No fue diálogo. Todas las definiciones de la
palabra diálogo coinciden que su objeto es lograr un acuerdo o encontrar una
solución.
No fue debate porque no hubo discusión.
En mi opinión fue un simple encuentro entre
dos sectores antagónicos en el cual no hubo controversia. Los participantes se
limitaron a exponer puntos de vista.
De un lado la voz del amo. La repetición de
las consabidas falsas acusaciones acompañadas de loas y expresiones de lealtad,
o más bien de sumisión incondicional al jefe máximo.
En la cara de los cancilleres extranjeros se
apreciaba claramente el tedio y el cansancio por escuchar (por tercera vez) los
mismos ataques a la oposición, los mismos argumentos cínicos e hipócritas para
descalificar a la dirigencia opositora.
En el otro lado, el sector de la oposición
que asistió bien coordinado. Cada orador centró su intervención en un tema
específico de la amplia agenda de problemas que aquejan al país. Además,
presentaron propuestas y exigencias concretas fundamentadas en la Constitución.
Como era de esperarse fueron a parar en un saco roto.
En fin de cuentas el encuentro fue útil por
el solo hecho de haber sido la primera vez que la disidencia y el oficialismo
se sentaron en una misma mesa, frente a frente.
Creo que la oposición incurrió en varios
errores que no deberían repetirse.
1)
El encuentro no ha debido efectuarse en Miraflores y mucho menos en el
salón del Consejo de Ministros en el cual la sombra del régimen envolvía a todo
el mundo. En un artículo anterior mío dije que si llegaba a haber un diálogo
debía tener lugar en un sitio neutro, y, bajo ningún respecto en una
dependencia oficial.
2)
En ese mismo artículo opiné que el ilegítimo debía participar en persona
en cualquier encuentro con la oposición y que mientras jugara el papel de participante debía despojarse de su
condición de presidente para evitar que su condición de jefe de Estado (por
usurpación) pueda influir en el ánimo de los dialogantes.
Lo que vimos por televisión confirma esas
aprehensiones: el ilegítimo sentado en el extremo de la mesa, en el lugar que
usualmente ocupa cuando preside las reuniones del Consejo de Ministros, presidiendo la reunión (¿quién le atribuyó
ese papel?), y empleando abusivamente el derecho de palabra.
Pero veamos qué ha pasado desde la reunión de
la semana pasada.
El ex–yerno del difunto fuhrer, que hoy ocupa
el segundo lugar en la jerarquía del
ejecutivo ya advirtió que “en muchos aspectos no se podrá llegar a acuerdos
dentro de las mesas de diálogo” o lo que es lo mismo: habrá acuerdos en
aquellos temas que nosotros (el ilegítimo y su combo) decidamos.
El descabellado presidente de la Asamblea
Nacional sentenció “hay que ser descarado para pedir en plena situación una Ley
Amnistía” – ¿a cuál situación se refiere? ¿a la caótica en que se
encuentra el país? -. Se le ha dicho muy
claro al oficialismo: mientras haya presos políticos no habrá diálogo.
El zar de la economía y del petróleo dice:
“ustedes consideran que nuestro proyecto (económico) está fracasado, nosotros
tenemos la idea de que es profundamente exitoso”. No hay, definitivamente el
más mínimo interés en salvar al país del desastre económico que se avecina a
pesar de las contundentes advertencias presentadas por varios expositores
durante el encuentro en Miraflores.
El ilegítimo sostiene que las minorías (la
oposición, según él) deben aprender a respetar a la mayoría (supuestamente el
oficialismo). Esto significa que desconoce el hecho de que en las últimas
elecciones presidenciales la oposición demostró que no es minoría y hasta más
bien constituye la mayoría.
No se han enfriado las sillas del encuentro y
arremete con toda saña contra la disidencia como si nada hubiera pasado: “la
oligarquía sigue con la tentación permanente de derrocar la revolución… ha lanzado guerra económica, guerra eléctrica,
guerra psicológica, las guarimba… no respeta el poder soberano a través del
voto… la milicia es el pueblo en armas y tiene su razón de ser en los conceptos
de unión cívico militar de la Constitución Bolivariana”
Estas breves referencias son suficientes para
darse cuenta de que de parte del gobierno no existe la más mínima voluntad de
negociar una salida digna y ecuánime para superar la crisis que está
propulsando al país hacia la ruina y la catástrofe.
Está claro que el ilegítimo solo aspira a que se le reconozca legitimidad y envolver a la disidencia en su parodia de “mesas de negociación” nacionales, estadales, comunales, etc., para impresionar a la opinión pública externa y hacerle creer que hay voluntad para entenderse al mismo tiempo que arrecian las agresiones, las detenciones, los atropellos, los abusos, las torturas y hasta los robos por parte de la fuerza pública.
Adolfo
R. Taylhardat
adolfotaylhardat@gmail.com
@taylhardat
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