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LA LIBERTAD, SANCHO, ES UNO DE LOS MÁS PRECIOSOS DONES QUE A LOS HOMBRES DIERON LOS CIELOS; CON ELLA NO PUEDEN IGUALARSE LOS TESOROS QUE ENCIERRAN LA TIERRA Y EL MAR: POR LA LIBERTAD, ASÍ COMO POR LA HONRA, SE PUEDE Y DEBE AVENTURAR LA VIDA. (MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA) ¡VENEZUELA SOMOS TODOS! NO DEFENDEMOS POSICIONES PARTIDISTAS. ESTAMOS CON LA AUTENTICA UNIDAD DE LA ALTERNATIVA DEMOCRATICA

miércoles, 27 de agosto de 2014

ENRIQUE MELENDEZ, CHAVEZ VIVE

         Quizás una de las parábolas más lapidarias de Jesús es esa que dice: “Dejad que los muertos entierren a sus muertos”. ¿Chávez vive? Lo veo por todas partes, a propósito de esa proliferación de la figura suya, que se vende como si se tratara de una resurrección. 

Si uno mira allí, allí está un Chávez posado, con el dedo pulgar apoyado de la barbilla, y el índice apuntándole a la sien. Si uno mira allá, allá está un Chávez con una sonrisa de puchero, y entre tanto le está cayendo la lluvia. El Chávez adolescente acullá, en un retrato de fotomatón; por todas las carreteras del país en vallas, donde se muestra al comandante que si vestido de militar, besando la bandera; que si abrazando a una viejita; en lugar, remataría Jesús, de dejarlo descansar en paz.

         En efecto, Chávez fue la esperanza para esa Venezuela que se dejó seducir por su mensaje de cambio y transformación. Al tipo le llegó su tiempo, y lo supo aprovechar, y esto porque logró proyectar su exaltado narcisismo sobre el pueblo; algo así como decía Julio Cortázar con respecto a París, desde su posición de escritor: que él sentía que se proyectaba sobre París, y que París se proyectaba en él; contando, sobre todo, con un hábil manejo del lenguaje; como lo demostró desde el mismo momento en que sale a la palestra pública, y entonces pronuncia aquel profundo sarcasmo; el ya lejano 4 de febrero de 1992: “Por ahora…” Luego, toda la carga de populismo que había en el fondo de ese lenguaje.

         He allí una Venezuela desmoralizada, esa en la que este señor se lanza con semejante sarcasmo: “Por ahora…” Esto porque, ciertamente, había un cierto grado de degradación en la sociedad de ese entonces; que para comenzar ya se expresaba en una dirigencia política que había corrompido los valores de la familia, y la familia es la base fundamental para el fomento de las buenas costumbres.

         Me contaba un viejo periodista, amigo mío, que estuvo muy cerca de Carlos Andrés Pérez durante su segundo gobierno, que cuando Cecilia Matos intentó meterse como Blanca Ibáñez, y mandar en el palacio de Miraflores, y esto por la vía del arreglo de los jardines de la casa de gobierno, más de uno se le acercó, y le hizo ver que su presencia allí no era lo más conveniente. Recuerdo aquella expresión de Luis Piñerúa Ordaz cuando se refirió a Ibáñez con aquel término que por primera vez se oía en el país: barragana. Era entonces secretario general de AD, y con ocasión de la rueda de prensa, que ofrecía todos los jueves en la casa del partido, le había pedido a uno de mis colegas periodistas, que buscara en un diccionario, que se había tomado la molestia de portar ese día, el significado de dicho término, y entonces vino a suceder que en el diccionario se leía que se conocía así a toda concubina, en general; pero, en especial, aquella que vive con el hombre con quien está amancebada.

         Porque por ahí comenzaba todo; por el relajo presidencial; por ni siquiera tomarse la molestia de aparentar ser señores del hogar; que se dedican a la crianza de sus hijos o de sus nietos; mientras desarrollan sus actividades políticas. Por el contrario, Lusinchi lo que daba era la impresión de eso: de ser un hombre amancebado; con un matrimonio disuelto, aunque en apariencia unido, habida cuenta de que su familia seguía viviendo en La Casona, mientras él se daba la gran vida con Blanca Ibáñez; algo que sí no se dejó hacer Pérez, con respecto a la Matos, como entonces se le decía, que no la dejó para nada meterse en las cuestiones del poder. La verdad es que, al final, Lusinchi terminó demostrando que era un hombre muy blandengue.

         Eso fue lo que creó las condiciones, para que aquella asonada fuera posible, y a partir de allí una población, que durante toda su historia se había acostumbrado a que los militares le resolvieran sus asuntos, se emocionara con ese proyecto político, que nacía desde entonces, desde ese “Por ahora”, y, en verdad, Chávez lo hubiera logrado, sólo que él había quebrantado también los valores de la familia, y a ese lema le faltaba sustancia; tesis política, cuando, en su defecto, lo que había era narcisismo revolucionario; delirante, y, en efecto, muy seductor, por lo militarista.

         Bajo ese esquema Lusinchi-Ibáñez, en consecuencia, se tomaba la presidencia de la República como un festín, e Ibáñez, que luego se transformó en su señora esposa, claro está, se montó como una gata mañosa (hasta los maracuchos le hicieron una gaita, en ese sentido) sobre la mesa; aquella mujer restregándole los testículos acatarrados, como se dice en estos casos, al sector armado de este país; al punto de que llegó a disfrazarse, como Chávez, de militar; que eso fue lo segundo. Lo primero fue la violencia a los valores de la familia, por parte de nuestra dirigencia política; lo segundo, la humillación y el irrespeto a la institucionalidad del país, en especial, a las fuerzas armadas. Era fama de que cualquier oficial, en puesto de comando en dicha institución; que tenía necesidad de entrevistarse con Lusinchi, por alguna razón de Estado, primero, tenía que llevar el visto bueno de Ibáñez; así quedó la fama en esta institución de que sus componentes no eran sino unos lacayos y sinvergüenzas.

         En efecto, quedó demostrado que Chávez ese 4 de febrero pierde la guerra, desde el punto de vista militar, más no así político, y es a partir de aquí como no se explica el hecho de que por qué el discurso de rendición suyo no fue editado, como se acostumbra, sino que fue presentado en vivo, so pena precisamente, de que se apareciera con sus sarcasmos, y se ganara a la gente; como muchas otras cosas quedaron sin explicación, que tenían que ver con su trayectoria profesional, cuando no se justificaba que llegara a comandante, y comandara tropas. ¿Acaso los militares necesitaban mostrar su líder ese aciago día?

Enrique Melendez O.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
                            
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