El tiempo en el que se ha encauzado el impúdico discurrir revolucionario, casi quince años de ásperas decisiones, ha sido suficiente para demostrar el rugoso talante de una horda de zafios, ignorantes del carácter complejo que envuelve el concepto de gobierno.
¡SE
LE ACABÓ EL TIEMPO!
Se
dice que el tiempo es un gran maestro. No tanto por inexorable, que por la
virtud de revelar siempre la verdad. Donde exista alguna manifestación de vida,
ahí existe un registro donde el tiempo se inscribe a los fines de marcar su
presencia. En política, es igualmente inflexible pues en su fragor no mide el
espacio en el cual se circunscriben sus hechos, sino que funge como el espejo
en el cual se reflejan las circunstancias con el propósito de evidencia la
magnitud de cada ocurrencia. Por eso el tiempo es a la política, como la
acusación al presidiario. Es decir, determina la pena a cumplir.
El
tiempo en el que se ha encauzado el impúdico discurrir revolucionario, casi
quince años de ásperas decisiones, ha sido suficiente para demostrar el rugoso
talante de una horda de zafios ignorantes del carácter complejo que envuelve el
concepto de gobierno. Pero también, para dejar ver la equivocación de una
población que sucumbió ante la acidez de un proyecto político ideológico
ofrecido con el mayor descaro. Peor aún, sin la menor posibilidad de considerar
los empellones que emergerían de problemas no bien estructurados por causa de
advenedizos que ocuparían cargos de alta responsabilidad política y
administrativa en perjuicio de la nación.
Al
término de dicho tiempo, resulta inconcebible reconocer el grado de
malevolencia al que condujeron al país estos politiqueros de “medio pelo”. La intolerancia cuartelaria, llegó a
funcionar como algunos ilusos y furibundos no se atrevieron a creerlo. Todo
devino en un retroceso que situó a Venezuela quizás antes del período
decimonónico. Puesto que luce enteramente absurdo que luego de tanta verborrea
maquillada con promesas emancipadoras y retocada por propuestas de desarrollo y
crecimiento, el país esté sumido en la calamidad. La falta de divisas terminó
por desarreglar el esquema de sociedad que una vez alcanzó a repuntar. El
desorden administrativo derivado de la atrevida y generalizada corrupción
gubernamental, carcomió la institucionalidad democrática.
En
consecuencia, el país se ha visto abatido por el desabastecimiento en casi todo
los rubros de la vida pública. Desde panaderías, abastos, supermercados, partes
automotrices, hasta hospitales e instituciones educacionales. Casi se han
paralizado los sectores construcción, comercio, servicios públicos. Estudiantes
sin remesas, quedan a la deriva. Y para empeorar el marco de la crisis, niegan
el insumo primario a los medios impresos: el papel. Y al país intentan
salpicarlo de inmoralidad. De manera que puede decirse que si el régimen
dilapidó atropelladamente las oportunidades que la vida política le deparó, no
fue por otra razón que la que bien explica el tiempo cuando se desperdicia en
populismo, despotismo y autoritarismo. Ya no hay espacio para seguir
improvisando. Los retos acucian acciones de gobiernos democráticos. Pero al
parecer, a este régimen se le acabó el tiempo.
VENTANA
DE PAPEL
DESPOJADOS
PROFESORES UNIVERSITARIOS
No
conforme el régimen con sus atribuladas determinaciones, sigue cometiendo los
mayores exabruptos que puede registrar la historia política contemporánea
venezolana. La desesperación consume la gestión que intenta realizar. No le
bastó pasarle por encima a la autonomía universitaria al impedir que las
universidades nacionales pudieran acometer sus propios desarrollos académicos.
Ahora,
para terminar su operación de asfixia administrativa, ha procedido a
solicitarle a estas Casas de Estudios Superiores el traspaso de los fondos que
constituyen el patrimonio económico de profesores universitarios depositados en
organizaciones financieras universitarias
dirigidas a brindar la protección y previsión social necesaria que
requiere mantenerse en medio de una vida económica colapsada. Los recursos
acumulados y al servicio del profesorado universitario a través de los llamados
Fondos de Pensiones y Jubilaciones, fueron ordenados por la Contraloría General
de la República a que sus recursos sean transferidos, sin mayor explicación ni
justificación alguna, al Tesoro Nacional.
Tan
burda acción, deja al descubierto la perversidad que dicha determinación
encubre. Todo ello con el fin de apoderarse de estos dineros para luego
utilizarlos con propósitos descarnadamente politiqueros. Más, cuando en el
trasfondo de ello juega la infortunada intención del socialismo de repartir las
migajas que sobran después de expoliar los recursos de la nación. Es casi como
decir que por alevosa decisión de un régimen que continua empeñado en engañarse
a si mismo, sigue practicando la filosofía del desastre por lo que ahora ha dispuesto
con toda la indolencia posible, a que sean despojados los profesores
universitarios.
“SE
ACABÓ LA FIESTA”
La
vida enseña que caerse no constituye un problema en si. La dificultad estriba
en levantarse. Sólo que muchos prefieren seguir en el suelo esperando ser
ayudados a incorporarse. Quizás, por desconfiar en si mismos o por recelos ante
la imposibilidad de saber superar la situación. Entonces, el problema no está
en la caída. Está en dejar que todo suceda sin la intervención propia ajustada
al propósito de reaccionar asertivamente. No con errores. Y es lo que está
haciendo el régimen, precisamente, cuando el país político y económico más
exigen de quienes tienen supuestamente la responsabilidad de conducir las
riendas nacionales.
Las
academias venezolanas, como en efecto han sido las de Medicina, Ciencias
Políticas y de Economía, han manifestado su más categórico rechazo al modo
improvisado y errado de administrar el patrimonio público por parte del
régimen. Las perturbaciones que han enredado las decisiones a lo interno del
partido del oficialismo, PSUV, tienen confundido a los respectivos gobernantes.
Tanto, que casi todas sus ejecutorias han devenido en graves conflictos para el
devenir del país. Y lo peor, es que su insolencia es de tal tamaño que no
tienen la humildad para reconocer el daño que están cometiendo cuando intentan
emprender la gestión correspondiente.
La
crisis que vive Venezuela, ha sido explicada hasta la saciedad por estos entes,
todos preocupados por los problemas que agobian al país. Sin embargo, la
indolencia y petulancia de los gobernantes, engreídos por el poder que han
logrado alcanzar y controlar con la ayuda de la opresión militarista, ha
determinado el atraso que hoy tiene colocado al país en los primeros lugares de
corrupción, endeudamiento, inflación, retracción del desarrollo humano,
opacidad de la administración gubernamental, entre otros indicadores del
subdesarrollo.
No
hay duda, pues, que a consecuencia de tanto maltrato y negligencia causada por
el desgobierno actual, es de reconocer que en Venezuela la situación se tornó
“color de hormiga” al momento de ahogar las libertades y los derechos
fundamentales del hombre. Es decir, “se acabó la fiesta”
“En el tiempo no sólo fenece la vida del hombre. También sucumben los gobiernos. Más, aquellos que nacen bajo la parquedad o la premura de ideologías que apenas ostentan propuestas de efímera razón”
Antonio
José Monagas
antoniomonagas@gmail.com
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