JOSE TOMAS BOVES |
Habrá
que agradecer a los patriotas de 1814 que no oyeran a los que decían que, ante
el avance de Boves y los demás carniceros que lo acompañaban, había que
renunciar a la independencia del imperio español. Si los acontecimientos se
vieran en la exclusiva perspectiva de un instante, el de ese 1814, alguien podría
haber dicho que el objetivo no se había logrado y que, por tanto, había que
abandonarlo y seguir en la conservación de los derechos de Fernando VII.
Similar situación le ocurrió a Chávez en 1992: los objetivos no se habían
conseguido, "por ahora" y ya se sabe que el hombre no cejó hasta
alcanzarlos.
Igual puede argumentarse de "la salida" que tanto temblor causa. Se
planteó al país que había que reemplazar el régimen actual de manera
constitucional y lo más pronto que fuese posible, para lo cual se propusieron
asambleas ciudadanas que discutieran los métodos (renuncia de Maduro,
constituyente, referendos consultivo y revocatorio, etc.) que pudieran conducir
a unas nuevas elecciones presidenciales anticipadas, con un CNE decente.
El hecho de que todavía no se haya logrado el objetivo, en 6 meses, no quiere
decir que no sea correcto plantearlo ni que no se pueda lograr en un futuro
relativamente inmediato, ante el colapso ya obvio del régimen. En el marco de
la reconstrucción de la unidad opositora la forma, la táctica, los modos,
pueden y deben variar, pero ya se admite -de acuerdo con el padre Luis Ugalde-
que es una irresponsabilidad pretender que la actual situación continúe hasta
las próximas elecciones de 2019.
No se puede obviar la secuencia histórica. Hubo cuatro hechos no conectados
inicialmente entre sí que crearon las condiciones para el estallido de las
firmes manifestaciones de descontento nacional: la protesta estudiantil de
enero en Táchira y Mérida, el llamado a "la salida" realizado el 2 de
febrero, la manifestación convocada por los dirigentes estudiantiles para el 12
de febrero -apoyada por toda la dirección política democrática, incluida la
MUD- y lo que ocurrió después de terminar la manifestación de ese día, cuando
agentes asesinaron a dos ciudadanos. Esta conjunción imprevista de
circunstancias determinó que se descorriera el velo del malestar y estallara
ese majestuoso levantamiento, principalmente de la juventud, en los primeros
meses de 2014.
¿Errores? Sin duda los hay. Pero, jamás se pueden atribuir las muertes
generadas por la represión a los opositores que apoyaron las protestas,
enmarcadas como están en inalienables derechos ciudadanos. Hubo un despertar al
terrible costo de muertes, heridos y presos generadas por la represión de lo
que solo pocos dudan en calificar de dictadura. Se movilizó la opinión
internacional y emergieron liderazgos. El diálogo finalmente frustrado se
presentó como una tenue posibilidad bajo el estímulo de esas protestas, porque
la comunidad internacional, alarmada ante la represión oficial, se movilizó.
La protesta ocurrió en el marco de una fragmentación de lo que había sido la
unidad opositora. A la crisis de la calle se añadió el debate, muchas veces
áspero y agrio, dentro de los demócratas. Sin embargo, puede decirse que hoy en
todos los sectores de la oposición hay una voluntad de entendimiento y
reestructuración unitaria que, sin duda, debe llevar a ajustes y
rectificaciones por parte de todos.
LA OPINIÓN PÚBLICA.
Alfredo
Keller es un respetable estudioso de la opinión pública. Realizó una encuesta
el segundo trimestre del año, cuyo trabajo de campo ocupó la segunda quincena
del mes de mayo. Es una encuesta de cobertura nacional urbana rural de 1200
casos. Allí este estudio detectó un deterioro del régimen mientras se
desarrollaron las protestas:
1. La crisis generalizada ha acentuado el tono de la demanda de cambios. Si
hace un año (marzo 2013) 73% de la población creía que era necesario hacer
cambios en el país, ahora tenemos 79%. Este crecimiento no es relevante como sí
lo es el tono de la demanda pues de 33% que aspiraba a que esos cambios fueran
"radicales" hemos pasado a 55%; esto es, un crecimiento en la
intensidad de los cambios de 22%.
2. Para mayo de este año 48% dijo que lo que hay que cambiar es al gobierno
mismo mientras que 46% decía que lo que hay que cambiar son las políticas a las
que se le atribuye la crisis. De esta manera, 94% de los venezolanos coincide
en que las cosas no son como debieran ser y eso es, prácticamente, todo el mundo,
incluyendo a buena parte del chavismo.
3. El 55% de los venezolanos cree que no basta con cambiar los líderes sino que
es necesario cambiar también el modelo del sistema político y económico.
4. Para lograr estos cambios necesarios 43% admite que no basta esperar a unas
próximas elecciones sino que es necesario hacer exigencias y protestas de
calle, indicador que muestra el elevado grado de legitimación de los eventos
que han ocurrido en el país desde febrero. En este sentido, solo 13% dice de manera
espontánea que el objetivo de la protesta es el de crear un caos o un colapso
en el país, siendo ésta una respuesta típica del chavismo más radical.
5. No es de extrañar, por tanto, que 65% esté justificando las protestas de
calle; justificación que comparte 95% de quienes se dicen opositores, 79% de
independientes o neutrales y 29% de chavistas que, indiscutiblemente, también
sufren la crisis.
6. Es evidente que la protesta ha bajado su intensidad en comparación con
febrero y marzo pasados. No obstante, hay 39% de los ciudadanos (75% entre los
opositores) que creen que las protestas deben mantenerse como medida de presión
ante el Gobierno; especialmente porque 44% cree que el diálogo no conduce a
nada (65% entre opositores, 36% entre neutrales y 29% entre chavistas).
7. Finalmente, sobre el tema de la violencia, la gran mayoría de los
venezolanos (62%) responsabiliza al oficialismo de ser el causante de los
muertos y heridos mientras que solo 25% lo atribuye a la oposición.
RECONSTRUCCIÓN.
Ni
las luchas sociales ni la unidad se diseñan en laboratorios. Parece paradójico,
pero no lo es: la exigencia unitaria emerge cuando existe división o
fragmentación. La unidad no es un sólido bloque de metal sino un flujo
constituido por miríadas de encuentros y desencuentros; hay unidad cuando
prevalecen los primeros y no la hay cuando prevalecen los segundos. Ha ocurrido
muchas veces en esta larga lucha. Ahora se impone un nuevo momento unitario,
todos los factores están conscientes de la gravedad del momento, y trabajan en
esta dirección. Hay iniciativas que se discuten entre todos los partidos y
organizaciones de la sociedad civil. Existe ánimo convergente. Hay conciencia
del derrumbe y las fuerzas democráticas tienen que estar unidas para la
transición. Transición que será posible y pacífica con la participación de
dirigentes de ambas aceras del conflicto.
Twitter @carlosblancog
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