Era
realmente decepcionante observar a José Pinto del Movimiento Tupamaro recitar
al caletre la tesis, por lo demás elemental, de Mao Tse Tung sobre La
Contradicciones en el Seno del Pueblo y creer que ella pueda tener alguna
utilidad actualmente. Y también a Blanca Eckout gritar rudimentos de
materialismo histórico, que ni ella misma ha interpretado. Después que
intervinieron todos los cuadros del PSUV, incluyendo a Diosdado Cabello, cuya
ira manifiesta lo encegueció, yo concluyo que tuvo razón Chávez al escoger a
Muduro como su sucesor. Tuvo razón por que en medio de tantos damnificados
ideológicos, Maduro, con todas sus limitaciones que él mismo reconoce, lo hace
mejor que todos los demás juntos.
De verdad fue una real paliza la propinada por los oradores de la Unidad Democrática a unos directivos del PSUV que no salían de los lugares comunes y las frases hechas. Pero donde más obvio resultó la revolcada fue cuando se hizo referencia al “modelo económico” seguido y aplicado por el PSUV. Sobre este punto los argumentos de Roberto Enríquez, desde el punto de vista jurídico y del diputado Omar Barboza desde el ángulo económico fueron irrebatibles. A lo que se agregó las explicaciones del economista Simón Calzadilla quien increpó a Rafael Ramírez, vocero del PSUV, acerca del hecho de que un proyecto político que pretendía hacer de Venezuela una potencia energética, sus ciudadanos hoy no consiguen una bombona de gas para cocinar. También le preguntó Calzadilla a Ramírez por la lista de quienes estafaron al país con mercancías sobre facturadas por más de US$ 20.000 millones, durante 2013. Para esas interrogantes no hubo respuestas ni las habrá.
¿En
qué ha consistido lo que el PSUV denomina el modelo económico? Aunque ellos
mismos, por sus limitaciones, no han elaborado un par de líneas medianamente
coherentes sobre el tema, un ejercicio de interpretación permite extraer las
siguientes cuatro características sobre el mismo.
En
primer lugar, el modelo ha consistido en la ampliación del rol del Estado en la
economía, hasta el punto de hacerlo el propietario de los medios de producción
fundamentales de la economía. Ello ha implicado un aumento del papel del sector
público como empresario a expensas del gasto social. Como resultado, el déficit
fiscal ha aumentado con su efecto en una acumulación significativa deuda
pública para financiar el conglomerado de empresas estatales ahora en
bancarrota.
En
segundo lugar, el modelo ha visto al petróleo como una fuente de ingresos
fiscales con el elevado costo de haber sacrificado la producción de crudos y
derivados. Así, en medio de precios extraordinariamente elevados, el gobierno
optó por reducir la inversión en petróleo y apostar al alza sostenida de los
precios con el objeto de obtener ingresos fiscales. Ello ha provocado una caída
de 1,0% promedio anual en la actividad petrolera entre 1999 y 2013 y en
crecientes importaciones de gasolina y otros derivados del petróleo que en 2013
totalizaron más de US$ 12.000 millones.
El
tercer componente es la sustitución de la política macroeconómica por controles
de precios y de cambio. Con el alza de los precios, el gobierno desde 2003
valoró que con la recurrencia a sendos controles a los precios de los bienes y
del cambio podría conjurar la inflación. Se topó el gobierno con lo que prescribe
cualquier texto de economía: al implantarse un control del precio, el resultado
es la escasez y con el control de cambio se produjo lo inevitable: la
corrupción generalizada. Agotado ambos controles, el gobierno se ha movido
hacia las autorizaciones de facto para que se aumenten los precios mientras que
la política cambiaria se ha tornado literalmente inmanejable.
Finalmente,
el modelo procuró sustituir a los grupos económicos tradicionales por otros
supuestamente nuevos. Se conformó así la llamada boliburguesía, a la sombra del
generoso gasto público, el cobro de comisiones, el porcentaje corruptor y el
tráfico de influencias para capotar los dólares preferenciales.
No
puede dejar de mencionarse, como trasfondo de ese modelo descrito, la ampliación
de la capacidad distributiva del Estado, con miras a enfatizar el control
político sobre los sectores más pobres de la sociedad.
José
A Guerra
joaguerrab@gmail.com
@JoseAGuerra
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