Hoy día, el país se ha hundido en una inflación descomunal por lo que su remedio pesará más que la gravedad por la que transita la economía nacional.
HORRENDO MAZACOTE
Si bien la política y la economía “van de la mano”
en tanto que configuran ámbitos conexos de una misma realidad que se
complementa en su integridad, igualmente representan escenarios cuyas razones
no siempre pueden asociarse en términos de propósitos mancomunados. Sobre todo,
cuando la política se aparta de consideraciones que propugnan un desarrollo
nacional en el marco de un Estado democrático y social de Justicia y de
Derecho. Es ahí cuando la economía se vuelve borrosa toda vez que sus políticas
se enmarañan a consecuencia del problema de descontextualización al cual se
pliegan mecanismos de gestión que imposibilitan su aplicación en un medio de
relativo ordenamiento financiero, cambiario, monetario lo cual, obviamente,
afecta la administración pública en su necesario devenir.
Desde esta perspectiva, vale un breve análisis de lo
que acontece en Venezuela al momento que el régimen pretende reorganizar lo que
nunca pudo organizar: la economía nacional. Ni siquiera por la estructuración
que en principio intentó adelantar a través de una gestión gubernamental
ensamblada con criterio vertical. Su politizada organización, actuó siempre
como factor de aplazamiento a toda decisión que pudiera apuntar a elaborar y
tomar decisiones algo moderadas. Sin embargo, el populismo pudo más que la
necesidad de actuar con sentido responsable de cara a las exigencias que
vinieron acumulándose sin que fueran resueltas en aras de posibilitar la
construcción de una sociedad justa y en plenitud de sus derechos y libertades.
El panorama económico comenzó a ennegrecerse a
medida que la política gubernamental empezó a desmoronarse, producto de la
demagogia dominante. Como resultante de tan aberrante situación, las políticas
públicas fueron incapaces de detener la avalancha de desafueros que, desde el
alto gobierno, fueron determinándose sin razón, dirección, ni sentido alguno.
Tanto así, que hoy día el país se ha hundido en una inflación descomunal por lo
que su remedio pesará más que la gravedad por la que transita la economía
nacional. Particularmente, cuando quien detenta la conducción del país, un
obrero incompetente en materia económica, recién declaró con abierta petulancia
y malcriadez: “Yo estudio la economía y tomo las decisiones. No voy a dejar que
nadie venga a decirme cómo hacerlo. Las políticas económicas son mías. Aquí
está el responsable. No voy a permitir que nadie me conduzca. La pienso, la
estudio y las decisiones son mías. Así de sencillo. Para todo lo que tiene que
ver con el desarrollo, crecimiento industrial, la unificación cambiaria, aquí
está el responsable. Nadie vendrá a maniatarme, ni que lo pretenda”.
No hay duda de que el pronunciamiento de Jorge
Giordani, ha ocasionado agudos malestares al interior del régimen. Al extremo
que ha terminado desorientándose por encima del enredo que ya había armado.
Ahora el embrollo es crítico. La política económica luce cual amasijo de partes
oxidadas por la contaminación a causa de la incontinencia de gobernantes
corruptos, indignos e indolentes. El problema de una unificación cambiaria, ha
evidenciado una ruptura en la cúpula del régimen la cual han tratado de
enmendarla sin éxito alguno. Por el contrario, ha devenido en graves
contradicciones que sólo asoman el tenor de la crisis en la que se ha sumergido
el país.
La divergencia cambiaria que el régimen se ha
empeñado en sostener, aún en contra de las libertades que la propia
Constitución de la República exhorta, ha logrado acentuar la profundización de
esa crisis de la economía la cual arrastra otra crisis del tipo de dominación
vigente. Así se ha llegado a una situación de la economía que actúa a manera de
“deslave”. O de catastrófico “tsunami” con la fuerza suficiente para destruir
lo que pudo erigirse en un plano de realidades políticas, económicas y sociales
“(…) que consolide los valores de la libertad, la independencia, la paz, la
solidaridad, el bien común y la integridad territorial” (Del Preámbulo de la
Constitución). Sin embargo, la indecencia de altos funcionarios aceleró el
ocaso de la economía que a la fecha actual, al ritmo de densas equivocaciones,
pasó a verse como un horrendo
mazacote.
VENTANA DE PAPEL
¿OTRA DEVALUACIÓN EN
PUERTA?
Los ajustes macroeconómicos en puerta, aunque
dolorosos, lucen inexorables. No habrá de otra que no sea su advenimiento.
Triste pero cierto. La ineptitud de quienes han dirigido la economía
venezolana, con la aprehensión de un “vende tutti”, han dado lugar a la peor
gestión de gobierno vista desde que Venezuela es República. Lo que ahora se
perfila, en la corta distancia, es el anuncio de una enorme tempestad.
Particularmente, porque la aludida unificación cambiaria implicará una nueva
devaluación del bolívar más espinosa y violenta que las anteriores. Por lo que
indudablemente, terminará fustigando la curtida piel de un país bastante
desgarrado por la furia de erradas decisiones. Aunque nunca tan letales como la
que está a la vuelta de la esquina.
Este nuevo encarecimiento de la divisa en términos
de moneda nacional, incitará a deformar más aún el comportamiento de la
economía pues el precio del bolívar frente al dólar anima una vulgar
desigualdad que tiende a empobrecer más la población. Incluso, hasta niveles
críticos razón por la cual habrán de surgir conflictos sociales y desencuentros
políticos de peligrosa proporción. De algún modo, han habido duros roces entre
facciones del alto gobierno. Precisamente, por causa de desentendimientos entre
posturas políticas que tampoco tienen clara idea de los efectos que pueden
ocasionar medidas de esta naturaleza.
En consecuencia, el país se verá azotado por un
aumento de los productos que puedan venir de afuera, presiones inflacionarias
adicionales y además, descomunales. Los precios de los bienes habrán de
dispararse de forma grosera generándose así no sólo que merme más aún la
capacidad de compra de la población. También, se tendrán mayores niveles
inflacionarios que conjurarán una terrible recesión. Esto, al graficarse,
semeja una inmensa ola que arrasa todo lo que consiga a su paso. Esta inflación,
proyectada bajo este marco de nuevas realidades, aumentará mes a mes sin la
posibilidad de controlarse mediante mecanismos propios de una economía
relativamente normal y de extracción demócrata. Más, en un ambiente tan
desolado como el venezolano dada la enclenque industrialización existente. Así
que, por más que pretenda ocultarse, el régimen tendrá que tomar decisiones
cuyo alto costo político habrá que asumirse. Esto significa, otra devaluación en puerta.
CALIDAD EDUCATIVA EN CERO
Hablar sobre educación, anima la esperanza de ver al
país superando las ambigüedades que han atrapado al desarrollo del cual se han
deparado los derechos, garantías y deberes que traza la democracia en su
esfuerzo por construir una sociedad librepensadora. La escuela actual, al
argumentar sus criterios sobre el aforismo de un “Estado Docente” que devino en
mecanismo para la manipulación populista y demagógica, configuró una
institución sobrellevada por insuficiencias y debilidades. Tanto así, que la
escuela que ahora se precia de coadyuvar a “construir el socialismo”, se ha
visto colapsada por el deplorable estado de su institucionalidad. Actualmente,
la politización la convirtió en feudo del partido de gobierno para fusionarla
con centros de adoctrinamiento y con las rechazadas “Unidades de Batalla”, dada
la violencia que acompaña las acciones de estos cuadros de furibundos
activistas.
Buena parte de los maestros, son colocados gracias a
la discrecionalidad de un régimen que actúa como núcleo principal de células
beligerantes armadas que exaltan la “revolución”. Ello, sin la menor idea que
por debajo de tan intimidante denominación, se esconden aventureros o
usurpadores de la política bajo la mentada ridiculez de ser un “ejercicio de
patria”.
La escuela de hoy está reproduciendo las miserias de
un pueblo maltratado por gobernantes sin empacho para actuar con mediocridad.
Aunque revestidos por la opulencia de un poder petrolero y salvajemente
capitalista. Esto ha llevado a una situación en la que no hay valoración social
ante el problema educativo.
De este modo, las políticas dictadas a este
respecto, ni comprenden la dimensión del problema, ni tampoco consideran su
significación. Ni porque el régimen se arroga la condición de bolivariano,
habida cuenta de que Bolívar expresara que “las naciones marchan hacia el
termino de su grandeza, con el mismo paso con que camina la educación”. De
seguir así, no habrá duda de tener una calidad educativa en cero.
“Cuando la economía se ajusta al comportamiento de
una política digna y constructiva, el desarrollo de una nación podrá
garantizarse con base en un futuro colmado de loables oportunidades de
crecimiento y reales espacios de convivencia ciudadana”. AJMonagas
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
@ajmonagas
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