FELIPE GUERRERO |
Todas las tardes, al caer el sol en mi aldea,
«Mi Nona» solía contarme historias de tierras lejanas, de unos territorios
donde volaban las golondrinas al terminar el verano. La abuela aseguraba que
las golondrinas viajan mucho y por eso habían
aprendido el lenguaje de las nubes. «Mi Nona» representa uno de mis
referentes vitales, ella era un cofre de historias remotas, era la gran
vigilante de la memoria.
En uno de aquellos lejanos atardeceres en La
Grita, «Mi Nona» reposando su mano suave
y tiernamente sobre mi cabeza me narró
el violento golpe que sufrió una muchacha recién llegada al pueblo, quien al intentar cruzar una de las calles,
tuvo un fuerte percance ya que por descuido pisó una concha de cambur, cayó y
se dio un fuerte «platanazo». Según mi abuela, aquella jovencita por caminar «tongoneándose», no vio en el piso la
cáscara de cambur.
Quienes estaban reunidos en la esquina
sintieron el tremendo golpe que se dio la muchacha, ocasión que fue tomada para
soltar una estruendosa carcajada. Ninguno se conmovió de la desdichada mujer
que sola se puso en pie y se largo por una de las aceras del pueblo.
Vino a mi memoria el recuerdo de esta escena
porque recientemente, un grupo de científicos japoneses fue galardonado con el
Premio Ig Nobel, por su trabajo de
investigación para medir la fricción deslizante que se produce cuando se pisa
una concha de cambur. El profesor japonés Kiyoshi Mabuchi, quien encabezó el
equipo investigador, explicó que el mecanismo que reduce la fricción en las
articulaciones es el mismo que hace que sea tan fácil resbalar.
La coloquial aseveración de mi «Mi Nona» cuando afirmaba que aquella muchacha al pisar
la concha de cambur «cayó de platanazo al suelo» es el sinónimo del enunciado
«fricción deslizante» utilizado por los científicos japoneses.
Coincidencialmente en este tiempo de Adviento, el Papa Francisco se ha referido a los cristianos que sólo se dedican a cumplir con los rituales en el templo pero se olvidan de luchar por el hermano al cual los poderosos le atropellan y le violentan su dignidad. En ese extraordinario mensaje el Papa Francisco dijo que «En muchas ocasiones le ha pedido a Dios: Señor, tírales una concha de cambur delante». Francisco le está pidiendo a Dios que intervenga para ver si los Cristianos definitivamente se dan un «platanazo» y despiertan de esta situación de comodidad y de complacencia que viven frente a los abusos de los poderosos.
Ante la proximidad de la venida del Dios de
la pesebrera, el cristiano no puede
vacilar en la obligatoria defensa de la
dignidad de las personas como hijos de Dios, de manera particular los derechos de los
humildes frente a quienes abusan del poder. Ninguna fuerza nos puede
amedrentar, ni nos puede hacer perder el valor.
En el libro de Josué, cuando el pueblo de
Israel se preparaba para la conquista de Canaán, y entrar en la tierra
prometida, Dios le promete a Josué que nunca lo desamparará pero que requiere
de él de dos virtudes indispensables: el esfuerzo y la valentía.
«Mira que te mando que te esfuerces y seas
valiente; no temas ni desmayes. Porque tu Dios siempre estará contigo»
(Josué 1,7).
Esforzarse significa continuar adelante, es
un paso más que debemos caminar antes de la victoria final. La gente que
triunfa nunca se cansa, la diferencia entre lo ordinario y lo extraordinario es
el esfuerzo extra.
Asegura el Papa Francisco: «Cuando yo he
visto a un cristiano, a una cristiana así, con el corazón débil, he hecho
esta petición: Pero Señor, tírales una concha de cambur
delante, para que se haga una linda resbalada y se avergüencen de su falta de
compromiso…».
Dios no se complace ni con los incrédulos ni
con los cobardes. Ya en el pasado Isaías afirmaba: «Fortalezcan los brazos
débiles, robustezcan las rodillas vacilantes; digan a los que están
desalentados: ¡Sean fuertes, no teman: ahí está su Dios!» (Isaías 35,3).
Hemos compartido un año de dificultades. Luego de caminar por estos desiertos, hay momentos en los cuales las piernas cansadas parecieran no dejarnos continuar, quisiéramos lanzar la pesada mochila al piso para volver a descansar, pero es ahí cuando la poderosa voz del Papa Francisco nos grita: «¡Adelante! ¡Está prohibido rendirse!. ¡Está vetado ser neutral!». ¡Está negado ser indiferente!».
Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
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