El
pueblo venezolano está en la calle, y es difícil que regrese a su casa, sin un
horizonte claro definido, y cuyo proceso de clarificación pasa, precisamente,
por la renuncia de Nicolasote. Ahora, ¿por qué está planteada esta situación?
Aquí
hay algo bastante parecido a la coyuntura, que se vivió en el 2002, y que es la
impresión, que tiene hoy en día el venezolano, con respecto al desenlace de
estas acciones, si es que se parte del hecho de que, al no correr con suerte en
aquella oportunidad, lo que entonces se conoció como la Coordinadora
Democrática, no tiene ninguna utilidad seguir en esto, es decir, volver a
diseñar toda una estrategia de luchas, basadas, en ese sentido, y que es lo que
genera un cierto escepticismo en cierta parte de la ciudadanía, con lo que
pueda pasar en estas circunstancias.
Está en la calle porque quiere recuperar su otrora calidad de vida; cuando no existía este comunismo; donde al menos no se sufría de ese desasosiego, que a uno lo embarga, cuando anda por la calle; a propósito de un teléfono móvil, que saca en cualquier lugar, y uno abriga el temor de que se lo arrebaten; de ahí a un infinito de cosas, que le mutilan su libertad.
Tanto
que ponderan esas especies de bienaventuranzas, que proclama el Libertador en
su famoso Discurso de Angostura, cuando dice que el mejor gobierno es aquel que
le pueda proporcionar la mayor suma de bienestar, la mayor suma de seguridad y
la mayor suma de felicidad al pueblo. Es decir, eso lo pregonan hasta al
hartazgo, y en lo que menos se reflejan es en eso.
Nos encontramos en un país que ha tenido que rodearse de otro genero de vida; que uno pudiera conocer como la de la microeconomía de la supervivencia, y donde han venido a relucir relaciones comerciales, basadas en el trueque: tú que tienes acceso a la harina de maíz PAN, facilítame un paquete; que yo, que tengo acceso al azúcar, te facilito un paquete. Además, se ha vuelto a conocer la figura de la encomienda: la famosa cajita con algunos víveres, que se enviaban los familiares por las líneas automovilísticas de viajes de un sitio a otro, sobre todo, de Caracas hacia el interior, y esto porque Caracas goza del privilegio de ser la capital de la República, y, aunque aquí ya vamos para el año con serios problemas de escasez, este flagelo no se padece con la agudeza del interior del país.
Pobre
gente la que tiene que vivir de la harina de maíz: areperas, puestos de
empanadas. El marido de la señora, que me hace el servicio de limpieza, y quien
vende arepas, está muy arrecho; es chavista incondicional, y, como no consigue
la mercancía, culpa a Henrique Capriles de la escasez de harina de maíz. Dice
la señora que su marido y que a cada instante jura que, si ve a Capriles, lo
mata. Ella, que sabe que soy escuálido, me reclama, y me dice:
-¿Hasta
cuándo ustedes nos van a hacer la guerra a nosotros los pobres? Porque eso que
están haciendo ustedes; que es acaparando la comida, para que caiga el gobierno
de Maduro, es contra nosotros, el pueblo.
Lo
dice con toda la ignorancia del caso, pero sin respiro alguno. ¿Esto qué
significa? Que ese recurso, al que ha apelado el gobierno para justificar su
fracaso, de que estamos ante una guerra económica; que comienza por ahí, por el
acaparamiento de los productos, ha venido a tener mucho éxito en la parte menos
instruida de nuestra población; siendo, por desgracia, la más numerosa; porque
ha descubierto que a las masas hay que hablarles en términos simplistas. El
profesor Jesús Rosas Marcano en sus clases de teoría de la opinión pública;
cuando estudiábamos en la Escuela de Comunicación Social de la UCV, lo ponía
con un ejemplo muy claro:
-Para
el día en que entrevistan a Goebbels, en una radio de Alemania, había salido la
edición del cómics Superman, donde éste le ganaba la guerra a los nazis, y al
ser consultado el famoso ministro de propaganda del régimen hitleriano, al
respecto, dijo que ahí la clave radicaba en que Superman era judío.
Porque
lo otro, esto es, hacerle entender a la gente que el flagelo de la escasez se
debe a una errática política económica, significa apelar a la teoría económica,
y, como me lo dijo el ex dirigente comunista, Héctor Pérez Marcano, en una
forma muy metafórica, a propósito de una conversación que sostuvimos sobre este
tema, el problema es que la teoría económica no sube cerros.
Es
decir, estamos ante una de las más vulgares formas de envenenamiento de
conciencias; partiendo de un acto de mala fe; como es el de ocultar un fracaso,
y de continuar reincidiendo en él, sólo por conveniencias personales; pero, lo
peor, gente que se fajó con uno en esas universidades, estudiando marxismo, y
digo esto, porque si algo hay que rescatar de Marx, que ya venía de Hegel, son
sus reflexiones acerca del tema del envenenamiento de conciencias, y donde
salían relucir las famosas categorías de la alienación, enajenación y
reificación; que ya venían de la época de Spinoza, pero que la sociedad
capitalista las había acendrado, a medida que se expandía el consumismo,
producto de la revolución industrial, lo que se conoció como la cultura de
masas, con incidencia en un fenómeno nuevo, que surgirá a medida que se expanda
el mercado, como es la publicidad, y la que el propio marxismo consideró la más
genuina forma de envenenamiento; gente, decía, que se preocupó por todo esto,
cuando estudiábamos marxismo, apoye, repito, este acto de mala fe; que implica,
por lo demás, la destrucción del país. Precisamente, el ideal del marxismo
consistía en sacar al hombre de esos laberintos, y liberarlo desde el punto de
vista de su conciencia; que es lo que no hace esta gente.
melendezo.enrique@yahoo.com
@emelendezo
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