La
historia de la encerrona, última reunión de la MUD que presidió Aveledo, estuvo
llena de escaramuzas y recriminaciones.
En
la reunión del lunes la MUD solo alcanzó un acuerdo: evaluar la pertinencia de
que la alianza respalde el Congreso de Ciudadanos que promueve organizar María
Corina Machado. De resto, fue una jornada escaramuzas y recriminaciones. A las
viejas heridas no cicatrizadas se suma ahora la desconfianza.
La
esperada encerrona donde la opositora Mesa de la Unidad Democrática (MUD)
intentaría remendar sus heridas internas no fue un jardín de rosas, a pesar de
que el nombre del hotel donde tuvo lugar el pasado lunes 28 de julio, el Garden
Suites de Altamira, en Caracas, prometía otra cosa. En todo caso, la reunión
resultó espinosa. Que apenas 48 hora más tarde hayan renunciado a sus cargos en
la alianza su Secretario Ejecutivo, Ramón Guillermo Aveledo, y su Adjunto,
Ramón José Medina, es apenas un signo externo de las tensiones que allí se
vivieron entre posturas, en apariencia, irreconciliables.
Sin
embargo, no es paradoja que haya sido Aveledo quien impulsara la tarde de ese
lunes la emisión de un comunicado anodino, redactado por Antonio Ledezma,
alcalde metropolitano de Caracas y máximo dirigente de Alianza Bravo Pueblo,
lleno de galimatías y lugares comunes sobre la defensa de la democracia, pero sin
noticias.
Aveledo,
reconocido por moros y cristianos como un amante de las formas y la urbanidad,
quiso con ello dar un material a los reporteros que aguardaban a las puertas
del hotel y en la sede del partido Copei en La Campiña, adonde fueron oficialmente
convocados. El único tramo significativo de la declaración ratificaba la
obligación de la MUD de “conducir las luchas cívicas de la ciudadanía que
reclaman un cambio urgente en la manera de conducir los destinos de la nación”.
Pero
a veces pesa más el mensajero que el mensaje. Ante la imposibilidad –dada la
áspera dinámica de la reunión- de que asistieran las figuras insignes de las
facciones en pugna para dar una imagen de “unidad dentro de la diferencia”, se
encargó al ex parlamentario del MAS y actual Subsecretario Ejecutivo de la MUD,
Cristóbal Fernández Daló, para dar lectura al comunicado.
Fernández
llegó a la sede del partido socialcristiano –elegido como lugar para la
declaración porque allí sigue instalado un backing con los logotipos de la MUD-
alrededor de las cinco y media de la tarde. Su presencia fue enseguida
decodificada por los reporteros presentes como señal de que no había nada bueno
que decir. A la falta de humo blanco Fernández Daló intentó poner la mejor de
las caras, agregando motu propio dos frases pegajosas pero vacías, al afirmar
que “hay unidad para rato” y que la
encerrona se había desarrollado en un ambiente “cordial y productivo”.
“No
me arrepiento de eso, lo volvería a hacer. Y al que le pique, que se rasque”,
dijo Capriles sobre la decisión de desconvocar la marcha de la oposición hacia
el CNE luego de las elecciones presidenciales de 2013.
Era
el final en falso de una jornada que acababa de concluir y que había empezado a
las nueve de la mañana, con una hora de retraso con respecto a la agenda
original.
El inicio, además, no había sido todo lo auspicioso que debió ser.
Freddy Guevara, el representante del partido Voluntad Popular (VP), llegó
al lugar de la reunión en compañía de
Luis Florido, también dirigente del movimiento de Leopoldo López. El dueto
rompía con su presencia el acuerdo alcanzado poco antes de que al cónclave sólo
asistiría un representante por cada organización política del llamado G7 (los
partidos de oposición con mayor votación electoral) y María Corina Machado,
como voz de los independientes.
En
ese punto procedimental se perdieron casi dos horas. Guevara defendía su
atrevimiento señalando que Acción Democrática (AD) y Un Nuevo Tiempo (UNT) ya
tenían segundos representantes en Edgar Zambrano y Stalin González,
respectivamente. La presencia de ambos no obedecía, sin embargo, a su
adscripción a un partido; eran delegados de la fracción parlamentaria de
oposición.
Por
momentos bizantino, el debate llegó a acalorarse. Guevara alcanzaría a pedir a
Aveledo: “¿Por qué no te vas tú, chico?”. Pero quien terminó por abandonar la
reunión fue Henry Ramos Allup, el secretario general de AD, quien señaló que la
actitud de Guevara era un claro anticipo de que no había la voluntad política
para hacer las cosas con seriedad. Luego también se retiró Edgar Zambrano, con
lo que el antiguo partido hegemónico del puntofijismo, quedó sin voz en la
encerrona. Más tarde Luis Florido, el segundo en discordia de VP, optó por
dejar el sitio.
Aveledo
había puesto circular, unos días antes, un documento con algunas guías para la
reunión. En él pedía a los asistentes pasar por alto los ajustes de cuenta
pendientes entre los partidarios de la estrategia electoralista o la
"salidista". Proponía, en cambio, comenzar a pensar en la
reestructuración de la mesa y en la posibilidad de unificar estrategias. Hubo
quienes tomaron la agenda de Aveledo como un intento por acallar un debate
necesario, por definitorio; otros la vieron como un marco de referencia
metodológico para una discusión que, de otra manera, amenazaba con convertirse
en un diálogo de sordos. Unos y otros, en cualquier caso, aprobaron las
condiciones. “De cualquier manera los problemas no fueron por falta de agenda”,
dice uno de los participantes, en retrospectiva. “Teníamos que ir preparados
para decirnos lo que había de decirnos”, afirma otro. La rebelión original de
Guevara pareció dar luz verde a otras escaramuzas.
Fue
Julio Borges, el Coordinador Nacional de Primero Justicia (PJ), quien abrió los
fuegos. Hizo una recapitulación de los hechos que habían llevado, según su
perspectiva, al fracaso de La Salida. Un fracaso que, agregó, tuvo un costo
importante para la unidad de las fuerzas de oposición. “Justo dos días antes de
las elecciones regionales del 8 de diciembre, ellos salieron con un comunicado
costosísimo en la prensa a favor de una Constituyente”, recapituló, y tanto de
eso, como del propio lanzamiento de La Salida -el 23 de enero de enero de 2014-
se habrían enterado en el seno de la MUD solo cuando ya eran hechos consumados
y difundidos a través de la prensa. “Ese 23 de enero hubo dos ruedas de prensa,
una de la MUD en conmemoración de la caída de Pérez Jiménez, y la de La
Salida”. Reclamó que esas acciones inconsultas y unilaterales habían puesto a
la unidad en el trance de “apoyar una estrategia en la que no creemos”.
El
único acuerdo alcanzado en la reunión fue el de evaluar la pertinencia de que
la MUD respalde el Congreso de Ciudadanos que promueve organizar María Corina
Machado.
María
Corina Machado pidió entonces la palabra para refutarlo. Dijo que ellos –los
promotores de La Salida, entre los que se incluyen ella misma junto a VP,
Proyecto Venezuela (PV) y Alianza Bravo Pueblo (ABP)- sí habían hablado de sus
planes con la antelación. Desgranó, además, varias evidencias de que La Salida
no habría fracasado: por ejemplo, que como producto de las protestas, la
popularidad del Gobierno de Nicolás Maduro se había desplomado a 30-35%, había
quedado en evidencia la cara represiva del régimen, y se había activado en
Estados Unidos un proyecto de sanciones contra funcionarios venezolanos
incursos en violaciones de derechos humanos. Insistió en que todavía seguía
siendo inminente un colapso del gobierno actual, aunque aclaró: “Yo jamás me he
reunido con militares para planificar golpes de Estado". Y volteándose
hacia Juan José Molina -voz de Avanzada Progresista y Henri Falcón en la mesa-
dijo: "Ni en 1992". De seguidas miró a Julio Borges: "Ni en
2014".
Las
palabras de Machado intentaban atajar, exponiéndolos, los rumores que sus
adversarios estarían sembrando, que la acusan de estar tocando a las puertas de
los cuarteles. El desafío que lanzó no obtuvo respuesta. En cambio, se le
replicó que La Salida no sólo no habría cosechado éxitos en el plano
internacional, sino que creó en los hechos un problema adicional: ahora no hay
acceso a ciertos líderes de la comunidad internacional, que no identifican a un
interlocutor claro que represente a la oposición democrática venezolana.
Mientras
esta y otras refriegas tenían lugar, llamó la atención que Henrique Capriles
Radonski guardara silencio con una cara que un testigo calificó como “de
profunda ladilla”, con toda su atención puesta en una tableta. El gobernador
del estado Miranda y dos veces candidato presidencial lo hizo de manera
deliberada. “Es cuestión de la personalidad de Henrique”, explica un amigo
personal. Decidió que mediante el mutismo manifestaría “con elocuencia” su
desacuerdo con La Salida, con lo que se discutía en la reunión y con métodos
inmediatistas “que ya mostraron su fracaso en abril de 2002 y con el retiro de
la Asamblea Nacional en 2005”.
Nadie
pudo dejar de notar la silenciosa protesta. Solo una vez cayó Capriles en la
tentación de los duelos interpersonales. Fue cuando Antonio Ledezma, alcalde
metropolitano, fechó el origen de la división interna de la MUD no en el
surgimiento de La Salida –como la versión de Julio Borges y PJ sostiene-, sino
en la decisión de Capriles de desconvocar la marcha de la oposición hacia el
Consejo Nacional Electoral (CNE) luego del cuestionado resultado de las
elecciones presidenciales de abril de 2013, sobrevenidas tras la muerte de Hugo
Chávez, y en las que Nicolás Maduro quedó victorioso con una ventaja de poco
más de uno por ciento de los votos. Ante el señalamiento, Capriles saltó de su
asiento: “No me arrepiento de eso, lo volvería a hacer. Y al que le pique, que
se rasque”.
Julio
Borges, el Coordinador Nacional de Primero Justicia abrió los fuegos en la
encerrona, al hacer una recapitulación de los hechos que habían llevado, según
su perspectiva, al fracaso de La Salida.
Roberto
Enríquez, presidente de Copei, pidió la palabra para responder a aquella
intervención inicial de Borges y darle otra dimensión al disenso. Emergió un viejo reconcomio que tienen los
partidos de la alianza con Primero Justicia. Enríquez no pretendía quebrar una
lanza por La Salida, pero sí evidenciar que mucho antes de que ésta
cristalizara con su ya conocido saldo trágico, a Primero Justicia también le
había faltado vocación unitaria cuando condujo las campañas presidenciales de
2012 y 2013. Aunque nunca lo hicieron público, las demás organizaciones e
independientes siempre resentían en privado las pocas posibilidades de ser
escuchados por el candidato Capriles. Además, agregó Enríquez, también el
gobernador del estado Miranda había roto con el acuerdo de revelar a los
aliados cómo proceder antes de hacerlo público al convertir las elecciones
municipales de diciembre de 2013 en un plebiscito. Capriles y Borges
permanecieron en silencio.
La
intervención de Omar Barboza, de Un Nuevo Tiempo (UNT), trató de retomar el
espíritu de la reunión. Dijo Barboza que era imposible pensar en una oposición
unida con estrategias disímiles y que así, en medio de la diatriba, no se podía
enfrentar al gobierno. Pidió avanzar en la reunificación. Pero los llamados del
veterano dirigente zuliano no resultaron suficientes para motivar un debate más
sustancial.
No
se discutió sobre la Constituyente, ni sobre la renuncia de Ramón José Medina,
algo que entonces no había sucedido y constituía un punto de honor para VP. Sí
se habló del Congreso de Ciudadanos que está convocando María Corina Machado
para finales de septiembre o principios de octubre. Enríquez defendió esa idea
como una forma de conectar a la MUD con los sectores de la sociedad civil que
ni se encuadran en la militancia de partidos ni se sienten representados en la
mesa. En la próxima reunión se discutirá la pertinencia de que la alianza
respalde o no esa iniciativa que cuenta con tres detractores: Acción
Democrática, Avanzada Progresista y Primero Justicia. Cuando se mencionó ese
punto fue la segunda y última vez que se escuchó a Capriles: “Que hagan esa
vaina, pero nosotros, Primero Justicia, no vamos a ir”. Aveledo intervino para
preguntarle si esa era su posición personal o la del partido. Capriles
respondió: "La del partido". Julio Borges no pudo refrendarlo porque
ya se había retirado.
La
anécdota con la que cerró el cónclave muestra cómo sirvió para profundizar
desconfianzas, en vez de despejarlas. Entonces el representante de Proyecto
Venezuela (PV), Carlos Berrizbeitia, que se ha posicionado en la opinión
pública con su seguimiento constante de los gastos presidenciales reportados en
el presupuesto nacional, hizo honor a su fama de contralor. Aguijoneado por la
sospecha de que Juan José Molina, el representante de Avanzada Progresista que
se sentaba al lado, estaba grabando subrepticiamente el debate, recurrió a una
astucia: golpeó sus manos en un aplauso algo fuera de lugar. El ruido hizo que
saltaran los monitores de la aplicación para grabar de su iPad.
Berrizbeitia
confirmó su sospecha. “¿Tú estás grabando?", le preguntó. Como Molina
mostró su sorpresa lo enfrentó con más decisión. “Responde”, presionó
Berrizbeitia. Según testimonios, Molina reconoció que grababa la cita para
llevar un registro que luego escucharía para analizarla. “Yo no sé ustedes”,
dijo Berrizbeitia a los presentes, “pero yo me siento muy incómodo porque este
señor está grabando esta reunión. Eso está fuera de cualquier norma”. Entre
todos le exigieron que borrara el registro. Y así se habría hecho.
Molina
sí reconoce que hubo un altercado al final, pero negó que él estuviera grabando
la reunión. “Yo estaba tomando apuntes. Estas reuniones son serias y hay que
tener claro qué dice cada cual”, dijo Molina cuando fue consultado por el
inconveniente. “Lo que me causa más risa es que digan que yo tengo vinculación
con Diosdado Cabello”, agregó. El ex parlamentario, que alguna vez abrazó la
causa chavista, considera que al señalarlo a él de soplón la verdadera
intención es hacerle daño a Henri Falcón, gobernador del estado Lara. Muchos de
los asistentes a la reunión creen que Falcón, que en 2008 fue electo por vez
primera en el cargo con los votos del Psuv, es quien trasvasa información al
Gobierno. Ya no solo hay diferencias casi irreconciliables sobre la estrategia.
Ahora se suma el peso de la desconfianza sobre una alianza que puede que tenga
las horas contadas.
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