Uno
de dos, o el tipo, además de vivir en Babia, usa las gafas de Pangloss o, en
eso de meter cobas, es el mejor discípulo del difunto interfecto que
falleció. Yo barrunto que es más
probable lo segundo que lo primero; que el tipo aprobó cum laude el curso
avanzado de Car’etablismo que imparten en Cuba a los que ellos eligen para que
lleguen a los altos cargos del régimen.
Por cierto, Nikolai —¿o será: Nicol-ass?— fue una decepción para ellos,
salió raspado todas las veces que lo hizo —y eso lo pueden notar los
masoquistas que se ponen a escuchar cadenas—, pero tuvieron que resignarse y
pronunciar las palabras que inmortalizaron a Rizarrita: “es lo que hay”…
Salgo de la digresión y regreso a lo que será
el tema de hoy: el ridículo alegato que a finales de la semana pasada hizo el
inefable comandante del CEO para intentar justificar a "dignos
soldados" (sus palabras, no las mías) que desde hace casi un mes están
irrespetando tanto la norma jurídica como la ley natural y la ética al vapulear
salvajemente a los manifestantes, sin lograr doblegarles su voluntad y
valentía.
Siendo que están bien documentados con fotos y videos los frecuentes actos de sevicia casi demencial con los cuales atacan a quienes protestan pacíficamente, el tipo tuvo la cachaza de asegurar que sus subalternos actúan “con respeto a los derechos humanos”.
¿Es que el zarandajo
no ha visto las pruebas, que le han dado la vuelta al globo varias veces y que
muestran uniformados y uniformadas (para escribir como hablan los rojos y para
que no se me escape la guardia que golpeó con el casco a una mujer inválida que
estaba en el suelo) al atacar a quienes no tienen más armas que sus
consignas? ¿Es que él no vio al guardia
que golpea a un anciano, también en el suelo, con el cañón del fusil y luego lo
patea en la cabeza? ¿Es que no vio al otro vándalo que, sin son ni ton, rompe
los vidrios de unos carros estacionados? ¿Es que no le han pasado los videos en
los que vehículos antimotines destrozan vehículos aparcados solo por gusto? Por cierto, esas escenas se repiten en varias
ciudades, lo que demuestra que la acción ha sido dirigida desde un puesto de
mando central. ¿Cómo podremos los
guardias de antes sosegar nuestra vergüenza de ver a unos que olvidaron aquello
de nuestro himno: “el deber por consigna
llevamos, y por alta divisa el honor”. O lo de “garantía brindaremos al buen
ciudadano, al inválido, al niño, al anciano…”
Estos que atacan con crueldad a los desarmados son muy distintos de los
guardias que nos honró comandar. Los de
hoy, del comandante general para abajo, lo que nos dan es vergüenza; la soflama
está en las caras de los guardias de antes —los que ninguna culpa tenemos en
esas tropelías—, no en las de los desvergonzados actuales.
El
tipo es un caradura cuando afirma, a la letra: "Somos parte de una
institución decente, que obedece a principios y valores, respetuosa de los
derechos humanos…". ¡Hay que tener
riñones para decir eso sin pestañear siquiera, sin el menor sonrojo! Sobre todo, porque el tipo es quien se
ufanaba de haber “inmovilizado” (eufemismo políticamente correcto para no tener
que especificar: “derribado” o “destruido”) más de treinta aeronaves que
supuestamente transportaban drogas, pero que hasta el día de hoy no ha mostrado
sino los fuselajes chamuscados de unos aviones, sin informar dónde y en qué
condiciones están los tripulantes y pasajeros o, por lo menos, si están
vivos. Mucho menos dice algo acerca del
destino de las drogas que eran
transportadas. Lo que da mucho
para pensar. En todo caso, que el señor
no se ponga a pontificar sobre “principios y valores”, que le queda muy grande,
grandísimo…
En
lo único que le concedo razón al Padrino es en aquello de que esto es una
"batalla entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira". Lástima que le faltó confesar que él está de
parte del mal y la mentira…
Otrosí
Ha
pasado por debajo de la mesa la noticia en la que se informó que, hace una
semana, unos “colectivos” cumaneses derribaron el busto de uno de sus paisanos
más esclarecidos y eminentes: Andrés Eloy Blanco. La razón aparente: que el poeta y tribuno
“era adeco”. La inicua salvajada es
apenas comparable con la destrucción de la estatua de Colón por el delito de
ser un “colonizador español”. Que no lo
fue, solo descubridor. Lo paradójico es
que esa misma gente recibe con aplausos, sonrisas y loas a los colonizadores
cubanos contemporáneos. Esos modernos
iconoclastas son la resultante de la prédica política que se ha enseñoreado
entre nosotros hace quince años. Desde
ese momento, la procacidad, los insultos, las amenazas y la violencia física
han reemplazado a la afabilidad en el trato y la benignidad en las acciones que
caracterizaron al venezolano. Antes, ni
siquiera entre los oponentes políticos más enconados, uno veía indecencias,
vías de hecho, vesanias. Ahora, son el
pan nuestro de cada día. Es que intentan
reemplazar con desmanes y tropelías lo que les falta de cerebro sensato y buen
corazón.
Andrés
Eloy no se merece ese ensañamiento obscurantista porque fue un buen venezolano
y excelente vate. No se equivocó
Gallegos cuando lo describió como “un hombre bien construido por dentro, serena
la claridad interior”. Es alguien que
merece el bien de la patria nada más que por haber escrito aquello de:
“Por mí, la flor en las bardas / y la rosa de Martí, /Por mí, combate en la altura /y en la palabra civil (…) Por mí, ni un odio hijo mío, / ni un sólo rencor por mí./ No derramar ni la sangre / que cabe en un colibrí…”
Humberto
Seijas Pittaluga
hacheseijaspe@gmail.com
@seijaspitt
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