Estuve
viendo el jueves pasado por TV, como muchos otros venezolanos, el “dialogo” que
en la primera reunión protagonizaron
representantes de la oposición y del gobierno hasta altas horas de la
madrugada, y debo confesar, sin
dármelas de adivino, que el desarrollo del evento no trajo ninguna novedad impensada, es decir,
inesperada, que estuviese fuera de mis cálculos y expectativas, como creo le
ocurrió al resto de la audiencia.
Y es
que conociendo a los actores, algunos de los cuales ya habían sostenido
intercambios verbales en la Asamblea Nacional, en alguna que otra sesión
intempestiva, no había razones para suponer que los argumentos e ideas que
saldrían a la luz serian de otro calibre, ni diferente su tratamiento.
Igualmente, en las declaraciones del
mismo tenor, que dieron algunos de los representantes del oficialismo con
motivo de la sesión de instalación, semanas atrás, de la Comisión Política
nombrada por el Ejecutivo para coordinar la Conferencia de Paz, y que eran los
mismos que estaban en Miraflores, ya se dejó ver cuáles eran las
verdaderas intenciones del gobierno con
todo este show mediático que se ha montado y que forma parte de su estrategia
para tratar de lavarse la cara frente a
la opinión pública nacional e internacional.
Pero no hay que hilar tan fino para llegar a
esa conclusión, basta con ver cuál es la posición en este tema, del propio
presidente Maduro, quien en vísperas de
la instalación de la mesa de dialogo en Miraflores, al referirse a unas declaraciones del expresidente Lula,
recomendándole bajar la intensidad del debate político y gobernar más, dijo
textualmente: "No tengo nada que
negociar con nadie (...) ni negociación ni pacto, aquí lo que hay es un debate,
diálogo, que es diferente a una negociación y un pacto".
Un dialogo así concebido, sin reconocimientos
implícitos, sin excusas, sin llegar a
acuerdos, no vendría a ser más que un monologo de dos, donde cada quien dice lo
que quiere, sin compromisos de ningún tipo, sin finalidad positiva alguna, que
no serviría para nada práctico, salvo demostrar que el gobierno y la revolución
están por encima de todos y de todo; que desde el Olimpo, como un Zeus criollo, se dedican a
lanzan rayos a la oposición y a hablar con su palabra omnímoda para solamente
unos elegidos. Algo de lo cual ya teníamos antecedentes en Chávez cuando era
presidente, pues una de las críticas que precisamente se le hacían era que no dialogaba, sino que mandaba y
monologaba desde el poder, a través de su programa dominical “Alo’ Presidente”,
pero siempre sin debatir y sin nadie delante que confrontara sus ideas.
Por otra parte, tampoco tenemos claro en ese
“dialogo” tan particular, quien representa a quien. Si bien decimos al inicio
de este artículo que esta primera reunión la
protagonizaron representantes de la oposición y del gobierno, eso que
debería ser lo ideal, no fue ni siquiera lo correcto, al encontrarnos con que en
la representación del sector oficial, por ejemplo, había un
representante de los Tupamaros y que en la denominada oposición no estaban
todos los que son, ni eran todos los que estaban. Mientras que en el
oficialismo el mensaje pareciera ser que el gobierno es algo más que su tren
ejecutivo formal y que se gobierna incluso con grupos civiles armados, más allá
del ejército propiamente dicho, en la oposición no hay una relación directa de
afinidad entre quienes se sentaron en la mesa del dialogo y los manifestantes
de las calles de Caracas y del interior del país. ¿Representan los miembros de
la Mesa de la Unidad presentes en el dialogo a los estudiantes y al resto de la
sociedad civil reprimida por la fuerza bruta del estado chavista? ¿Cómo puede
el presidente Maduro afirmar, como lo hizo esa noche, que los colectivos no
están armados y que se dedican a labores sociales y culturales cuando
precisamente tiene un representante de los Tupamaros en esa mesa de dialogo
hablando en nombre del gobierno?
Con cinismo, prepotencia y refiriéndose
siempre al pasado como causa de todos
los males del país, no obstante los quince años de chavismo transcurridos en el
poder, es imposible establecer base alguna para un dialogo sobre el presente y
,lo más importante, sobre el futuro del
país.
Mientras una parte de la oposición venezolana cayo en la trampa del dialogo, y es que es difícil negarse a dialogar aun cuando se sepa que no hay condiciones objetivas para ello, hay otra que se mantiene firme en su posición de protesta contra el gobierno y más ahora después de lo visto en este primer dialogo.
Habría sobradas razones para
levantarse de la mesa antes del final,
si no se acuerdan condiciones elementales para proseguir y bastaría tan solo
con que el oficialismo se niegue o evada su responsabilidad para tomar algunas
decisiones para las que no hace falta pacto alguno. Pero cualquier cosa que
haga la oposición en aquel sentido va a tener un costo político, así que será
una cuestión de paciencia y de habilidad política mantener una posición firme
en ese dialogo sin salirse del carril.
Los venezolanos estaremos pendientes de las
próximas reuniones de la mesa de dialogo, aunque en mi caso particular, no
estoy seguro de tener estomago
suficiente para escuchar lo que viene.
Jose
Luis Mendez
Xlmlf1@gmail.com
@Xlmlf1
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