta Constitucional. Supondrá un desacuerdo con los derechos civiles y
políticos, así como de los deberes establecidos. ¿Cuáles son las diferencias?
Avanzar hacia un proceso constituyente exige un amplio debate que debe involucrar a toda la sociedad y no exclusivamente a unas élites, que se creen investidos de la voluntad general. No se trata de imposición de mayorías sino de la incorporación de toda la colectividad como personas libres e iguales para debatir acerca de la vida que cada quien tiene razones de valorar.
Si de lo que se trata es de resolver las
diferencias que se tienen con el régimen, la vía tomada es incorrecta.
Equivocan el camino adoptando la constituyente como la herramienta más expedita
para para saldar las diferencias o sustituir el gobierno de turno.
La democracia venezolana y su cuerpo normativo establecen los caminos para superar las diferencias y las dificultades. Transitarlo como se debe es una obligación de los demócratas. Dejemos la constituyente para lo que es, que no es poca cosa, y no la convirtamos en un arma para liquidar adversarios. No siempre el camino más corto nos hace llegar a salvo a nuestro destino.
Leonardo Morales P.
leonardomorale@gmail.com
@leomoralesP
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