El sainete del pollo Carvajal dice mucho de
la mal parada cancillería del régimen, de la debilidad acomodaticia de Holanda
y de la importancia de lo económico en las relaciones internacionales.
Así como
del uso político del petróleo y los
petrodólares por el régimen venezolano en la política internacional, que en
forma sublime acaba de utilizar hasta el amedrentamiento militar para evitar el
“canto del pollo”. Pero también dice de la debilidad de un imperio
norteamericano que luce marchito, al menos en
América Latina, señalada como su “patio trasero”.
No es la primera vez que a los
estadounidenses, cuya más clara política hacia el hemisferio es la lucha contra
las drogas, se le escapa un indiciado capo venezolano. Walid Makled, el mayor
narcotraficante de Venezuela, también se
les escapó entre los dedos por presiones del régimen de Caracas.
Las épocas de la diplomacia de cañoneras pasaron,
así como la defensa a ultranza de las dictaduras anticomunistas de la guerra
fría. Incluso el mismo canciller Kerry
acaba de sentenciar muy orgulloso el fin de
la doctrina Monroe. Claro, esto
no quiere decir que ellos no hayan intentado mantener influencia en el
continente. La tentativa de construir el famoso ALCA (Asociación de Libre
Comercio de las Américas) boicoteada por el castrochavismo, pero mucho más las
imposiciones norteñas y las profundas diferencias sureñas, es un ejemplo.
Empero, la administración Bush no se dejó achicopalar e impulsó tratados de
libre comercio bilaterales con Centroamérica y la mayoría de los países
ribereños del pacífico.
Con la llegada de Obama, quisieron mostrar
una cara amigable con el “softpower”, de
mano extendida, que los ha llevado hasta haber sido avasallados en su propio
patio. Los casos abundan, desde el affaire hondureño, donde los EE.UU. fueron
arrastrados por carecer de una visión clara del asunto, hasta este bochornoso
episodio de “el pollo”.
Ese imperio ya no es el mismo. El vacío
dejado fue llenado y en ese patio ahora danzan muy señorones el oso ruso y el
panda chino. Dos imperios que se han vendido como los benévolos y que han
utilizado sus ideologías socialistas y tercermundistas para aliarse al expansivo
castrochavismo. Las garras del águila calva parecen limadas. Su mayor error:
haber creído que la guerra fría había terminado y que con ella el fin de las
ideologías era un hecho.
Esa guerra está “vivita y coleando”. Ahora con otra
piel. Se requiere un cambio de estrategia,… si es que quieren ganarla.
Alfredo
Michelena
alfredomichelena@gmail.com
@Amichelena
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